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Autor: manuel

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DOCTOR, ME DUELE CUANDO LEO ESTO
Umberto Eco
Para aliviar mi dolor de artritis, un doctor me
aconsejó que empezara a tomar cierto medicamento que,
en el interés de evitar fatigosas disputas legales, mejor no
mencionaré aquí. Más bien le voy a dar un nombre
imaginario: Mortac.
Antes de tomar Mortac hice lo que haría cualquier
persona razonable y leí la hojita con información para el
paciente que venía con las pastillas: esa que ofrece
consejos tan prudentes como la de evitar tomar el medicamento si pensamos
ingerirlo con una botella de vodka, si tenemos que conducir un remolque mil
kilómetros ese mismo día o si sucede que tenemos lepra o estamos embarazados
con trillizos.
La papeleta informativa advierte también que algunos pacientes podrían
sufrir reacciones alérgicas al Mortac, como hinchazón de la cara, labios y garganta.
Menciona mareos y sopor, y (especialmente entre personas de edad) caídas
accidentales, vista nublada o pérdida de visión, daños en la columna vertebral, falla
cardíaca o renal y problemas para orinar. Algunos pacientes, agrega, han tenido
pensamientos de suicidio o automutilación y, si ese fuera nuestro caso, recomienda
—supongo que cuando el paciente está tratando de saltar por la ventana— que
consultemos con un profesional de la atención médica. (Aunque en ese caso creo
que me comunicaría antes con el servicio de bomberos).
Además, por supuesto, Mortac supone los riesgos comunes de constipación,
parálisis intestinal, convulsiones y, si se toma en combinación con otros
medicamentos, fallo respiratorio y coma. Esto por no mencionar la prohibición
absoluta de conducir un automóvil, de operar maquinaria pesada o de participar
en actividades que pudieran ser peligrosas; digamos, trabajar en una prensa
hidráulica tratando de conservar el equilibrio en una viga del piso 50 de un
rascacielos.
Y si tomamos Mortac en una dosis superior a la recetada, podemos esperar
sentirnos confusos, somnolientos, agitados o ansiosos. Si tomamos una dosis
demasiado pequeña, o si de pronto dejamos de tomar el medicamento por
completo, podríamos experimentar perturbaciones del sueño, dolores de cabeza,
náusea, ansiedad, diarrea, convulsiones, depresión, sudoración o mareos.
Más de una de cada diez personas que tomen Mortac experimentarán
aumento de apetito, excitación nerviosa, confusión, pérdida de la libido,
irritabilidad, trastornos de atención, torpeza, deterioro de la memoria, temblores,
dificultad en el habla, hormigueo, letargo e insomnio (¿juntos?), fatiga, visión
borrosa, doble visión, vértigo y problemas de equilibrio, boca seca, vómito,
flatulencia, disfunción eréctil, hinchazón del cuerpo, sensación de ebriedad y
perturbación de la marcha.
Más de una de cada mil personas experimentarán una caída en el nivel de
azúcar sanguínea, percepción alterada de sí misma, depresión, cambios de humor,
dificultad para encontrar las palabras, pérdida de memoria, alucinaciones, sueños
desagradables, ataques de pánico, apatía, sensación de “extrañeza”, incapacidad de
alcanzar un orgasmo, eyaculación retrasada, problemas conceptuales,
embotamiento, movimientos anómalos de los ojos, disminución de los reflejos, piel

sensible, pérdida del sentido del gusto, sensación de ardor, temblores al moverse,
reducción del estado de alerta, desmayos, mayor sensibilidad al ruido, resequedad
en los ojos, lagrimeo, arritmia cardíaca, baja presión arterial, alta presión arterial,
perturbaciones vasomotrices, dificultad para respirar, resequedad de la nariz,
hinchazón abdominal, aumento en la producción de saliva, reflujo gástrico, pérdida
de la sensibilidad alrededor de la boca, sudoración, escalofríos, contracciones
musculares, calambres, dolor en las articulaciones, dolor de espalda, dolor en las
extremidades, incontinencia, dolor al orinar, debilidad, caídas, sed, opresión en el
pecho o cambios en las funciones hepáticas.
No hay nada de qué preocuparse, claro: existe apenas una posibilidad entre
mil de experimentar esos efectos secundarios. (En cuanto a lo que le sucede a esa
persona entre diez mil —o cien mil—, prefiero ni pensarlo. No es posible tener tan
mala suerte).
Una vez que el folleto me hubo capacitado tan a fondo, evité tomar siquiera
una sola dosis de Mortac. Estaba seguro que de inmediato estaría afligido con la
rodilla del ama de casa o algo por el estilo. (No importa que la papeleta informativa
haya olvidado mencionar ese trastorno en particular).
Pensé en arrojar las píldoras en el basurero, pero temí que desecharlas de la
manera acostumbrada fuera a causar una mutación genética de proporciones
épicas en las ratas. Mejor sellé la botella de píldoras en una caja de metal que
enterré en un parque, a un metro bajo tierra.
Y desde entonces, he de decir, mi dolor de artritis básicamente ha
desaparecido.


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