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Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

03
a

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

03
a

Dirección Editorial
Elena Duro, Especialista en Educación de UNICEF
Ricardo Gorodisch, Presidente de Fundación Kaleidos
Autoría
Marcela Armus
Constanza Duhalde
Mónica Oliver
Nora Woscoboinik
Agradecimientos
Se agradecen los aportes de Flavia Raineri, Raúl Mercer, Nilda Vainstein y Verónica Rusler.
Zulma Ortiz, Especialista de Salud de UNICEF, por sus observaciones
y contribución a la publicación.
Las autoras deseamos agradecer a todos los bebés, mamás, papás, familias y cuidadores
que son nuestros primeros maestros. Así también, a los autores dedicados a la primera infancia
con cuyos textos dialogamos al elaborar esta publicación.
© Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Fundación Kaleidos, abril de 2012.
Desarrollo emocional. Clave para la primera infancia
76 p, 20 cm x 26,5 cm
ISBN: 978-92-806-4641-2
Impreso en Argentina
Primera edición, abril de 2012
1.000 ejemplares

Edición y corrección: Guadalupe Rodríguez
Diseño y diagramación: Gustavo Wald

Se autoriza la reproducción total o parcial de los textos aquí publicados, siempre y cuando no sean
alterados, se asignen los créditos correspondientes y no sean utilizados con fines comerciales.
Las opiniones de los/as autores/as expresadas en este libro no representan
necesariamente los puntos de vista de las instituciones.

Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF)
[email protected]
www.unicef.org.ar
Fundación Kaleidos
[email protected]
www.fundacionkaleidos.org

2

índice
pág. 5

Prólogo

pág. 6

Introducción

pág. 9


Capítulo 1
¿Qué es lo esperable en el desarrollo emocional de un niño?


1. ¿Qué necesita un bebé?

a. El sostén emocional

b. La constitución de la regulación afectiva

c. La constitución de la confianza básica

d. Lo interpersonal configura el mundo interno

e. Influencia de los vínculos afectivos en el desarrollo cerebral

f. Organización de la comunicación preverbal y verbal

g. La familia: función materna y función paterna
¿Qué significa cuidar a un niño?

2. ¿Qué es esperable observar en la evolución del desarrollo psicológico

de un niño entre 0 y 3 años?
pág. 23


Capítulo 2
Problemáticas en el desarrollo emocional del niño de 0 a 3 años





1. Definición de problemática
2. Factores de riesgo y factores protectores
3. Situaciones especiales: prematurez y discapacidad

pág. 33


Capítulo 3
Signos de alarma

pág. 41


Capítulo 4
Dificultades emocionales en niños de 0 a 3 años









1. Los vínculos
2. La ansiedad
3. La depresión
4. Dificultades en el espectro de la regulación
5. Trastornos del espectro autista
6. Problemas graves de la expresión somática
7. Trastorno por estrés traumático

pág. 51


Capítulo 5
Intervenciones posibles

1. Promoción de la salud: recomendaciones
2. Prevención y asistencia
3. Propuestas para toda consulta de niño sano
pág. 65

Conclusiones

pág. 67

Glosario

pág. 73

Bibliografía

3

4

prólogo
En UNICEF priorizamos al desarrollo infantil que abarca, en una conceptualización amplia, a la infancia comprendida entre los cero y siete años. Pero así mismo, destacamos que los primeros años
de vida constituyen una etapa sustantiva en la configuración de subjetividades, en potencialidad de
oportunidades y de capacidades para un ejercicio pleno de derechos. En este sentido, la atención a
la primera infancia es uno de los temas prioritarios de la cooperación en la Argentina.
Pensar al desarrollo infantil temprano desde una perspectiva integral supone comprender que la
supervivencia, el crecimiento y el desarrollo de los niños son aspectos interdependientes. Las familias y los adultos responsables -incluyendo también a funcionarios y actores comunitarios - que se
relacionan con el niño y la niña asumen un rol determinante en su crianza proveyéndoles cuidado,
afecto, estímulo, valores y la protección necesaria.
Sostenemos que las oportunidades de desarrollo de los niños de nuestro país aumentan exponencialmente cuando son acompañadas y favorecidas por políticas públicas de carácter multidisciplinario
e intersectorial que favorezcan el acceso de las familias a recursos, conocimientos y servicios de
atención de calidad.
El desarrollo infantil integral suele definirse a través de los cambios que los niños atraviesan en términos físicos, cognitivos, emocionales y sociales que los habilitan a una vida autónoma y plena. Muchas
de estas dimensiones son por todos reconocidas y solemos encontrar abundante literatura sobre la
mayoría de éstas (salud en primera infancia, desarrollo cognitivo, físico, entre otros). Sin embargo,
es menos habitual contar con información relevante sobre un pilar del desarrollo infantil como lo es
el desarrollo emocional.
En esta publicación podrán encontrar las claves del desarrollo emocional, así como alertas y recomendaciones para la protección de esta dimensión en los primeros años de vida de los niños.
Consideramos que difundir este conocimiento será de un gran valor para todos aquellos profesionales
como así mismo las familias que están vinculados a la primera infancia.
Por último, creemos que esta publicación abona a los decisores que asumen un rol clave en las políticas destinadas a las familias y a la infancia.

Elena Duro
Especialista

5

intro

Este documento tiene el objetivo de plantear una nueva mirada sobre el desarrollo infantil. Aborda un
tema de difícil percepción: las problemáticas relacionadas con el desarrollo emocional temprano* 1, los
signos de alarma* y de sufrimiento emocional, y todos aquellos modelos de intervención posibles
vinculados a la promoción, la prevención y la asistencia.
La concepción holística del desarrollo infantil integral es la mirada superadora en la que se incluye
el desarrollo emocional y vincular como un aspecto jerarquizado, que se desarrollará en el presente
escrito, y que solo adquiere sentido si se lo incorpora a la mirada ampliada sobre el desarrollo infantil
que propone el documento “Para la vida” 2.
La perspectiva del trabajo intersectorial, base operativa de nuestra propuesta, implica integrar,
sin descuidar las funciones específicas de cada sector, nuevos saberes e involucrar a personas e
instituciones con independencia de relaciones jerárquicas, que dan por resultado una estructura
organizacional abierta, flexible y funcional, con alta capacidad de adaptación a objetivos sociocomunitarios.
Es necesario contar con la participación social como proceso inherente a la salud y el desarrollo,
a través del cual los grupos comunitarios, las organizaciones, las instituciones, y los sectores y los
actores sociales de todos los niveles intervienen en la identificación de necesidades o problemas de
salud, y se unen para diseñar y poner en práctica las soluciones o acciones a seguir.
En los últimos veinte años, ha crecido el conocimiento acerca de la salud mental y el desarrollo de
los niños en la primera infancia*. Este conocimiento se logró gracias a la observación sistemática de
bebés, a la investigación y a la intervención clínica con niños pequeños. De esta manera, sabemos
hoy cuáles son los factores que permiten el surgimiento de modalidades de desarrollo esperables y
cuáles determinan las dificultades en este proceso.
El sustento teórico de los modelos de prevención toma en cuenta el modelo plurifactorial y la posición
crítica respecto de las predicciones (medicina de la anticipación), que se basan en el modelo clásico
de las acciones en salud mental (modelo monofactorial). Adherimos a esta mirada plurifactorial, compleja y abarcadora, integradora de conocimientos, que permitirá incluir a todos aquellos profesionales
en contacto con la primera infancia, con sus perspectivas y propuestas, para no dejar de lado aquello
que con tanta frecuencia se ve vulnerado: la salud mental en los primeros cinco años de vida.
La formación y la capacitación de los agentes comunitarios en la detección temprana de orientadores
de patología grave en esta etapa cronológica requerirán de un compromiso y una sensibilización,
más allá de las jerarquías particulares; esto permitirá a toda una comunidad acompañar el proceso
de crecimiento, aprendizaje y subjetivación.

6

1 Los términos o conceptos señalados con asterisco están incluidos en el Glosario.
2 Para la vida, 4ta Edición, Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, New York, 2010

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

Este documento propone llevar adelante el flujo de resolución de problemas a partir de la detección
de dificultades en el área emocional, con eficacia, rapidez y buenas posibilidades de satisfacción
de las demandas que surjan. También sugiere crear resonancias y acuerdos con las redes preestablecidas y con las que puedan crearse, para no dejar por fuera de la atención a ningún bebé o niño
pequeño, y garantizar así el derecho a una salud mental satisfactoria, como parte de la salud integral.
Las siguientes preguntas —y las respuestas que iremos ofreciendo a lo largo de este documento—
tienen el objetivo de orientar la mirada de los cuidadores primarios*, de las familias, de las comunidades, y de las políticas en salud y educación, hacia el desarrollo emocional temprano.
• ¿Qué necesita un niño pequeño de sus cuidadores? ¿Qué demanda? ¿Qué desea?
• ¿Qué necesitan los cuidadores para criarlo?
• ¿Cómo se relaciona un bebé con los demás? ¿Qué usa para comunicarse, conocer y conquistar
el mundo?
• ¿Cómo nos damos cuenta de que un bebé está sufriendo?
• ¿Qué miramos, qué escuchamos, qué observamos, qué sentimos frente al sufrimiento?
• ¿Cómo nos damos cuenta de que el vínculo no se está construyendo armoniosamente?
• ¿Qué puede hacer el cuidador frente al sufrimiento del bebé?
• ¿Qué puede hacer la comunidad frente al sufrimiento vincular?

Proponemos tomar la funcionalidad de las redes comunitarias y asistenciales como un diálogo de
la intersectorialidad, un desafío para la vida de las personas y de la comunidad en la que habitan; y
su ausencia como un obstáculo en el diálogo comunitario que dificulta la resolución de los problemas
de la singularidad.

redes comunitarias funcionales e integradas:
sujetos integrados
Nada es más importante y económico para la vida emocional de las familias y para los sistemas de
salud, que la prevención y la detección temprana de estos padecimientos. Mirarlos, escucharlos y
atenderlos… ¡Que esto sea posible!

7

cap.
cap.1 01

¿Qué
esperable
¿Quées
eslolo
esperable
en
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desarrollo
emocional
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niño?
emocional
niño?

9

10

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

1. ¿Qué es lo esperable en el
desarrollo emocional de un niño?

1. ¿Qué necesita un bebé?
El niño tiene, desde su nacimiento, la capacidad fundamental de relacionarse socialmente. Pero podrá
desarrollarla, siempre y cuando haya alguien, el cuidador primario, disponible para establecer esta
relación social. Por eso, se puede pensar que para el bebé no es posible desarrollarse en soledad.
El bebé nace en un estado de indefensión tal que para sobrevivir, constituirse en ser humano y desarrollar su potencialidad genética necesita de otras personas que le provean todo aquello que es
necesario, ya que no puede hacerlo por sí mismo. Los niños pequeños, al presentar una estructura
psíquica inmadura en formación, se encuentran en un estado de gran fragilidad.
Las experiencias afectivas con sus cuidadores primarios en los primeros años de vida tienen una
enorme influencia a favor del desarrollo cognitivo, social y emocional, íntimamente relacionados.

La constitución de la subjetividad* depende de lo intersubjetivo.

a.

El sostén emocional*
El sostén emocional es la respuesta adecuada al sentimiento universal de desamparo con el que todo
bebé llega al mundo. Este sostén permite que se construya entre el bebé y las personas encargadas
de su crianza un vínculo lo suficientemente fuerte como para que se den las condiciones propicias
para la satisfacción de todas sus necesidades.
El sostén emocional se da en el marco de un vínculo estable, un vínculo de apego, con los cuidadores primarios. Este vínculo se establece desde el momento del nacimiento y permite construir un
lazo emocional íntimo con ellos. Por estable entendemos un vínculo cotidiano y previsible, y en los
primeros tiempos, con la presencia central de una o más personas que se ocupen de la crianza del
bebé. La estabilidad y la previsibilidad en el vínculo con sus cuidadores le permiten al niño construir
una relación de apego seguro 3.

La necesidad de ser sostenido emocionalmente por otro y la búsqueda
e interés en la relación humana son rasgos de salud mental que el niño
manifiesta desde el comienzo de su vida.

3 Bowlby, J. (1989): Una base segura. Aplicaciones clínicas de una teoría de apego. Buenos Aires: Paidós.

11

b.

La constitución de la regulación afectiva*
En la primera infancia, el niño carece de la capacidad de regular por sí mismo sus estados emocionales y queda a merced de reacciones emocionales intensas. La regulación afectiva solo puede tener
lugar en el contexto de una relación con otro ser humano. El contacto físico y emocional —acunar,
hablar, abrazar, tranquilizar— permite al niño establecer la calma en situaciones de necesidad e ir
aprendiendo a regular por sí mismo sus emociones.
El adulto a cargo de la crianza de un bebé debe poner en juego una capacidad empática* que le permita comprender qué es lo que necesita ese niño, que si bien aún no puede expresarse con palabras,
sí se comunica a través de gestos, miradas, movimientos, llantos y sonrisas.
Las respuestas emocionales del adulto en sintonía con el estado interior del bebé generan primero
un estado de corregulación afectiva o regulación diádica que lleva, unos meses más tarde, al logro
de la autorregulación afectiva por parte del bebé. Esto significa, por ejemplo, que si un niño llora
sin ser consolado, se encuentra solo en el aprendizaje del paso del malestar a la calma y al bienestar.
Ese bebé puede llegar a tener dificultades para autocalmarse no únicamente en sus primeros meses
sino a lo largo de todo su desarrollo4 (Schejtman y Vardy, 2008; Tronick, E, 2008).

c.

La constitución de la confianza básica
En un nivel emocional, la confianza básica* es un logro que se da como resultado de numerosas
interacciones satisfactorias entre el bebé y sus cuidadores primarios. El niño que ha construido su
confianza básica puede luego explorar el mundo, crecer, separarse e individuarse. La confianza se
relaciona con la seguridad que un niño tiene de saber que sus cuidadores son sensibles a sus necesidades físicas y emocionales, y que van a estar disponibles si los necesita. Un niño que se siente
seguro respecto de los adultos que lo cuidan no ignora los riesgos de aventurarse alejándose un tanto
de ellos, pero avanza de todos modos sabiendo que tiene dónde respaldarse en caso de necesidad.
Los vínculos afectivos estables y contenedores reducen el malestar emocional y potencian los
sentimientos positivos en el niño. La expectativa que tiene el niño sobre lo que se puede esperar
de los demás se crea a partir de experiencias tempranas concretas de interacciones positivas y
repetidas en el tiempo. Se construyen así esquemas mentales acerca de cómo es estar con el otro5.

4 Schejtman, C., Vardy, I. (comp.) (2008): “Afectos y regulación afectiva, un desafío bifronte en la primera infancia”
en Primera infancia. Psicoanálisis e investigación. C. Schejtman, comp. Buenos Aires: Akadia editorial.


12

Tronick, E. (2008): “Conexión intersubjetiva, estados de conciencia y significación” en Primera infancia.
Psicoanálisis e investigación. C. Schejtman, comp. Buenos Aires: Akadia editorial.

5 Stern, D. (1985): El mundo interpersonal del infante. Buenos Aires: Paidós.

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

1. ¿Qué es lo esperable en el
desarrollo emocional de un niño?

d.

Lo interpersonal configura el mundo interno
Existen diferentes modos de estar con los otros. La representación de esas interacciones está
formada por diversos elementos: sensaciones, percepciones, afectos, acciones, pensamientos y
motivaciones. Esto es debido a que estas representaciones contienen todo aquello que ocurre y
se registra en la experiencia vivida, y que puede formar parte de un recuerdo de estar con otro.

Un niño espera en función de lo que ya recibió. Las nuevas experiencias
son vividas a partir de estos modelos dados por experiencias anteriores.

Los modos en que los adultos se ocupan del niño, las interacciones y la comunicación con él, se
internalizan y el niño construye así los modelos de sí mismo que reflejan el modo en que sus padres lo
ven, imágenes transmitidas no solo en el decir sino también en el hacer con él. Una vez construidos,
estos modelos de sí mismo basados en las interacciones entre el niño y sus padres tienden a persistir,
y continúan operando ya a un nivel inconsciente.
Así, las experiencias emocionales del niño con su familia permiten que él construya la capacidad
de pensar el mundo que lo rodea y pensarse a sí mismo, es decir, construir su propio aparato
psíquico, que se va a ir desarrollando hasta que logre ser alguien diferenciado como individuo e
integrado a la sociedad 6.

e.

Influencia de los vínculos afectivos en el desarrollo cerebral
El desarrollo del cerebro del infante depende en parte de las experiencias que vive. El vínculo temprano tiene un impacto directo en la organización cerebral. Existen períodos específicos, llamados
períodos ventana, en los que se requieren determinados estímulos para el óptimo desarrollo de algunas áreas cerebrales. Esta estimulación adecuada depende del establecimiento de un vínculo
temprano satisfactorio.

Redes de neuronas + Redes de ideas + Redes emocionales
+ Redes de personas = Crianzas más favorecidas

6 Fonagy, P., G. Gergely, E. Jurist y M. Target (2001): Affect Regulation, Mentalization and the Development of the Self.
Nueva York: Other Press.

13

La neuroplasticidad* (plasticidad cerebral) es un reciente descubrimiento de la ciencia que muestra
cómo el cerebro, a partir de sus propiedades, tiene la capacidad de moldearse de acuerdo con la
experiencia. Esta capacidad está particularmente desarrollada en la niñez, al mismo tiempo que se
va constituyendo el yo*.
Aprender, recordar, olvidar y recuperarse de situaciones (injurias) son algunas de las acciones que
se llevan adelante gracias a estas plasticidades. La neuroplasticidad depende de factores genéticos,
epigenéticos* y ambientales.

Las condiciones del entorno y la crianza en los primeros años de vida brindan
oportunidades privilegiadas para estimular estas capacidades.

Un niño es el producto de un entrecruzamiento entre la biología con la que nace, el contexto en el que
se cría y la capacidad psíquica y mental que va constituyendo.
Winnicott señala que el desarrollo es producto de la herencia, de un proceso de maduración y de
la acumulación de experiencias de vida, pero que se podrá dar o se verá alterado a menos que se
cuente con un medio suficientemente favorable 7.

f.

Organización de la comunicación preverbal y verbal
En el inicio, la fuente más importante de estímulos para un bebé es el cuerpo de la persona que se
ocupa de él. La presencia física, la proximidad cuerpo a cuerpo y el comportamiento interactivo sirven como una función reguladora externa para su organización psíquica y emocional. Los brazos del
adulto, las caricias, son el lugar donde las experiencias sensoriales y los estados internos permiten
la construcción de un rudimentario sentido de sí mismo.
Durante los primeros meses de vida, tocar y mirar son los modos de comunicación privilegiados entre
el bebé y sus cuidadores primarios. La mirada mutua, la progresiva capacidad de prestar atención
conjunta a eventos del mundo externo y el juego de expresiones afectivas transmitidas a través del
rostro son modos de relacionarse y actúan como precursores de dos aspectos fundamentales del
desarrollo infantil: la capacidad para la formación de símbolos (uso del lenguaje) y la capacidad de
empatía (capacidad para comprender los estados emocionales del otro).
En el intercambio del niño con los cuidadores primarios son importantes: el contacto visual, el diálogo
sonoro (el cuidador escucha al niño y le contesta), el diálogo tónico (alternancia de tensión-relajación
durante el juego y la alimentación), el sostén físico y el contacto (caricias, manipulación).

14

7 Winnicott, D. W. (1958): Escritos de pediatría y psicoanálisis. Barcelona: Paidós.

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

1. ¿Qué es lo esperable en el
desarrollo emocional de un niño?

La sincronía* es un concepto usado a lo largo de múltiples campos, que se refiere a la relación temporal entre eventos y puede ser aplicada al estudio de las interacciones adultos-bebé. En ese sentido,
el concepto de sincronía incluye la concurrencia, la secuencia y la organización de las interacciones
entre el niño y los adultos. Tanto los cuidadores como el bebé interactúan en forma activa en un marco
de involucramiento afectivo que determina un intercambio con mutua reciprocidad.
El adulto a cargo del bebé “sincroniza” naturalmente sus comportamientos con los períodos en los
que el recién nacido está despierto y puede establecer una relación. El bebé comienza a detectar
contingencia entre discretos eventos en el entorno. Mueve sus miembros en coordinación con el habla
del adulto y hay secuencias contingentes entre su cuerpo y el comportamiento del otro, aun en bebés
prematuros y de bajo peso.
La sincronía describe la compleja “danza” que ocurre durante el corto, intenso y juguetón intercambio
entre el bebé y los adultos. Esta danza, que se va repitiendo con ritmos particulares para cada niño,
permite desarrollar cierta familiaridad con el estilo de comportamiento de ambos y con los ritmos de
interacción que se establecen entre ellos.
El reconocimiento del bebé de su propio control da lugar a la autonomía. Poco a poco empieza a
darse cuenta de que él puede controlar la interacción. Tras una etapa de sincronía, entonces, tiende
a interrumpir el diálogo, desviando la mirada hacia otra parte de la habitación o hacia su mano. En
este intercambio sincrónico existen momentos de atención y momentos de desatención. La autonomía
permite que los sistemas de intercambios sean flexibles y activos.
La relación madre-bebé o adulto-bebé está dada naturalmente por encuentros y desencuentros. Estos
últimos no son patológicos sino parte constituyente de la relación entre los adultos y el bebé. Son los
momentos en que un niño, por ejemplo, deja de interactuar con sus padres y se concentra en sí mismo o en otro estímulo interrumpiendo la comunicación momentáneamente. Es esencial, entonces, la
capacidad de reencuentro, es decir, que luego de un desencuentro pueda haber un nuevo encuentro 8.
Las primeras atenciones dadas al bebé por su cuidador primario y la manera en que este se ocupa
del niño durante las primeras horas y los primeros días de vida son esenciales para la aparición y el
desarrollo de las vocalizaciones, las expresiones faciales, el despliegue afectivo, la proximidad, el
tono del cuerpo, los movimientos y las caricias. Son los diversos modelos de relación que se observan
a través de todas las comunidades culturales y en diferentes mezclas.

No existe un solo modelo de crianza. Cada cultura propone a través de su lengua
original, sus pautas de convivencia, sus manifestaciones corporales y sus formas
de comunicarse, un modelo de crianza propio y original que le pertenece.

8 Tronick, E. Z. y J. F. Cohn (1989): “Infant-mother face-to-face interaction: age and gender differences in coordination and
the occurrence of miscoordination” en Child development. Nueva York: The Guilford Press.

15

Aunque el niño no hable, comunica y entiende las miradas, las sonrisas y los gestos del adulto que
interactúa con él. La comunicación no verbal o preverbal* es fundamental en la interacción entre el
niño y los adultos. Se trata de gestos y vocalizaciones que pueden durar segundos, que el niño capta
y a los que les da significado. Se apropia de ellos como modo de comunicación y va formando representaciones mentales y recuerdos de la experiencia subjetiva de estar con otra persona, precursores
necesarios para la organización del lenguaje verbal.
A esto se agrega lo que los neurolingüistas llaman la protoconversación*: intercambios repetidos
del adulto que sincroniza sus gestos y vocalizaciones con las conductas innatas del bebé. De esta
manera les da un sentido y los introduce en la lengua “materna” y en la cultura.
Sabemos que los bebés tienen un apetito particular por la entonación, los picos prosódicos, los tonos
agudos y el timbre de la voz. A esta forma que toma el lenguaje de las madres se la denomina mamanais (en francés) y motheress (en inglés). Aquí, podríamos llamarla mamañol. Y como se trata de un
lenguaje universal, tendrá una denominación y una forma propia en cada lengua.
En esta temprana interacción, el cuidador primario habla por él y por el bebé. Pregunta y contesta.
Brinda un sentido y una entonación particulares, casi como una canción, que es propia de cada
relación y cada vínculo. Esto es producto de una relación empática. Transmite placer y sorpresa. Es
un juego vocal.
Entre los 3 y los 9 meses, las formas de intercambio varían en relación con la mayor independencia
que adquiere el niño. Luego, al desarrollar la motricidad fina*, muestra franco interés en los objetos y
en su manipulación, y disminuyen las interacciones con la mirada. Hacia la segunda mitad del primer
año de vida, los objetos se vuelven el foco del juego entre padres, debido al desarrollo motor que le
permite al niño alcanzar los objetos y desarrollar competencias sociales.
El triángulo primario —tradicionalmente dado por el grupo madre-padre-niño— es el nicho ecológico* para el desarrollo. Entre los 7 y los 9 meses de edad, surgen las interacciones en las que el
bebé combina la comunicación sobre objetos y acciones. En este momento el niño da un importante
salto. Comienza a darse cuenta de que él y sus padres tienen algo en la mente, ya sea el foco de
atención de los padres, por ejemplo en un objeto o evento; o una intención o un sentimiento interno.
Estos estados mentales del niño y los adultos pueden ser similares o diferentes, compartidos o no.
En las interacciones triádicas (entre el bebé y dos adultos) se manifiesta esta nueva posibilidad de
manera no verbal. Un niño de 9 meses, por ejemplo, coordina su atención con su mamá siguiendo la
línea de la visión de ella y señalando un objeto. Puede intentar lograr que la atención de su madre se
dirija a ese objeto insistiendo o señalando. Del mismo modo, es muy importante que se compartan
sentimientos internos cuando hay intercambios sociales y señales afectivas con ambos adultos, y
observar cómo estos realizan un intercambio afectivo entre ellos. El bebé puede mirar a su mamá y a
su papá invitándolos a jugar con un juguete y disfrutar juntos. Si la madre o el padre responden, queda
confirmado para el bebé que él pudo compartir esa experiencia con ellos. En estas estrategias entran
en juego mecanismos emocionales y cognitivos complejos 9.

16

9 Fivaz-Depeursinge, E. y E. Corboz-Warnery (1999): The Primary Triangle: A Developmental Systems View of Mothers,
Fathers, and Infants. Nueva York: Basic Books.

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

1. ¿Qué es lo esperable en el
desarrollo emocional de un niño?

g.
La familia: función materna y* función paterna*. ¿Qué significa cuidar a un niño?
La familia es el espacio en que los niños realizan sus primeras experiencias de interacción. La
alianza familiar se organiza entre el niño y sus cuidadores primarios. Los cuidadores facilitan y
guían el desarrollo del niño, mientras este crece y logra su autonomía. El niño también, en gran
medida, modela la acción de los adultos.
La familia cumple la función de asegurar la supervivencia del niño, y el crecimiento y desarrollo
adecuados para luego facilitar la salida del núcleo primario armando nuevos vínculos.
“Madre” y “padre” son funciones, más allá de los seres humanos que las encarnen, y el buen
desarrollo de un niño dependerá de la complementariedad de estas funciones. Ambas poseen
acciones específicas, a saber:
La función materna:
• aporta la lengua con la que se comunicará el bebé. Todos los niños nacen con la capacidad
de hablar cualquier idioma, pero solo adquieren la lengua del cuidador que los cría;

• es un continente afectivo y efectivo de las sensaciones del bebé;
• transforma el hambre en satisfacción, el dolor en placer, el desamparo característico de los
humanos en tranquilidad;

• estimula la energía psíquica del bebé;
• le da sostén al niño y le va presentando el mundo que lo rodeará y en el que vive, a través de
los objetos;
• ayuda al bebé a diferenciar entre su mundo interno y su mundo externo.
La función paterna:
• permite que el bebé aprenda a vivir sin tanta dependencia y comience su camino de autonomía, interviniendo en la intensa relación del bebé con su madre o con quien cumpla esa función;
• pone reglas y organiza el funcionamiento del niño para que establezca su mundo vincular incluido en relaciones más amplias;

• como función normativa, es portadora de las pautas culturales del medio social del cuidador primario. Esto permite que el niño termine por incorporarse al medio social al que pertenece. Señala lo
prohibido y lo permitido, lo seguro y lo inseguro, lo saludable y lo tóxico, lo obligatorio y lo electivo.

La seguridad afectiva que implica la presencia de estas dos funciones le permite al niño ir logrando
progresivamente pautas de diferenciación y autonomía; por ejemplo, el momento del destete, la adquisición de la marcha, el lenguaje, el control de esfínteres o el comienzo del jardín de infantes. Cada
vez más, a medida que crece, el niño se va viendo influido y estimulado por el mundo extrafamiliar.
En aquellas crianzas que no pueden ser llevadas a cabo por los progenitores, estas funciones son
ejercidas por otros miembros de una comunidad. Lo importante es que la función materna y la
función paterna estén presentes de una u otra manera.
El cuidado de un bebé se dificulta si recae en una sola persona. Ocuparse de él es un trabajo de 24

17

horas diarias, siete días a la semana. Para que el cuidador primario no se sienta exhausto, necesita
ayuda, que puede ser brindada por: pareja, madre, padre, abuelos, vecinos, comunidad.
Actualmente se puede pensar, además, en la noción de función familia* 10, que hace referencia a la
red de subjetividades que sostiene al niño en desarrollo, en el marco de un espacio ramificado de
vínculos que no están representados únicamente por la familia nuclear convencional. Esa red supera
el mapa de filiaciones biológicas e incluye la presencia de seres significativos que intervienen en el
proceso de desarrollo emocional del niño. Son personas que producen efectos psíquicos relevantes
en la mente infantil.
Por otra parte, la información sobre los diferentes aspectos de la crianza y sus signos de alarma,
compartir esta tarea con otros en la misma situación y tener un ámbito de colaboración frente a las
problemáticas son puntos necesarios a considerar para prevenir los síntomas de fatiga física y psíquica del cuidador primario.

2. ¿Qué es esperable observar en la evolución del
desarrollo psicológico de los niños entre 0 y 3 años?
Ante todo, para la observación del desarrollo emocional y psicológico de los niños es importante tener
en cuenta los siguientes aspectos:
1. En primer lugar, evaluar el funcionamiento físico, neurológico y sensorial del niño, así como la
coordinación de la motricidad fina y la motricidad gruesa*, y las capacidades cognitivas que
aparecen, ya que el desarrollo psicológico se expresa significativamente en estas áreas.
2. En segundo lugar, observar la forma en que el niño se vincula con sus cuidadores y personas
de su entorno, el estilo o la forma de “estar con”.
3. En tercer lugar, evaluar el estado de ánimo, los sentimientos que predominan (alegría, enojo,
interés, diversión, celos, amor), la variedad, la profundidad y la adecuación de esos sentimientos, así como la capacidad de regularlos.
4. En cuarto lugar, observar si el niño presenta estados de ansiedad expresados en su conducta,
juego o verbalizaciones, y la presencia de miedos.
5. Por último, los niños expresan en el juego, y luego verbalizando, los temas que corresponden
al momento del desarrollo que atraviesan y las situaciones que viven.
En el siguiente cuadro, resumimos la evolución esperable de diferentes aspectos del desarrollo en
función de la edad del niño. Todos estos planos se articulan y constituyen su desarrollo psicológico.

18

10 Alizade, M. (2010): “La liberación de la parentalidad en el siglo XXI”, publicado en
www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=1323.

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

1. ¿Qué es lo esperable en el
desarrollo emocional de un niño?

Evolución esperable de los diferentes aspectos del desarrollo
Primer año de vida

Segundo año de vida

Tercer año de vida

Desarrollo
físico

Los niños pueden progresivamente girar hacia un estímulo,
tomar un elemento en la línea
media, sentarse, girar, pararse y
finalmente empezar a caminar.
Pueden hacer vocalizaciones
más claras, probablemente
una palabra o dos (mamá,
dada) y entienden las relaciones causales simples de
medio y fin con objetos inanimados, y el mundo animado al
finalizar el primer año.
A partir de los 4 meses, van
progresando paulatinamente, prestando más atención
a los estímulos sociales que
a las sensaciones internas.
Logran focalizar la atención,
comprender y concentrarse a
medida que progresa el desarrollo, asociado con muestras
de interés en todas las sensaciones propias de la edad (tacto, sonido, vista, movimientos)
y van teniendo más capacidad
de procesar la información,
cada vez más compleja, en
cada modalidad sensorial.

En esta etapa, logran caminar de forma coordinada, de
modo torpe aún, e incluso
correr y subir escaleras. Se
perfecciona la motricidad
fina (garabatear). Aumenta
la comprensión de gestos
complejos y palabras simples
y frases. Se incrementa la
habilidad para comunicarse
con gestos y palabras. Las
vocalizaciones se hacen más
claras, comienzan a nombrar
objetos y el niño hace saber lo
que quiere o necesita combinando dos palabras. Aparece
la capacidad de desarrollar
nuevas conductas a partir de
las anteriores, surge la posibilidad de tener actividad simbólica (usando palabras para
describirse a sí mismo y a los
demás, juega con muñecos);
también adquiere una capacidad variable de concentración y autorregulación.

Presentan una mayor coordinación de la motricidad
gruesa, corren, suben y bajan
escaleras sin ayuda; y también de la motricidad fina (se
encuentra más diferenciada,
pueden hacer círculos o garabatos, sostener cubiertos
para alimentarse, etc.). Comprenden frases, oraciones
simples y gestos complejos.
Son capaces de nombrar muchos objetos, usar pronombres personales y oraciones
para describir sucesos y para
dar a conocer lo que necesitan. La capacidad simbólica
se ha expandido, y se evidencia en un amplio mundo de
fantasía (por ejemplo, sueños,
miedos, historias y personas
imaginarias).
La capacidad para concentrarse y la autorregulación aún
son variables, pero mejoran.

Relación con
las personas
de su entorno

Los niños buscan protección
y confort; el interés general
en el mundo evoluciona hacia una relación afectiva altamente individualizada con
las personas que los cuidan,
en un compromiso placentero
interactivo (recíproco).

En relación con las personas
que cuidan de ellos, presentan un balance entre la satisfacción de las necesidades
(dependencia básica) y la
individualidad emergente, la
autonomía, la iniciativa y la capacidad de la autoorganización en el nivel de la conducta
(por ejemplo, los “gateadores” que van a la alacena a
tomar lo que quieren).
Se percibe algo de negativismo. Los temas de la necesidad y la preocupación por la
separación son aún muy importantes.

Aunque las relaciones todavía son predominantemente
con el cuidador primario y
para satisfacer necesidades,
se encuentran en esta etapa
organizadas en un nivel representacional o simbólico
(por ejemplo, emerge un
sentimiento de sí mismo y del
otro en términos de pensamientos, recuerdos, etc.) que
permite utilizar la fantasía.
El balance entre la dependencia y la autonomía puede
virar brevemente al estadio
anterior. Las peleas por el poder y el negativismo pueden
dominar intermitentemente
el modelo de relación. Los
temas centrales siguen siendo la dependencia básica, la
necesidad de seguridad y el
temor a la separación. Aparecen interacciones simbólicas
de poder, control, agresión
y diferentes tipos de placer
en las relaciones. Tienen
capacidad para interactuar
en forma más compleja porque ahora pueden utilizar la
imagen interna (por ejemplo,

19

Primer año de vida

Segundo año de vida

Tercer año de vida
con el lenguaje o utilizar una
muñeca para representar necesidades mediante un juego
complejo). Aumenta el interés
en la relación sus pares.

20

Tono emocional
(o estado de
ánimo general)

Es altamente variable, íntimamente relacionado con
estados internos (hambre), y
hacia la segunda mitad del
primer año, también relacionado con señales sociales
externas (el padre puede hacer sonreír a un niño aunque
este tenga hambre). Cuando
el bebé está confortable internamente prevalece un sentimiento de interés y placer en
el mundo y hacia el cuidador
primario.

El humor es aún variable, pero
más organizado y estable
durante períodos más largos. Existe un sentimiento de
seguridad, curiosidad y necesidad de exploración que
domina el humor, así como están presentes también la tendencia a “pegarse” al adulto,
el negativismo, el miedo y la
aprehensión.

El estado de ánimo general
puede ser variable (triste,
ansioso o presentar una tendencia a quedarse “pegado”
al adulto junto a una segura
exploración), pero luego gradualmente se estabiliza dentro de un modelo organizado
alrededor de un sentimiento
básico de seguridad y optimismo, con la presencia no
dominante de las siguientes
capacidades: la excitación, el
negativismo, la pasividad, la
tendencia al “pegoteo” hacia
el adulto, entre otras.

Sentimientos

La variación entre la indiferencia y la excitación con el mundo se torna más organizada
y queda bajo el control de la
interacción social. Los sentimientos específicos iniciales
de excitación placentera o la
protesta por la falta de placer
llevan a graduaciones más diferenciadas y el bebé incluye
gestos con los que negocia
la dependencia, el placer,
la afirmación de sí mismo, la
exploración, el enojo, el miedo y la ansiedad. El sistema
de afectos o sentimientos permanece altamente variable, y
es fácilmente dominado por el
contexto.

En este período, los sentimientos se vuelven más diferenciados. Se observa la
emoción por la exploración y
el descubrimiento, y el placer
por la autoafirmación. Existen
negociaciones gestuales más
complejas de dependencia,
autoafirmación, enojo y la
búsqueda de límites. El bebé
desarrolla la capacidad de
demostración organizada de
amor (correr y abrazar, sonreír
y besar a los padres, todo junto) y también protestar (alejarse, patalear, llorar, todo junto).
El negativismo organizado
(el no) y una gran demanda
están también presentes. El
equilibrio debe volcarse en
dirección a las expresiones
organizadas del placer en el
descubrimiento, la iniciativa
y el amor. Aparece más desarrollado el sentimiento de
comodidad con la familia y la
aprensión ante los extraños.

Los afectos, gradualmente,
tienen más “significado” (en
el nivel representacional o
simbólico). Después de la
posible inestabilidad inicial
en el sistema afectivo (por
ejemplo, regresivo, enojo con
“pegoteo” y dependencia), es
posible una mayor organización del sistema afectivo, con
afectos complejos tales como
amor, tristeza, celos y envidia,
que se expresan en ambos niveles: el preverbal y el verbal,
que está surgiendo.
La afectividad se ve fácilmente influenciada por las
situaciones físicas (cansancio, hambre). Los afectos se
encuentran todavía en un nivel egocéntrico (por ejemplo,
“¿qué hay ahí dentro para mí?”).

Estados de
ansiedad

Están relacionados con la
supervivencia física y emocional, y son generalmente
globales y desorganizados.
La hipótesis es que una
preocupación subyacente
está relacionada con temas
de aniquilación, pérdida del
yo emergente y del mundo.

Aparecen relacionados con la
pérdida del cuidador, que es
algo potencialmente desorganizador.

Se refieren tanto a la ansiedad
relacionada con la pérdida
de la persona amada y de la
cual dependen, como a la
pérdida de aprobación y de
aceptación. Aun así, el niño
todavía desorganizado potencialmente puede tolerar
mejor la ansiedad y enfrentarla mediante alteraciones en la
imagen mental (fantasía; por
ejemplo, “mamá regresará;
ella me ama”).

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

1. ¿Qué es lo esperable en el
desarrollo emocional de un niño?

Primer año de vida

Conducta en
relación con
los estímulos
internos

Se transforma en simples cadenas de conductas sociales,
causales intencionadas, con
un propósito (por ejemplo, la
mamá sonríe, el bebé estira
una manito para provocar una
respuesta similar por parte de
la mamá), además de conductas recíprocas o casuales. Aparece una capacidad
para realizar interacciones
recíprocas organizadas (por
ejemplo, la mamá sonríe, el
bebé sonríe) y luego, hacia
el final del primer año, surgen
cadenas más complejas de
interacción (estirar los brazos
para alcanzar objetos, sostenerlos, dárselos a la mamá).
Las interacciones sociales
incluyen temas de placer, exploración y protesta.

Segundo año de vida

Los niños, en esta etapa, tienen capacidad de organización de la conducta en cadenas causales más complejas
(tomar a la mamá de la mano
y llevarla hacia la heladera
para mostrarle lo que quiere
comer); tienen iniciativa y originalidad en el nivel de la conducta, como también un aumento en la iniciativa. El niño
expresa temas de amor, curiosidad, exploración y protesta,
enojo, negativa, y celos, todo
de un modo organizado (correr hacia el papá y abrazarlo,
tironear de él, besarlo, en una
serie organizada; o alejarse,
tirar los juguetes, llorar y gritar, como otra serie). Hacia el
final del segundo año, surgen
capacidades para integrar
los temas que reflejan polaridades de amor-odio, pasividad-actividad (por ejemplo,
en un juego una muñeca es
mala, le da una paliza, y luego
la abraza). También surgen
capacidades simbólicas o de
representación en temas de
relación o emocionales.

Tercer año de vida

La conducta queda organizada como en el segundo año,
incluso hay más cadenas de
interacción. Ahora surge la
capacidad simbólica o representacional, como se evidencia en el lenguaje y en el uso
de pronombres personales
(yo, tú, etc.), y la elaboración
de fantasías a través del
lenguaje y la conducta (por
ejemplo, un juego en el cual
el niño tiene una muñeca y
la madre tiene otra muñeca).
En contraste con la conducta
organizada, la comunicación
simbólica está inicialmente
fragmentada (por ejemplo,
islas de juego sin aparente
conexión en el juego simbólico o en la comunicación
verbal). Hay una elaboración
gradual de la experiencia, en
la repetición de temas simples (“quiero eso”), o en el
juego simbólico de abrazar
a las muñecas que lleva a un
rango amplio de temas concernientes al poder, el placer,
la dependencia, el miedo, etc.
Estos temas se van volviendo
más complejos (por ejemplo,
las muñecas abrazan y luego
besan). Los temas envuelven
la repetición de lo que se ve
y se escucha, explorando el
mundo inanimado y el animado con nuevas capacidades
simbólicas, y luego usando
modos simbólicos para la interacción emocional.
Hay una vacilación entre los
intentos de autodefinición (a
través de tratar de “estar controlando”, peleas de poder,
negativismo) y el desarrollo
placentero y excitado de nuevos pensamientos (descubrimiento del nivel simbólico),
las conductas y los intereses
regresivos dependientes (por
ejemplo, sostén, “pegoteo”),
los cuales, sin embargo, también tienen el elemento: “yo
controlo”. Mejora la capacidad
para el autocontrol y la respuesta a los límites, y va estructurando un nivel simbólico. Hacia el final del tercer año, surge
interés por el tema del poder
(por ejemplo, barcos-cohetes,
héroes poderosos, pretende
ser un monstruo y se asusta de
los monstruos).

21
Fuente: Greenspan, S. (2003): The clinical interview of the child. Washington DC: American Psychiatric Publishing.

Conocer qué es lo esperable en el desarrollo de un niño hasta los tres años es fundamental. Nos permite acompañarlo, observarlo, respetando el tiempo individual que cada uno necesita para crecer.
También permite adquirir criterios de alarma cuando el desarrollo queda obstaculizado.
Describimos qué necesita el niño de parte de sus cuidadores para que ese desarrollo se produzca y
esto nos ayuda a promover factores protectores. El sostén emocional, la comunicación humana van
conformando la confianza básica que es el principal motor del mismo.
Se ha descripto una gama de adquisiciones que esperamos que alcancen los niños de esta edad.
Estos logros se van dando en el ritmo y los tiempos que la individualidad de cada niño determine.
Sin embargo, cuando lo esperable no aparece se abre el campo de las problemáticas y dificultades
sobre las que es conveniente intervenir lo más precozmente posible.

22

cap. 2
Problemáticas en el
desarrollo emocional
del niño de 0 a 3 años

23

24

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

2. Problemáticas en el desarrollo
emocional del niño de 0 a 3 años

1. Definición de problemática
La senda del desarrollo humano integral se ve marcada, especialmente en los primeros años de
vida, por una serie de cambios evolutivos que involucran tanto el crecimiento físico como la aparición
de nuevos fenómenos psíquicos. Estos cambios se expresan en el plano perceptivo –ligado al uso
e integración de los diferentes sentidos–, en el plano motor –es decir, en todo lo que concierne al
desarrollo, integración y control del movimiento–, en el plano cognitivo –referido a la adquisición y
dominio de los conocimientos–, en el plano de la comunicación y el lenguaje, en el plano emocional
y en el plano social.
A su vez, los estudios sobre el desarrollo temprano muestran que los primeros años de vida de un
niño son un período sensible a la desadaptación y propicio para el establecimiento de problemas en
el plano emocional, ligados a desajustes y disarmonías en el desarrollo.
Existe una serie de desajustes que pueden ser prevenidos y la intervención temprana sobre estos
problemas resulta mucho más eficaz que la intervención tardía.
Por esto, es conveniente definir y describir las diferentes problemáticas en salud mental en esta temprana etapa de la vida y reconocer las influencias múltiples de dichas áreas problemáticas entre sí.
Específicamente, una problemática constituye un conjunto de dificultades que se pueden presentar
impidiendo el logro del desarrollo integral de un niño.
Estas dificultades pueden implicar tanto deficiencias como inadecuación de los procesos y elementos
involucrados en diferentes áreas cruciales para el desarrollo. Aquí se debe pensar, por ejemplo, en la
base constitucional-madurativa del bebé: la percepción, la motricidad, y el desarrollo neurológico y
orgánico en general. También, y en el mismo orden de importancia, en los vínculos que se establecen
entre el bebé y sus cuidadores. Por último, en el medio y las circunstancias comunitarias y sociales
que rodean al bebé y a sus cuidadores.
Según Anna Freud 11 existe un número de circunstancias que se combinan para detener, deformar y
desviar las fuerzas sobre las que se basa el crecimiento mental. No se pueden separar tajantemente
los problemas o las dificultades entre sí. Todos inciden de una u otra manera como aspectos del
desarrollo en los que diferentes elementos cooperan para el establecimiento de una problemática.
Estos aspectos, entonces, se pueden ordenar de la siguiente manera:
• Los que dependen de factores constitucionales que afectan al recién nacido o el desarrollo
evolutivo esperable desde un punto de vista orgánico-médico.
• Los relacionados con los primeros vínculos en la creación de lazos afectivos y establecimiento de los primeros procesos de comunicación entre el bebé y sus cuidadores hasta llegar al
nivel simbólico de juego y comunicación.
• Los ligados a la integración psicomotriz y logros de regulación de los ritmos vitales –sueño,
alimentación–, de la autorregulación afectiva y de la regulación de la atención hacia el mundo
que rodea al bebé.

11 Freud, A. (1965): Normalidad y patología en la niñez. Buenos Aires: Paidós.

25

Es importante aclarar que no todos los problemas revisten igual gravedad. Existen diferentes niveles
de expresión de las problemáticas, partiendo de simples desajustes o llamados de atención, hasta
llegar al establecimiento de un problema grave que compromete de manera general el curso del
desarrollo mental de un niño.
Para considerar este gradiente y comprender mejor las circunstancias que llevan a la instalación
de los niveles graves de problemáticas, conviene introducir las nociones de factores de riesgo y
factores protectores.

2. Factores de riesgo y factores protectores
Los efectos de toda circunstancia adversa que atraviesen el niño o su medio son diferentes si existen
factores que protegen al niño o bien factores que aumentan el potencial dañino de la situación.
La noción de factor de riesgo* es ampliamente utilizada en el campo de la salud, y de gran utilidad
también en las áreas de educación y trabajo social. En relación con el desarrollo emocional, son
aquellas características del niño, de su entorno inmediato o incluso de su medio comunitario y social
que constituyen un riesgo de déficit o de distorsión de las condiciones adecuadas para el despliegue de los recursos y de los cambios evolutivos que implica el desarrollo. Ahora bien, tan importantes como los factores de riesgo son los factores protectores*, es decir, recursos propios del niño,
o aspectos y modos del entorno que lo rodea, que permiten atravesar de modo más protegido las
situaciones adversas que le toque vivir, o que favorecen el despliegue de sus propios recursos. En
este sentido, es central tener en cuenta el aporte de capacidades individuales y recursos interiores
del niño como factores protectores en sí mismos ante las situaciones estresantes.

Mínimos factores de riesgo + Máximos factores de protección
= Buena crianza

Cuando situaciones de estrés psicosocial* directo o indirecto –como violencia, pérdidas, inestabilidad
habitacional– hacen impacto sobre un niño pequeño, lo que este pierde es la protección, la seguridad y el bienestar básicos; es decir, la “envoltura” protectora, sostenedora, que debe constituir su
ambiente cuidador inmediato.
El ambiente cuidador debe funcionar como un factor protector que escude al niño de los eventos estresantes, reduciendo así su impacto. Si no ofrece protección, no solo no ayuda sino que multiplica el
impacto y, a través del efecto de la ansiedad y/u otras emociones negativas, puede incluso reforzarlo,
funcionando así como un factor de riesgo para el niño.

26

Dentro de esta perspectiva también hay que considerar que cuanto más pequeño es el niño,
mayores son el impacto y el riesgo, ya que los recursos propios con los que cuenta o que ha ido
interiorizando a partir de la relación con su entorno todavía son insuficientes o inestables.

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

2. Problemáticas en el desarrollo
emocional del niño de 0 a 3 años

Otro elemento importante para considerar es la resiliencia*, es decir, la capacidad del ser humano
para sobreponerse a períodos de dolor emocional y traumas. Esa capacidad de resistencia se prueba
en situaciones de fuerte y prolongado estrés. Podría decirse que la resiliencia es la capacidad de
sobreponerse a situaciones adversas12.
Los factores que involucran estrés psicosocial constituyen un riesgo importante para el desarrollo e
inciden en el establecimiento de dificultades y problemáticas, tanto en las relaciones del niño con los
adultos como en sí mismo.
Muchos de estos factores son pasajeros e involucran cambios o acontecimientos inesperados (separaciones, mudanzas, internaciones médicas), que demandan del niño en desarrollo y su familia
la movilización de recursos internos y externos que permitan la adaptación. Pero otros tienen origen
en situaciones crónicas de estrés, como la exclusión social. Los niños que crecen con sus derechos
vulnerados, en condiciones de extremo aislamiento, con las necesidades más básicas insatisfechas,
serán más vulnerables frente a las situaciones de estrés y con más probabilidades de presentar signos de sufrimiento en su desarrollo.
Siempre hay que tener en cuenta que el impacto final de un acontecimiento estresante o del estrés
sostenido depende de tres elementos:
• la severidad del acontecimiento o situación (su intensidad y duración en ese nivel de intensidad; lo imprevisto del acontecimiento y la frecuencia e impredictibilidad de su recurrencia);
• la edad del niño, sus recursos innatos y la fuerza de su psiquismo en formación;
• la accesibilidad y la capacidad de los adultos que lo rodean para servir como amortiguadores y ayudar al niño a comprender el evento o las circunstancias difíciles, y lidiar con ello.
Las fuentes de estrés que constituyen factores de riesgo pueden estar presentes en la vida de un niño
pequeño de diferentes maneras:
• Directa: por ejemplo, una enfermedad del niño que requiere su hospitalización.
• Indirecta: por ejemplo, uno de sus padres se enferma y esto lleva a una separación.
A su vez pueden ser:
• Agudas: por el impacto de un evento traumático como un accidente.
• Sostenidas: un ambiente hostil como estilo de relación en el hogar, por ejemplo.

A veces existe una serie de pequeños acontecimientos que de modo sostenido y acumulado inciden
como fuente de estrés y factor de riesgo. Por ejemplo, una serie de viajes de trabajo de alguno de los
adultos a cargo de su cuidado, aunque estos sean breves. Por otra parte, ciertos acontecimientos
y transiciones específicos que forman parte de la experiencia normal en la cultura pueden devenir
estresantes para un niño pequeño: por ejemplo, el nacimiento de un hermano o una mudanza de la
familia. Algunos niños experimentan estas transiciones con dificultad, mientras que otros realizan las
transiciones con suavidad y se adaptan a las nuevas circunstancias fácilmente.

12 Cyrulnyk, B. (2006): Una infancia infeliz no determina la vida: la resiliencia. Barcelona: Gedisa.

27

Frente a situaciones de estrés, es posible que en el niño se den manifestaciones que pueden ceder
si existe una respuesta adecuada del ambiente. Estas son:
• Pérdida de logros evolutivos ya adquiridos (regresiones).
• Interrupciones del desarrollo.
• Dificultades para relacionarse.
• Cambios o inestabilidad en el afecto.
• Síntomas específicos (por ejemplo, trastornos del sueño o miedos agudos).

Elementos del vínculo del cuidador primario con el bebé
que pueden ser un factor de riesgo
Cuando prestamos atención a esta temática, en el caso de un bebé pequeño, debemos tener en
cuenta también que hay modos en su crianza que inciden como factores específicos de riesgo, de
manera invisible. Por ello, se deben evitar las siguientes situaciones:
• La inestabilidad de las figuras que ejercen los cuidados primarios, es decir, el cambio frecuente e imprevisible de los “rostros” que cuidan al bebé.
• La falta de establecimiento de rutinas y tiempos medianamente previsibles dentro de la vida
cotidiana.
• El trato negligente en cuestiones básicas como la higiene, la alimentación, el respeto por las
necesidades de descanso de un niño pequeño. Por ejemplo, un niño de 1 año necesita dormir
por lo menos 12 horas por día (incluyendo siestas).
• La violencia en todas sus formas: verbal, física, dirigida al bebé o presente en su entorno.
• Las situaciones de hiperestimulación* en las que el bebé no llega a procesar adecuadamente
los estímulos que recibe y, en consecuencia, se desorganiza activamente o bien se retrae abstrayendo su atención del entorno.

Frente al estrés, ¿con qué aspectos cuenta un niño?
Plasticidad del yo*: el yo del niño en desarrollo es plástico en sus posibilidades
de adaptación y transformación + Neuroplasticidad + Neogénesis*
+ Ambiente cuidador que funcione como un factor protector

28

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

2. Problemáticas en el desarrollo
emocional del niño de 0 a 3 años

3. Situaciones especiales: prematuridad y discapacidad

a.

Prematuridad
Luego del nacimiento, el bebé prematuro puede presentar problemas para sobrevivir y crecer.
Por eso necesita de la ayuda que se le brinda en la Unidad de Cuidados Intensivos de la clínica,
hospital o centro en el que haya nacido para mantener su temperatura, alimentarse, oxigenarse
adecuadamente, mantener la respiración y metabolizar la bilirrubina. Todos estos cuidados que
permiten la supervivencia física son al mismo tiempo una situación de aumento de estímulos:
cuantitativos (contacto con muchas personas, instrumental, aparatos, luces, alarmas) y cualitativos
(experiencias de dolor).
Al mismo tiempo, existe una disminución de los estímulos positivos que crean confort y seguridad
(contacto con el cuerpo materno, amamantamiento, canciones, caricias). Esto representa una situación altamente estresante para el bebé, que suele retraerse para sobrevivir.
Numerosos estudios han mostrado que las experiencias estresantes en los primeros meses de vida
dejan secuelas emocionales y neurológicas. Por esto es importante disminuir y organizar la estimulación negativa y aumentar los estímulos que generan seguridad y experiencias tempranas de placer,
favoreciendo el vínculo con los padres, el intercambio amoroso a través del contacto ocular, el tacto,
la cercanía piel a piel y la voz.
El desarrollo psíquico y la estabilidad emocional que habrá de tener el niño dependen de las relaciones con sus cuidadores primarios. Los momentos iniciales de la relación son decisivos en el desarrollo
posterior. La prematuridad puede ser pensada como una crisis psicosocial “accidental”. Los padres
se deben enfrentar primero a la posibilidad de que su niño muera, luego hacer frente a una sensación
de incapacidad por no haber sido capaces de llegar a gestar un bebé “a término”; después de unos
días de incertidumbre, deben renovar la relación con su hijo, separado de sus padres hasta entonces,
y más tarde adaptarse a las características particulares de cada niño prematuro. Los padres deben
realizar un enorme esfuerzo psicológico para encarar la situación. Para poder atravesar con eficacia
la crisis, los padres deben poseer la capacidad de comprender el problema de una manera realista,
ser conscientes de lo que sienten y poder expresarlo, y pedir ayuda a otros.
En particular en las madres, el nacimiento de un niño prematuro provoca una importante crisis
psicológica. Se observa en ellas una disminución de la autoestima porque no fueron capaces de
retener a su niño los nueve meses de embarazo. La separación del bebé aumenta el sentimiento
de fracaso. La madre asume una función de apoyo “periférica” que dificulta el proceso de apego
y suele presentar sentimientos perturbadores y en ocasiones contradictorios. Las emociones más
destacadas son ansiedad, temor a la muerte de su hijo y sentimiento de culpa. A veces se sienten
culpables porque no pueden atender al bebé con la misma habilidad que las enfermeras. Aunque
se sientan agradecidas, suelen sentir fuertes celos hacia las enfermeras, y aparecen sentimiento de
hostilidad y desconfianza.
Para desarrollar un íntimo apego, la madre debe recibir de su bebé una respuesta a lo que ella hace.
Si el niño la mira a los ojos y se mueve en respuesta a sus cuidados, se calma o responde positivamente, y esto produce un fuerte impulso en el sentimiento de apego.

29

Recomendaciones asistenciales
Es conveniente que desde el nacimiento se facilite y se estimule el contacto del bebé con sus padres.
Como ya se mencionó, el contacto temprano piel a piel y los momentos de intimidad favorecen el
apego. Además esto ayuda a disminuir los episodios de apneas, favorece el aumento de peso, acorta
el tiempo de internación, estabiliza la temperatura y refuerza el vínculo.
Dentro de este contexto, es conveniente sugerirles a los padres hacer llegar su mensaje al niño y captar lo que él les devuelve como respuesta. También dejar en claro que los prematuros ven y oyen, por
lo tanto, como los bebés duermen dos o tres horas y están despiertos por un breve rato, es importante
que los padres pasen largos períodos en la Unidad de Terapia para presenciar las respuestas del
niño. En caso de que la madre no pueda trasladarse hasta allí, se recomienda fotografiar al niño para
que ella pueda verlo, y desde un principio sugerirle que envíe su leche para alimentarlo, ya que es el
alimento ideal para el recién nacido. Y apenas se encuentre en condiciones físicas para visitarlo, en lo
posible, deberá hacerlo acompañada por el padre u otro familiar cercano. Asimismo es recomendable
invitar a los abuelos, hermanos y demás integrantes de la familia a visitar al bebé, para que comiencen
a sentirse apegados a él.
Es aconsejable mostrar una actitud optimista, si existe perspectiva de que el niño sobreviva, y recalcar
los aspectos positivos del bebé. Es importante brindarles a los padres toda la información necesaria
para que comprendan lo que sucede con su hijo y el tratamiento a seguir. Esto conviene hacerlo a
lo largo de varias conversaciones, por lo menos una vez al día, para describirles los procedimientos
utilizados (monitoreo respiratorio y cardíaco, alimentación por tubuladuras y funcionamiento de la
incubadora). También es clave explicarles que el bebé va a progresar más rápido y en mejores condiciones si tiene contacto con ellos.
Dentro de la Unidad de Terapia Intensiva, las reuniones de padres son de gran ayuda para la socialización de la crisis que atraviesan y para facilitar la contención afectiva de las diferentes familias.

b.

Discapacidad
Para la Organización Mundial de la Salud, la discapacidad es un fenómeno complejo que refleja una
interacción entre las características del organismo humano y las características de la sociedad en la
que se vive. Discapacidad es un término general que abarca las deficiencias —problemas que afectan a una estructura o función corporal—, las limitaciones de la actividad —dificultades para ejecutar
acciones o tareas— y las restricciones de la participación —problemas para participar en situaciones
vitales—. Entonces, la discapacidad es el resultado de la interacción entre la condición de salud de
una persona y las barreras medioambientales y personales que esa persona puede enfrentar (relación
entre la condición de salud y los factores contextuales). Esta interacción además de ser compleja es
siempre dinámica.

30

Desde un enfoque social, no se trata de un problema individual sino de una situación particular dada
por las limitaciones que pueda presentar una persona y los obstáculos que impone la sociedad. El
modelo de la diversidad propone el abandono del concepto de capacidad como manera de percibir y
describir una realidad humana y aboga por el uso de la dignidad, el respeto y el reconocimiento de las
diferencias, que conducen la sensibilización y a acciones positivas sobre personas con discapacidad.

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

2. Problemáticas en el desarrollo
emocional del niño de 0 a 3 años

Existen distintos tipos de discapacidad: motora, sensorial (auditiva, visual o táctil) y mental (respecto
de la personalidad, intelectual, asociada).
Siempre hablar de discapacidad no es plantearse un punto de llegada sino un punto de partida y mucho más si las dificultades se presentan en un bebé recién nacido o un niño pequeño. Lo primero que
se impone frente una situación que implique un desarrollo diferente con características particulares
es la necesidad de la adaptación del medio (padres, familia, comunidad) a una realidad diferente a
la esperada. Se requiere entonces un proceso de elaboración afectiva que puede ser muy costoso,
pero que permite generar factores protectores que prevengan ante la posibilidad de encontrarse
con dificultades en el desarrollo emocional del bebé. En este proceso, es necesario que los padres
puedan conocer tanto el diagnóstico de su hijo, como los servicios, los tratamientos y los apoyos a
los que pueden acceder, y las formas para hacerlo.
El anuncio de una discapacidad, cualquiera sea, no debería implicar en sí misma la aparición de
problemas en el desarrollo emocional. Siempre que se atienda a la necesidad de un apoyo familiar y
para el niño, con el propósito de ir creando la posibilidad de atender a sus requerimientos particulares
en el camino del desarrollo integral.
Aun en familias equilibradas, la noticia constituye una crisis. Esto implica un período de desequilibrio
psicológico en personas que enfrentan un problema importante, y que por el momento no pueden
evitar ni resolver con los recursos acostumbrados. Surgen sentimientos ambivalentes y muy variados,
como frustración, tristeza, descreimiento, negación, confusión, fracaso, enojo, agobio y sobreexigencia, sentimientos de soledad, una enorme responsabilidad impuesta por la discapacidad. Pero
también pueden manifestarse sentimientos de agradecimiento, de enriquecimiento personal, alegría
y satisfacción por llevar adelante un desafío. Cada familia y cada comunidad deben encontrar sus
respuestas y sus propios recursos frente a un bebé distinto de lo esperado.

Recomendaciones asistenciales
Es importante ayudar a los padres y a las familias a que asuman un rol activo en relación con este hijo,
en principio, “en desventaja”. La experiencia demuestra que los grupos de padres con hijos con discapacidad son espacios muy adecuados para compartir vivencias y sentimientos comunes. En ellos
se facilita la reparación, se evita el sobreinvolucramiento, se modela la omnipotencia y se colabora
para hacer sentir al niño como propio. Los grupos contribuyen también a neutralizar aspectos hostiles,
a tolerar la incertidumbre, las dudas y la inseguridad, y a soportar el dolor de la autoestima herida.
Frente a una discapacidad del recién nacido, se trata de construir un nuevo equilibrio individual y
familiar. Si la envoltura protectora que requiere todo bebé para su desarrollo emocional se encuentra
preservada, si los adultos logran “cuidarse” y no dejar de atender a sus propias necesidades ni a las
de los otros hijos y al mismo tiempo estar disponibles para el bebé, entonces es posible que en el
caso de la discapacidad solo haya que estar atentos a la aparición de signos de alarma del mismo
modo que con cualquier otro niño pequeño. Psíquicamente hablando, un bebé con problemas en
el desarrollo puede ser un niño sano o no. Esto dependerá en gran medida de la estructura familiar,
del sostén profesional que se le pueda dar, y de la trama familiar y comunitaria en que esté inmerso.

31

cap. 3
Signos de alarma

33

34

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

3. Signos de alarma

Signos de alarma
¿Sufren los bebés?
Sí, los bebés pueden sufrir y el modo en que muestran este sufrimiento, al igual que sus efectos, es
diferente del que encontramos en niños mayores, adolescentes o adultos. Existen diversos signos que
muestran el sufrimiento de los bebés cuando surgen dificultades, que se despliegan en los modos de
vinculación que establece el niño con los demás. Estos signos se manifiestan de dos maneras diferentes:
• Hay niños que externalizan sus manifestaciones de sufrimiento a través de signos ruidosos
y “molestos”, de hiperactivación, como la excesiva actividad, la impulsividad, la agresión, el
desafío hacia los adultos. En los bebés se puede registrar hipertonicidad*, motricidad activa
pero desorganizada, dificultades para relajarse y dormir o llantos incesantes que no responden
a los intentos de consuelo del adulto.
• Hay niños que manifiestan el sufrimiento de modo más silencioso, a través de síntomas internalizados, en los que lo distintivo es la retracción física y emocional. Encontramos entonces
indicadores de depresión, conexión escasa con el entorno, ansiedad o temores sin una justificación clara, dificultades para separarse del adulto e inhibición frente a estímulos nuevos.
Estos indicadores no suelen llamar la atención y en estos casos, se corre el riesgo de que el
sufrimiento del niño pase desapercibido y que su desarrollo se encuentre en dificultades sin
recibir la debida atención.

¿Qué son los signos de alarma?
Los signos de alarma son alteraciones de lo esperable en la senda del desarrollo, que se ponen de
manifiesto en la observación de los bebés. Son indicadores de sufrimiento subjetivo y vincular, y
todo aquel que esté en contacto con un bebé puede observarlos y tratar de comprenderlos en
la medida en que los reconozca y se encuentre sensibilizado con ellos.
En los niños, un signo de alarma es una búsqueda de salida de una problemática, por lo tanto, para
poder atenderla debidamente, lo importante es escucharlo, entenderlo y hacer algo al respecto.Son
signos de alarma aquellas dificultades que se presentan regularmente, que persisten con intensidad
fuerte o mediana y que desbordan las capacidades de tolerancia y contención de los cuidadores primarios.
Por otra parte, la observación de un signo de alarma debe funcionar como una alerta y orientar la
intervención para prevenir la configuración de algún trastorno. Nunca un signo de alarma en sí
mismo tiene la categoría de un diagnóstico: son orientadores de sentido, indican la posibilidad
de desarrollar a futuro una dificultad severa.
Es importante destacar que cualquier signo de alarma deberá ser pensado en función del momento
madurativo del niño y siempre en el contexto específico de cada cultura y cada comunidad. Para ello,
y para observar a un niño pequeño, proponemos recorrer cinco indicadores del desarrollo de un
bebé y sus vínculos, que permiten describir un desarrollo esperable y en armonía o, de lo contrario,
advertir señales de sufrimiento temprano13. Los indicadores son:

13 Crespin, G. (2002): “La clínica temprana, I y II” (manuscritos no publicados). París. ; Crespin, G. (2004) :
Cuadernos de Préaut: Aspects Cliniques et pratiques de la prévention de l’áutisme. París: L’Harmattan/Penta.

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Oralidad, mirada, voz, sueño, cuerpo

A la manera de los colores de un semáforo, distinguimos los signos positivos del desarrollo (luz verde), los signos negativos “ruidosos” (luz amarilla) y los signos negativos “silenciosos” (luz roja). Su
observación permite decidir cuáles son las estrategias de prevención o de tratamiento.

Signos positivos del desarrollo. Muestran que los procesos psíquicos subyacentes están en
funcionamiento y se desarrollan de modo esperable.

Signos negativos de sufrimiento precoz. Manifiestan que los procesos psíquicos no están
instalándose como es esperable. Pueden ser de dos tipos:
1) Ruidosos: alarman y alertan al entorno, y en ese sentido, son ventajosos, ya que conducen a la consulta y permiten la intervención de los agentes de salud y de educación
(hiperreactividad-externalización).
2) Silenciosos: suelen pasar inadvertidos; es por eso que es necesario conocerlos, para
poder registrarlos y preguntarse por sus causas. Evidencian un padecimiento psíquico
muy complejo: se presentan en bebés que parecen no tener ningún deseo ni apetencia
por relacionarse con su entorno (retracción-internalización). Muchas veces son confundidos con signos positivos del desarrollo. La pasividad y la no generación de problemas
en el cuidado que estos bebés generan frecuentemente es un factor que atenta contra la
consulta y detección temprana. Niños “buenísimos”, “que no molestan para nada”, que
“donde los ponés se quedan”, son niños que no crean ninguna preocupación cuando en
realidad están necesitando una mirada y un acompañamiento específicos.

Primer año de vida
Signos positivos del desarrollo
Oralidad
• La oralidad* no incluye solo el alimento, sino también la presencia de la persona
que cumple la función materna y que le ofrece al bebé, además de la leche,
caricias, palabras, miradas.
• El bebé muestra placer al alimentarse.
• El bebé se tranquiliza al sentir la presencia del adulto que lo alimenta.

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• Si el bebé hablara, diría: “Yo existo para el otro”.

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

3. Signos de alarma

Mirada
• El bebé muestra un marcado interés por el rostro de las personas.
• El bebé “habla” con los ojos. El diálogo que establece con el otro es “ojo a ojo”.
• El bebé se comunica con la mirada (diferente de la vista, que es una función orgánica,
la mirada es una función psíquica).
Voz
• El bebé empieza poco a poco a emitir una diversidad de sonidos a los cuales
la mamá (o la persona que se ocupa de él) les da sentido.
• Aprende la lengua materna. Un bebé nace con la capacidad de aprender cualquier
idioma, pero en un principio, solo hablará el idioma con el que crece.
• Van apareciendo las primeras palabras, que pueden ser comprendidas por los padres
y luego por todo el entorno. Es el inicio de la adquisición del lenguaje.
Sueño
• El bebé tranquilo y confiado en su entorno, poco a poco puede aceptar separarse
del adulto que lo cuida para dormir.
• Va logrando diferenciar el día de la noche.
Cuerpo
• El bebé se acopla armoniosamente al cuerpo de la mamá o de la persona que lo cría.
• Se siente con placer y sostenido en el contacto piel a piel.

Signos negativos ruidosos del desarrollo
Oralidad
• El niño manifiesta rechazos alimentarios simples, reincidentes, persistentes, que no
se encuentran relacionados con una patología orgánica y que son significativos en el
vínculo. Por ejemplo, reflujos y vómitos resistentes a todo tratamiento clásico.
Mirada
• Es un niño que evita la mirada, no se comunica “ojo a ojo” con su entorno.
Voz
• Manifiesta gritos inarticulados, llantos inconsolables que la mamá o el cuidador no consiguen comprender ni traducir a la lengua materna.
Sueño
• Es un bebé que no puede separarse de su cuidador, ni puede sustituir al cuidador por
un objeto transicional*. No puede establecer aún esa confianza básica que le permite
relajarse y entregarse al sueño, entonces se despierta infinidad de veces tanto durante
el día como por la noche.
Cuerpo
• Es un bebé que no puede acomodarse al cuerpo de su madre. Este ajuste no se da y el
niño puede pasar de estar todo blando (hipotonía) a estar todo tenso (hipertonía).

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Signos negativos silenciosos del desarrollo
Oralidad
• Un bebé que se deja alimentar y llenar de comida sin apetito ni placer. No hay saciedad.
• Parece un bebé “fácil”, cuando en realidad lo que está sucediendo es que se
está replegando y es indiferente a las personas que se ocupan de él y a lo que
le pueden aportar.
Mirada
• Es un niño que no mira, hay ausencia de la mirada hacia el rostro humano. Puede mirar
objetos e incluso quedarse como “agarrado” a ellos (por ejemplo, un ventilador o una
fuente luminosa). No mira hacia donde mira su cuidador primario (atención conjunta*).
Voz
• El bebé no llama. No pide, no llora.
• Puede ser confundido con un bebé “fácil”, que pasa desapercibido.
• No balbucea, no dice sílabas.
• Raramente emite sonidos, a los que es difícil atribuirles sentido.
• A veces emite leves gemidos.
Sueño
• Es un bebé que está totalmente retraído de su entorno, que puede manifestar un
insomnio tranquilo: pasar muchas horas despierto en su cuna sin pedir nada, sin jugar,
sin llamar. O puede dormir muchas horas seguidas (más de 10) sin despertarse para
comer, para jugar o simplemente para estar con el/los otro/s.
Cuerpo
• Es un niño que tiene dificultad en el contacto cuerpo a cuerpo con el cuidador
primario, que se balancea repetitivamente y puede manifestar movimientos persistentes
y perseverantes. Estos movimientos, si persisten más allá del año, forman parte
de las estereotipias*.

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Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

3. Signos de alarma

Descripción de un ejemplo
Un padre lleva a un bebé de 10 meses al centro de salud. La secretaria, sensibilizada en la detección de signos de alarma, nota que el bebé “está despegado” del
cuerpo del papá formando un arco con su propio cuerpo (opistótono: hipertonía
muscular) y con mucha rigidez. Le comunica la observación al pediatra, quien en
la consulta pone especial atención al desarrollo del vínculo: descubre que este
papá cría solo al bebé porque la madre padece una enfermedad psiquiátrica y no
se ocupa de la crianza. El padre, además, perdió el trabajo y vive de la solidaridad
de los vecinos en un barrio de bajos recursos.
El siguiente paso consiste en contactar al padre con profesionales del área de
asistencia social. Se hace un seguimiento del bebé y su papá, y se busca la
colaboración de una vecina, para cumplir con la función materna. A esto, se le
suma una estimuladora temprana que supervisa su trabajo por cámara web con
un servicio central.
Aun así, el bebé no mejora y después de dos meses, se decide enviarlo al hospital
zonal más cercano, para consultar con una psicóloga infantil. Cada 15 días, el
niño y su padre trabajan juntos, y el adulto recibe una serie de recomendaciones
que mejoran el vínculo. El papá, a su vez, cambia su ánimo y logra conseguir un
trabajo. Esto le permite dejar a su bebé en un jardín maternal, que continúa con
el plan de estimulación. Más adelante, con un pequeño retraso madurativo, logra
ingresar en la escuela.

Atención
La ausencia de mirada y la falta de intencionalidad en los movimientos corporales
para dirigirse al otro son dos signos de alerta mayor que indican la posible evolución hacia un trastorno severo de la comunicación y de la interacción con el mundo.
Estos dos signos son observables de modo sencillo y directo. Un bebé que en sus
primeros meses de vida no mira, no comunica, no busca la interacción con el otro,
está manifestando signos graves de sufrimiento precoz.

Segundo año de vida
A partir de los 2 años, el niño pone en evidencia las características de su camino hacia la autonomía
y la independencia, que le permitirán desarrollar sus capacidades y su potencialidad en el mundo
de relaciones. Para esto, tiene un cuerpo, que va aprendiendo a dominar, y es capaz de controlar sus
impulsos. Empieza a someterse a condicionamientos sociales e ingresa con plenitud a los códigos
culturales a los que pertenece. Adquiere el lenguaje con mayor precisión, su juego se hace más sim-

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bólico, aumenta su capacidad de elaborar las inevitables situaciones traumáticas o de frustración,
y emprende un camino más independiente para transitar las angustias propias de cada edad.
Entre los 2 y los 4 años, un niño necesita poder desafiar con su cuerpo y su psiquismo la aventura de
hacerse un lugar en el mundo, oponerse en algunas circunstancias y utilizar cierto dominio muscular
con los consecuentes niveles de agresividad esperables y necesarios para la experiencia, que es la
que dejará representaciones mentales de sí mismo y de su relación con los distintos contextos. Sin
embargo, si este estilo de relación con el mundo persiste, se intensifica, si se transforma en modos
de relación permanentes de dominio y de control, estaremos frente a un signo de alarma.
Estos signos pueden manifestarse a través de la alteración en:
• la adquisición, construcción y uso del lenguaje;
• las adquisiciones cognitivas (procesos de aprendizaje);
• la capacidad de simbolización (construcción de la realidad, lenguaje y juego);
• los procesos de socialización: dificultades de separación de los cuidadores primarios en el
momento de ingreso en el jardín de infantes o dificultades en la relación con los pares;
• La integración del esquema corporal y la regulación de la motricidad: impulsividad, torpeza motora que puede llevar por ejemplo a dificultades con el espacio y accidentes frecuentes (caídas,
se lleva las cosas por delante), alteraciones del tono muscular entre la hipotonía e hipertonía.

En esta etapa, y a partir de un desarrollo neurológico y emocional adecuado, se instala el comienzo
del control de esfínteres. Puede ocurrir que haya obstáculos o dificultades en la adquisición de estos
hábitos de control que no deben ser considerados patológicos sino del propio proceso. Recién a
partir de los 4 años podremos hablar de enuresis* (control inadecuado de la micción) y de encopresis*
(control inadecuado de la defecación).
También es importante tener en cuenta la variable cultural que puede diferenciar distintos procesos
de desarrollo y modalidades de crianza; por ejemplo, pertenecer a una cultura más silenciosa puede
incidir en las características del lenguaje del niño.
Si bien el uso de las herramientas diagnósticas debe ser respetado tal como lo proponen los manuales
redactados para tal fin, considerando el período de 0 a 3 años, la descripción más minuciosa que
hacemos de los signos de sufrimiento precoz corresponde a la evolución de los niños hasta los 2
años. Si a partir de los 3 años estos mismos signos se consolidan y persisten, dejan de ser signos de
alerta y son datos clínicos que indican el comienzo de una problemática o cuadro psicopatológico
más severo.
Los bebés sufren y las herramientas que nos permiten identificar ese sufrimiento son accesibles al
adulto presente, disponible para observar al bebé y sus vínculos y para realizar intervenciones simples. Es esencial y responsable identificar lo más precozmente posible el sufrimiento de un bebé.

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cap. 4
Dificultades emocionales
en niños de 0 a 3 años

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Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

4. Dificultades emocionales
en niños de 0 a 3 años

Dificultades emocionales en niños de 0 a 3 años
Hemos definido la noción de problemática y hemos señalado cuáles serían los signos de alarma que
expresan en el bebé un grado mayor o menor de sufrimiento psíquico. Es importante aclarar que pensar en un área problemática para poder ubicar los signos de alarma y reflexionar sobre su alcance no
equivale a hacer un diagnóstico. Sin embargo, es útil esbozar el modo en que signos y problemáticas
se organizan u ordenan; y cuáles son los espectros de dificultad que hay que abordar ayuda a la
detección temprana de las problemáticas por parte de cualquier persona que trabaje con las familias.
Esto es fundamental para abordar los problemas y reorientar, en la medida de lo posible, el curso
del desarrollo. Dicho esto, es necesario tener en cuenta que realizar un diagnóstico de trastorno del
desarrollo es una tarea compleja que debe estar a cargo de profesionales especializados en el tema.
Nos parece conveniente incluir y adoptar la noción de espectro, diferente de la de “trastorno”, que
suele utilizarse para hacer referencia a las dificultades emocionales en desarrollo temprano. La noción de espectro abarca de modo más flexible y menos determinista una amplitud de fenómenos que
incluso son diferentes en su modo de presentación y organización en función de su intensidad, su
frecuencia y su duración.
Considerar que el desarrollo del niño está comprometido —ubicado en un espectro determinado— permite pensar que existe un modo de expresión del sufrimiento psíquico que es diferente para cada uno.
Esta idea facilita la percepción de las problemáticas en la atención primaria, respetando la particularidad de cada caso en un recorrido que abarca desde la normalidad de lo esperable hasta la patología
en el desarrollo. Así se logra una mayor comprensión de lo que ocurre y se habilita el seguimiento del
curso de una problemática y los resultados de las intervenciones que se ponen en marcha.
A su vez, en esta temprana edad, una variable siempre presente es el curso cambiante del desarrollo
con las importantes variaciones evolutivas y los ritmos diferentes que existen para cada niño. Por
esto, toda ubicación de un niño en un área problemática debe ser pensada como provisoria y en movimiento, sin que esto impida la evaluación y la determinación de “áreas de riesgo”, y la intervención
en dichos casos14.

1. Los vínculos
Las dificultades en el entorno, sobre todo en el modo de relación entre el niño y las personas que lo
cuidan, deben ser pensadas como un problema en sí mismo y como uno de los primeros focos de
atención para atender al desarrollo emocional del bebé.
¿Por qué afirmamos esto? Tal como ya hemos explicado, la subjetividad de un niño y su desarrollo se

14 Para la elaboración de este capítulo se han tenido en cuenta las siguientes referencias: National Center for Clinical Infant
Programs (1998): Clasificación diagnóstica (de 0-3 años) de la salud mental y los desórdenes en el desarrollo de la infancia y la niñez temprana. Buenos Aires: Paidós; Clasificación francesa de los trastornos mentales del niño y del adolescente (CFTMEA-R-2000). Buenos Aires: Polemos; y Mazet, P. y S. Stoléru (2003): Psychopathologie du nourrisson et du jeune
enfant. Développement et interactions précoces. París: Masson.

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apoyan en los vínculos que construyen con él las figuras de cuidado primario. Si estos vínculos faltan
o son inadecuados, el desarrollo está en riesgo. A su vez, cuidar de un niño pequeño es una tarea
esforzada que requiere que exista una red de sostén en la que los cuidadores primarios puedan
apoyarse. Esta red suele ser familiar, pero bien puede ser comunitaria o institucional. Lo importante
es que en general se requiere de más de uno o dos adultos para que un niño reciba todo el “alimento”
psicológico que necesita (véanse “función materna” y “función paterna”).

¿Qué dificultades relacionadas con el entorno deben
llamar nuestra atención y ser abordadas?
Sea cual fuera su causa, las carencias de cuidados en el marco de un vínculo entre el bebé y el adulto
llevan a una pobreza de las interacciones, y por lo tanto, de la vida cognitiva del niño pequeño. Por
otra parte, las distorsiones vinculares perturban el acceso del bebé al conocimiento de sí mismo y
del entorno. Por ejemplo, las actitudes adultas reiteradamente inadecuadas, incoherentes e imprevisibles impiden o ponen en crisis la posibilidad del bebé de buscar y encontrar referentes estables
y expectativas esperables, y lo pueden llevar a retirarse de los intercambios y replegarse sobre sí
mismo. Y esto en detrimento del interés y la vinculación con el pensamiento y la vida cognitiva, del
conocimiento del mundo que lo rodea y de sus propios procesos de pensamiento 15.
Al incluir la relación entre un adulto y un bebé en el marco de una clasificación, estamos considerando
su tono general, no un momento particular de vinculación. Un vínculo presenta distorsiones cuando
una modalidad inadecuada se vuelve prevalente, repetitiva y estereotipada impregnando entonces
la relación adulto-niño de tal forma que esta se fija y pierde entonces flexibilidad y libertad en grados importantes. De modo orientativo, se pueden considerar diferentes tipos de relación adulto-niño
pequeño que denotan dificultades vinculares que requieren en particular ser tenidas en cuenta para
prevenir el establecimiento de dificultades en la constitución psíquica individual del niño.

Tipos de relación adulto-niño pequeño
• La relación sobreinvolucrada, en la que el adulto demuestra un compromiso físico y/o psicológico excesivo con el bebé, lo controla en permanencia, obstaculiza sus iniciativas, metas
y deseos. Sus exigencias son inadecuadas para el nivel de desarrollo del niño. Frente a esto,
el bebé puede desplegar conductas de sometimiento, ser excesivamente obediente o, a la
inversa, muy desafiante. La expresión de sus habilidades motrices y/o expresividad lingüística
puede verse empobrecida. En este tipo de relación, el tono afectivo del adulto incluye variaciones entre manifestaciones ansiosas, depresivas o agresivas que perjudican la interacción
con el bebé, que suele mostrarse enojado o gimotear. En general, no se establece un “diálogo”
gestual recíproco entre adulto y bebé que implique la percepción de dos individuos separados
que interactúan entre sí. Pareciera que el adulto encuentra dificultades para ver al niño como
un sujeto singular con intereses o necesidades diferentes de las suyas. Esto incluye la utilización del bebé para satisfacer las necesidades propias, su uso ilusorio como “confidente” o un
tipo de contacto físico de proximidad extrema o erotizado.

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15 Mazet, P. y Stoléru, S. (2003): Psychopathologie du nourrisson et du jeune enfant. Développement et interactions précoces. París: Masson.

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

4. Dificultades emocionales
en niños de 0 a 3 años

• La relación subinvolucrada, en la que el bebé y el adulto parecen estar desligados, y en la
que la conexión auténtica y espontánea entre ambos es solo esporádica, muy poco frecuente.
El adulto se muestra poco sensible o no responde a las señales que ofrece el bebé. Cuando el
adulto se refiere a su relación con el bebé, no hay consistencia entre su relato y la cualidad de
las interacciones observables. En estas, él ignora al bebé, lo rechaza o bien no lo conforta en
situaciones de necesidad. El adulto no logra hacer eco de los estados emocionales internos del
bebé. Las interacciones afectivas son mal interpretadas y poco reguladas por el adulto. Dentro de
este contexto, el bebé puede parecer tanto atrasado como precoz (autosuficiente) en sus aptitudes motrices y lingüísticas.
• La relación de estilo ansioso-tenso se caracteriza por interacciones tensas, restringidas, en
las que casi no están presentes los afectos placenteros ni los intercambios mutuos. El adulto
suele ser sobreprotector y mostrarse extremadamente sensible y preocupado frente a las señales que brinda el bebé. Su manejo del niño se percibe como torpe o tenso y en las interacciones puede predominar un tono emocional negativo. Adulto y bebé tienen ritmos y estilos
diferentes y no logran adecuarse uno a otro. En este tipo de relación, el bebé puede parecer
tanto sumiso como ansioso o impaciente.
• La relación colérica-hostil se caracteriza por una interacción ruda y abrupta, a menudo carente de reciprocidad emocional. El tono de las interacciones es hostil y agresivo, hay tensión,
y falta de afectos placenteros y entusiasmo. El adulto parece insensible a las necesidades del
bebé y su dependencia y estado de necesidad parecen enojarlo. El contacto físico hacia él
suele ser abrupto e intrusivo. El niño puede parecer asustado, ansioso, inhibido, impulsivo o
difusamente agresivo. Puede presentar conductas desafiantes o resistentes hacia el adulto,
pero también puede mostrarse temeroso, vigilante y evitativo.
Si cualquiera de estos estilos de relación predomina en el vínculo entre el bebé y sus cuidadores primarios es probable que existan también manifestaciones problemáticas en la organización psíquica
incipiente del niño, o al menos que su desarrollo óptimo esté en riesgo. Hasta ahora hemos descripto
las problemáticas situadas en los vínculos. A continuación vamos a desarrollar las problemáticas
ligadas al desarrollo integral individual del bebé.

2. La ansiedad
No es la presencia o ausencia de angustia, su calidad o incluso su cantidad lo
que permite predecir la enfermedad o el equilibrio psíquico ulterior. Lo único
significativo es la capacidad del yo para dominar la angustia.
Anna Freud, 1965
Este conjunto de problemáticas, es decir, las dificultades en el espectro de la ansiedad, deben ser
consideradas cuando el niño muestra niveles excesivos de ansiedad o miedo más allá de las reacciones esperables dadas las situaciones cotidianas que lo rodean en cada momento evolutivo. Se
observan miedos múltiples y específicos, o momentos de ansiedad o pánico sin que sea claro qué
es lo que los precipita.

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La ansiedad o el miedo pueden llevarlo a inhibir su conducta (por ejemplo, no se anima a participar
en actividades sociales o manifiesta una timidez excesiva). También, de modo más ruidoso, puede
manifestarse a través de llanto o gritos incontrolables, además de perturbaciones en el dormir y el
comer, o actos imprudentes e impulsivos.

Ansiedad de separación
Existe un tipo de ansiedad específico, muy importante en los primeros años de vida, que se relaciona
con la separación respecto de los cuidadores. Hay niños que muestran un temor excesivo y difícil de
calmar ante personas extrañas o al separarse de aquellas de su referencia. En estos casos, encontramos en el bebé o en el niño una negativa persistente frente a la separación de las personas significativas, una preocupación injustificada por la seguridad y el bienestar de estas personas, o el temor
de que algo pueda provocar su alejamiento. En general, esta situación se acompaña por el rechazo
persistente de ir a dormir sin compañía, temor inadecuado a estar solo y pesadillas reiteradas sobre
la separación. Todas estas situaciones son preocupantes cuando persisten en el tiempo, más allá de
ciertos momentos particulares que requieren del bebé la adaptación a cambios, como por ejemplo,
el ingreso en un jardín maternal.

Reacción prolongada frente a la pérdida de seres queridos
Si bien siempre la pérdida de alguna de las figuras parentales, fraternas o incluso de otras personas
significativas genera una situación de difícil elaboración psíquica, existen casos en que las dificultades para superar esta pérdida se transforman en una problemática específica. En los niños pequeños
existe un riesgo importante de que esto ocurra, tanto por la falta de recursos emocionales y cognitivos,
dado el momento evolutivo en que se encuentran, como por el hecho de que una pérdida así afecta
asimismo a quienes rodean al niño que probablemente también estén involucrados en la situación de
duelo y presenten menor disponibilidad para asistirlo emocionalmente en un momento en que dicha
asistencia y disponibilidad son cruciales.
Pero ¿cuándo podemos considerar que la reacción de un niño a una situación de duelo afecta su
equilibrio y su desarrollo? Cuando, más allá de las esperables etapas de protesta, desesperación
y desinterés que acompañan al duelo, se detecta que, de manera persistente y prolongada en el
tiempo, el niño insiste en llamar y buscar a la persona perdida y rechaza los intentos de consuelo.
También debe preocupar el establecimiento de un estado general de menor expresividad emocional,
retraimiento, tristeza y falta de interés, si pierde logros evolutivos que ya había alcanzado, o presenta
dificultades en las rutinas de sueño y de alimentación.
Otro modo de reacción, que si es prolongado indica dificultades, es que muestre desinterés o indiferencia frente a elementos que recuerdan a la persona perdida; o bien, por el contrario, una extrema
sensibilidad y desorganización afectiva frente a cualquier cuestión que la recuerde.
Finalmente, conviene notar que si un niño en esta circunstancia comienza a manifestar actos agresivos hacia el entorno o hacia sí mismo, estos podrían ser consecuencia de un sentimiento de culpa,
por sentirse responsable de lo sucedido.

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Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

4. Dificultades emocionales
en niños de 0 a 3 años

3. La depresión
Los bebés también pueden presentar trastornos en su desarrollo derivados de estados depresivos.
Estos estados se encuentran ligados, en general, a carencias tanto cuantitativas como cualitativas en
los vínculos con sus cuidadores primarios.
Se puede inferir la existencia de una organización depresiva en un bebé cuando encontramos que falta
en él la natural curiosidad e interés tanto hacia las personas y los objetos que lo rodean, como hacia su
propio cuerpo (atonía psíquica o falta de tono vital), cuando disminuyen los intercambios sociales en la
relación del bebé con las personas que lo rodean y, además, cuando se muestra indiferente respecto
de la identidad de las personas con las que se conecta, es decir, actúa de modo similar con diferentes
personas, sin mostrar preferencias o rechazos. En este sentido, suele suceder que la angustia del
bebé frente a los extraños, que es un hito esperable del desarrollo cercano al octavo mes, no aparece.
Respecto de su motricidad, un bebé o un niño pequeño deprimido puede mostrar movimientos repetitivos o parciales –inicia movimientos y los interrumpe antes de haber terminado la acción–, y este
“enlentecimiento” es más notorio respecto de la motricidad gruesa que de la motricidad fina.
También puede suceder que un bebé deprimido presente mayor tendencia a enfermarse o a dormir
más tiempo que el esperable, o evidencie trastornos psicosomáticos. Asimismo, hay casos en que el
estado depresivo se traduce, más que en quietud y atonía, en estados de agitación e inestabilidad
motriz (moverse sin parar) y en insomnio persistente.

4. Dificultades en el espectro de la regulación
En algunos niños podemos encontrar una dificultad particular para regular, procesar y modular los estímulos tanto externos (luz, sonido, estímulos táctiles, orales, etc.) como propioceptivos
(internos). Esto los lleva a desarrollar o bien una gran sensibilidad a la estimulación sensorial o
bien una necesidad de niveles de estimulación superiores a lo esperable. Cuando esta dificultad
predomina por sobre las demás, se puede considerar la posibilidad de que exista una dificultad
en el espectro de la regulación.

Este tipo de problemática suele implicar también déficits cualitativos en las aptitudes para la planificación motriz, su modulación tanto en la motricidad gruesa como en la fina, el procesamiento visoespacial, el procesamiento auditivo-verbal o la articulación verbal.
Encontramos también en estos niños dificultades en el establecimiento de capacidades crecientes de
concentración y para regular la intensidad, la frecuencia y la duración de las respuestas emocionales,
en particular las emociones negativas (enojo, tristeza, frustración). Del mismo modo, los problemas
en el área del sueño y la alimentación también están presentes.
Algunas clasificaciones diagnósticas proponen diferenciar, dentro de este espectro, entre los niños
que son hipersensibles frente a la estimulación, aquellos hiporreactivos —que requieren de una estimulación superior a la habitual— y aquellos en quienes el centro del problema se encuentra en la
desorganización e impulsividad ligadas a la respuesta frente a la estimulación.

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Estas dificultades están relacionadas probablemente con diferencias individuales ligadas constitucionalmente a la sensibilidad frente a los estímulos que posee cada niño al nacer. Sin embargo,
desde los primeros momentos de vida, el encuentro con el ambiente —es decir, con los adultos en
los primeros vínculos, y el modo en que ellos participan para captar empáticamente las necesidades
particulares del niño en este plano, ayudándolo a regular o intensificar los estímulos— puede resultar
un factor crucial para el establecimiento de un vínculo que equilibre la dificultad inicial y favorezca la
salud mental del niño en el futuro.

5. Trastornos del espectro autista
Son aquellos padecimientos crónicos y de comienzo muy precoz que se caracterizan por involucrar
dificultades en tres o más aspectos del desarrollo:
• interacción social;
• comunicación y lenguaje;
• conductas restringidas, repetitivas, extrañas;
• sensibilidad (restringida o aumentada) frente a estímulos auditivos,
visuales, olfativos y vestibulares.
Se considera que estos constituyen trastornos del espectro de la comunicación y la relación, pero
involucran diferentes áreas de la organización psíquica y de la conducta de los niños pequeños,
iniciándose en general en los primeros meses de vida.
Este tipo de dificultades implica una perturbación severa, aunque no total, de la capacidad para
establecer vínculos emocionales o sociales. Se dan cuando los niños no logran establecer con facilidad circuitos recíprocos de comunicación. Es decir, circuitos que impliquen la atención en el otro
como interlocutor, un ritmo de turnos, de ida y vuelta en la comunicación. Además, se da cuando
los niños no buscan y no logran establecer con el otro circuitos de atención conjunta hacia un tercer
elemento, como por ejemplo, señalar un objeto y atraer la mirada del otro hacia ese objeto en un ida
y vuelta de comentarios no verbales (expresivo/gestuales) o verbales. A este estilo de involucramiento con el otro se agrega una docilidad particular, ya que se da junto con una actitud de desapego
respecto de las personas.
A esto se suman con frecuencia problemas en la integración del esquema corporal*, en la postura y
en la motricidad, dificultades graves en la alimentación, el sueño y la adquisición del control de esfínteres. Del mismo modo, la regulación del nivel de actividad y atención se encuentra comprometida,
ya que estos niños suelen manifestar hiperactividad y dispersión en las actividades.
Una característica habitual que podemos encontrar en estos casos son las disfunciones significativas
en el modo de tratar diversas informaciones sensoriales; por ejemplo, los niños suelen poseer una
resistencia inusual ante estímulos como el frío, el calor y el dolor. Y, a la vez, presentan mucha sensibilidad hacia los olores y los estímulos lumínicos. También pueden buscar estimulaciones vestibulares
(ligadas a la percepción interna del cuerpo y su posición) de modo persistente y a veces aparecen
conductas autoagresivas.

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En general, estos son niños que no se sorprenden y que muestran mucho mayor interés por el mun-

Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia

4. Dificultades emocionales
en niños de 0 a 3 años

do inanimado que por estímulos que provienen de la relación con otras personas. Su juego no es el
habitual, suele ser repetitivo y no posee valor simbólico.

6. Problemas graves de la expresión somática
El cuerpo, su funcionamiento y la regulación de las diferentes funciones como la alimentación, el
sueño o el control de esfínteres constituyen un escenario sensible a los trastornos ligados al desarrollo psíquico. Estas disfunciones o compromisos diversos relacionados con la vulnerabilidad frente
a las enfermedades somáticas han sido ya mencionados y están presentes en general en la crianza
de niños pequeños.
Dentro de este marco, sin embargo, se da la posibilidad de la existencia de afecciones más graves o
generalizadas que afectan el desarrollo de manera integral. En particular, ocurre en algunos niños un
detenimiento o retraso del crecimiento sin causas orgánicas que se vincula a carencias o distorsiones
graves en los vínculos tempranos y el entorno que rodea al niño, y que presenta mejoras cuando estos son abordados o cuando el niño cambia de entorno. Por ejemplo, se trata de niños que dejan de
crecer o dejan de aumentar de peso pese a recibir alimentación adecuada. Si bien este cuadro no se
limita a la primera infancia y se puede encontrar en la niñez en general y en la adolescencia también,
los riesgos que implica son mayores en los primeros años de vida.
Los casos más extremos de este tipo de situación han sido documentados desde la década de
1950, a partir de las observaciones de René Spitz acerca del hospitalismo*, que llega a los estados
de marasmo físico grave de bebés que no recibían cuidados personalizados sino compartidos
entre muchos niños, con muchos cuidadores en un marco de institucionalización. Esto remarca la
necesidad de vinculaciones específicas y estables del bebé en los primeros meses de vida como
un alimento invisible, pero de altísima influencia en la posibilidad de crecimiento y desarrollo tanto
físico como mental.

7. Trastorno por estrés traumático
Ya se ha hecho referencia al efecto de las situaciones traumáticas y el estrés agudo (un acontecimiento traumático grave y repentino) o crónico (diversidad de acontecimientos menos graves o repetidos
en el tiempo), que al no existir factores protectores que los morigeren, tienen efectos nocivos sobre
el desarrollo de un niño. Pensemos entonces que cuando estamos frente a ciertos modos de organización de la conducta del bebé o el niño pequeño, y de su relación con el entorno que difieren de los
esperables, debemos considerar en primer lugar si esas conductas responden a una reacción frente
a este tipo de situaciones.
El trastorno por estrés traumático ordena una serie de síntomas que pueden surgir en los niños
cuando estuvieron expuestos a una sola situación traumática severa o bien a una serie de sucesos
traumáticos relacionados o a un estrés crónico, sostenido. Considerando la importancia del entorno
para un niño pequeño, estos sucesos no necesariamente lo implican a él en forma directa, sino que
pueden estar ligados a la percepción de riesgos o situaciones traumáticas referidas a las personas
más cercanas a él.

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