Novena del perdoÌn .pdf
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NOVENA DE LA PAZ Y EL PERDÓN
1er Día
Para tener paz en el corazón
●
Reflexión:
No es de Dios lo que roba la paz del alma (Camino, n. 258).
Característica evidente de un hombre de Dios, de una mujer de Dios, es la paz en su alma:
tiene «la paz» y da «la paz» a las personas que trata
Hay que unir, hay que comprender, hay que disculpar. No levantes jamás una cruz sólo para
recordar que unos han matado a otros. Sería el estandarte del diablo. La Cruz de Cristo es
callar, perdonar y rezar por unos y por otros, para que todos alcancen la paz (Via Crucis, VIII
estación, n. 3).
Como Cristo “pasó haciendo el bien” (Hch 10, 38), así también nosotros tenemos que
desarrollar una gran siembra de paz por los caminos humanos (Es Cristo que pasa, n. 166).
●
Intención
Señor, Tú sabes cuánto deseo tener tu paz dentro de mí. Pero sé bien que no podré conseguirla
mientras guarde amarguras y resentimientos en el corazón, como heridas que nunca
cicatrizarán.
Desearía ser capaz de hacer lo que dice San Pablo: “Sobrellevaos mutuamente y perdonaos
cuando alguno tenga queja contra otro. Y que la paz de Cristo se adueñe de vuestros
corazones” (Col 3, 13.15). Sin tu ayuda, Señor, sólo con mi esfuerzo, nunca voy a alcanzar esa
paz.
Por eso, te pido humildemente, por intercesión de San Josemaría, la gracia de saber perdonar.
Limpia mi corazón de la contaminación del odio, de la rabia, de la aversión y de otros
sentimientos amargos que dividen, por más que yo considere que mi reacción es acorde con
las faltas y ofensas de los demás.
Oración para todos los días
Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz .
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Porque es:
Dando , que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la
Vida Eterna.
HOOPONOPONO
“Divino Creador, padre, madre, hijo todos en uno...
Si yo, mi familia, mis parientes y antepasados ofendieron,
a tu familia, parientes y antepasados en pensamientos, palabras,
hechos y acciones desde el inicio de nuestra creación hasta el presente,
nosotros pedimos tu perdón...
Deja que esto se limpie, purifique, libere, corta todas las memorias, bloqueos,
energías y vibraciones negativas
y transmuta estas energías indeseables en pura luz, amor, armonía y abundancia
así sea hecho”.
LO SIENTO PERDÓN TE AMO GRACIAS
2° Día
Para comprender y disculpar
●
Reflexión:
No admitas un mal pensamiento de nadie, aunque las palabras u obras del interesado den pie
para juzgar así razonablemente (Camino, n. 442).
Más que en «dar», la caridad está en «comprender». – Por eso busca una excusa para tu
prójimo –las hay siempre–, si tienes el deber de juzgar (Camino, n. 463).
Ponte siempre en las circunstancias del prójimo: así verás los problemas o las cuestiones
serenamente, no te disgustarás, comprenderás, disculparás, corregirás cuando y como sea
necesario, y llenarás el mundo de caridad (Forja, n. 958).
●
Intención
Jesús, Tú ves cuánto me cuesta comprender a los demás, verlos con buenos ojos y disculpar
sus faltas, grandes o pequeñas, cuando me perturban y me hieren.
Quiero pedirte la gracia de cumplir lo que Tú nos mandaste: “No juzguéis y no seréis juzgados;
no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados” (Lc 6, 37).
Tú sabes, Señor, que con frecuencia me fijo, primero que todo, en el lado negativo de las
personas, aquello que me incomoda, lo que considero absurdo e insoportable, lo que me
amarga. Y, así, adquiero el vicio de pensar mal y de hablar mal de los demás.
Señor, ten misericordia de mí, que soy tan poco misericordioso. Aunque no lo merezca, te
ruego me concedas, por intercesión de San Josemaría, un corazón capaz de comprender, de
disculpar y de perdonar.
3er Día
Para vencer el orgullo
●
Reflexión:
Si eres tan miserable, ¿cómo te extraña que los demás tengan miserias?
(Camino, n. 446).
Conforme: aquella persona ha sido mala contigo. – Pero, ¿no has sido tú peor con Dios?
(Camino, n. 686).
Esfuérzate, si es preciso, en perdonar siempre a quienes te ofendan, desde el primer instante,
ya que, por grande que sea el perjuicio o la ofensa que te hagan, más te ha perdonado Dios a ti
(Camino, n. 452).
[Vamos] a rechazar la soberbia, a ser compasivos, a tener caridad; a prestaros mutuamente el
auxilio de la oración y de la amistad sincera
(Forja, n. 454).
●
Intención
Señor, es verdad que yo rezo y, en la oración, te pido perdón…, pero sigo sin perdonar a los que
me ofenden. Perdóname por haber despreciado las palabras de tu Hijo Jesús, que tantas
veces repito al rezar el Padrenuestro: “perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros
perdonamos a los que nos ofenden” (Mt 6, 12).
Comprendo que, si fuese sincero, en el fondo de esa dureza descubriría mi orgullo. Reconozco
que soy susceptible, que me muestro fácilmente amargado, que interpreto mal lo que los
demás dicen o hacen, y que la
menor insinuación me deja trastornado… Y Tú, Jesús, ¿qué hacías cuando te maltrataban?
¿Qué haces conmigo cuando te maltrato con mis pecados? Bien sé que, todas las veces que
voy a confesarme, Tú me dices: “Yo te absuelvo”.
Señor, ¡no quiero ser hipócrita! Por intercesión de San Josemaría, concédeme la gracia de ser
humilde, condición imprescindible para poder perdonar.
4° Día
Para vencer la ira
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Reflexión:
Eso mismo que has dicho dilo en otro tono, sin ira, y ganará fuerza tu raciocinio, y, sobre todo,
no ofenderás a Dios (Camino, n. 9).
No reprendas cuando sientes la indignación por la falta cometida. –Espera al día siguiente, o
más tiempo aún. –Y después, tranquilo y purificada la intención, no dejes de reprender. –Vas a
conseguir más con una palabra afectuosa que con tres horas de pelea. –Modera tu genio
(Camino, n. 10).
Calla siempre cuando sientas dentro de ti el bullir de la indignación. –Y esto, aunque estés
justísimamente airado. –Porque, a pesar de tu discreción, en esos instantes siempre dices
más de lo que quisieras (Camino, n. 656).
●
Intención
Pienso, Jesús, en Ti y en tus palabras: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”
(Mt 11, 29). Y después pienso en mí: en mis irritaciones, en mis reacciones violentas, en mi
brusquedad, en la ira que hierve por dentro, asumiendo que es lógico tratar duramente a los
demás porque “yo tengo razón”. Y, así ¡me creo cristiano!
También cristiano era San Pablo, que pedía: “Que desaparezca de vosotros toda amargura, ira,
indignación, griterío o blasfemia” (Ef 4, 31). Cristiano era San Josemaría, que respondía a las
calumnias con una actitud constante de “callar, trabajar, perdonar, sonreír”.
Sólo salía en defensa de la justicia cuando la injuria ofendía cosas de Dios o a terceras
personas inocentes. Corazón manso y humilde de Jesús, por intercesión de San Josemaría,
haz mi corazón semejante al tuyo.
5° Día
Para vencer el resentimiento
●
Reflexión: Palabras de San Josemaría Escrivá
¡Qué alma más estrecha la de los que guardan celosamente su «lista de agravios»!... Con esos
desgraciados es imposible convivir (Surco,
n. 738).
Perdonar. ¡Perdonar con toda el alma y sin resquicio de rencor! Actitud siempre grande y
fecunda. –Ese fue el gesto de Cristo al ser enclavado en la cruz: «Padre, perdónales, porque no
saben lo que hacen», y de ahí vino tu salvación y la mía (Surco, n. 805).
Dios no se escandaliza de los hombres. Dios no se cansa de nuestras infidelidades (Es Cristo
que pasa, n. 64).
Nunca he maltratado a nadie que me haya vuelto la espalda, ni siquiera cuando a mis deseos
de ayudar me han pagado con un descaro (Amigos de Dios, n. 59).
●
Intención
Dios mío, yo sé que el resentimiento es una herida que el amor propio, orgulloso, abre y
remueve en el corazón, que es una gangrena que el odio cultiva dentro del alma. Yo lo temo,
Dios mío, porque ya lo descubrí dentro de mí, aferrado como un cáncer.
Alguien decía que el resentimiento es el horno del diablo. Tenía razón. Yo también siento que el
rencor es un fuego maldito que quema el amor, la comprensión y la paz que deberían marcar
siempre la relación entre los hijos de Dios.
¡Líbrame de él, Jesús! Ayúdame a expulsar ese mal por medio de la confesión frecuente.
Concédeme, por intercesión de San Josemaría, fuerzas del Cielo para perdonar, para olvidar.
Que yo no guarde ningún rencor.
Al contrario, que guarde mis amarguras dentro de tu corazón y allí aprenda a decir: “¡Padre,
perdónalos!” (Lc 23, 34).
6° Día
Para vencer las discordias familiares
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Reflexión: Palabras de San Josemaría Escrivá
La convivencia es posible cuando todos tratan de corregir las propias deficiencias y procuran
pasar por encima de las faltas de los demás
(Conversaciones, n. 108).
[Es] La paciencia la que nos impulsa a ser comprensivos con los demás, persuadidos de que
las almas, como el buen vino, se mejoran con el tiempo (Amigos de Dios, n. 78).
El amor debe ser sacrificado, diario, hecho de mil detalles de comprensión, de sacrificio
silencioso, de entrega que no se nota (Es Cristo que pasa, n. 36).
De callar no te arrepentirás nunca: de hablar, muchas veces (Camino, n. 639).
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Intención
Dios mío, Tú sabes que me cuesta mucho disculpar, en la vida familiar, las faltas de
consideración para conmigo: faltas de atención, de respeto, de paciencia y de delicadeza; y
sabes que me cuesta aún más admitir que también yo caigo en esas mismas faltas. Te pido
ayuda para que, con tu gracia y, por la intercesión de San Josemaría, sea capaz de vencer la
falsa autoestima y de vivir como nos pide San Pablo: “con toda humildad y mansedumbre, con
longanimidad, sobrellevándoos unos a otros con caridad” (Ef 4, 2).
Líbrame, Señor, de la obsesión temeraria de considerar que sólo yo tengo la razón; de la
grosería, de la impaciencia ante pequeñas faltas, de las discusiones por cosas sin
trascendencia… Te pido la caridad de saber callar, sonreír, hacer buena cara, y pedir disculpas
por mis excesos al corregir.
Y si hubiera necesidad, te pido el espíritu heroico del perdón con que acogiste a Judas en el
huerto, en la hora de la traición.
7° Día
Para dar el primer paso
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Reflexión:
Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve de nuevo a Él, cuando
se arrepiente y pide perdón. Nuestro Señor es tan Padre, que previene nuestros deseos de ser
perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos con su gracia (Es Cristo que pasa, n. 64).
El Señor tomó la iniciativa, viniendo a nuestro encuentro. Nos dio ese ejemplo (Amigos de Dios,
n. 228).
En el Sacramento de la Penitencia es donde tú y yo nos revestimos de Jesucristo y de sus
merecimientos (Camino, n. 310).
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Intención
Dios, Padre de misericordia, abro el Evangelio y veo que Jesús me pide dar siempre el primer
paso de la reconciliación, ser yo el primero en tomar la iniciativa de pedir y ofrecer perdón; “deja
allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano” (Mt 5, 24).
Es justo que me pidas hacer lo mismo que Tú hiciste. De hecho, San Pablo dice que “siendo
todavía pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rm 5, 8). Dios mío, ¡cómo me cuesta dar ese
paso cuando estoy convencido de que yo tengo la razón, y de que el ofendido soy yo! Me parece
algo sobrehumano. ¡Sólo con tu fuerza, Señor!
San Josemaría, intercede por mí, para que me decida a buscar el auxilio de Dios, haciendo una
confesión sincera, pues es, en ese sacramento, que puedo encontrar la gracia que necesito.
8° Día
Para devolver bien por mal
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Reflexión:
A nuestra reincidencia en el mal, responde Jesús con su insistencia en redimirnos, con
abundancia de perdón (Via Crucis, VII estación).
Valen tanto los hombres, su vida y su felicidad, que el mismo Hijo de Dios se entrega para
redimirlos, para limpiarlos, para elevarlos (Es Cristo que pasa, n. 165).
Tarea del cristiano: ahogar el mal en abundancia de bien (Surco, n. 864).
Acostúmbrate a apedrear a esos pobres «odiadores», como respuesta a sus pedradas, con
Avemarías (Forja, n. 650).
●
Intención
Buen Jesús, yo reconozco que, cuando me siento ofendido, comienza a hervir dentro de mí el
deseo del desquite. ¡Exactamente lo que Tú no hiciste!
¡Qué difícil es contener la fantasía de las venganzas pequeñas o grandes que mi imaginación
construye. Y, sin embargo, sé que debería pensar en perdonar!
Haz, Señor, que, cuando me sienta así, vengan a mi memoria tus palabras: “Amad a vuestros
enemigos y rezad por los que os persigan” (Mt 5, 44), y las de San Pablo: “no te dejes vencer
por el mal; al contrario, vence el mal con el bien” (Rm 12, 21).
Yo te suplico, Señor, que la meditación de las palabras de San Josemaría para el día de hoy
despierten en mí, por su intercesión, decisiones de rezar siempre por los que me causan un
mal y de desearles el bien, de “ahogar el mal en abundancia de bien”.
9° Día
Para pedir la ayuda de Nuestra Señora
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Reflexión: Palabras de San Josemaría Escrivá
Debió de sufrir mucho el Corazón dulcísimo de María, al presenciar aquella crueldad colectiva,
aquel ensañamiento que fue, de parte de los verdugos, la Pasión y Muerte de Jesús. Pero
María no habla. Como su Hijo, ama, calla y perdona. Esa es la fuerza del amor (Amigos de
Dios, n. 237).
Cuando somos de verdad hijos de María comprendemos esa actitud del Señor, de modo que
se agranda nuestro corazón y tenemos entrañas de misericordia (Es Cristo que pasa, n. 146).
Acostúmbrate a poner tu pobre corazón en el Dulce e Inmaculado Corazón de María, para que
te lo purifique de tanta escoria, y te lleve al Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús
(Surco, n. 830).
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Intención
Madre de misericordia, consoladora de los afligidos, refugio de los pecadores, Tú que estuviste
unida al sacrificio de Jesús, cuando derramaba la sangre en la Cruz para limpiarnos de nuestro
pecados, ten compasión de nosotros, pobres pecadores, que no conseguimos perdonar.
Haz que, cuando sintamos que nos quema el rencor, la rabia o el deseo de venganza, nos
acordemos de Ti; haz que no olvidemos que tenemos una Madre que nos ama y que quiere
ablandar la dureza de nuestro corazón con el calor de su corazón inmaculado.
Acógenos, Madre, en tu regazo como niños pequeños; calma con tu sonrisa nuestra cólera;
consíguenos de tu Hijo el don de disculpar, de olvidar y de no remover amarguras; y también el
de amar y querer bien a los que no nos quieren bien. Llévanos, Madre bien adentro del Corazón
Sacratísimo y Misericordioso de Jesús.
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