Berlín, cara y cruz Reportaje .pdf



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Título: Berlín, cara y cruz - Reportaje

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Javier Castro Bugarín
3 de febrero de 2016

Introducción
Si "refugiado" ha sido tristemente galardonada como la palabra del año 2015, "crisis"
puede tratarse perfectamente de su homólogo a la hora de definir la última media
década europea. Crisis y más crisis. Primero fue el terremoto financiero internacional, que
pilló a muchos bancos europeos por sorpresa. Después vendría la crisis de deuda
soberana. Luego los rescates. Más tarde las recriminaciones norteñas a sus vecinos del
Sur: "¡No! ¡Nada de miles de millones de euros suplementarios para los griegos glotones!",
tituló el diario Bild el 26 de febrero del pasado año. A continuación llegarían Tsipras y
Varoufakis, referéndums frustrados, más rescates y más recortes. También un corralito.
Hasta que la bomba de relojería migratoria estalla en el Mediterráneo. Un cóctel
demasiado volátil hasta para la Europa de Angela Merkel.
¿Que el devenir comunitario se encuentre en manos alemanas, es malo? ¿Es
irremediable, es justo, es necesario? Realmente no se trata de una situación nueva. Quizá
sí lo sea en el imaginario colectivo de una Unión que, hasta la llegada de la ciclogénesis
explosiva de 2008, había permanecido ajena a la burocracia particular de Bruselas. Los
asuntos europeos, en periodos de bonanza y vacas gordas, nunca han copado grandes
titulares ni han sido objeto de análisis pormenorizado de sus gentes. Cuando nos fue
bien, Europa nos gustaba, independientemente de quién mandase, más o menos. Pero la
crisis ha cambiado muchas cosas. También ha cambiado conciencias.
El papel alemán no ha sido sencillo en ningún caso. Desde su ascenso a la jefatura del
Gobierno, Merkel ha tenido que lidiar con situaciones cuanto menos peliagudas. ¿Cómo
defender y ligar los intereses nacionales a los de la unión monetaria? ¿Cómo tender la
mano al vecino sin poner en riesgo el bienestar interno? ¿Cómo hacer política migratoria,
cuando el resto de Estados delegan sobre tus hombros toda responsabilidad? Son
cuestiones nada sencillas de responder, y que a menudo se pasan por alto a la hora de
valorar a Alemania como un líder frío, ambicioso, testarudo y cruel con los más
desfavorecidos. Puede haber una parte de razón en eso, pero no menos cierto es afirmar
que los intereses alemanes, en líneas generales, han podido salvar (y de hecho, han
salvado) una integración que hace aguas.
"A mayor ampliación, menor integración" señala Borja Lasheras, director adjunto de la
ECFR de Madrid. Es bastante cierto. La Unión Europea es una amalgama de
sensibilidades dispares, culturas completamente ajenas, lenguas, costumbres y realidades
económicas y sociales muy diversas. No obstante, es a su vez uno de los mayores éxitos
institucionales de la historia reciente. Hoy parece que todo eso se haya olvidado.

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Javier Castro Bugarín
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Grecia: El epicentro de la crisis
Ese éxito que supone la Unión Europea en general no puede entenderse sin su
dimensión económica, la misma que posteriormente degeneraría en una crisis que
obligaría a repensar y replantear los fundamentos del proyecto comunitario. De entre
todos los logros de la Unión, quizá haya uno que ciertamente haya destacado de manera
notable sobre el resto, no sólo a nivel continental, sino global: el euro. Una unión
monetaria de decenas de países gestionada por un organismo, el Banco Central
Europeo, al que los Estados cederían su gobernanza monetaria. Ya no se podría recurrir a
la devaluación monetaria en periodos de recesión para refrescar la competitividad. Todo
eso quedaba en manos del BCE.
Con todo, la evolución experimentada por las economías de la Eurozona antes del
estallido de la crisis no fue nada desdeñable. Los años 90 fueron periodos de verdadera
prosperidad para el conjunto de los Estados miembro, con o sin el euro. Cogiendo como
punto de partida la firma de Maastricht en 1992, nos encontramos con que, hasta el año
2008, países que sufrirían tantísimo la crisis como Grecia o España crecían a una media
del 3%, que otros como Irlanda verían triplicado su PIB, y que Alemania, desde el
Crecimiento medio del PIB per cápita interanual en % 1992-2008
Crecimiento medio del PIB interanual en % 1992-2008
14

comienzo a la cabeza
de la industria
europea, apenas
creció a una tasa

10,5

media interanual del
1,6% en el mismo

7

periodo. La entrada
en circulación de la

3,5

moneda única
ralentizó ese

0

crecimiento,
promoviendo a su
Alemania Francia España

Italia

Grecia Portugal

vez la regulación
fiscal, sobre todo en

economías como la italiana, fuertemente endeudadas en la década de los 90 con un ratio
PIB/deuda que rozaba el 100%.
En un principio, todo parecía indicar que los efectos de la crisis en Europa se limitarían a
aquellos países "contaminados" por los activos tóxicos que desencadenaron el desastre
en la banca de inversión estadounidense. No obstante, la realidad sería muy diferente, y
la crisis de deuda soberana no tardaría en aparecer.

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A la hora de construir la unión monetaria, no se estimó oportuno ni necesario avanzar
paralelamente en una unión fiscal, bancaria ni política. Solo esto explica cómo Grecia,
cuyo déficit público entre 1992 y 2008 fue de media de un 8% en relación con su PIB,
pudo adherirse a la unión monetaria sin problema. En los principios de Maastricht,
frecuentemente desestimados y violados por los Estados miembro, se establecía una
regulación fiscal mediante la cual no podría superarse el 3% del déficit ni tener una deuda
pública mayor del 60% del PIB. De este modo, desde su entrada en la unión monetaria en
2001, y cuando todavía no se había desencadenado el desastre del año 2010, Grecia
nunca ha cumplido con los criterios de convergencia comunitarios. No ha sido el único
país en no hacerlo. Italia, por ejemplo, solo cumplió 9 veces con el objetivo de déficit
entre 1992 y 2014, y solo en 2007 consiguió rebajar su deuda pública por debajo del
100% de su PIB (un 99,70%).

2010: La crisis se traslada a Europa
Tras una recesión generalizada en el conjunto de la Eurozona, en 2009 parecían
vislumbrarse los primeros "brotes verdes" de recuperación en la unión. Muchos
gobiernos pusieron en
marcha políticas
expansivas y de
estimulación de la
demanda interna, entre
ellos el ejecutivo de
José Luis Rodríguez
Zapatero en España,
para así reactivar sus
economías.
No
obstante, a principios
del año 2010, el nuevo
gobierno socialista de
Papandreu en Grecia

Grecia

Portugal

Irlanda

España

Italia

Prima de Riesgo 2010-2015
7000
5250
3500
1750
0
Enero 2010

Agosto 2011

Julio 2012

Febrero 2014 Diciembre 2015

destapó una serie de cifras
relativas al déficit público ocultadas por los ejecutivos anteriores de Nueva Democracia.
En ese momento, la deuda pública helena se incrementó un 25% con relación al PIB, la
confianza de los mercados cayó en picado y Grecia comenzaría una larga agonía
económica y social que ha perdurado hasta el día de hoy.
Muchos lo consideraron como una "vuelta a la realidad", acusando al país mediterráneo
de haber vivido por encima de sus posibilidades durante mucho tiempo. El efecto
dominó se propagó, la deuda se disparó en la Eurozona y Alemania entró en escena.

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Al otro lado del Muro
El posicionamiento alemán respecto a la crisis económica ha despertado simpatías
bastante dispares en el seno de la Unión. Con la llegada de los rescates a los países del
Sur y a Irlanda, y la confección de esa triada formada por el BCE, el FMI y la Comisión
Europea, la Troika; la figura de liderazgo alemana se reforzó y adquirió protagonismo
mayúsculo. En el aspecto económico, el BCE optó por delegar en el Eurogrupo (la
reunión informal de los ministros de economía y finanzas del euro) las condiciones para
los rescates, en donde Wolfgang Schäuble, ministro de finanzas alemán y peso pesado
del ejecutivo de Merkel, siempre ha jugado un papel preponderante.
Las asimetrías de poder
dentro de la Unión siempre
han existido, antes y después
de la firma de Maastricht en
el 92 y antes, durante y
después de la crisis del euro.
En sí, el proyecto
comunitario estuvo
articulado en un primer
momento para que tanto
Francia como Alemania
gozasen de un papel
preponderante, al margen
de las desavenencias con Reino Unido. El país galo pondría su sello en el terreno político
y social, abanderado como es de los valores de la liberté, la egalité y la fraternité, y
Alemania supondría esa maquinaria industrial, impulsora de la economía comunitaria. De
hecho, antes de la propia confección de la unión monetaria, todas las monedas europeas
oscilaban su tipo de cambio respecto al marco alemán, y la rentabilidad de los bonos de
deuda europeos a 10 años se hacen sobre el bono alemán (prima de riesgo). En
definitiva, Alemania presentada como sinónimo de seguridad, regulación y
responsabilidad.
Ese tándem entre Francia y Alemania se evidenció en octubre de 2010, cuando el
entonces Presidente de la República Nicolas Sarkozy y la canciller alemana Angela
Merkel (imagen superior) se citaron en las costas de Deauville (Francia), a espaldas del
Consejo Europeo, para discutir unilateralmente los programas de ajuste y de deuda para
los países intervenidos. La respuesta fue una dura reprimenda y ataques especulativos
por parte de los mercados internacionales. A partir de ese momento, el directorio
conocido como Merkozy perdió poder, algo que quedaría evidenciado en 2012 cuando

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Hollande, Monti y Rajoy convencieron a Alemania para romper el vínculo entre deuda
soberana y deuda privada, relanzando el proyecto común de unión bancaria.
Muchos economistas como José Carlos Díez consideran ese punto como clave en el
devenir futuro de la Unión: "(La crisis) ha puesto en evidencia los déficit institucionales y la
necesidad de compensar la unión monetaria con una unión bancaria, un seguro de
depósitos común y una unión fiscal con seguro de desempleo común, impuestos en el
centro y (con) la capacidad de emitir eurobonos".

Los programas de ajuste
Una de las peculiaridades en la

Incremento de deuda pública en % 2010-2014
Incremento de deuda pública en % 2008-2010

crisis de deuda es el inevitable
círculo vicioso que se crea con
ella. El ejemplo más claro fue el
de Grecia, un Estado que,
ahogado por la deuda, tuvo que
pedir dinero a los mercados
financieros. Estos no le prestaron,
o lo hacían con unos intereses

70
52,5
35
17,5

altísimos (véase la gráfica de la
página 3), por lo que se veía

0

obligado a pedir prestado a sus
socios europeos para poder

-17,5

Alemania Francia España Grecia Portugal Eurozona

financiarse y evitar entrar en el
temido default o suspensión de pagos. Una nueva dicotomía se había formado en ese
momento: la de acreedores y deudores, que muchos comienzan a relacionar como una
contraposición geográfica, Norte-Sur (a pesar de Irlanda).
Alemania estuvo al frente de las negociaciones de los rescates, haciendo acto de
presencia a la hora de echar una reprimenda a los Estados incumplidores de los
programas de ajuste que dictaba Bruselas. Sin embargo, tal y como apunta el catedrático
de Relaciones Internacionales, Rafael Calduch, no estaba sola: "Alemania, en el ámbito de
esta crisis, efectivamente ha demostrado su liderazgo, pero no olvidemos que ninguna de
las decisiones que se han adoptado, sobre rescates o no rescates, ha sido exclusivamente
alemana. Los franceses siempre han apoyado esas decisiones, aunque no hayan sido la
cara visible".
Sea cual sea el caso, las consecuencias sociales y el desempleo a los que se vieron
obligados a hacer frente los Estados total o parcialmente intervenidos (caso de España)
ha desencadenado a su vez crisis políticas, sociales e institucionales. El europeísmo ha
caído en picado en los últimos años en países altamente europeístas, como en el propio

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caso español, o en Grecia. De hecho, el país heleno solo es superado por Chipre como el
Estado que peor imagen guarda sobre la Unión Europea: según el Eurobarómetro del
pasado mes de septiembre, un 36% de la población griega rechaza a la Unión Europea
(frente al 42% de la sociedad chipriota), y solo un 25% mantiene una imagen totalmente
positiva hacia el proyecto comunitario. En España esa cifra es de solo el 34%.
Esto se debe, entre otros factores, a los programas de ajuste y de recorte en el gasto
público que se impusieron a los Estados miembro con serios problemas financieros.
Alemania se olvidó en este momento de que, junto con Francia, fue uno de esos muchos
países que incumplió con reiteración los Pactos de Estabilidad de la Unión Europea tras la
llegada del euro. De hecho, entre 1999 y 2007, España fue, junto con Luxemburgo,
Irlanda, Bélgica, Finlandia y Luxemburgo, el único país que cumplió con el objetivo de
déficit y el techo de deuda estipulados. Los sucesivos intentos de Pedro Solbes, exministro de economía de Zapatero, por sancionar a Alemania y Francia por ello siempre
habían caído en saco roto.
Grecia

España

Italia

Portugal

Irlanda

Evolución de la Tasa de Paro 2008-2015
30

22,5

15

7,5

0

2008

2009

2010

2011

2012

2013

2014

2015

La postura de hierro alemana, apoyada por los gobiernos del norte de Europa, siempre se
ha basado en una fuerte contención del gasto público y en la devaluación interna de los
salarios, algo que ha permitido volver a crear empleo (tal y como se muestra en la gráfica
superior), pero con un modelo diferente al de antaño. Un modelo que, ciertamente,
recuerda en parte al alemán, cuyo saneamiento económico se debe sobre todo a su
contención salarial y a los conocidos "mini-jobs", que suponen casi un 20% del empleo
total en Alemania, ahora mismo con una tasa de desempleo ínfima en relación con los
países intervenidos.

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Berlín tras la crisis económica
Ciertamente, Merkel siempre ha tenido que lidiar con ser la cara amarga de los
programas de ajuste, la que siempre ha encabezado las palabras más duras y las
posiciones más socialmente impopulares. Pero no ha sido del todo inmovilista. Hubo un
momento, precisamente contemporáneo al encuentro de Deauville, en los que la canciller
llegó a retar al destino planteando la salida
de Grecia del euro como un hecho
asimilable. Al fin y al cabo, la economía
helénica nunca superó el 2,5% del PIB de la
Eurozona. No era lo mismo que dejar caer a
España o a Italia, tercera y cuarta economías
del euro. Pero en Berlín se entendió que para
que Alemania fuese bien, era condición sine
qua non el bienestar de esa convergencia
monetaria. Un panorama diferente habría
sido inabarcable, de tal forma que comenzó a
crearse una conciencia de que los intereses
alemanes no podían desligarse de los
intereses del euro. No podía darse un paso
atrás tras haber conseguido semejante logro
histórico y político.
No obstante, las cifras con las que Alemania
ha salido de la crisis invitan cuanto menos a la reflexión. Evidentemente, la economía
alemana no permaneció ajena al panorama internacional, cayendo en recesión junto con
el resto de economías occidentales entre los años 2008 y 2009. Sin embargo, a partir de
2010, año en el que estalló la crisis de deuda soberana, la cosa fue a mejor. Desde
entonces, la superpotencia europea ha conseguido reducir más de un 6% su deuda
pública, ha registrado un superávit fiscal del 0,3% en 2014 y se ha convertido en el
segundo país de la Eurozona que más ha aumentado su PIB per cápita desde 2010, un
2,85%, solo superado por Luxemburgo (3,4%).
A esto ha contribuido en gran parte la reducción de intereses de su deuda pública. Según
un estudio del Instituto de Investigaciones Económicas de Halle, Alemania se habría
ahorrado en esos años un total de 100.000 millones de euros en intereses de la deuda.
Algo que, junto con la inyección de decenas de millones de euros del propio ejecutivo
alemán para evitar la quiebra de su sector financiero, contrasta con la situación y con la
actitud mostrada hacia los países del Sur. Una actitud en ocasiones más injusta de lo
deseable a ojos de esas sociedades, pero que diverge de la mostrada por la propia
Angela Merkel ante la última gran crisis migratoria internacional: la de los refugiados.

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Una crisis con rostro humano

2015 no será un año fácil de olvidar, sobre todo para los centenares de miles de
refugiados que, en estos precisos instantes, están en terreno europeo y al mismo tiempo
en tierra de nadie. Los atentados de París y la amenaza terrorista internacional han
propiciado un aumento del control y la vigilancia fronteriza dentro de la Unión, algo que
repercute directamente sobre el flujo migratorio que desde antes del pasado verano
amenaza con desbordar la capacidad de los países del Mediterráneo. Cada día,
centenares de refugiados llegan a la isla griega de Lesbos. Muchos, sin embargo, no
logran escapar de las aguas del Egeo.
Europa, y consecuentemente Alemania, se enfrentan a una de sus crisis más peliagudas,
pues la solución no pasa por una vía única, ni por un liderazgo monopolístico en su
gestión. A un lado queda el consenso que sí se consiguió entre los ministros de economía
y finanzas con la crisis del euro. En esta crisis migratoria, la omisión se ha superpuesto a la
acción. Tal y como argumenta Angeliki Dimitriadi, especialista en migración de la ECFR
berlinesa, "la Unión Europea no estaba preparada para la llegada de los refugiados, no
por falta de capacidad sino porque sus Estados miembro han carecido de la voluntad y del
interés para hacerlo".
Las cifras de refugiados reubicados hasta el momento son ilustrativas. En el momento de
escribir estas líneas, solo 414 de los 160.000 a los que se habían comprometido los
Estados miembro de la Unión Europea han sido reubicados. El país que más refugiados
ha reubicado hasta el momento ha sido Finlandia (140), seguido por Francia (62) y Países

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Bajos (50). Esta cifra representa un 0,26% de lo pactado en el mes de Septiembre, y solo
un 0,04% de los 1.014.836 solicitantes de asilo llegados por mar a territorio comunitario a
lo largo de 2015.
Respecto a la solicitud de asilo, Dimitriadi también señala una serie de motivos que
dificultan sobremanera la dispersión de refugiados: "El problema de reubicación ha sido
desde el principio problemático en su diseño. [...] (Respecto a la petición de asilo de los
refugiados) Nadie quiere hacerlo, porque: a) No saben si serán elegidos para la
reubicación, b) No saben qué país les acogerá, c) No saben cuánto tiempo estarán allí,
pero son conscientes de que deberán permanecer en Grecia, que no tiene ningún
mecanismo sobre el terreno para atenderlos... En otras palabras, para muchos es mucho
más rápido seguir hacia el destino de su elección y pedir asilo allí."

Un liderazgo descafeinado
Alemania se ha visto desde un primer momento desbordada por la afluencia de
refugiados, con cerca de un millón de solicitudes de asilo recibidas en 2015. Es el destino
favorito junto con Suecia, siendo este último el país que más esfuerzo económico realizó
el año pasado con respecto a los
refugiados, un 0,5% en relación
con su PIB, según un informe del
FMI. Sin embargo, la actitud de
los nórdicos parece haber
cambiado. En los últimos días, y
t ra s a n u n c i a r s e e l p a s a d o
noviembre el cese en sus
políticas de puertas abiertas,
Suecia está barajando la
expulsión de entre 60.000 y
80.000 refugiados de su país.
La actitud alemana respecto a la
crisis migratoria no ha encontrado respuesta afable en el resto de Estados miembro, que
delegan toda responsabilidad en la superpotencia económica. Esto ha causado un
recrudecimiento y una fuerte oposición entre los democristianos a los que pertenece la
propia Angela Merkel. Tanto la opinión pública como el núcleo duro del Bundestag piden
a la canciller que adopte medidas cuánto antes, presionada especialmente por Baviera, el
Lander económicamente más poderoso del país y que comparte frontera con Austria. De
hecho, un parlamentario bávaro llegó a mandar un autobús lleno de refugiados a Berlín
en señal de protesta. Los inmigrantes, que habían llegado a Alemania tras semanas de
peligrosa travesía, no daban crédito a lo que estaban viviendo en esos momentos.

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Javier Castro Bugarín
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De hecho, recientemente Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, ha
recriminado con dureza a los 28 Estados miembro por incumplir sistemáticamente con
sus compromisos, con un inciso particular sobre los del Este: "Tendremos una tremenda
crisis de credibilidad si no resolvemos esto antes de primavera: van a llegar centenares de
miles de personas". Tanto sus palabras como las intenciones de Alemania, apoyada en
todo momento por la Comisión, parecen haber caído en el olvido, tal y como demuestra
la actitud de numerosos países respecto a la inmigración.
En Dinamarca, por ejemplo, el ejecutivo ha propulsado un proyecto de ley para permitir a
la policía la confiscación de dinero y objetos por valor de más de 1.340 euros a los
refugiados. En países como Hungría o República Checa también se ha procedido a la
detención de inmigrantes, obligando a que permanezcan en centros de internamiento de
forma involuntaria. Otros, como Eslovaquia, solo se han comprometido a acoger a 200
refugiados, siempre y cuando fuesen cristianos, para "favorecer la integración y cohesión
social", según el Gobierno. En Middlesbrough, Reino Unido, se han pintado de rojo las
puertas de la casa de los refugiados, y en Cardiff se les ha obligado a llevar pulseras de
identificación para poder recibir alimentos, lo que ya ha desencadenado ataques racistas
de diversa índole. A pesar de la intención del Gobierno federal, en Baviera también se
pueden requisar dinero y activos si superan los 750 euros, algo que se repite en el Lander
sureño de Baden-Württemberg, en donde el límite de dinero que se les deja a los
refugiados es de 350 euros.

Terreno cultivado para la xenofobia
Merkel no sólo está preocupada por las controversias y "rebeliones" internas al respecto
de su política migratoria entre los democristianos. El partido de extrema derecha
Alternativa para Alemania, apenas a dos meses de las regionales, ya cuenta con un 11%
de apoyo entre la población. Esta situación no es exclusiva de Alemania. Ya en octubre
del año pasado, el partido ultranacionalista PiS logró la mayoría absoluta en Polonia. En
Francia, el ascenso de Marie Le Pen es incuestionable y ha obligado a Hollande y a
Sarcozy a unir fuerzas en las pasadas elecciones municipales. Igualmente, vemos una
importante presencia de Amanecer Dorado en Grecia, de la Liga Norte en Italia, del
Partido del Pueblo Danés (segunda fuerza política en Dinamarca), del UKIP británico o
del FPÖ en Austria, sin olvidar al gobierno ultranacionalista húngaro de Viktor Orban, con
mayoría absoluta y que ya en verano causó revuelo por sus medidas contra los
refugiados. Todos ellos eurófobos o euroescépticos, y cuyo discurso ha ganado brío con
la llegada de refugiados y valiéndose del malestar perpetrado entre la población tras la
crisis económica. Ciertamente, un Consejo Europeo formado por fuerzas de este tipo
rompería la dicotomía clásica entre conservadores y progresistas que ha regido el
consenso europeo desde el principio. Eso Alemania lo sabe, al igual que es consciente de
su lógica incapacidad para gestionar la política migratoria de toda la UE.

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Javier Castro Bugarín
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Conclusiones
A lo largo de estas páginas, hemos podido ver cómo Alemania ha presentado una doble
cara en la historia reciente de la crisis europea. Partiendo de una posición inmovilista y
unilateral, de mayor consenso y posterior recrudecimiento con el tercer rescate a Grecia,
hoy Berlín puede presumir de gozar de un bienestar financiero considerable, ampliando,
eso sí, su distancia respecto a otras economías de la Eurozona. Un liderazgo en lo
económico traducido en otro liderazgo en la gestión de una crisis, la migratoria, a la que
nadie ha querido sumarse en esfuerzos. El consenso que logró fraguar Merkel en lo
financiero no lo ha encontrado en lo político, algo que ha favorecido la animadversión
hacia la canciller y hacia todas las políticas en favor de los refugiados. De hecho, un
estudio reciente del instituto Insa para la revista Focus, revela que un 40% de los
alemanes encuestados considera que Merkel, antaño popularísima, debería dimitir por la
crisis de los refugiados, que no ha hecho sino aumentar la presencia y el apoyo hacia
formaciones de extrema derecha en multitud de países de la Unión Europea.
En este sentido, hay una pregunta que deberíamos hacernos: ¿Y ahora, qué? ¿Hacia qué
Europa avanzamos? ¿Qué desafíos tenemos por delante? ¿Cuál es el futuro papel de
Alemania, con o sin Merkel, en la Unión? ¿En qué ha podido cambiar el proyecto
comunitario con estas dos crisis?
Las lecturas y opiniones al respecto son diversas. José Ignacio Torreblanca, politólogo y
director de la ECFR de Madrid, considera que "en términos técnicos, no hay menos
integración hoy en 2015 de la que había en 2008, sino todo lo contrario. Todas las
medidas tomadas para salvar la crisis del euro, desde el punto de vista técnico, legal y de
arquitectura institucional, significan que ha habido más integración, esto es indudable.
Otra cosa es que políticamente pueda haber aumentado la insatisfacción, o la desafección,
etcétera. Pero yo creo que técnicamente hay hoy mucha más integración que en 2008 y se
han hecho cosas que no se soñaban."
En la misma línea se muestra Rafael Calduch: "La propia historia de la Unión Europea
demuestra que, cada crisis que ha tenido que enfrentar, ha terminado fortaleciendo la
integración europea, nunca lo contrario. Cada crisis que ha tenido que enfrentar, fuese
económica, fuese política; la integración europea siempre la ha enfrentado con éxito,
siguiendo dos criterios fundamentales: el primero, más integración, y no menos, y
segundo, más países. Y eso se está haciendo en esta crisis. Ha entrado Croacia, por
ejemplo."
Por su parte, Borja Lasheras, quien también ha recordado las tensiones internas y
territoriales que se han dado y se seguirán dando en los Balcanes, territorio por el que los
refugiados emprenden su entrada hacia Europa, se muestra algo más escéptico al

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Javier Castro Bugarín
3 de febrero de 2016

respecto: "Ahora mismo creo que es muy pronto para hacer conclusiones muy firmes. Mi
impresión es que esto (una salida de la crisis con mayor integración) se produjo en otros
contextos en los que no se cuestionaban los pilares básicos de la Unión. [...] Creo que en
el nuevo contexto no es más claro que la Unión haya salido más fortalecida. Es verdad que
de la crisis de la Eurozona hemos salido más fortalecidos teóricamente, pero ahora
estamos hablando de la propia fragmentación política de la Unión. Lo que está claro es
que esta crisis sí que es de época, y no está claro cómo va a salir la Unión Europea. Desde
luego que no va a ser la misma Unión Europea."
Respecto a la situación económica, las valoraciones son a su vez dispares. Eduardo
Garzón, por ejemplo, afirma que "la gestión de la llamada crisis del euro ha evidenciado
que no existe un interés común en la zona euro, sino que cada país o región de países
tiene intereses diferentes -a menudo opuestos- a la de otros países u otras regiones. En el
imaginario colectivo nunca ha estado tan presente la idea del enfrentamiento económico y
político entre los países del sur y del norte." Una idea que, ciertamente, se contrapone a la
del economista y profesor, Carlos Rodríguez Braun: "Creo que sí ha salido fortalecida la
UE en términos políticos, económicos, burocráticos y de recorte de libertades. Las únicas
divisiones económicas y sociales relevantes en Europa son las creadas por las propias
autoridades, cuya fortaleza, en líneas generales, no ha disminuido, para desgracia de sus
súbditos."
Por último, en lo que respecta a Alemania, Angeliki Dimitriadi se muestra pesimista
respecto al futuro inmediato: "Si la situación se deteriora y Schengen cae, existe el peligro
de que la población (alemana) empiece a replantearse si verdaderamente vale la pena
intentar salvar al proyecto europeo y si Alemania tiene un papel que jugar en él. No creo
que exista la posibilidad de una Alemania europea en este escenario. Más bien, será una
Europa alemana o una Europa (muy diferente a la que conocemos ahora) sin Alemania".
Una situación motivada por una crisis de refugiados que, según la investigadora, se ha
agravado por el comportamiento del resto de Estados miembro: "Si la política (migratoria)
alemana cambia y se impone una barrera será porque los socios de la Unión Europea no
han querido ayudar, no porque Alemania lo haya querido".
En cualquier caso, el futuro inmediato al respecto de la Unión Europea es muy incierto. La
buena situación económica, favorecida por la coyuntura internacional y la caída de los
precios del petróleo, puede no ser suficiente para sostener una integración política
fragmentada por varios frentes: Norte-Sur (paralelismo entre acreedores y deudores de la
deuda), europeístas y eurófobos (con el Brexit a la cabeza) y Oeste-Este (países afines a la
acogida de refugiados y detractores). Las cartas que se jueguen en los próximos meses al
respecto de la crisis migratoria serán clave, sobre todo el papel de Alemania, ya no tanto
en su gestión en dicha crisis sino por su rol de liderazgo al frente de la Unión Europea.

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Javier Castro Bugarín
3 de febrero de 2016

Bibliografía
1. ALDECOA, Francisco, "Avances de la Política Exterior de la Unión
Europea", publicado en Revista de derecho de la Unión Europea, Nº 2 (Primer
semestre de 2002), p. 199-223.
2. ARAHUETES, Alfredo y Gómez Bengoechea, Fonzalo, "La crisis del
euro: génesis, contagio y escenarios de superación", publicado en la
Comillas Journal of International Relations, Nº 4, 2015, p. 2-40.
3. BECK, Ulrich, Una Europa Alemana, Barcelona, Espasa, 2012.
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5. GUINDAL, Mariano, Los días que vivimos peligrosamente, la trastienda de la peor
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9. TORREBLANCA, José Ignacio, ¿Quién gobierna en Europa? Reconstruir la
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Berlín, cara y cruz 13


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