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Título: text per al debat del 21 de febrer
Autor: PC

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Text per debatre el divendres 21 de febrer
El text de Hard i Negri que presentem per al debat forma part del llibre "Declaración”. Aquests autors ens
presenten en aquesta obra quatre figures que es constitueixen després del triomf del neoliberalisme i la
seva crisi. Aquestes figures són:
El endeutat: Sobreviu endeutant i viu sota el pes de la responsabilitat de pagar el deute
El mediatitzat: Sufocat per l'excés d'informació, comunicació i expressió però freqüentment sense qualitat
suficient
El seguritizat: Presoner de la por i ansiós de protecció. Por que es presenta com un significant buit en el
qual pot aparèixer altres amenaces desconegudes o una por als altres perillosos
El representat: Reconeix la caiguda de les estructures de representació però no veu alternativa. Reuneix,
fins a cert punt, les figures del endeutat, el mediatitzat i el seguritizat
************

El representado
Nos dicen constantemente que estamos en medio de una larga trayectoria histórica que lleva de
distintas formas de tiranía a la democracia. Aunque en algunos lugares las personas son
reprimidas por regímenes totalitarios o despóticos, las formas representativas de gobierno, que
afirman ser tan democráticas como capitalistas.se generalizan progresivamente. El sufragio
universal es valorado y practicado en todo el mundo, aunque con diferentes grados de eficacia.
Nos dicen que el mercado capitalista global siempre extiende el modelo de la representación
parlamentaria como un instrumento de inclusión política de las poblaciones. Y, sin embargo,
muchos de los movimientos de 2011 se niegan a ser representados y dirigen sus críticas más
fuertes contra las estructuras del gobierno representativo. ¿Cómo pueden colmar de insultos ese
precioso regalo que les ha legado la modernidad?; ¿Quieren volver a las épocas oscuras del
gobierno no representativo y de la tiranía? No, por supuesto que no. Para comprender su
crítica tenemos que reconocer que, en realidad, la representación no es un vehículo de la
democracia, sino un obstáculo para su realización, y debemos ver hasta qué punto la figura del
representado reúne las figuras del endeudado, el mediatizado y el seguritizado, y, al mismo
tiempo, resume el resultado final de su subordinación y su corrupción.
En primer lugar, el poder de las finanzas y de la riqueza arrebata a las personas la posibilidad
de asociarse y construir organizaciones capaces de afrontar los costes cada vez más elevados
de las campanas electorales. Solo si eres rico, muy rico, puedes entrar en liza con tus propios
recursos. De lo contrario, para alcanzar el mismo objetivo es necesario corromper y ser
corrompido. Después, cuando están en el gobierno, los representantes electos continúan
enriqueciéndose. En segundo lugar, ¿qué verdades pueden ser construidas políticamente si
uno no controla los poderosos medios de comunicación? Los lobbies y las campañas de
financiación capitalistas son sumamente eficaces cuando se trata de conducir al gobierno a las
castas políticas Line nos dominan. La sobredeterminación simbólica de los medios de
comunicación dominantes siempre refrena -y a menudo bloquea- los desarrollos sociales de las
luchas independientes, las alianzas populares y la dialéctica entre movimientos y gobiernos. En
resumen, los medios de comunicación dominantes crean obstáculos para toda forma emergente
de participación democrática. En tercer lugar, el miedo del seguritizado es producido de
modo insidioso y escabroso mediante las tácticas de alarmistas de los medios de comunicación
dominantes. Ver los telediarios vespertinos es suficiente para sentir miedo de salir a la calle:
noticias de niños secuestrados en los pasillos de un supermercado; planes de atención terroristas
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con bombas; asesinos psicópatas en el barrio, y así sucesivamente. La naturaleza asociativa
de las relaciones sociales es transformada en un aislamiento miedoso. Homo homini lupus est:
el ser humano es un lobo peligroso para los demás seres humanos. El pecado original está
presente perpetuamente y el fanatismo y la violencia generan constantemente, a menudo a
cambio de una comisión, chivos expiatorios y pogromos contra las minorías y las ideas
alternativas. A través de los procesos de representación la política vierte ese mundo la
porquería sobre el representado.
En la sociedad burguesa moderna del siglo XX, el ciudadano, al igual que el explotado y el
alienado (incluida la clase trabajadora disciplinada) contaba todavía con algunas vías de acción
política gracias a las instituciones (a menudo corporativas) del Estado y de la sociedad civil. La
participación en los sindicatos, los partidos 1politicos y más en general en las asociaciones de la
sociedad civil, abrieron algunos espacios para la vida política. Para mochas personas la
nostalgia de aquellos tiempos es fuerte, pero suele basarse en relaciones hipócritas. ¡Con que
rapidez pudimos asistir al marchitamiento y la extinción de aquella sociedad civil! Hoy las
estructuras de participación son invisibles (con frecuencia criminales o sencillamente
controladas por lobbies, como decíamos) y el representado actúa en una sociedad privado de
inteligencia y manipulado por la imbecilidad ensordecedora del circo mediático, sufriendo la,
opacidad de la información como una ausencia de virtud y registrando tan solo la
transparencia cínica del poder de los ricos redoblado en su vulgaridad por una falta de
responsabilidad.
El representado reconoce el desplome de las estructuras de representación, pero no ve
alternativa y se ve empujado a retroceder por miedo. De este miedo surgen formas populistas o
carismáticas de una política vaciada incluso de la pretensión de representación: La extinción de
la sociedad civil de su amplio tejido de instituciones fue en parte el efecto del declive de la
presencia social de la clase trabajadora, de sus organizaciones y de sus sindicatos. Se debió
asimismo a una progresiva ceguedad de la esperanza de transformación o, a decir verdad, a un
suicidio de las capacidades empresariales, licuadas por la hegemonía del capital financiero y el
valor exclusivo de la renta como un mecanismo para la cohesión social. La movilidad social en
estas sociedades se torna, sobre todo para aquellos que en el pasado eran llamados burgueses
(entonces clase media y ahora confundidos a menudo en la crisis con estratos del proletariado),
en un descenso a un agujero oscuro e insondable. E1 miedo domina. Y así llegan líderes
carismáticos para proteger a estas clases y organizaciones populistas para convencerles de que
pertenecen a una identidad, que no es más que una agrupación social que ha dejado de ser
coherente.
Pero aunque todo funcionara como debiera y la representación política se caracterizara por la
transparencia y la perfección, la representación es, por definición, un mecanismo que separa a la
población del poder, a los mandados de los que mandan. Cuando fueron redactadas las
constituciones republicanas en el siglo XVIII y la representación se configuro como el centro
del poder político ascendente (como sujeto soberano por excelencia), ya estaba claro que la
representación política no funcionaba mediante una participación efectiva de la población, ni
siquiera de los sujetos varones blancos que eran designados corno “el pueblo,” . Antes bien, se
concibió como una democracia “relativa”, en la medida en que la representación funcionaba para
conectar al pueblo con las estructuras de poder y al mismo tiempo separarle de ellas.
Jean Jacques Rousseau teorizó el contrato social (y por ende el fundamento de la democracia
moderna) en 1os siguientes términos: debe inventarse un sistema político que pueda garantizar
la democracia en una situación en que la propiedad privada genera desigualdad y por ende pone en
peligro la libertad, un sistema .que pueda construir un Estado, defender la propiedad privada y
definir la propiedad pública como algo que, perteneciendo a todos, no pertenece a nadie. De esta
suerte, la representación estaría al servicio de todos pero, siendo de todos, no sería de nadie.
Para Rousseau, la representación es generada por un tránsito (metafísico) de la “voluntad de
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todos” que constituye la sociedad a la ”voluntad general”, es decir, la voluntad de los
preseleccionados por todos pero que no responden ante nadie. Como dice Carl Schmitt, representar
significa hacer presente una ausencia o, en realidad, a nadie en concreto. La conclusión de Schmitt
es perfectamente coherente con los presupuestos de Rousseau, que a su vez se expresan en la
constitución estadounidense y en las constituciones de la Revolución francesa. La paradoja de la
representación es completa. Lo único que sorprende es que pudiera funcionar durante tanto
tiempo y, en su vaciedad, solo podía hacerlo respaldada por la voluntad de los poderosos, de los
poseedores de la riqueza, de los productores do información y de los instigadores del miedo,
predicadores de la superstición y la violencia.
Hoy, sin embargo, aunque llegáramos a creer en los mitos modernos de la representación y la
aceptáramos como un vehículo de democracia, el contexto político que la hace posible ha cambiado
radicalmente. Toda vez que los sistemas de representación fueron construidos sobre todo en el
ámbito nacional, el surgimiento de una estructura global de poder los socava en profundidad. Las
instituciones globales emergentes no hacen mucho esfuerzo por aparentar representar la
voluntad de las poblaciones. Los acuerdos sobre las políticas a seguir se sellan y los contratos de
negocio se firman y son garantizados dentro de las estructuras de gobernanza global, con
independencia de toda capacidad representativa de los Estados nación. Existan o no
“constituciones sin Estados”, no cabe duda de que la función de representación que, de modo
mistificado, pretendía poner al pueblo en el poder ha dejado de ser eficaz en este terreno global.
¿Y el representado? ¿Qué queda de sus atributos como ciudadano en este contexto global?
Habiendo dejado de ser un participante activo en la vida política desde hace mucho tiempo, el
representado se ve pobre entre los pobres, luchando en la selva de esta vida social, solo. Si no atiza
sus sentidos vitales y despierta su apetito por la democracia, se convertirá en un puro producto del
poder, la cáscara vacía de un mecanismo de gobernanza que ya no hace referencia al ciudadanotrabajador. As pues, el representado, como las demás figuras, es el producto de la mistificación. Del
mismo modo que al endeudado se le niega el control de su potencia social productiva; del mismo
modo que la inteligencia, las capacidades afectivas y las potencies de invención lingüística del
mediatizado son traicionadas; y del mismo modo que el seguritizado, que vive en un mundo
reducido a miedo y terror se ve privado de toda posibilidad de intercambio asociativo, justo y
afectuoso, a su vez el representado no tiene acceso a la acción política efectiva.
Así, pues, buena parte de los movimientos de 2011 dirigen sus críticas contra las estructuras
políticas y las formas de representación porque reconocen claramente que la representación, aun
cuando es efectiva, bloquea la democracia en vez de fomentarla. ¿Donde ha terminado el proyecto
democrático?, se preguntan. ¿Cómo podemos emprenderlo de nuevo? ¿Qué significa recuperar (o, a
decir verdad, realizar por primera vez) el poder político del ciudadano-trabajador? Un camino, tal y
como enseñan los movimientos, pasa por la revuelta y la rebelión contra las figuras subjetivas
empobrecidas y despotencializadas que hemos bosquejado en este capítulo. La democracia solo se
realizara cuando haya emergido un sujeto capaz de aferrarla y promulgarla en acto.
Michael Hard, Antonio Negri: “Declaración” Akal pág. 31-36

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