Presentación del libro La voz de los Lonkos .pdf



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Autor: Fernando

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Presentación del libro “La voz de los Lonkos”. Reportajes del periódico
Azkintuwe1
Introducción
La presentación de un libro Mapuche, siempre es un momento para visibilizar la realidad
de nuestro pueblo y del proceso autodeterminista que impulsan sus distintas
organizaciones, intelectuales y anónimos Mapuche en pos de reconstruir Wallmapu. Pero
también, para que reflexionemos de los errores y aciertos de él, siempre con la aspiración
de ir mejorando en su sendero a la liberación. Es por esto, que aprovecho la oportunidad
de comentar que, en Angol, 18 días llevan en huelga de hambre Fernando Millacheo
Marin y Cristian Levinao. Aún en El Manzano siguen cumpliendo condena los dirigentes
de la Coordinadora Arauco Malleco, Héctor Llaitul y Ramón Llanquileo; y 13 hermanos
están con prisión preventiva en Angol, gran parte de ellos de Temucuicui, Rayen Mapu y
Wente Winkul Mapu.
Si bien, Viera Gallo, en una reciente entrevista plantea la posibilidad de una amnistía para
los prisioneros Mapuche bajo un posible gobierno de Michelle Bachelet, siempre es
importante hacer hincapié que sus prisiones son la consecuencia de una aspiración
mayor, y ellas son: los derechos políticos y la autodeterminación. Mientras no se avance
en caminar ante esa utopía, el desencuentro actual es difícil que se pueda cerrar.
La devolución de tierras, ha sido la aspiración central desde la Ocupación de La
Araucanía, como es posible verificarlo en los discursos e historia del primer ciclo del
movimiento Mapuche contemporáneo; y que desde mediados de los 80, con la fundación
de Ad-Mapu, se ha enmarcado bajo el paradigma de la autodeterminación, propio de la
reemergencia indígena que sacudió y sacude a América Latina desde los 90’. En otras
palabras, la base de la autonomía es el territorio. Si es económicamente viable aquel
paradigma, será un decisión que imagino tomaran los dirigentes y líderes políticos
Mapuche del futuro.
Esa fue la lucha que dio para quién está dedicado este libro, el Longko Pascual Pichun.
En su historia podemos ver la complejidad que sacudió al pueblo Mapuche en la década
de los 90’. Como muchos de su generación, vivió la reforma agraria y la experiencia del
1 Presentación realizada en la 33 Feria del Libro Internacional, Santiago. 01/11/2013

trabajo cooperativas exitoso; vivió la contrarreforma y la llegada de las forestales con sus
consecuencias medioambientales; en los 90 buscó vía CONADI la devolución de sus
tierras que nunca fueron cumplidas, hasta que a mediados de 1998, comenzó a
encabezar las ocupaciones de tierras, batallando en 1999 por ellas profundamente. Vivió
en carne propia la Operación Paciencia y terminó encarcelado por 5 años acusado de
“terrorista”, en un juicio absolutamente irregular, pero que contaba con la influencia del
poderoso Juan Agustín Figueroa Yabar, miembros del Partido Radical, ex ministro de
Agricultura de Aylwin y miembro en aquel tiempo del Tribunal Constitucional. Un tiempo
antes de morir, este Longko corta la cinta de la devolución del predio por el que peleo,
siendo el hecho más simbólico de su biografía.
Azkintuwe: un paso hacia la maduración ideológica.
A partir del año 2001, comenzó a operativizarse la Operación Paciencia, encabezada por
el en ese entonces General de la IX zona, José Alejandro Bernales. Bernales, quién había
sido Director de la DIPOLCAR, diagnosticó sobre el tema Mapuche que no se tenía
información suficiente, por lo que comenzó a recabarla, cuando fue ascendido dentro de
carabineros. Para detener la protesta Mapuche, Bernales, diseño un plan que consistió en
retenes móviles en los predios con mayor conflictividad o la “zona roja”. Ello, además, era
complementando con allanamientos, que a diferencia de los realizados hasta principios
del año 2000, dieron un salto cualitativo en su accionar, acrecentándose la violencia
coercitiva que pasó de bombas lacrimógenas a balines de gomas y metálicos. Era, lo que
si bien exagerado, las comunidades llamaron “militarización del territorio Mapuche”.
El movimiento Mapuche ese mismo año, continuó con la reocupación de tierras pero las
complementó con actos de violencia política. Y uno de los pasos dramáticamente
trascendentales, es cuando esa violencia se expande y ejercerse contra los agricultores
de La Araucanía. Lo que sorprende, al reescribir los dos primeros años de Lagos en la
presidencia, es como la violencia va escalando de todos los actores políticos: Mapuche,
agricultores, forestales y Estado. Y nadie hace nada para detenerlo, para darle una
posibilidad al dialogo y evitar los heridos, las pérdidas de ojos, los encarcelamientos y lo
más simbólico de las tragedias: las muertes.
Aunque parezca increíble, la posibilidad de que alguien caiga muerto, como ocurrirá Alto
Biobío y Ercilla en julio y noviembre durante el 2002, es totalmente palpable desde fines
del 2000. Por ejemplo, José Huenchao señalaba que dependiendo de quién muriera “la

situación sería ventajosa o desventajosa”, si era un Mapuche, “creo que la gente se
levantaría con mayor fuerza”. Un agricultor de Collipulli, a principios del 2001, reconocía
que disparaban a los Mapuche cuando ocupaban sus tierras, “sólo de milagro no ha
muerto uno”, según él, porque sabía ocupar bien las armas. José Miguel Insulza, Ministro
del Interior, decía: “¡Qué pensaría, Dios no lo quiera si ocurren algún hecho de sangre!”.
Para subrayar que “todos los días trabajaba para que no hubieran muertos”, algo que
obviamente no consiguió y que inclusive, la política adoptada entre la criminalización y el
salto cualitativo en el accionar coercitivo de la policía lo único que hicieron fue acrecentar
la violencia a niveles que todos vieron alarmados cuando murieron horrendamente
calcinados a principios de este año la pareja de agricultores en Vilcún.
La violencia política fue un instrumento que aportó en la descolonización del pueblo
Mapuche y en visibilizar la cuestión autodeterminista, pero su ritualización ha llevado a un
estancamiento del movimiento Mapuche, cuando el contexto político hoy, no estructural,
es distinto al de mediados de los 90. Lo que puedo observar entre 2001 y 2002, es que la
violencia de todos, ha llevado a una brutalización de los actores políticos, siendo la
pérdida de la importancia de las vidas un de los hechos más graves para la sociedad en
su conjunto y el movimiento Mapuche en particular. Uno de los pocos que hizo un llamado
atención a esto fue Aucan Huilcaman, siempre político, dijo por 1999, que la posibilidad de
una víctima Mapuche “se ve peligrosamente cercana, si esto sucede, se produciría un
proceso de desvalorización de la vida que puede llevar a situaciones verdaderamente
extremas e imprevisibles”.
Azkintuwe irrumpe cuando Alex Lemun había sido asesinado; la Operación Paciencia
había mandando a la clandestinidad a la CAM; Víctor Ancalaf, Patricia Troncoso y los
Longko Anicerto Norin y Pascual Pichun, estaban siendo procesados para terminar
prisioneros bajo la temible Ley Antiterrorista, marcando un cierre de la historia del
movimiento autodeterminista para iniciar uno nuevo. Así por lo menos, visualizo la
irrupción de la revista.
Azkintuwe se enmarcó desde sus primeros números desde la trinchera política
autodeterminista, apostando por ser un “mirador” o un “observador” del quehacer político,
en la “reconstrucción de aquella vieja utopía del país mapuche, privilegiando-por cierto-a
aquellos sectores más marginados y necesitados de la expresión”. Se pensaba para todo
el Wallmapu, del Wallmapu y para el Wallmapu, como lo dejan establecido en una suerte
de declaración de principios. Adscribiendo a una corriente nacionalista Mapuche, el

periódico vino a romper, posiblemente, el estancamiento, retrocesos y reacomodo de
fuerzas luego de la Operación Paciencia y los Juicios bajo ley Antiterrorista. A mi parecer,
las plumas que escribieron y escriben en Azkintuwe, han sido importantes para
“profesionalizar” las ideas Mapuche.
¿Qué entendemos por autodeterminación? ¿Qué entendemos por nación? ¿Cuál es el
camino para llegar a ella? ¿Cómo llegamos a conquistar nuestro derecho a libre
determinarnos? Creo que han sido las ideas principales que se han debatido a lo largo
una década en esta revista, sin perder de vista la contingencia, el desarrollo artístico y
expresiones culturales de nuestro pueblo. Sin perder el horizonte que el país de nuestros
antepasados no tenía una cordillera que nos dividía, sino, era parte de una comunidad
imaginada mucho más amplia. Esa puede ser una –entre otras-de las riquezas de texto
sintetizados en este libro que presento: la realidad del Gulumapu y Puelmapu, juntas,
parecidas y distintas.
Simbólicamente Azkintuwe nació el mismo 12 de octubre del 2003, día de la resistencia
Mapuche, como la rebautizó el Consejo de Todas las Tierras a principios de los 90’. Las
voces de la revista eran claras en el contexto político que cruzaba al país Mapuche para
estos años: “negar lo político, reemplazándolo por una tendencia culturalista o magnificar
la acción directa sin incorporar una reflexión mayor, son desviaciones que estamos
convencidos que debemos dejar atrás”, sostenía en su primer número. Y frente a la
muerte de Lemun, la derrota de Ralco y la sentencia de los Longko, decían que el
movimiento y sus líderes mostraban “una evidente incapacidad de respuesta”. “Algo no
marcha bien en el movimiento”, reafirmaban.
Suena peligroso que palabras del 2003, diez años después, aún suenen vigentes. ¿Es
que nos hemos avanzado nada? ¿Es que estamos como movimiento estancando?
Denunciaron en su primer número, los miembros de Azkintuwe, que el caudillismo, el
dogmatismo, exacerbado culturalismo y gremialismo, “no permiten la construcción de una
propuesta ideológica común a las organizaciones que hoy componen el heterogéneo
movimiento mapuche”; “también la acción de nuestros propios dirigentes, divididos por
tendencias organizativas y acostumbradas a ver la acción de terceros en sus propios
fracasos políticos”, imposibilitan crear una unión de fuerzas para avanzar en conjunto en
este proceso.

Como dice José Mariman en el prólogo, Azkintuwe recoge la “tradición escrita mapuche”,
inaugurada según él por el dirigente Manuel Manquilef. Pero que incluso ya podemos
rastrear más atrás en las cartas escritas desde mediados del siglo XIX por nuestros y
nuestras antepasados. Azkintuwe es importante por esto, recoge una tradición Mapuche,
coloca al debate los conceptos de nuestras aspiraciones políticas, nos informa de lo que
sucede en Wallmapu y también fue un aporte a destrabar al movimiento Mapuche, a darle
un poco más “de ternura” como diría Elicura Chihuailaf y una maduración ideológica aún
en construcción Si lo ha logrado, depende de cada actor Mapuche. Lo importante, es que
a mi parecer, la revista ha entrado en la historia de nuestro pueblo y será posiblemente
recordado como el primer diario del segundo ciclo del movimiento Mapuche, que aspiró a
ser nacional y no solamente organizacional, como fue el caso del Aukiñ del Consejo o
Weftun de la CAM.
Palabras finales.
En los primeros reportajes es posible sentir el contexto de la Operación Paciencia que
sacudía al movimiento y a la CAM en particular. Podemos ver que si bien es una revista
Mapuche para Mapuche, las plumas de los mapuchizados chilenos, muestran una postura
inclusiva para los wenüy del pueblo Mapuche. Puede ser, que las historias de Puelmapu
sean las más interesante por lo desconocido muchas veces del proceso que se vivió.
No obstante, más que reflotar una suerte de venas abiertas del pueblo Mapuche, prefiero
quedarme con la sensación de la siguiente historia con la que cierro.
Hace un par de años, visite a un amigo a su casa en la población la Bandera. Casado con
una lamgien, me contaba de las bromas que le decían en la comunidad como “y este
winka trewa”; “no había algo mejorcito”, etc. Yo conocía a su suegro, don Sebastián, ya
nos habíamos tomado en algún año nuevo su vino y compartido sobre el tema Mapuche.
Él está lejos del mito del Weichafe y del militante incontaminado. Así que en esta ocasión,
donde un nuevo asado esperaba, quise llegar con un regalo especial, así que fui al kiosko
donde sabían que vendían los Azkintuwe y le compré tres números que aún quedaban.
Apenas llegué a su casa, luego de los saludos y bromas de rigor, le entregué los
periódicos, los hojeó uno por uno y al finalizar me quedó mirando, y solo dijo “como ha
avanzado el pueblo Mapuche” emocionándose. Saco otra botella de vino, y esa tarde
transcurrió en la historia de él como Mapuche, discriminaciones y el sarcasmo aquel tan

propio que sobrevive en las reducciones o comunidades. Pero lo que me quedó gravado
fueron esas palabras, “lo que ha avanzado” el pueblo Mapuche.


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