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Título: ARQUITECTURA ROMANA: LA DOMUS COMO MANIFESTACIÓN DEL INGENIO ARQUITECTÓNICO ROMANO Y DEL LUGAR SOCIAL DEL PROPIETARIO UNA SOC
Autor: Cora

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LA ARQUITECTURA DOMÉSTICA ROMANA: ORÍGENES Y EVOLUCIÓN
Cora Dukelsky1
La arquitectura como espacio
La arquitectura romana es la creación más original y creativa de este pueblo
esencialmente pragmático. Aún nos asombra la riqueza de imaginación en cuanto a la
invención de temas: templos, anfiteatros, basílicas, termas, foros, palacios, tumbas,
puentes, acueductos, caminos... La cultura romana se impuso a través de la construcción
de ciudades, la arquitectura se convirtió, entre ellos, en un arma política. Construir
ciudades para un general romano es el equivalente a romanizar, la mejor forma de
penetración en el territorio enemigo es creando centros donde se lleva a cabo la vida
romana, donde se efectúa la mejor propaganda política de la pax romana. La arquitectura
es así una imagen de toda Roma.
Los edificios, con sus muros enormes, sus imponentes dimensiones y la
magnificencia de su decoración dan impresión de fuerza, poder, habilidad, parecen haber
sido construidos para durar eternamente como el propio Imperio. Existe en Roma un
gusto por lo colosal, las Termas de Caracalla podían albergar 1.600 bañistas, el Anfiteatro
Flavio (Coliseo) 50.000 espectadores. La misma ciudad de Roma alcanzó el millón de
habitantes (algunos autores hablan de 2 millones). Los romanos desarrollaron, de esta
manera, un particular sentido del espacio.
En la arquitectura griega el espacio forma parte de su afán por aprehender la
belleza absoluta, es un elemento abstracto al cual el artista da consistencia partiendo de
esquemas ideales, de números que reflejan la armonía universal. El arquitecto griego
encierra un trozo del cosmos y le da un volumen de proporciones perfectas, sin
preocuparse demasiado por el ámbito interior. El romano se ubica frente al espacio de
manera totalmente práctica, utilitaria; lo convierte en el lugar de su acción, en un
elemento concreto y vital. El espacio interno se expande de acuerdo a las necesidades
específicas de cada edificio y se convierte en el fundamento de la expresión
arquitectónica.
Técnica constructiva
Los arquitectos romanos fueron, al parecer, en su mayoría griegos y orientales
helenizados. El emperador Trajano lo reconoce en una carta a su amigo Plinio el Joven y
los nombres de los arquitectos que nos han llegado lo confirman bastante. Cicerón
utilizaba a un griego para construir sus villas. Apolodoro que trabajó para Trajano era un
griego de Damasco. El arquitecto romano, (en realidad, el artista romano) no parece
haber sido tan importante para su comunidad como el griego. Sabemos muchos nombres
de artistas griegos pero escasos romanos.
Existen también importantes diferencias conceptuales y técnicas entre la
arquitectura griega y la romana. El sencillo sistema trilítico griego se transforma en Roma
con la utilización sistemática de arcos, bóvedas y cúpulas. El cuidado artesanal por el
detalle, la perfección estética y armónica, las correcciones ópticas, hacen de un templo
griego una joya única, irrepetible. Entre los romanos el arte de construir se transforma en
1

* El presente trabajo está basado en Dukelsky, C. (1993) La casa romana, domus itálica, domus
pompeyana. La casa romana de fin de la época imperial, la domus africana, Buenos Aires.

un hecho práctico, funcional, el edificio debe servir para ser habitado, recorrido, vivido y
debe construirse de manera rápida, barata y eficaz.
Los romanos elaboraron nuevos materiales constructivos menos notables y
vistosos pero más aptos para permitir ciertas audacias estructurales exigidas por la nueva
concepción del espacio interno.
Uno de los más notables inventos de los constructores romanos fue el hormigón u
opus cementicium, cuya técnica consiste en construir dos paredes relativamente delgadas
de ladrillo y rellenarlas con tejas rotas, cal, arena, una piedra volcánica llamada
puzzolana y agua. El arquitecto Vitruvio explica en su texto De Architectura, escrito
alrededor del 28 a.C., las bondades de este método constructivo:
“Hay una clase de piedra a la cual la naturaleza ha dado una virtud admirable. Se la
encuentra en país de Baia y en las tierras alrededor del Vesubio. Este polvo mezclado con
cal y piedras une los ladrillos firmemente no sólo en los edificios ordinarios sino también
en el fondo del mar ya que hace cuerpo y endurece maravillosamente.”2

El opus cementicium produjo muros de gran resistencia cuya superficie se decoraba a
veces con mármol o estuco, pero el interior era virtualmente una masa monolítica. Esto
formaba un soporte admirable para bóvedas y cúpulas que ellas mismas se construían en
hormigón y se convertían así en monolíticas sin empujes laterales. El
empleo
del
hormigón representó una innovación capital, que se generalizó a comienzos del Imperio y
permitió construir más rápidamente edificios más sólidos y espaciosos, algunos de los
cuales han sobrevivido hasta nuestros días, como el Panteón, el anfiteatro Flavio,
acueductos, puentes, etc.
Vivienda y Sociedad: Casas de inquilinato
Si bien la arquitectura pública generó el mayor esfuerzo económico y artístico, el
ámbito de lo privado tuvo también logros importantes. Los romanos de mayores recursos
habitaban una domus, esto es una casa unifamiliar que analizaremos más adelante.
También podían ser los felices dueños de una villa suburbana, que les permitía gozar de
la naturaleza y, a menudo también controlar los trabajos agrícolas que les daban una
renta. En cambio los habitantes de menores recursos residían en viviendas colectivas, las
insulae, que ocupan menor extensión de terreno y albergan a mayor cantidad de personas.
Realizadas con materiales baratos, tenían poca iluminación, escasa higiene y eran
frágiles. La población de las grandes ciudades, en constante aumento exigía casas de
alquiler. La presión urbanística obligó a los arquitectos a diseñar casas de varios pisos,
por lo menos desde la época de Vitruvio, quien comenta:
“las leyes públicas no permiten que el grueso de las paredes externas sea de más de pie y
medio: por consiguiente, las demás paredes, para que no resulten estrechas las
habitaciones, tampoco han de ser de más espesor. Ahora bien, las paredes de adobes, a
menos de ser de dos o tres adobes, no pueden sostener la carga de más de un piso. Dada
la magnificencia de la ciudad y el inmenso número de sus habitantes es necesario
disponer de numerosísimas viviendas, y como la superficie del suelo no puede
proporcionar cómodas habitaciones dentro de los muros a tanta gente, esto obliga a echar
mano del recurso de la altura, levantando sobre pilastras de piedra y muros de
mampostería pisos altos, con enmaderamientos continuos y espesos que aumentarán con
gran utilidad los aposentos. De este modo, multiplicados dentro del recinto en el sentido

2

Vitruvio, De Architectura, Libro II, cap. 6, 37-38

de la altura los pisos y las viviendas, tiene sin impedimento el pueblo romano buenas
habitaciones.”3

El desarrollo edilicio romano se manifiesta con particular claridad en la vecina
ciudad portuaria de Ostia. Allí, luego que Trajano hiciera ampliar el puerto, se desarrolló
una intensísima actividad constructiva. Las casas adquieren un formato adecuado a las
clases medias y populares a través de vastos inmuebles de numerosos pisos, llamados
insulae, generalmente organizados en torno de un patio interior, lo que hoy llamaríamos
casas de inquilinato. En general, la planta baja se abre hacia la calle con tiendas, mientras
de un lado arranca una angosta escalera que conduce a los pisos superiores. Esto llevó a
exageraciones en la cantidad de pisos, que tuvieron que ser restringidos, como nos indica
un documento posterior al gran incendio de Roma. Tácito escribe en sus Annales (116
d.C.) algunas de las normas que se establecieron para la reconstrucción de Roma después
del incendio del año 64:
“... los terrenos de Roma que no habían sido ocupados por la casa de Nerón no fueron...
edificados al azar y sin orden, las casas debían situarse en disposición alineada, se
ensancharon las calles, la altura de los edificios fue reducida, se abrieron patios y se
levantaron porches para proteger los frentes de cada una de las ínsulas (manzanas)...”4

Vivienda y Sociedad: La DOMUS
Dejaremos de lado la casa colectiva romana para concentrarnos en la casa
monofamiliar, la domus y su antecedente la casa griega de peristilo.
La casa griega se organiza alrededor del peristilo, patio interior rodeado de
columnas. Posiblemente el patio de peristilo corresponda a época helenística, o por lo
menos el s. IV a. C., época en que se construyeron las casas en la ciudad de Olinto.
Algunas de ellas tienen patios con pórticos interiores y en ciertos casos rodeando
totalmente al patio. Las casas de Delos, que ya tienen peristilos completos corresponden
al siglo II a.C. Las habitaciones suelen distribuirse en dos pisos y el patio rodeado de
galerías con columnas permite la entrada de luz y aire. 5

Delos. Casa occidental del Lago Sagrado, Casa del Tridente.
3

Vitruvio, De Architectura, Libro II, cap. 7, 40-45
Tácito, Annales, vol III, XV.
5
Para ampliar el tema ver Martienssen (1967: 57-65)
4

La domus itálica se concentra en torno al atrium, vasta sala cuya parte central se
encuentra descubierta, lo que permite airear e iluminar el lugar, y las habitaciones que
dan a él, y también recibir las aguas de la lluvia en un estanque (impluvium) situado bajo
la abertura (compluvium).

Domus itálica
Obviamente existen puntos en común entre el atrio y el peristilo, ambos
proporcionan los mismos servicios de aireación, iluminación; sin embargo los dos
elementos difieren profundamente, tanto en relación a sus funciones sociales como en su
concepción arquitectónica. En la casa griega, el patio de peristilo permite el desarrollo de
unas amplias columnatas, estaba generalmente enlosado y en él no existía una orientación
espacial específica, está vuelta hacia adentro, hacia sí misma. La domus se alinea, en
cambio, sobre un eje direccional, poniéndose en una relación particular con el espacio,
según un principio de axialidad.
Las casas griegas solían ser pequeñas, pero aquellas de los más ricos tenían una
entrada que llevaba hacia el patio de peristilo, tras el cual se ubicaban habitaciones, la
más importante era el comedor, el llamado andron, porque allí se admitían a los hombres
que no pertenecían a la casa. Las mujeres podían usar el patio cuando no había hombres
extraños presentes y tenían sus propias habitaciones (gineceo) separadas por una fuerte
puerta. La mujer griega estaba confinada en el hogar una gran parte de su vida, los
hombres o los esclavos incluso hacen las compras cotidianas. Las mujeres salían en pocas
ocasiones, eventos familiares o los festivales religiosos y ciudadanos, pero siempre
acompañadas por esclavas. En el mundo antiguo la mujer estaba recluida, como forma de
protección de su buen nombre, pero en el interior de la casa su dominio era absoluto en la
organización y mantenimiento. Si el dueño de casa recibe invitados la esposa no participa
del banquete, quizá lo prepare o encargue a sus esclavas la cocina y supervise los detalles
al servir, pero no se recuesta en los klinai (lechos) como su esposo y sus invitados
masculinos. Los griegos comían reclinados en lechos y arrojaban los desechos de la
comida, preferentemente pescado, en el piso. Los lechos estaban dispuestos alrededor de
la habitación, en tres de sus lados -por eso la denominación de triclinio en castellano-

mientras el cuarto quedaba libre para el servicio. Se ubicaban por encima de una
plataforma elevada, bajo la cual corría un drenaje que comunicaba con la calle para
limpiar más fácilmente. La plataforma se hace de cemento y en algunas casas el resto del
piso se cubre con mosaico, muy raramente se usaba mosaico en otras habitaciones. Esta
descripción quizás deba aplicarse en mayor medida a la forma de vida helenística ya que
en la época clásica aún los ricos se conformaban con un nivel de vida muy simple. Los
hombres griegos pasaban la mayor parte de su tiempo fuera de su casa, en el ágora,
tratando los asuntos de su polis, filosofando o simplemente conversando con amigos.
Convendría en este punto dejar planteada una duda respecto al tema de la
reclusión de las mujeres griegas. Al parecer no era tan estricta como hasta ahora se
pensaba. Las últimas investigaciones intentan demostrar que en las ciudades griegas el
espacio masculino y el espacio femenino no estaban disociados sino que se
interpenetraban estrechamente, que no se podía asimilar el dominio privado a lo
femenino y el dominio público a lo masculino. 6
La casa romana, la domus, contiene en su organización diferentes niveles de la
compleja vida privada de un miembro destacado de la sociedad republicana o imperial. El
espacio doméstico no se organiza en función de una lógica derivada de necesidades
privadas, sino que es él mismo un producto social. Esta realidad se halla muy presente en
la única reflexión de conjunto sobre la arquitectura que nos ha legado la Antigüedad, el
texto de Vitruvio. En el nos encontramos con la afirmación del vínculo existente entre el
plano de las viviendas y el status social del propietario.
Existen en la domus lugares destinados a la familia en sentido estricto, dueño de
casa, esposa e hijos. La estructura familiar se amplia con algunos parientes y todos los
domésticos y esclavos, designados con el término característico de familia, y entre los
que se distingue cuidadosamente a los vernaculi, o sea a los que han nacido en la casa.
Los esclavos no tenían asignado un lugar específico en la domus, se tiraban en el piso
para dormir, cerca de la cocina o vigilando el sueño de los amos.
La dueña de casa gozaba de mayor libertad que su equivalente griega y su papel
en la sociedad romana se evidencia desde la República. Sin embargo su posición en la
comunidad sólo tiene sentido en relación con el del hombre, el paterfamilias. El padre de
familia no lo es por haber engendrado hijos legítimos: se podía tener descendencia sin ser
"padre". A la inversa, se permitía a un hombre llevar este título sin haber engendrado ni
adoptado jamás un hijo. Pues, según la terminología jurídica, pero también en el uso
corriente de las denominaciones y de las formas de tratamiento, se llamaba paterfamilias
tan sólo al ciudadano que ya no estaba bajo la potestad paterna de ningún ascendiente en
línea masculina y que tenía poder sobre todos los habitantes de su casa. El título de
"madre de familia" depende del matrimonio. Bajo el nombre de materfamilias hay que
entender la esposa de un paterfamilias.
Una de las costumbres romanas más interesantes vinculadas con la distribución de
la vivienda es el banquete. Tenía muchísima importancia para todos los romanos,
especialmente los de clase alta. El romano demuestra en él su estilo de vida, su cultura,
sus amistades. El festín constaba de dos partes -de manera similar al banquete griego- en
la primera sólo se comía, sin beber; en la segunda, la más importante y prolongada, se
6

Ver SCHMITT PANTEL, Pauline. (1991) La historia de las mujeres en la historia antigua, hoy en
“Historia de las mujeres. La Antigüedad”. Dirigida por Georges Duby y Michelle Perrot. Madrid.

bebe y constituye el banquete propiamente dicho. "El banquete era mucho más que un
banquete, y se esperaba que las conversaciones giraran en torno a consideraciones
generales, temas elevados y descargos de conciencia; si el dueño de la casa tiene un
filósofo particular o un preceptor para sus hijos, le hará tomar la palabra; y habrá
intermedios musicales (con danzas y cantos), ejecutados por profesionales cuyos
servicios se alaban, que realcen la fiesta. El banquete es una manifestación social tanto y
más que una ocasión para los placeres del vino, y por esos precisamente acabó por dar
lugar a todo un género literario, el del "banquete" en que gente culta, filósofos o eruditos
(grammatici), abordaban temas de alta cultura. Cuando la sala de festín ofrece también el
espectáculo de un salón más que el de un comedor, se ha alcanzado el ideal del banquete,
y ya no es posible confundirlo con una francachela popular. "Beber" designaba entonces
los placeres de la mundanidad, de la cultura, en ocasiones los encantos de la amistad; por
eso hubo pensadores y poetas que pudieron filosofar sobre el vino." 7
La casa romana es sede de actividades en apariencia extremadamente
heterogéneas, entre las cuales algunas que hoy parecerían tener que ver por excelencia
con la vida pública como la ceremonia cotidiana de la visita de la clientela. Los clientes
se vinculaban al paterfamilias para conseguir favores o en agradecimiento a ellos. El
dueño de casa, por su parte, adquiere prestigio por la muchedumbre que cada mañana
acude a saludarlo en traje de ceremonia (toga) y que recibe a cambio una especie de
propina (espórtula). Los clientes piden protección al patrono para hacer una carrera
pública, o de negocios y también están los pobres diablos, los poetas, los filósofos, entre
los cuales se encuentran muchos griegos que, a menudo, no tienen otro medio de
subsistencia que estas limosnas. De acuerdo a su rango se los va admitiendo en el interior
de la domus por orden de jerarquía.
Domus itálica
La arquitectura de la vivienda de los romanos se conoce mucho mejor que las de
los griegos debido a que la erupción del Vesubio conservó en muy buen estado varias
ciudades y pequeños pueblos, con sus villas de veraneo, en Pompeya y sus alrededores.
La organización espacial de la domus itálica, su distribución de las habitaciones y
espacios abiertos tiene antecedentes etruscos y griegos pero rápidamente se convierte en
una arquitectura típicamente romana, lo que llamamos la domus itálica con ejemplos
conservados de época republicana.
La puerta de la domus itálica se abre sobre la calle al centro del frente, desde allí
se pasa a un breve corredor formado por el vestíbulo y las fauces separados por una
puerta cancel (la ianua). A ambos lados del pasillo de entrada dos habitaciones que
pueden ser negocios o el escritorio del paterfamilias. En el centro de la domus se ubica
un patio con claraboya, el llamado atrio, la antigua sede del hogar (fogón). En muchas
casas romanas éste era a menudo representado simbólicamente con una mesa de piedra, el
fogón verdadero, en la casa del período imperial, está relegado a un ambiente especial
destinado a cocina, probablemente para que los olores no perturbaran a los habitantes.
Alrededor del atrio, cubierto por las cuatro vertientes del tejado que confluye
(compluvium) hacia el interior vertiendo las aguas de lluvia en un receptáculo que hay en
el suelo (impluvium) se disponen, a menudo simétricamente, las habitaciones. Frente a la
entrada se ubica el tablinum, lugar de reunión de la familia y de recepción. En los
7

VEYNE,Paul. (1990: 187)

sectores laterales, dormitorios (cubiculos), locales (alae) donde se conservaban en un
armario las imágenes de los antepasados, las imago maiori, y otros sectores con altares
destinados al culto doméstico, ceremonias que oficiaba el paterfamilias.
El hogar familiar estaba protegido por el genius familiar y por los Lares y
Penates, dioses de carácter local. Los Penates eran los protectores de las provisiones de
boca (penus). Su nombre era colectivo. En todas las casas al ir a comer se hacía una
ofrenda a los Penates para propiciárselos. Los Lares, dioses custodios del hogar, también
recibían un nombre genérico y realizaban actividades protectoras para toda la "familia",
es decir, la familia en sentido amplio, incluida la servidumbre. Estas divinidades
familiares fueron siempre de gran importancia en el culto doméstico latino. Con el
tiempo, Lares y Penates adquirirán forma humana, sin que su papel de protectores
familiares cambie en lo más mínimo. En las capillas de Pompeya, los Lares flanquean al
genius del dueño de casa, es decir, a su demonio personal, que lo acompaña tanto en la
vida como en la muerte, y cuya fuerza genética asegura la perpetuación de la raza. Los
cultos domésticos romanos permanecerán casi idénticos a lo largo de los siglos, siéndoles
siempre ofrecida en la calma del hogar familiar la ofrenda de fuego al Lar, la del vino
puro al genio y la del perfume a los Penates.
Otra manifestación del culto familiar ligada al rito funerario era la costumbre de
guardar las imágenes de los antepasados en un armario ubicado en el atrio. Debemos
tener en cuenta, sin embargo, que este culto era un privilegio de las clases altas. El
historiador griego Polibio, quien llega a Roma en el 166 a.C. se asombra del ritual
funerario del patriciado romano
"Cuando muere un personaje ilustre, durante la celebración de las exequias es llevado,
con gran pompa, al foro, junto a lo que se llaman los rostra, donde casi siempre se le
coloca de pie y bien visible, raramente acostado...Mientras el pueblo rodea el ataúd, el
hijo del difunto... sube a la tribuna y conmemora las virtudes del muerto y las empresas
que ha realizado con éxito durante su vida...Después de la laudatio funebris, el muerto es
amortajado con los ritos fúnebres habituales, y su imagen, encerrada en un relicario de
madera, es llevada al lugar más honorable de la casa...Esta imagen es una máscara de
cera que representa con una notoria fidelidad la fisonomía y el color del difunto. Cuando
se celebran sacrificios públicos, se exponen estas imágenes y se les honra con grandes
atenciones; y cuando muere algún pariente ilustre, se las lleva en procesión a los
funerales, por personas que por su estatura y su aspecto exterior son las más parecidas a
los originales, quienes, además, las aplican a su propio rostro..."8

Domus pompeyana
Del tipo sencillo y austero de la primera domus itálica, con su construcción severa
y maciza, sobria en sus líneas arquitectónicas y en el número limitado de sus
habitaciones, se pasa en el s. II a.C. a la casa de influencia helenística con varios atrios,
amplio peristilo, con jardín y con habitaciones dispuestas, según las diferentes estaciones,
en las partes más frescas o más soleadas. Durante la época helenística, la casa romana
evoluciona rápidamente adjuntándosele, por su parte trasera, un peristilo, cuyo patio se
dispone comúnmente como jardín en lugar de estar enlosado, como es usual en el mundo
griego.
8

Polibio, Historias, VI, 53

VER http://pompeya.desdeinter.net/pompeya.htm
La habitación principal de la casa, el tablino, se abre sobre el atrio a lo largo de la
dirección del eje de la casa. El que entra divisa así, más allá del atrio, al patrón de la casa
en su triclinio, y el patrón vislumbra en seguida al visitante. Este simple tipo básico
puede ser ampliamente variado, se puede enriquecer con patios sucesivos y terrazas y el
agregado de peristilos por influencia griega. Permanece, sin embargo, característica la
organización de la casa a lo largo de la dirección de un eje que pasa a través de la puerta,
el atrio y alcanza al tablino.

Domus Pompeyana

Casa del Fauno

Esta visual establecida sobre el eje de las domus se sentía por los mismos
romanos como una especial orientación en el espacio. Veamos como la describe Plinio el
Joven.
"A la casa se llega por el este y en primer lugar se entra en un atrio simple, pero no falto
de adornos. Siguen, a lo largo del eje, pórticos y columnas que circundan como una gran
D latina un patiecillo gracioso. En la mitad del eje se abre una risueña sala que se asoma
sobre el mar con una saliencia en la cual están colocados tres lechos. Las puertas son muy
amplias, y también son amplias las ventanas, tres de las cuales dan sobre el mar. Si
recorremos la casa en sentido opuesto, vemos a continuación la sala, un pórtico, el

pequeño patio, otro pórtico, el atrio y luego la puerta de ingreso, que se abre sobre el
fondo de los bosques y colinas lejanos."9

Comodidades y decoración
"No había agua corriente a domicilio, salvo para algunos muy raros privilegiados,
las acueductos alimentan las fuentes y los baños públicos... Salvo para unos privilegiados
no menos raros, existía la prohibición de que nadie, ciudadano o extranjero, pudiera
desplazarse a caballo o en vehículo dentro de una ciudad: ello hubiese equivalido a un
insulto a la dignidad cívica. Las rodadas que se ven en las calles de Pompeya sólo servían
para los carros que transportaban materiales o mercancías, así como a veces para los
carruajes rituales de determinadas procesiones religiosas... No había chimeneas ni
estufas... en Italia, en las ciudades, sucedía como sucede aún en la actual Pompeya, en
este rudo invierno de 1984, en que las puertas de las tiendas permanecen negligentemente
abiertas ya que hace el mismo frío dentro que fuera. Entonces, como ahora, había que
estar abrigado lo mismo en la calle que en casa, y la gente se metía en la cama vestida del
todo (los poetas eróticos se lamentan de las crueles que ni siquiera en el lecho se quitan
su manto). Sin embargo, como ahora también, en el interior de las viviendas urbanas, hay
braseros encendidos por todas partes; no son capaces de caldear el ambiente, pero de vez
en cuando uno se acerca a desentumecerse en el estrecho círculo de su calor."10

Para el problema de calefaccionar estos ambientes de las domus podrían haberse
utilizado los sistemas de calor bajo los pisos que se empleaban en las termas, sin embargo
sólo se emplearon tardíamente y en los climas más fríos de las provincias del norte. Los
ambientes eran buenos en verano, sombreados y frescos, pero en invierno el frío obligó a
utilizar pocas aberturas. El vidrio para ventanas era raro, no se conseguía ampliamente
antes del s. I. d.C. por consiguiente se creó un problema de iluminación, ya que las
aberturas creadas para admitir la luz dejaban escapar el calor. Esta es una razón por la
cual las partes más antiguas de las casas tenían pocas y pequeñas ventanas.
En general las comodidades se ampliaron a medida que pasaba el tiempo. El uso
cada vez mayor de vidrio para ventanas mejoró la iluminación, la introducción gradual de
9

Plinio el Joven. Carta a su amigo Gallo describiéndole una de sus villas.
VEYNE,Paul. (1990: 307)

10

materiales de construcción más durables y resistentes al fuego, trajo nuevos standards de
estabilidad y seguridad, y la permanente expansión de los acueductos proveyó agua
corriente a ciudades que antes confiaban en pozos y cisternas de agua de lluvia. Pero aún
entonces, sin embargo, el agua corriente alcanzaba muy pocas casas privadas. En
Pompeya por ejemplo pocas casas, como la rica villa de los Vettii, se permitían el lujo de
elaboradas fuentes de jardín y juegos de agua.11
La domus se caracteriza por su privacidad. Al menos el piso de la planta baja está
enteramente mirando hacia el interior, aparte de pocas pequeñas ventanas en un nivel
alto, su exterior presenta un muro ciego al mundo que lo rodea para estar seguros frente a
los robos, además de aislarse del ruido de la calle. Otro rasgo notable es el fuerte
contraste de luz y sombra. En el brillante verano del Mediterráneo el efecto estético debe
haber estado condicionado por la alternancia de profundas sombras y brillante luz solar, y
aún en invierno el ritmo de luz y sombra debe haber sido un potente factor visual. Porque
la domus es ante todo un amplio espacio vacío que se adivina desde el momento en que
se penetra en el edificio y a veces desde el mismo umbral, una serie no de salas cerradas,
sino de espacios, los vacíos aventajan a los llenos. Alrededor de los vacíos se disponen
habitaciones asombrosamente pequeñas: se vive en los espacios centrales.
El mobiliario era escaso: triclinios para dormir o para comer, en general de
madera y que por lo tanto no han sobrevivido; mesitas de bronce o mármol, redondas o
rectangulares; sillas de madera; armarios del mismo material, que conocemos por las
pinturas; aparadores, simples estantes de madera; y lampadarios de bronce (soporte
vertical para una o varias lámparas).
Ante la simplicidad de los muebles destacaba la profusión de la decoración
pintada. Decoración de vivos colores, con multitud de motivos mitológicos, paisajes,
bodegones, escenas de género, detalles ornamentales; la pared resultaba a menudo
demasiado recargada para nuestro gusto, aunque en otros casos los artistas nos muestran
un elegante refinamiento.
La decoración pictórica en el interior de la domus contrasta absolutamente con la
concepción doméstica de la Grecia clásica. La arquitectura y la decoración de las
viviendas privadas griegas son modestas. Lo majestuoso y lo lujoso se reserva para el
sector público, para la polis, donde se integra el individuo con su la comunidad. En la
época helenística, la crisis de la polis clásica permite una notable extensión de la esfera
privada a expensas de lo público. Y así nos encontramos con "el lujo creciente de las
viviendas, el desarrollo de colecciones privadas, fenómeno paralelo al de la afirmación de
la obra de arte como mercancía."12
Entre los romanos no siempre se aceptó la concepción decorativa que conocemos
a través de las casas pompeyanas. Las costumbres de la época monárquica y republicana
fueron austeras, casi rústicas y durante largo tiempo se consideró el arte como una
actividad indigna de un ciudadano y corruptora del estilo de vida romano. El Senado
condena moralmente a quienes sucumben ante la moda artística y los critican
amargamente, como hizo Porcio Catón, quien fue censor desde el 184 a.C.:
"A medida que la fortuna de la república se vuelve más feliz y propicia de día en día -y a
la sazón hemos pasado ya a Grecia y al Asia, en las que abundan todos los halagos y
11

Ver LING, Roger.(1986) The arts of Living en “The Oxford history of the classical world”.
BOARDMAN,J, GRIFFIN, J. MURRAY, O. OXFORD. N. YORK.
12
THEBERT, Y (1990: 309)

todos los placeres viciosos, y hemos extendido las manos hacia los tesoros regios- tanto
más me horrorizo, temiendo que aquellas riquezas nos hayan conquistado en vez de haber
sido por nosotros conquistadas. Creedme: las estatuas traídas desde Siracusa son nocivas
para esta ciudad. Al presente son ya demasiados los ciudadanos a quienes se les escucha
elogiar y admirar las obras de Corinto y Atenas y reírse de las imágenes de barro de los
dioses romanos. Yo prefiero que estos dioses me sean propicios y espero que continuarán
siéndolo si logramos que ellos continúen sobre sus pedestales."13

Sin embargo, el proceso no pudo detenerse y luego de la toma de Corinto en el
146 a.C., cuando se concreta la conquista definitiva de Grecia, aumenta
considerablemente el lujo privado (por supuesto, también el público) transformando
radicalmente y por siglos el marco doméstico.
La vivienda refleja el rango social y le permite al poderoso cumplir con sus varios
compromisos, además de aparentar ante los de afuera. De esta manera los salones
principales, comedores o recepción eran los privilegiados en la decoración pictórica y
escultórica; pero otras áreas de la casa que también ven los visitantes, como el atrio, el
peristilo, los baños, ciertos dormitorios, podían recibir especial tratamiento. Sólo en las
casa más prósperas, sin embargo, la mayoría de las habitaciones estaban elaboradamente
decoradas. Aún en Pompeya las paredes pintadas que conforman los conocidos cuatro
estilos están sobrepasadas por las que tienen simples esquemas de franjas o paneles y los
mosaicos de pavimento se concentraban en pocas viviendas muy opulentas.
El propietario usaba la decoración para transformar la domus y exaltarla en toda
su magnificencia. Por ejemplo el primer estilo pompeyano recordaba el revestimiento de
los palacios helenísticos, las formas perspécticas de los estilos II y IV parecían aumentar
el espacio físico de una habitación, o permitían un escape hacia el cielo, o un paisaje, y el
III resaltaba sus aspectos ornamentales.
Otro rol de la decoración interior era convertir partes de la casa en una galería de
arte con copias de cuadros o esculturas griegos, esta era una manera en que los nuevos
ricos podían hacer gala de su cultura. Muchos ricos romanos colocaban copias e incluso
algunos originales de esculturas griegas en sus casas como simples objetos decorativos,
desprendiéndolos de su sentido original. Existían estatuillas religiosas en el altar familiar
(los genius del paterfamilias, y las deidades protectoras del hogar) pero el afán
coleccionista se dirigía hacia los productos griegos que se ubicaban en nichos de los
salones o se desplegaban en jardines y otras partes abiertas de la casa. Las colecciones
eran totalmente heterogéneas, los poderosos las traían directamente de Grecia, pero no
había demasiada discriminación como podemos darnos cuenta por el encargo que le hace
Cicerón a Atico para su villa, "cualquier cosa que consideras adecuado para la palestra y
el gimnasio...” El gran orador se llenó de deudas por sus villas de Túsculo (Frascati), de
Pompeya y de Arpino... En sus discursos contra Verres (año 70 a.C.), acusado de
malversación de fondos y de extorsiones en la provincia de Sicilia, donde ejercía el cargo,
Cicerón nos depara el cuadro más vivo de la manía coleccionista y también el aspecto de
museos que tomaban las villas y las moradas de los ricos. ...Cicerón describe la casa de
un romano, un cierto Heius, en Mesina, que tenía una capilla privada dedicada a la Buena
Fortuna, en la que la estatua del culto era una antigua figura de madera, entre otras
estatuas se encontraban un Eros de Praxíteles, y un Hércules de Mirón, mientras que otras

13

PORCIO CATON famoso por su defensa del honor y la severidad.

habitaciones de la casa estaban adornadas con tapices y tapicería con decoración figurada
"en arte de Pérgamo antiguo"14
La calidad de las obras era muy variable, desde excelentes copias de obras
maestras griegas a pastiches de segunda; lo importante no era la obra en sí, con su
contenido espiritual o estético, sino el número de objetos con que se podía vanagloriar el
dueño de casa. La colección privada de la cual conocemos más es la de la Villa de los
Papiros en Herculano, de la cual se recuperaron ochenta y siete esculturas, entre ellos
figuras de oradores áticos, filósofos estoicos y epicúreos; evidencia del interés por los
estudios humanísticos; que, en algunos casos podían ser sinceros, pero en la mayoría
constituían simplemente una manera de jerarquizar la cultura de los habitantes de la
domus.
El propietario pompeyano promedio se concentraba en temas decorativos. Podía
mostrar el retrato de un antecesor en su atrio como una garantía de una genealogía
respetable, pero la mayor parte de su colección consistía en figuras báquicas, cupidos,
hermes y animales. Algunos heredados o comprados de colecciones más antiguas,
muchos eran adaptados para servir como centros de fuentes, o para colocarse en los
márgenes del impluvium en el atrio, o entre las columnas del peristilo o directamente en
el jardín, donde descargaban el agua en estanques. Cualquiera sea el tema o la función de
las obras, el objetivo del dueño era acumular la mayor cantidad posible de obras para
exhibir y colocarlas para que sean visibles desde ciertos puntos cruciales; los bronces,
que eran más caros y más altamente cotizados se ubicaban en posiciones de privilegio.
También los lugares al aire libre se aprovechaban para lucir las colecciones
artísticas; en los jardines se combinaban con los elementos naturales, plantas, árboles,
quienes también se modelaban con formas artificiales para adecuarlos al ambiente
específico. El arte de la jardinería ocupó un lugar importante en la decoración de las
domus, Plinio el Viejo llamó opus topiarium a esta jardinería ornamental, término que
deriva de la palabra griega topia (paisajes) lo cual revela el origen griego de este arte.15
Los jardines constituían entonces un lugar de demostración de lujo y cultura,
además de zonas de paseos placenteros. Las áreas de comida, triclinia, en forma de U,
encontradas en los jardines de Pompeya revelan que también aprovechaban su frescura y
belleza en las cálidas noches de verano (la actual práctica mediterránea de comer al aire
libre en verano se remonta a la antigüedad).
El fin de la época imperial. La vivienda africana y el urbanismo
El África romana constituía una de las provincias más importantes del Imperio,
las características de su arquitectura son semejantes a las del resto del mundo romano y
por lo tanto el análisis de la domus africana -por la persistencia de los restos- es aplicable
a otros centros imperiales de fines de la Antigüedad. La similitud de las domus de todo el
Imperio se fundamenta en la teoría arquitectónica romana. La arquitectura doméstica
africana, como la de las otras provincias romanas, es el resultado de una reflexión teórica
completamente diferente a las construcciones sin arquitecto, sin programa teórico, de
pueblos más primitivos. Existía en Roma desde hacía siglos una teoría muy elaborada,
14

BIANCHI BANDINELLI (1970:43)
Los griegos embellecían los recintos de los templos y los gimnasios con árboles y arbustos. La asociación
de estatuaria y paisaje comenzó con obras como la Victoria de Samotracia, colocada sobre un barco, en un
estanque de rocas lleno de agua, donde se reflejaba la imagen de la estatua.
15

con consideraciones sociales, estéticas, individuales sobre la ciudad y sus componentes.
Cada ciudad se materializa sobre el terreno de acuerdo con un detallado programa que
puede incluir incluso un plano tipo de las viviendas, o al menos precisar a priori el
espacio que se concederá a cada una de ellas. Desde Hipócrates a Vitruvio, pasando por
Aristóteles, se considera como un factor decisivo de la salubridad de la ciudad la
orientación correcta de las construcciones. 16
Sobre la cuadrícula hipodámica17 de origen griego y algunos elementos de la
cultura etrusca los romanos habían introducido sus propios conceptos, vinculados a ritos
y costumbres que compartían con otros pueblos indoeuropeos. El punto de partida en la
fundación de una ciudad era el trazado de los dos ejes fundamentales, el cardo (NS) y el
decumano (EO) que se cruzaban en ángulo recto, señalando fuerzas celestiales y ctónicas.
El lugar del cruce se reservaba para el foro. En el punto exacto en que ambas líneas se
cruzaban se encontraba el mundus, foso tapado que albergaba a las divinidades ctónicas y
que solamente se destapaba en los días nefastos. En esos días los romanos suspendían sus
actividades para dedicarse a apaciguar el temible poder de las deidades subterráneas. Con
el fin de contrarrestar este poder se trataba de ubicar, muy cerca del mundus, el templo de
los dioses celestiales (generalmente la tríada capitolina); si había montañas, en la parte
más alta, para potenciar la protección a la ciudad. El cardo y el decumano constituyen las
avenidas principales de toda ciudad romana a partir de los cuales se asignaban lugares
específicos para el foro, los templos, la basílica, el anfiteatro, las termas, y el resto de
edificios públicos. Las casas particulares se distribuían en los lugares restantes.

Plano de la ciudad de Timgad, en el norte de África.
16

ARISTOTELES destaca en sus escritos la necesidad de un emplazamiento saludable para la ciudad
afirmando que "el sitio debe ser conveniente, de igual modo, tanto para la administración política como
para la guerra...La disposición de las viviendas privadas ha de considerarse más agradable y generalmente
más conveniente, si las calles responden a un trazado regular, según el estilo moderno introducido por
Hipodamo...". citado en Martienssen, R.. La idea del espacio en la arquitectura griega. Ed. Nueva Visión.
Bs As. 1967. p. 36.
17
Hipodamo de Mileto, nacido en el 479 a.C., introduce en Grecia el planeamiento urbano sistemático
basado en una cuadrícula y en la distribución racional de los distintos sectores de una ciudad. Al parecer se
estableció en Atenas, protegido por Pericles.

Los teóricos que se preocuparon por el urbanismo se interesaron paulatinamente
por las necesidades individuales, Vitruvio dedica bastante espacio a los problemas
propios de la arquitectura doméstica. Los miembros de las clases altas romanas,
cualquiera sea la provincia en la cual residan podían hacerse construir una casa, o
restaurar una casa antigua siguiendo tipologías establecidas. El arquitecto disponía de
sólidos puntos de referencia, observaba una serie de principios generales para organizar y
orientar la construcción, conocía la tipología de las diferentes habitaciones con las
proporciones deseables, y los principios estéticos que le permitían guiar tanto la
organización de los detalles de la decoración como la realización de una columnata.
Todo esto explica la notable unidad de la arquitectura doméstica de las clases dirigentes,
quienes se insertan en un marco que les permite vivir a la romana cualquiera sea la
provincia que habiten; las grandes villas eran el medio más seguro de afirmar su prestigio
a los ojos de sus subordinados locales.
Durante el Bajo Imperio se puede observar que existe una importante similitud
entre la arquitectura de los edificios públicos y los privados. Se la percibe claramente en
la decoración de los mosaicos, en el mismo repertorio de motivos geométricos; también,
en ciertos casos, en los motivos más complejos. Existe también, de la misma manera en
las casas que en los demás monumentos, una tendencia idéntica a multiplicar los ábsides
o a utilizar cada vez más frecuentemente en lugar del tradicional arquitrabe, arcos
apoyados directamente sobre las columnas. Resulta significativo, en este sentido, que se
han planteado numerosos debates entre los estudiosos de este período, a propósito del
destino privado o público de ciertas construcciones.
Las diferencias sociales se manifiestan en las viviendas africanas de acuerdo al
crecimiento de las diferentes ciudades. Timgad, fundada por Trajano en el año 100 d.C.
se dividió estrictamente en cuadrados de alrededor de 400 metros cuadrados, sólo el foro
y algunos grandes monumentos sobrepasaban originalmente estas dimensiones. A medida
que sus habitantes se fueron enriqueciendo no pudieron ampliar sus casas en la zona
céntrica de la ciudad, limitada por la cuadrícula original, de ahí que se desplegaran en los
barrios periféricos, que desbordaron rápidamente la muralla original, con casas que
superaban hasta diez veces el tamaño de las insulae18 de los barrios centrales. Otras
ciudades, cuya organización no fue tan estricta permitieron una mayor flexibilidad y las
casas del centro pudieron permitirse el lujo de distribuir sus habitaciones en torno a un
peristilo. Los propietarios lograron expandirse invadiendo las calles o comprando los
terrenos vecinos para lograr una fusión de dos ó más lotes. Por ejemplo en Bulla Regia, la
casa de la caza nos muestra una vasta domus donde la ampliación del espacio permitió a
su dueño contar con dos vestíbulos, dos peristilos, dos exedras y dos triclinios, además de
la posibilidad de construir termas, letrinas y una basílica privadas.
El espacio doméstico africano en el Bajo Imperio
La riqueza y complejidad de la arquitectura doméstica de los poderosos está
condicionada fundamentalmente por las necesidades sociales del dominus. La
18

El término insula tiene dos acepciones:
a. se aplica a la casa de alquiler plurifamiliar, generalmente de varios pisos y que en un principio formaba
una manzana. Se opone a la domus que era la casa unifamiliar de la clase social acomodada.
b. por extensión se llama así al espacio arquitectónico estructurado de forma cuadrada o rectangular
generalmente rodeado de calles; manzana de casas.

organización del conjunto apunta a resaltar el poderío del dueño de casa, de ahí la
importancia asignada a los espacios de recepción en la disposición de la casa.
Dentro de este contexto el acceso a la domus es uno de los lugares donde el
poderoso puede desplegar su jerarquía. Frecuentemente existen varios accesos, una
entrada principal que se abre en las grandes ocasiones -o quizá en el momento en que el
paterfamilias está dispuesto a recibir a su clientela- y otro acceso más reducido.
Luego del acceso principal el visitante penetra en el vestíbulo, espacio de
transición -sometido a la vigilancia de un esclavo que guarda la entrada- pero no por ello
descuidado. Por el contrario muchos visitantes quizá no pasaran de este sector, por lo que
debía demostrarse desde el principio la magnificencia del dueño de casa. Es significativo
que en la mayoría de las domus ricas el vestíbulo constituye una de las piezas más
amplias.
A continuación se penetra en el peristilo, núcleo de la casa; el atrio ha
desaparecido. Mejor dicho en África la tradicional casa itálica con atrio no llegó a
fructificar. Los patios de columnas de las casas africanas, con su vasto espacio central
descubierto, se derivan simplemente de la concepción arquitectónica del peristilo. Esta
creación griega fue rápidamente adoptada en el mundo púnico antes del contacto con la
civilización romana y luego se continuó con esta tradición. Mientras tanto, en Roma y
otras provincias, la casa itálica, luego de una prolongada evolución que concluye en el s.
IV de nuestra era, deja de lado por completo el antiguo atrio, en adelante centrado
totalmente en el peristilo.
Las funciones del atrio, fundamentalmente la recepción de visitas, cambian en
este nuevo esquema; posiblemente la mayor parte de la clientela era recibida simplemente
en el vasto vestíbulo y el ámbito del peristilo con sus habitaciones se reservaba a los
íntimos o a los de mayor jerarquía.
Podemos notar otro cambio en estas domus africanas del Bajo Imperio desde el
punto de vista espacial. La creciente complejidad de las viviendas, en la ansiedad de
aumentar el tamaño, anexando terrenos vecinos, o el espacio público de la calle; el
aditamento de lujos cada vez mayores, como termas, basílicas y letrinas privadas; lleva a
menudo a la pérdida de la axialidad característica de las domus itálico-pompeyanas.
Incluso en las domus pompeyanas más grandes y elaboradas como la Villa de los
Misterios siempre está presente el eje: vestíbulo-peristilo-atrio-tablino alrededor del cual
se organizan casi simétricamente el resto de los espacios. Las domus africanas conservan
en algunos casos este esquema axial: Volubilis, casa del cortejo de Venus; Althiburos,
casa de los Asclepeia o semiaxial, Volubilis, casa de la moneda de oro, pero la mayoría
presentan un plano mucho más complejo en el cual las diferentes habitaciones aparecen
dispuestas en torno a varios centros jerarquizados, Cuicul, casa de Castorius; Cuicul, casa
de Europa; Volubilis, casa trabajos Hércules.

Volubilis. Casa de los trabajos de Hércules.
1.Vestíbulo. 2. Sala de recepción. Triclinium (10,45 x 8,40 m). 5.Triclinium. 6 y 8 a 11 apartamentos, en 10
estanque circular, 12 y 14 entradas secundarias, 17 a 24. tiendas independientes. 26 a 33. termas.

Posiblemente en las villas africanas ha pesado más el origen directo en la casa
griega de peristilo, con un núcleo alrededor del cual se organizan las habitaciones y no un
eje direccional a la manera itálica. Las piezas de las domus del norte de África aparecen
dispuestas en torno a varios centros jerarquizados, conectados entre sí por una red de
corredores y antecámaras.
Alrededor del o de los peristilos se distribuyen triclinios, exedras de recepción,
lugares para el culto doméstico y otras habitaciones totalmente variadas, todas ellas
mirando hacia los frecuentes juegos de agua -fuentes, estanques de variados formatos- y
vegetación -plantas en macetas o jardines- del centro del patio. Los estanques que
adornan el espacio central están pavimentados con mosaicos con temas vegetales, flores,
frutos, o más a menudo temas marinos, dioses del mar, fauna marina, a veces casi un
catálogo de peces. En algunos ejemplos africanos los estanques se transforman en
verdaderos viveros con peces reales. Motivo de decoración, pero también de ostentación
ya que los peces eran el alimento más lujoso y caro. El edicto de Diocleciano precisa que
su valor es, por término medio, tres veces más alto que el de la carne.19
Los triclinios se distinguen por su amplitud y suntuosidad. La identificación de
esta habitación queda facilitada en muchos casos por el diseño del mosaico: mientras que
el espacio central se adorna con motivos escogidos, el lugar para los lechos dispuestos a
lo largo de los muros aparece indicado por una decoración más sencilla. El lujo de estas
salas pone de manifiesto la función clave que cumplen en la casa. En ocasiones la sala se
enriquece arquitectónicamente con una columnata interior; solución ya descripta con
anterioridad por Vitruvio con el nombre de oecus. La ceremonia de la mesa permite que
el anfitrión se luzca y pueda hacer propaganda de su poder y riqueza, principal objetivo
del banquete también en África como nos cuenta Apuleyo20 en sus Metamorfosis
"Me encontré allí con un buen número de comensales, y, como es de suponer tratándose
de una tan gran dama, con la flor y nata de la ciudad. Lujosas mesas, donde brillaba la
madera de tuya y el marfil, lechos cubiertos de tejido de oro, cálices de grandes
19

THEBERT, Y (1990: 355)
Lucio Apuleyo,(114-184) escritor latino de origen africano, satiriza a su época en las Metamorfosis y
El asno de oro.
20

dimensiones, diversos en su elegancia, pero todos igualmente preciosos; aquí, cristalerías
sabiamente talladas; más allá, vajillas de impecable perfección; en otra parte, plata de
claros fulgores y oro deslumbrante; el ámbar ahuecado maravillosamente así como las
piedras preciosas, excavadas en forma de copas -en una palabra, aquí hay de todo, hasta
lo que parece imposible. Numerosos trinchadores, ataviados con espléndidos mantos,
presentaban con destreza platos copiosamente guarnecidos; y jóvenes camareros de
cabellos ensortijados, vestidos con hermosas túnicas, ofrecían continuamente vino añejo
en copas talladas cada una de ellas en una piedra preciosa"21

Las costumbres familiares con respecto al banquete han variado. El uso antiguo
indicaba que sólo los hombres se acostaran en los triclinios mientras las mujeres
permanecían sentadas. En el Bajo Imperio, las esposas y aún los niños participaban,
recostados, de los banquetes; y hasta el resto de la familia en sentido amplio, sirvientes y
esclavos tenían permitido ese derecho en ciertos días de fiesta. Sin embargo esto no debe
hacernos suponer que las recepciones se habían "democratizado", por el contrario se ha
codificado aún más la demostración de jerarquía en el banquete. Cada comensal ocupa el
lugar que su rango le otorga, a tal punto que existía un sirviente especializado, el
nomenclator para supervisar la ubicación de los invitados.
Además de la sala de comedor (tricilinio) existía otro lugar privilegiado en el que
el dueño de casa presidía determinadas reuniones, las exedras de recepción. En la casa
romana y en la griega la exedra se define como la habitación destinada a la conversación,
con asientos alrededor. No debe confundirse con su otro significado arquitectónico
construcción de planta semicircular, ábside. En la casa romana la exedra de recepción
tiene formas cuadradas o rectangulares. En general, son de menores dimensiones que el
triclinio pero igualmente amplias respecto a las demás habitaciones y cuidadosamente
decoradas. La diferencia estriba en que el triclinium se reserva para las grandes cenas, en
cambio la exedra es, de alguna manera, el despacho del paterfamilias. Cumple las
funciones del tablinum de la domus itálica tradicional. Es el lugar donde trata sus asuntos,
recibe a sus amigos, discute sobre temas culturales. A menudo los temas decorativos
aluden a estas actividades.
En las elaboradas plantas de las domus africanas surgen algunos espacios, antes
esencialmente públicos, que en el Bajo Imperio se añaden a la esfera privada: termas,
basílicas y letrinas privadas.
Desde el comienzo de la historia de Roma, las termas formaron parte de la
estructura de la ciudad. Constituían no sólo lugar de higiene sino también centro de
actividades sociales y políticas. Los monumentales edificios se encontraban divididos en
tres partes, caldarium, templarium y frigidarium; contenían también bibliotecas, salas de
conferencias, jardines.
En el mundo romano la basílica es una construcción de gran tamaño cubierta con
bóvedas de cañón y de aristas, generalmente de forma rectangular apaisada, con ábsides
en los laterales. En éstos se ubicaba el magistrado que administraba justicia y en los
restantes espacios se realizaban transacciones comerciales y reuniones ciudadanas.
Este fenómeno de privatización de ciertas áreas de la ciudad que hasta ese
momento pertenecían a la totalidad de los ciudadanos debemos analizarlo teniendo en
21

APULEYO. Met, II, 19.

cuenta numerosos cambios en la sociedad del Bajo Imperio. En este período se acentúan
las diferencias sociales. Los grandes señores aumentan la distancia respecto a sus
inferiores con estrictas reglas de dignidad cortesana imitando la rígida codificación de las
ceremonias imperiales. La aparición pública del dominus se produce con toda la pompa
en el marco sacralizante de las basílicas privadas.
Existen también profundas modificaciones en la concepción del cuerpo. Frente a
la valoración clásica de la belleza del cuerpo atlético y desnudo, la ideología cristiana
refuerza la noción de pudor y desprecio por lo corporal. Por otra parte no debemos
olvidar que desde el comienzo del arte representativo en Roma existió y persistió con
gran fuerza una corriente, que Bianchi Bandinelli denomina arte plebeyo romano, que no
se preocupó por la mímesis sino por la espontaneidad, la cotidianeidad. La aparición de
las letrinas privadas se ubican dentro de este contexto histórico-estético, además, por
supuesto de la comodidad implícita. Pero no sería esto lo esencial, sino que la dignidad
del poderoso se ve rebajada al compartir las necesidades de todos en un lugar público. El
mismo concepto se puede aplicar a las termas privadas. No es lo mismo aparecer ante su
clientela con un atuendo espléndido y rodeado de un aura de misterio en la ceremonia de
la recepción, que ser visto desnudo o apenas cubierto en las termas de la ciudad.
Entre las restantes habitaciones de la casa son pocas las que podemos identificar
con facilidad, con excepción de los dormitorios, el cubiculum. Sabemos por los textos
que las grandes domus tenían también habitaciones para huéspedes, pero es difícil
identificarlas sobre el terreno. Otros sectores siguen siendo desconocidos, no sabemos
dónde se alojaba el abundante servicio doméstico, quizá se tiraban simplemente en un
camastro que se desplazaba de acuerdo a las necesidades.
Los habitaciones de la vivienda se vinculan entre sí a través de corredores,
elementos de transición y cerramientos que permiten compartimentar los distintos
espacios de acuerdo a las necesidades. Los vestigios permiten afirmar que se usaban
puertas en los espacios intercomunicantes; el triclinio se abre para los festines vespertinos
pero el resto del día permanece aislado del resto de la casa. El espacio central del peristilo
se reserva para las actividades domésticas y los ocios de los habitantes. Las cosas pueden
cambiar en función de las horas del día. Por la mañana se recibe la visita de clientela, y se
abren los espacios destinado a ese fin, vestíbulo, basílica; en cambio, al atardecer se abre
el triclinio o la exedra de recepción para recibir a los invitados para la cena. Papel
decisivo en la compartimentación de los espacios jugaron las tapicerías. Los cortinados
permitían, por ejemplo, cerrar los intercolumnios del peristilo para preservar la intimidad
de un ala del patio y asegurar el aislamiento de las personas ajenas al festín. La difusión
de las tapicerías se vincula a la creciente jerarquización social de la época. San Agustín 22
menciona el hecho de que cuanto más se eleva el rango de un personaje, más abundantes
son los cortinajes que cuelgan en su casa (Sermón LI,5) y también lo vincula con la
dignidad del obispo con su trono adornado de ricos tejidos. La Iglesia va conformando en
ese entonces un aparato ceremonial similar al del paterfamilias recibiendo a sus clientes,
quien a su vez recuerda el complejo ceremonial que se fue elaborando progresivamente
en torno al Emperador.
22

San Agustín (354-430) nacido en Numidia, actual Argelia, fue obispo de Hipona, sus principales obras
son Confesiones y La ciudad de Dios y Tratado de la Gracia.

La decoración de la domus en el África Romana
Así como el programa arquitectónico entraña un significado de exaltación del
poderoso, la decoración de la vivienda nos transmite el mismo sentido. Casi no han
quedado las ornamentaciones de muros y techos, pero sí sobreviven gran cantidad de
mosaicos de pavimento. La temática, posiblemente impuesta por el dueño de casa al
artista, es una manifestación de sus propios valores, sean estos religiosos, culturales,
estéticos. Proseguía el gusto por las escenas mitológicas tradicionales, pero en las
ciudades de la costa africana, donde se vivía del mar, de la pesca y del comercio, las
preferencias se inclinaban por los cortejos de Poseidón y Anfitrite. Encontramos también
escenas con trabajos agrícolas, establos de caballos, en los cuales, curiosamente aparecen
los nombres de cada uno de los caballos. En muchas casas se evidencia una mezcla de
motivos paganos con algunos motivos cristianos que ilustran el modo paulatino en que el
cristianismo se difundió en el Imperio Romano. Las nuevas creencias se superpusieron a
las antiguas. No olvidemos que los romanos, como pueblo esencialmente práctico que
era, aceptaban e incorporaban toda nueva religión "por las dudas". Nunca estaba de más
la protección de otro dios que se agregaba a los anteriores. Los dioses de los países
conquistados subsistían con todo su vigor, bajo un nombre romanizado y se incorporaban
por un fenómeno de sincretismo a la religión oficial. Los creyentes de la antigüedad
convivían con los dioses conocidos o por conocer en un ambiente de tolerancia. Los
cristianos se decían integrantes del mundo romano pero se negaban a manifestar su
lealtad al Estado según las normas habituales, en especial, la del culto al emperador. Este
fue uno de los principales motivos de la hostilidad romana frente a los cristianos y excusa
para las persecuciones.
Inmerso dentro de las necesidades de propaganda aristocrática se difunde en el
arte tardoantiguo un tema figurativo, con connotaciones simbólicas: la escena de caza. En
ella el poderoso persigue, montado a caballo a los animales, mientras sus criados, a pie,
ayudan con los perros, ponen trampas o arrancan las pieles. La jerarquía se impone por la
montura y por la magnificencia de las vestimentas. La actividad glorifica al dominus
también porque él está imitando una sagrada virtud imperial. El Emperador en la caza,
vence a la bestia, ayudado por su poder divino y garantizando la prosperidad del mundo.
Los grandes señores continúan también de esta manera con el antiguo esquema del
guerrero victorioso; recuerdo de Alejandro, prototipo de heroicidad y que se prolonga en
los grandes emperadores y conquistadores romanos. La referencia plástica del jinete
victorioso (caballo encabritado, o en movimiento fogoso, jinete con un brazo en alto en
señal de triunfo) es fácil de ver en la parte superior de La caza de las bestias salvajes de
un mosaico en Cuicul, esquema casi idéntico al de La caza de las fieras de Bône, (ángulo
superior izquierdo), La caza a caballo de El-Djem, Túnez, (ángulo inferior izquierdo) y
también en tramos de La gran cacería de Piazza Armerina , en Sicilia .

La caza a caballo de El-Djem, Túnez,

Del mismo modo en que los poderosos se hacían construir grandes arquitecturas
que les permitieran vivir a la romana en todas partes también intentaron vivir como
verdaderos emperadores en pequeño. Al hacer representar en su mansión sus grandes
cacerías, el aristócrata imita la ideología imperial. Se hacen representar en el acto de
cazar pero dejan de lado las grandes fieras como el león -monopolio del Emperador- y las
reemplazan por el jabalí, la liebre o el chacal. Sin embargo a veces, algún audaz (o quizás
alguien protegido por el mismo Emperador) quiso asimilarse directamente a su superior,
como puede verse en el mosaico del triclinium de la mansión de la caza nueva en Bulla
Regia; entre los animales perseguidos aparecen la pantera y el león. Es significativo, en
este sentido, el debate que continúa aún sobre el propietario de la rica villa de Piazza
Armerina, en Sicilia, debido a la grandiosidad arquitectónica, el empleo del pórfido23 que
parece haber sido, como la caza del león (también representada en Piazza Armerina), un
privilegio imperial.
Conclusión
La vivienda romana, desde sus inicios itálicos ha sido siempre fiel reflejo de una
sociedad. Sus habitantes nos han dejado rastros de su forma de vida tanto a través de la
elaboración de sus construcciones como en la representación de sus creencias,
aspiraciones o actividades. Los restos de las domus nos han permitido conocer la
organización familiar, las amistades, los dioses protectores del hogar, el culto de los
antepasados, la importancia de la ceremonia del banquete o la recepción de la clientela
del paterfamilias. La comparación entre las domus itálica, pompeyana y finalmente las
domus del Bajo Imperio nos permiten trazar la historia de Roma, rastrear el camino desde
los austeros republicanos de los primeros tiempos, pasando por los fructíferos contactos

23

El pórfido es una piedra roja de origen volcánico, empleada en la época imperial romana, sobre todo en
el Bajo Imperio, para las estatuas de los emperadores y los adornos concernientes a la persona y al culto
imperial.

con la civilización griega, para desembocar paulatinamente en la compleja sociedad
tardoantigua y su elaborado ceremonial cortesano que nos anuncia ya el mundo medieval.
BIBLIOGRAFIA
BIANCHI BANDINELLI, R. (1970) Roma centro del poder. El arte romano desde los
orígenes hasta el final del siglo II. Madrid. /(1971) Roma. El fin del arte antiguo.
Madrid/ y M. TORELLI. (2000) El arte de la Antigüedad Clásica. Etruria - Roma.
Madrid.
BLOCH, R. (1977) La religión romana en “Las religiones antiguas”. Vol III. Historia de
las Religiones. Madrid.
THEBERT, Y (1990) Vida privada y arquitectura doméstica en el África romana en
“Historia de la vida privada”, Buenos Aires.
HAFNER, G. (1970) L'Italia antica e Roma. Milano.
KAHLER, H. (1963) Roma e l'arte imperiale. Milano.
LAWRENCE,A. W. (1962) Greek architecture. London.
MARTIENSSEN, R. (1967) La idea del espacio en la arquitectura griega. Bs As.
VEYNE,Paul. (1990) El Imperio Romano en “Historia de la vida privada”, Buenos
Aires.
WHEELER, M. El arte y la arquitectura de Roma. Destino, Barcelona, 1995.


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