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Autor: Francisco
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La DC en la encrucijada
Un documento para los DC
Francisco Huenchumilla Jaramillo
1.- La DC y el siglo XXI: Un cambio de paradigma
Mucha agua ha corrido bajo los puentes de la Historia, desde
que la DC, como Falange, irrumpió en la vida política nacional allá
por la década de los 30 del siglo XX. Eran los tiempos en que el
capitalismo era desafiado por el socialismo y que, después de la
Segunda Guerra Mundial, daría lugar a lo que se denominó "La
Guerra Fría", que contaminó la política mundial hasta la caída del
Muro y de la Unión Soviética en 1989-1991. Eran también los
tiempos del "Estado Nacional", donde la globalización y la
revolución de las comunicaciones y el transporte no estaban
presentes. Era otro mundo, distinto al que enfrentamos hoy en el
siglo XXI.
En ese escenario, los padres fundadores situaron a la
Falange más allá del capitalismo y del socialismo. Éste había tenido
la osadía de desafiar al capitalismo mediante un proyecto
alternativo concreto surgido de la Revolución de Octubre, en virtud
del cual, sostenía que había una manera diferente de organizar la
sociedad, que se tradujo en el modelo de los socialismos reales
encarnados en la Unión Soviética. Todos sabemos cómo terminó
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este experimento que devino en el más brutal de los totalitarismos y
que llevó a un autor a señalar que la disputa había terminado con el
triunfo final del capitalismo y de la democracia liberal. Era el fin de la
historia según este profesor.
Terminó, por lo tanto —de la manera en que todos
conocemos— uno de los elementos centrales con que los
fundadores de la Falange se encontraban en su escenario político
en los años ’30 al situarse más allá del capitalismo y del socialismo;
éste ha salido hoy del escenario en la versión señalada.
También salió del escenario el cerrado Estado Nacional,
dando paso a la globalización y a las comunicaciones mundiales en
tiempo real.
Hoy, en el siglo XXI, vivimos sin el socialismo real y con un
capitalismo triunfante a nivel mundial y con la revolución de las
comunicaciones y del transporte. Este es el mundo en que hoy día
vivimos.
¿Cómo
debemos
democratacristianos,
este
enfrentar,
mundo
en
del
consecuencia,
siglo
XXI,
que
los
es
diametralmente distinto al escenario que vivieron los fundadores al
tomar la decisión de desprenderse del viejo tronco conservador?
Hoy, el desafío es cómo enfrentamos el capitalismo y el
mundo globalizado.
Mejor dicho, qué pensamos hoy los democratacristianos del
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tipo de capitalismo que tenemos específicamente en Chile. Está
claro que las puertas del Estado Nacional se abrieron y hoy
tenemos una economía abierta al mundo y dependiente de los
centros de poder mundial, económicos y financieros.
De las opiniones que hemos escuchado a diversos actores de
nuestro partido, con ocasión del debate que el país ha presenciado
con motivo de la implementación del programa de gobierno de la
Presidenta Michelle Bachelet, me surgen dudas de si realmente,
como sería necesario, tenemos claridad acerca del tipo y modelo
capitalista que tenemos en nuestro país. Probablemente, si
tuviéramos esa claridad, podríamos comprender mejor la verdadera
naturaleza de dicho programa y no generar tantas dudas entre
nosotros que terminan contagiando de incertidumbres a la opinión
pública que busca y necesita, en el mundo de hoy, certezas para
confiar en los conductores del Estado.
Los democratacristianos creemos en el ser humano y en su
capacidad para crear artefactos, herramientas e instituciones; de
ello da cuenta la abundancia de bienes y servicios con que hoy
cuenta la humanidad. Ésta es la capacidad emprendedora del
hombre cumpliendo el mandato bíblico de dominar la tierra y
multiplicarse. Es la inteligencia humana que en su largo caminar ha
desarrollado la ciencia y la tecnología. Por lo tanto, la DC está a
favor de los emprendedores que conforman empresas de todo tipo.
Está claro también que el intercambio de bienes y servicios
acompaña desde siempre a la humanidad y que mucho antes que
existiera el sistema capitalista funcionaba lo que pudiéramos llamar
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una economía de mercado (un claro ejemplo de esto lo tenemos en
Chile, donde el pueblo mapuche durante los siglos XVII, XVIII y XIX
no tenía Estado ni sistema capitalista, pero contaba con una
dinámica economía de mercado).
El sistema capitalista, como forma de organizar la economía,
es de reciente data: unos 300 o 400 años, y su desarrollo ha estado
pleno de debates y controversias, fundamentalmente en el último
siglo por medio de las diversas escuelas económicas.
Entonces, el problema, para la DC, es tener claridad respecto
de esta particular forma de organizar la economía nacional y
mundial, considerando que el sistema capitalista tiene diversos
modelos de implementación. Ése es el punto. Toco este tema,
porque, según entiendo, nuestros fundamentos nos situaron más
allá del sistema capitalista. Pero temo que nunca la DC se planteó
este tema seriamente, más allá de las voces que uno ha escuchado
en el sentido de ser un partido anticapitalista. Aunque, para ser
justos, durante la dictadura camaradas encabezados por Alejandro
Foxley fueron muy críticos del modelo que se estaba implantando
por los llamados Chicago Boys.
Porque, seamos claros, el modelo en Chile no se instauró en
democracia: se instauró por la fuerza de una dictadura cívico-militar.
Sin embargo, a mi juicio, el debate sigue pendiente con
ocasión —como hemos tenido oportunidad de presenciar— de la
implementación del programa del gobierno de la Nueva Mayoría,
que significó un cierto cambio de rumbo respecto de lo que, como
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Concertación, veníamos haciendo y que puso
en cuestión la
naturaleza del mismo.
Mi punto es, en consecuencia, que la DC tiene una tarea
pendiente en orden a que nunca se ha planteado, seriamente, cuál
es su visión actual, en pleno siglo XXI, respecto del modelo de
capitalismo que tenemos en nuestro país implantado por la
dictadura; y, si dicho modelo, se aviene o no con los principios
éticos que iluminan o debieran iluminar nuestra acción política.
Porque la pregunta es, a estas alturas, qué nos diferencia de la
derecha en esta materia. Lo digo por el debate que se ha suscitado,
no sólo a propósito de la carta de los 26, sino de las declaraciones
de connotados personeros democratacristianos.
El sistema capitalista tiene diversos modelos particulares que
le dan a cada uno características propias. Así, no es lo mismo el
modelo escandinavo, o el alemán o el asiático o el norteamericano,
y por supuesto el chileno.
La forma como se implantó en Chile el particular modelo
capitalista que tenemos, se expresa, en su estructura jurídica
institucional, en la gestación de la Constitución de 1980 y que dan
cuenta las actas de la Comisión de Estudios de la Nueva
Constitución establecida por Pinochet. Al respecto hay que leer los
magníficos tomos, desde el punto de vista jurídico, de la obra de
don Enrique Evans de la Cuadra llamada “Los Derechos
Constitucionales tomo l y tomo ll”, donde consta el debate producido
al efecto. En ese debate queda claro cómo la educación y la libertad
de enseñanza, la salud y la seguridad social pasan a ser bienes de
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consumo entregados al mercado, teniendo el estado solamente un
rol subsidiario y “fiscalizador”.
Y lo mismo pasa con el Estado, el que para tener una
empresa debe ser autorizado por una ley de quórum calificado, pero
las normas de funcionamiento y operatividad de dichas empresas
deben ser aquellas aplicables al sector privado. Es decir, el Estado
empresario actúa conforme a las normas del mercado. Así lo hace
hoy, por ejemplo, TVN (¿qué tiene de público hoy este canal que
debe
autofinanciarse y competir de acuerdo a las normas del
mercado con los otros canales de televisión?); lo mismo podemos
decir del BancoEstado (¿)( ex Banco del Estado); o del Metro (y la
posible y futura AFP estatal ¿aparte de que el propietario será el
Estado, acaso no deberá ir a la competencia en el mercado y
regirse por las mismas normas de las otras AFP?).
Ésa es la semilla y la base del modelo de capitalismo que
tenemos en Chile, inspirado en las ideas del neoliberalismo de Von
Mises, Von Hayek, Friedman y otros. En Chile, tenemos un sistema
capitalista bajo el modelo conocido como neoliberal.
Para la DC es fundamental tenerlo presente y hacer la
distinción entre los distintos modelos de capitalismo, porque uno se
da cuenta, al escuchar a muchos de nuestros dirigentes, que tal
claridad conceptual no existe. Si uno compara el modelo neoliberal
con nuestros principios doctrinarios no puede menos de cuestionar
y rechazar este modelo impuesto por la dictadura.
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Es fundamental tener claridad conceptual sobre esta materia
para, a la luz de nuestros valores y principios, tener una postura
política clara que ofrecer al país y no una confusión de ideas que,
con razón, llevan a la opinión pública, en general, de acusarnos de
ser la nada misma.
Entonces, se trata de examinar si a la luz de lo que es el
modelo neoliberal, éste se aviene o no con lo que son nuestros
principios y valores.
Este modelo, el neoliberal, se caracteriza por los siguientes
principios:
a) El individualismo, donde la sociedad no existe, sólo existe el
individuo, según palabras de Margaret Tatcher.
El individuo sólo por sí y ante sí haciendo uso de su libertad y
autonomía toma sus propias decisiones, persiguiendo libremente
sus intereses económicos. El hombre ya no es hermano del
hombre, sino que cada uno debe velar por sí mismo según sus
particulares intereses.
b) El mercado, no sólo como un buen instrumento para asignar los
recursos, sino como la panacea para todos los asuntos humanos.
Los seres humanos viven eligiendo y lo hacen mediante el sistema
de precios que tienen todas las cosas. El mercado es el dios que
guía las acciones del individuo que vela por sus propios intereses.
Todo tiene un precio en la vida, y así vemos que hoy debemos
pagar por todo: todo se vende y se compra, y ahí el consumismo
exacerbado, que lo motiva también el mismo mercado. Éste se
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autorregula y por ello mientras menos Estado, mejor. El sistema de
precios y la autorregulación son los ejes estructurantes, más la
acción individual del consumidor. Todo al mercado (Interesante
sería que los camaradas leyeran el libro de Michael Sandel “Lo que
el dinero no puede comprar”, respecto de los límites morales del
mercado).
c) Inhibición del Estado. Mientras menos Estado mejor. Todo va al
mercado: la educación, la salud la previsión, etc. El Estado deberá
ocuparse sólo de la Defensa Nacional y de la Seguridad Pública. O
sea un Estado Gendarme. Y además crear un marco estable de
instituciones jurídicas para el funcionamiento del mercado.
¿Éste
es
el
modelo
de
sociedad
que
propiciamos
los
democratacristianos?
¿Es el individualismo el fundamento de la vida en sociedad?
¿Estamos de acuerdo que la única variable que tomamos en cuenta
los seres humanos para nuestras decisiones es el sistema de
precios de las cosas?
¿Estamos de acuerdo que el mercado se auto regula y por lo tanto
debemos dejarlo que funcione solo y mientras menos interferencias
tenga es mejor para todos?
¿Estamos de acuerdo que la educación, la salud y la previsión son
bienes de consumo y por ello deben ir al mercado para venderlos y
comprarlos conforme a las reglas de la competencia?
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¿Acaso la educación, la salud y la previsión para la vejez no son
bienes intangibles que dicen directa relación con la dignidad y la
espiritualidad del ser humano y que, por lo tanto, dichos bienes no
pueden ser comparados con una bolsa de cemento?
¿Estamos de acuerdo con que el Estado sólo tiene el rol de
gendarme, limitado a la defensa nacional, la seguridad pública y los
mecanismos legales para que el mercado funcione?
Digamos que el nombre de nuestro partido responde
claramente a lo que somos. Si somos demócratas es porque
creemos que la democracia es el mejor sistema de convivencia
entre los seres humanos, permitiéndonos organizarnos, tomar
decisiones colectivas para establecer la forma más correcta de vivir
y respetar los derechos humanos.
Si nos identificamos como cristianos es que tenemos en el
Cristianismo la fuente de nuestros principios éticos que iluminan
nuestra acción para tomar decisiones políticas, para pasar de LO
QUE ES al mundo de LO QUE DEBE SER. Porque el mundo,
históricamente, siempre se ha movido entre la estabilidad y el
cambio y, por lo tanto, somos los propios seres humanos los que
debemos decidir cuál es la manera más correcta de vivir. Al tomar
esas decisiones que permitan el cambio y el avance de la sociedad
serán esos principios, esos valores los que iluminarán nuestra
acción política. Es la ética y la política la que nos permite convivir
correctamente entre los seres humanos. Porque, si todo quedara
entregado al mercado y su autorregulación ¿para qué serviría la
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democracia? Seríamos simplemente unos autómatas.
El Cristianismo, encarnado en la persona de Jesucristo, es
una de las mayores revoluciones religiosas y morales que ha vivido
la historia de la humanidad, en cuanto cambió dos paradigmas
centrales en orden a que los seres humanos somos iguales en
origen y destino —la igualdad de los hombres y mujeres— y en
orden a que el hombre no es tu enemigo sino que es tu hermano
¿Puede haber algo más ajeno a estos principios paradigmáticos
que el individualismo, que ve en el hombre el lobo del hombre?
El individualismo es ajeno a nuestros principios doctrinarios.
Nuestro entorno es la comunidad. ¿Acaso no decíamos —en otros
tiempos— que queríamos construir una sociedad comunitaria?
Naturalmente que todos entendemos que no nos estábamos
refiriendo a la forma de producir bienes y servicios —aunque una
cierta forma de organización productiva podría ser posible— sino
que el concepto se refería a una categoría ética que debía guiar
nuestra acción con los otros seres humanos para conformar una
sociedad basada en la solidaridad y la colaboración, y no en la
competencia destructiva del “homo homini lupus”.
Jesucristo estableció que todos los hombres son hermanos —
ricos y pobres por igual— pero a la hora de las incompatibilidades
su opción fue por los pobres y necesitados.
Entonces está claro que nuestra doctrina basada en dichos
principios éticos nos lleva a estar por el personalismo y no por el
individualismo, por el sentido de comunidad de todos los seres
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humanos, con una clara opción por los más carenciados y
necesitados.
Son estos principios éticos los que deben guiar nuestra acción
política cuando, a la hora de las decisiones del aquí y del ahora de
la acción gubernamental, nuestro partido deba enfrentarse a la
realidad y responder, en concreto, a la vieja pregunta formulada por
Platón: ¿cómo debemos vivir? Porque la finalidad de la política es
organizar la vida colectiva, cambiar lo que haya que cambiar,
cambiar la realidad por algo mejor y no aceptar —como lo hace el
neoliberalismo— que todo es intercambio y que la vida es un
inmenso mercado auto regulado. Al contrario, mediante la política
mejoramos la sociedad, la hacemos más justa para todos. En
definitiva, mediante la política, podemos los seres humanos
encontrar la forma más correcta de vivir.
Por ello el concepto de la libertad se centra en la persona en
relación con la comunidad y no la libertad individualista que vela por
sus propios intereses sin preocuparse de los efectos de sus actos
en relación con los demás, porque para el neoliberalismo, uno de
cuyos ejes estructurantes es el individualismo, en el que la sociedad
no existe, sólo existe el individuo velando por sus propios intereses
(quiero recordar la oportunidad en que la Derecha se opuso a la
existencia de un plan solidario en el AUGE. ¿Por qué se opuso la
Derecha? Porque estaban inspirados en el individualismo en el
sentido de que cada cotizante debía velar por sí mismo y sus
intereses; lo que pudiera suceder con el otro era ajeno al
individualismo; cada cual debe velar por sí mismo).
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Por ello, cuando hablamos de cualquier derecho —llámese
educación, salud, propiedad o previsión— lo hacemos en función de
la persona que vive en sociedad y no del individuo aislado que vela
por sí mismo sin importarle el destino de los demás.
Cuando uno tiene claridad en estos conceptos está en
condiciones de tomar decisiones políticas sobre temas concretos de
la contingencia que respondan a estos principios éticos.
Por ello, no es posible sostener que la libertad es absoluta,
porque ello se presta para los mayores abusos de parte de los
poderosos contra los más débiles y necesitados
Por ello, cuando se legisla, y, de algún modo, está la libertad
en el escenario como uno de los elementos para tomar decisiones,
es menester considerar el conjunto de la comunidad y que todos
estén en igualdad de condiciones para ejercer esa libertad.
Por ello yo me pregunto ¿tienen los padres de La Pintana la
misma libertad de los padres de Las Condes para, en el ejercicio de
esa supuesta libertad, elegir el “colegio” para sus hijos? Entonces,
yo entiendo, un democratacristiano no puede legislar, aduciendo la
libertad de enseñanza, pensando en los padres de Las Condes, o
sin considerar, o desconociendo, voluntaria o involuntariamente, la
distinta realidad de los padres de La Pintana. Si aplicara la ética del
individualismo, entonces, claro, no le debería importar la realidad de
los padres de La Pintana porque, de acuerdo al neoliberalismo, la
sociedad no existe, sólo existe el individuo que debe velar por sí
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mismo (en términos claros cada uno debe rascarse con sus propias
uñas).
Por ello es tan importante la ética en la política: ella debe
iluminar nuestra acción. Como dice un prestigioso intelectual
chileno: “Ud. sólo es libre allí donde es tratado como un igual
respecto de cualquier otro ser humano o, si lo prefiere, usted es
genuinamente libre cuando se relaciona con otros bajo condiciones
de igualdad”.
Cuando el individualismo permea el conjunto del Estado y la
sociedad, como es el caso del capitalismo en su versión neoliberal
que existe en Chile, entonces ello se presta para los mayores
abusos, no obstante las muchas regulaciones que se han dado,
porque ese individualismo se transforma en una cuestión cultural:
todos somos más individualistas hoy en día. Y entonces, todo es
competencia. En Chile, tenemos, en consecuencia, no solo una
economía, en su versión neoliberal, de mercado sino una sociedad
de mercado.
Es la sociedad del abuso. En Chile la gente siente y piensa
que a la vuelta de la esquina se va a encontrar con el abuso.
Y el individualismo y su secuela del abuso llevan a las
mayores desigualdades. Los organismos especializados dicen que
Chile tiene el triste récord de ser uno de los países más desiguales
del mundo.
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Algunos minimizan esto bajo el argumento de que hoy día hay
menos pobreza que hace 30 años y que, en definitiva, eso es lo que
importa. Se equivocan. La gente sabe que cuando el país crece lo
hace por un conjunto de factores, pero lo determinante es que ello
ocurre por el esfuerzo colectivo de todos pero que, a la hora de la
distribución, eso que es fruto de un esfuerzo colectivo se lo llevan
unos pocos: se lo lleva el 1% más rico de Chile. Y algunos insisten
que lo importante es el crecimiento porque, siendo verdad que la
mayor tajada se lo lleva el 1%, igual chorrea al 99% restante. Ése
es un proceso acumulativo que a la larga lleva a los ciudadanos a la
indignación y a cuestionar las estructuras y a las instituciones.
Porque no es verdad que ese crecimiento sea solo fruto del capital,
como podría presumirse por muchos, sino que también es fruto del
trabajo, de las tecnologías, del funcionamiento del estado de
derecho y de la seguridad jurídica, de la estabilidad institucional a la
cual todos contribuimos, a la acción del Estado y, sin duda, a la paz
social, o sea a un conjunto de factores que crean un escenario
propicio de paz y estabilidad para que las inversiones produzcan
frutos, pero ese escenario es producto del esfuerzo colectivo y no
solo de los dueños del capital que, a la hora de la distribución, se
alzan con el santo y la limosna. Ése es el país del abuso y de las
desigualdades.
Una sociedad desigual es una sociedad segmentada, una
sociedad fracturada dividida en verdaderas castas; esto es lo que
sucede por ejemplo con la educación, en la salud, en el transporte,
en los lugares donde vivimos, etcétera.
Por ello que nuestro país es tan clasista y racista; esto se
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manifiesta, como dice un autor, en forma simbólica mediante el
desprecio, el prejuicio, el menoscabo, el chiste cruel, la ironía, el
mirar en menos, etc. ¿Ésa es la sociedad que impulsan los
democratacristianos?
Y si más encima, esos dueños del capital quieren ser no sólo
dueños de las empresas sino también de la política entonces
tenemos el cuadro completo que hemos presenciado en el país de
cómo el dinero contaminó y ensució a la política. Entonces ¿cómo
quieren que la gente le crea a las instituciones? Por ello la gente
rechaza a los políticos, a los empresarios y a medio mundo. Cuando
eso sucede se pierde la necesaria cohesión social para la
estabilidad de las instituciones.
Los empresarios tienen en Chile una tarea pendiente, que es
dedicarse a producir y no pretender manejar la política mediante el
poder del dinero. Se mal acostumbraron en dictadura. Ahora, en
democracia, la política debe canalizarse como corresponde, a
través de los partidos políticos. Pastelero a tus pasteles.
En consecuencia, la DC no está en contra del mercado, está
en contra del erróneo concepto de que todo en la vida es
competencia. No creemos en una sociedad de mercado; en ésta
debe existir la solidaridad y la cooperación entre los seres
humanos. En la economía debe existir una competencia sana,
regulada y fiscalizada por el Estado. Por ello creemos en la
creatividad y en el emprendimiento que impulsa el avance el
hombre. La DC debe, en consecuencia, estar a favor de la pequeña
y mediana empresa, fortalecerla y apoyarla.
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Estamos en contra de los abusos que cometen empresarios
concretos. Y así como debe existir la competencia por precios y
calidad, también debe existir al interior de la empresa la
organización de los trabajadores, para mediante la negociación
colectiva remunerar adecuadamente al factor trabajo y crear las
condiciones para un trato acorde con la dignidad de seres
humanos. De ahí la importancia de una verdadera reforma laboral,
que potencie la capacidad negociadora de los trabajadores
mediante la sindicalización, ya que ello le permitirá participar de las
utilidades de la empresa acortando las desigualdades y mejorando
la distribución del ingreso en general.
Estamos
por
el
desarrollo
económico
que
significa
crecimiento, pero con equidad o justicia social, donde los frutos del
esfuerzo colectivo son distribuidos equitativamente para todos.
Ahora bien, ese desarrollo debe ser hecho respetando la naturaleza
y el medio ambiente. Los capitalistas de siempre confundieron las
palabras bíblicas de “crecer y multiplicaos y dominad la tierra” como
una facultad ilimitada para hacer y deshacer con la naturaleza y el
medio ambiente. Así fue como el proceso de industrialización del
capitalismo se hizo con la depredación de los bosques, los ríos y las
aguas, el medio ambiente y la naturaleza en general.
Recién a fines del siglo XX la humanidad tomó conciencia de
que la tierra es nuestro hogar y por ello debemos cuidarla. Ello ha
dado lugar a una amplia legislación en todo el mundo. En Chile
tuvimos una legislación al respecto sólo en 1994 con la dictación de
la Ley Sobre Bases Generales del Medio Ambiente. Hoy el mundo
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denuncia con preocupación el cambio climático. El cristiano debe
saber que la tierra es nuestra madre naturaleza y por ello todo
sistema económico debe tener como componente estructural el
factor ecológico. Yo quiero creer que la encíclica “Laudato Si” del
Papa Francisco ha sido leída por nuestros camaradas.
De ahí que el mercado debe tener un componente social y un
componente ecológico. Ello me lleva a concluir que la Democracia
Cristiana debe rechazar el modelo neoliberal del sistema capitalista
existente en Chile y abogar por una economía social y ecológica de
mercado. Esta debe ser, a mi juicio, la mirada que en el siglo XXI
debemos
tener
y que
se
comunica
notablemente
con
el
pensamiento de nuestros padres fundadores, de situarnos más allá
del capitalismo manchesteriano y de los socialismos reales.
Debemos, en consecuencia, cambiar el paradigma del modelo
neoliberal existente en Chile por un nuevo modelo basado en una
economía social y ecológica de mercado. Y con este nuevo
paradigma ofrecer al país un nuevo camino para el siglo XXI.
2.- La DC y el Gobierno de la Nueva Mayoría
La Nueva Mayoría ha sido una coalición que ha tenido dos
características: a) tuvo (tiene) un programa de gobierno que marcó
un cierto cambio de rumbo respecto de los programas de la
Concertación y b) incorporó al Partido Comunista como un nuevo
aliado (que no había estado presente en los gobiernos anteriores ).
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No obstante que el gobierno puede exhibir una lista numerosa
de importantes proyectos que se transformaron en leyes, ha
quedado la impresión en la opinión pública que los distintos partidos
de la coalición no tenían un enfoque común respecto de la
verdadera naturaleza del programa de gobierno.
Ello quedó muy patente con los proyectos de reforma
tributaria, de educación, laboral, despenalización del aborto, por
nombrar los más relevantes. Tales desavenencias devienen en un
desorden político que repercute negativamente en la percepción de
la opinión pública, que genera incertidumbre y falta de confianza en
la conducción del gobierno. ¿Por qué sucedió esto?
Una primera aproximación tiene que ver con la distinta
valoración que se le asignaba a lo hecho por los gobiernos de la
Concertación. Mientras unos añoraban la forma y el contenido de lo
que había hecho dicha coalición, otros señalaban que habíamos
consolidado el modelo heredado de la dictadura.
A mi juicio, ése es un falso debate. ¿Cómo vamos a
retroceder
subjetivamente
en
el
tiempo
para
quejarnos
e
inculparnos de por qué no hicimos, 20 años después, lo que
estimamos debimos haber hecho? ¿Podemos imaginarnos hoy qué
vamos a pensar el año 2036 de lo que debiéramos estar haciendo
ahora el 2016? Eso es una esquizofrenia. ¿Cómo podíamos actuar
en 1990 con los ojos del 2011?
Otra cosa es que pasados 25 años hagamos (debemos
hacerlo) un balance y una autocrítica de lo realizado para, a la luz
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de la experiencia y del escenario social y político que conforma el
paso de los años, relancemos nuevos objetivos estratégicos.
Entonces recién es posible, con la tranquilidad que da el paso de
los años, juzgar qué estuvo bien, qué pudo ser diferente y qué
estuvo mal, aunque todos sabemos que, con los actuales
elementos de juicio, podemos tener mayor claridad de qué fue lo
que pasó en esos 20 años, pero nunca vamos a ponernos
totalmente de acuerdo sobre el diagnóstico que cada uno de
nosotros pueda tener.
A mí me parece que la Concertación avanzó notablemente en
el combate contra la pobreza: ahí están las cifras que son
indesmentibles. Y tuvo un desempeño positivo en el crecimiento de
la economía. Ambos hechos, a mi juicio, impregnaron la mentalidad
triunfalista, en general, de los miembros de nuestra coalición a lo
cual se unió, sin duda, la gobernabilidad y estabilidad política que
nos permitió dejar atrás la dictadura.
Sin embargo no hubo un cambio de paradigma respecto de
los ejes centrales del modelo neoliberal impuesto por la dictadura.
Pero, este juicio lo puedo hacer pasado el tiempo suficiente que me
da la distancia. En el devenir de los años, la Concertación se veía
combatiendo la pobreza, con un país que crecía y alejándose
lentamente de los años de Pinochet. Salvo la polémica entre los
llamados “autocomplacientes “y “auto flagelantes”, no fue sino hasta
las movilizaciones del año 2011 que se comenzó hablar en el
debate político de un cambio de paradigma en materia educacional
y del modelo en su conjunto. Eso fue lo que llevó a darle un cambio
de rumbo al futuro programa de gobierno que se elegiría el 2013.
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¿Significó, efectivamente, el programa de gobierno de la
presidenta Bachelet un cambio de rumbo que implicaba un nuevo
paradigma distinto al modelo implantado por la dictadura?
Debemos partir de la base que el programa se confeccionó y
redactó con participación seria y consciente de las respectivas
directivas centrales de los partidos políticos que conformaban la
coalición, sobretodo, teniendo presente, que dicho programa estaba
llamado a jugar un rol clave de amalgama y común denominador al
ampliarse sus miembros con la incorporación del Partido Comunista
(que tantas aprehensiones y controversias causa en el sector de la
DC que, coincidentemente, conducía entonces el partido y que, por
lo tanto, era el llamado a ser particularmente acucioso en la
redacción del referido programa).
Pues bien, si en la redacción del programa participaron los
técnicos (los expertos), no es menos cierto que aquél no es un
listado de cosas por hacer que se ofrecen a la ciudadanía, ni
tampoco una enumeración de posibles anteproyectos de ley, sino
que un programa de gobierno constituye el conjunto de objetivos
políticos que se pretenden alcanzar para el evento de asumir la
conducción del Estado.
Por ello es que uno debe presumir que dicho programa fue
examinado, exhaustivamente, por las autoridades políticas de los
partidos de la época y especialmente, en el caso de la DC, por su
presidente y Directiva Nacional. Al parecer, dicho examen, no fue
21
todo lo acucioso que la conformación de la nueva coalición
ameritaba, pues, de otra manera, uno no se explica tantas
divergencias surgidas en la puesta en marcha e implementación del
programa.
Lo anterior no es irrelevante, dado que presumiblemente una
de las razones de la desafección de la opinión pública con el
gobierno de la presidenta Michelle Bachelet sean, precisamente, las
desavenencias notorias que se han visto entre los partidos de
gobierno y específicamente con la DC.
Es comprensible que en la implementación de los objetivos
políticos puedan surgir problemas de interpretación, por ello que era
necesario haber sido particularmente diligente a la hora de su
redacción, para minimizar los subjetivismos al momento de hacerlos
operativos, cosa que, al parecer, no sucedió y que se hacía
particularmente necesario ya que, como hemos señalado, la Nueva
Mayoría tenía una conformación estructural distinta de lo que había
sido la Concertación.
Si uno examina el programa, es evidente que se quiso innovar
respecto del rumbo que traía la Concertación; así lo expresa la
entonces candidata en la presentación y en las explicaciones que le
siguen a ésta. Particularmente evidente es este cambio en materia
educacional, donde derechamente se cambia de paradigma
respecto del modelo imperante. También es significativo lo
establecido en materia laboral, en lo referido a la nueva
Constitución y en materia de equidad de género, donde en la
despenalización del aborto se consignan expresamente las 3
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causales (pág. 169 del programa).
Si hubo alguna reserva sobre algún aspecto específico del
programa esto fue políticamente irrelevante, porque la opinión
pública no la conoció.
Por ello que resulta impresentable políticamente que, a la
hora de implementar el programa, ciertos dirigentes actuaran como
si éste no existiera o no lo hubieran conocido, en circunstancias que
no sólo lo aprobaron en su momento, sino que participaron en todas
las etapas de su elaboración. Por ello es que la gente y
particularmente los jóvenes no nos creen, al vernos enfrascados en
todo de tipo de controversias respecto del alcance de los proyectos
de ley relacionados con los objetivos políticos consignados en el
programa.
Ello no significa que el programa no pueda estar sujeto a
interpretación. Por supuesto, si el debate de las ideas es
consubstancial a la democracia. Pero esa interpretación debe ser
hecha a la luz de los objetivos políticos que, en su momento, se
consensuaron y que se plasmaron en el programa y a la luz de los
principios que sustentamos como partido y que se pueden
comparar con los que, a su turno, sustenta la derecha neoliberal y/o
conservadora. Por ejemplo, en materia laboral ¿cuándo la derecha
ha estado a favor de un cambio sustancial?
¿Lo estuvo con la sindicalización campesina del Presidente Frei
Montalva?
¿Lo estuvo cuando en el pasado se dictó el Código del Trabajo?
23
¿Lo estuvo cuando se estableció el salario mínimo?
Lo que sí está claro es que estuvo con el Plan Laboral de la
dictadura.
Y
en
la
historia
larga
del
capitalismo
¿acaso
los
conservadores de la época no estuvieron en contra de la abolición
de la esclavitud porque, entre otras cosas, significaba que el factor
trabajo ya no sería gratis? Todos conocemos esa historia y
sabemos que esa lacra de la humanidad solo pudo terminar
mediante guerra civil de por medio (1865).
No puedo resistir la tentación de transcribir lo expuesto, en uno sus
libros, por un profesor de Economía de Cambridge: “En 1819 se
presentó en el Parlamento Británico una propuesta de legislación
del trabajo infantil, la Ley de Regulación de las Fábricas de
Algodón: prohibía el empleo de niños pequeños, es decir, de menos
de nueve años, mientras que a los mayores (entre diez y dieciséis)
se les seguía permitiendo trabajar, pero no más de doce horas al
día (…) la nueva legislación era válida solo para las fábricas de
algodón.
La polémica fue enorme. Para los detractores de la propuesta,
socavaba la santidad de la libertad de contratación y destruía los
cimientos del libre mercado. Al debatir la nueva ley, algunos
miembros de la Cámara de los Lores se pronunciaron en contra,
porque “tiene que haber libertad laboral”. Su argumentación era la
siguiente: los niños quieren (y necesitan) trabajar, y los dueños de
24
las fábricas quieren darle trabajo. ¿Dónde está el problema?”. (“23
cosas que no te cuentan sobre el capitalismo”, Ha-Joon Chang,
2013, Debate).
Mutatis mutandi (cambiando lo que haya que cambiar) son los
mismos argumentos de la derecha contemporánea cada vez que le
tocan sus intereses.
Por ello que, nuestra interpretación debe estar acorde con lo
que somos de la manera que lo establecieron los fundadores. La
Democracia Cristiana no es la derecha. “Donde está tu tesoro está
tu corazón”.
En lo personal siempre entendí, y quiero creer que sigue
siendo así, que el corazón de la DC no está en el dinero. Que a la
hora de la verdad y de las interpelaciones, comprendiendo
cabalmente cuál es el rol de la empresa, su decisión política estará
del lado de los trabajadores.
Por supuesto que las reformas propuestas no conforman un
proceso revolucionario; nadie con el programa pretendía acabar en
Chile con el sistema capitalista. Se trataba de iniciar un cambio de
rumbo respecto de los paradigmas que conformaban y conforman el
modelo de capitalismo existente conocido como neoliberalismo y
que se expresan en la Constitución Política en la forma señalada
anteriormente.
Por ello que la discusión que se produjo sobre la gradualidad
25
de las reformas era y es impertinente, porque ellas de por sí son
graduales: las reformas son implícitamente graduales. Sin embargo,
personeros de la coalición, entre ellos varios DC, cayeron en la
trampa y se enfrascaron en una discusión pública que le hizo el
juego a la derecha y a los medios comunicacionales asociados,
causando un daño enorme al gobierno, que tampoco tuvo ninguna
capacidad de reacción.
Y en materia de gestión del programa, los errores tocaron el
corazón del affecto societatis, puesto que se afectó la toma de
decisiones, la implementación técnica de los proyectos, la
adecuada complicidad política de los partidos de gobierno, la
neutralización inteligente de las acciones de la oposición y una voz
potente y común respecto de la opinión pública.
No vi a la DC jugar un rol determinante en estos aspectos,
que han contribuido, entre otros factores, al deterioro de la imagen
del gobierno, no obstante los importantes logros legislativos.
Y señalo esto porque si alguien está pensando que el costo lo
pagan otros, está equivocado. La opinión pública entiende que le
entregó la conducción del Estado a una determinada coalición, en
este caso la Nueva Mayoría, y ésta en su conjunto es la que
responde por sus éxitos o fracasos. Por eso que en este caso los
matices no sirven: la opinión pública necesita certezas y no dudas.
De ahí que sea tan importante la coherencia de un partido en
relación con el programa, ya que éste constituye la verdadera carta
de navegación que tendrá la opinión pública para juzgarnos y,
26
porque, además, será el punto de partida para resolver el futuro de
la coalición. Tarde o temprano llegará el momento en que
tendremos que reconcursar para la conducción del Estado el 2017.
¿Ha pensado alguien, por casualidad, que podamos participar en la
contienda presidencial sin tener un programa que ofrecer? ¿Ha
pensado alguien, además, que una condición indispensable para la
existencia de una futura coalición será tener un programa común
que nos una y que podamos ofrecer al país?
Por ello, adquiere especial importancia la etapa de las
terminaciones (relevantes en cualquiera construcción) que requiere
el programa de gobierno, y que permitirá dejar en claro los objetivos
políticos pendientes para seguir trabajándolos en el futuro.
3. La DC como organización
La organización es la institucionalización de una idea. Ello fue
lo que hicieron Frei Montalva y sus jóvenes camaradas al fundar
primero la Falange en los años 30 y posteriormente la Democracia
Cristiana en 1957.
Hoy, en 2016, existe una organización obsoleta que carece de
un conjunto de ideas por las cuales pudiera ser reconocida por la
opinión pública.
La DC, si quiere perdurar en el siglo XXI, necesita una puesta
al día, una verdadera refundación en su organización, y una
explicitación y clarificación de cuál es el conjunto de ideas que
27
propone al país y con las cuales pueda ser meridianamente
identificada, más allá de decir que es un partido de centro, lo que no
pasa de ser un eslogan y no un cuerpo doctrinario. De lo contrario,
iremos muriendo lentamente y los “controladores” del partido podrán
quedarse con el poder total simbolizados en el timbre y la
campanilla.
Según la literatura un partido político tiene tres elementos: a)
la militancia, b) su estructura organizacional y c) su doctrina o
cuerpo de ideas.
Partamos por lo menos complejo, que es la organización
partidaria. Ésta se caracteriza por el asambleísmo a nivel comunal:
es toda una tradición partidaria la directiva comunal que en la base
de la pirámide, coincidiendo con la división administrativa del país,
preside la “reunión de la comunal”. Esta asamblea comunal cumplió
con creces sus propósitos partidistas cuando los camaradas
quedaban perfectamente informados cuando el Senador o el
Diputado viajaba desde la capital y los ponían al día del acontecer
político , en aquellos tiempos que no existía la televisión, ni pensar
en internet y las redes sociales, apenas un par de radios. En el sur
era el tiempo del ferrocarril, que era el medio de transporte que
usaban los parlamentarios cuando, cumplidas sus tareas en el
Congreso, llegaban a las comunas a informar a sus camaradas y
electores. Era el tiempo en que los candidatos presidenciales
visitaban a las provincias de ese entonces y no solo llegaban a su
capital sino a cada una de las comunas, lugares donde se llevaba a
cabo la correspondiente concentración. Era una fiesta popular.
28
En este escenario, por supuesto que la asamblea comunal
jugaba un rol importante no sólo para quedar informado sino
también para el debate y la formación del militante. Era un lugar de
encuentro, de socialización y de camaradería.
Hoy los tiempos son otros. Primero la dictadura trajo un
paréntesis de la actividad política por 17 años y en el intertanto se
produjo en el mundo la revolución de las comunicaciones y del
transporte. Llegó el mundo de la globalización. Sin embargo, no
obstante
esta
revolución
tecnológica
y
cultural,
la
base
organizacional sigue siendo la misma.
Por supuesto que hoy los militantes no esperan la llegada del
tren (que ya no existe) para ver bajarse a sus parlamentarios para
que les informen de las últimas novedades. Hoy el militante queda
perfectamente informado en tiempo real, ya sea por los noticiarios
de la radio y la televisión, o a través del resto de los medios de
comunicación, del acontecer de Chile y el mundo. Ni hablar de los
más jóvenes que usan en forma permanente las redes sociales. La
asamblea comunal, en consecuencia, quedó obsoleta porque perdió
su razón de ser. Probablemente en muchas comunas existe la
organización, pero sin el sentido político que tenía antaño, con una
incidencia marginal en la marcha del partido y seguramente con
poco o nada de debate o de formación política.
Si antes la asamblea era el lugar de formación ciudadana, hoy
quedó sobrepasado por una sociedad civil potente que tiene
múltiples y variadas manifestaciones de intereses especiales. La
29
asamblea quedó aislada, viviendo en un mundo cerrado, en
circunstancias que afuera está el país real. Esto partió, en realidad,
con la promoción popular, la
trascendental reforma que hizo el
presidente Frei Montalva que posibilitó la organización de las Juntas
de Vecinos y todo tipo de organizaciones comunitarias que hoy día
florecen con sus múltiples intereses territoriales, culturales,
deportivos, de género, étnicos, juveniles, de la tercera edad y que
conforman la rica diversidad de la sociedad civil. Y si a eso le
sumamos el mundo de las comunicaciones, la verdad es que una
asamblea cerrada, ajena al mundo, no tiene destino.
La DC debe insertar a sus militantes en el mundo real. La
asamblea como espacio de la información quedó sobrepasada.
Sólo la formación política y el debate de las ideas deben tener un
nuevo ámbito acorde con los tiempos que vivimos. La fraternidad es
una norma ética que excede con creces los espacios cerrados de
una asamblea.
Existen otros múltiples aspectos de la organización partidaria
que son muy importantes y que deberán ser revisados en un
proceso de modernización. Piénsese solamente en que tenemos un
Estado Unitario centralista que viene del siglo XIX, de los albores de
la
República
y
que
desconoce
el
creciente
proceso
de
descentralización que ha vivido y seguirá viviendo el país; y sin
embargo, el partido sigue practicando un centralismo santiaguino
asfixiante que llega con su largo brazo hasta la última y perdida
comuna del extremo norte o del extremo sur del país con el
propósito indesmentible de tener el control interno de la militancia,
sin consideración alguna a criterios de eficacia, eficiencia,
30
participación o tolerancia a la diversidad interna. Nada.
No se trata de desconocer la dureza de la política que, en
definitiva, es la lucha por el poder. El problema es que transforma
esa lucha en una mera operación instrumental y no en un debate
por las ideas respecto de qué es lo mejor para el país, para la
región o para esa comuna en particular. Esta realidad explica, entre
otras razones, en parte la fuga de muchos militantes y la dificultad
para atraer otros nuevos.
Este problema está relacionado directamente con la forma en
que se toman las decisiones al interior del partido, cuestión que
también es clave resolver en un proceso de puesta al día del
partido.
Para comprender mejor los aspectos relacionados con los
otros dos elementos de un partido, como son la militancia (el
elemento personal) y las ideas (el elemento doctrinario), creo que
es necesario tener presente que la política como proceso social
tiene dos fases o caras: la fase agonal, que es la lucha por la
conquista del poder, y la fase arquitectónica, que es la etapa, una
vez conquistado el poder, de construcción del proyecto ofrecido a la
ciudadanía. En ambas fases, la militancia y las ideas, se juega la
existencia y la supervivencia del partido.
Los partidos políticos, en una democracia, luchan por el poder
para concretar las ideas que tienen respecto de cómo esa
comunidad humana debe vivir mejor.
31
Por ello y para ello, los militantes son el capital humano con
que cuenta el partido para ofrecer a la ciudadanía y obtener su
respaldo. Será esa militancia la que, una vez conquistado el poder,
tendrá que asumir las tareas de la fase arquitectónica para la
construcción del orden deseado. Tarea determinante será, en
consecuencia, tener una militancia preparada para asumir la noble
tarea de conducir la comunidad y administrar la convivencia
humana. Estas tareas se asumen desde el Estado. Sabemos que
desde la creación del Estado Moderno, solo unos cuantos siglos
atrás, con el desarrollo de la ciencia y la tecnología, las
comunicaciones y el transporte, se ha tornado cada vez más
compleja la tarea de su administración. Por ello, que la formación
política del militante se torna una tarea obligatoria. Estoy hablando
de formación política y no de formación técnica que el militante la
adquirirá en su currículo de estudios.
En el cristianismo están los fundamentos principales de
nuestra ética política y por ello debe ser parte primordial de nuestra
formación. El militante debe ser formado en la teoría y en la
doctrina. Por medio de la teoría aprenderá a conocer cómo es el
mundo del Estado y de la Sociedad, de la Política y del Poder.
Comprenderá cómo funciona y cuál es su lógica. Por medio de la
doctrina (la nuestra) hará un juicio de valor sobre esa realidad y,
estableciendo fines y medios, mantendrá lo que haya que mantener
y cambiará lo que haya que cambiar. Por eso que, más allá de los
eslóganes, ser un partido de centro es moverse entre la estabilidad
y el cambio. Jamás la fosilización y tampoco el infantilismo
revolucionario. El partido es vanguardia en cuanto está abierto a los
cambios que experimenta el mundo. Y esos cambios los hará con
32
fuerza y decisión, pero al mismo tiempo con la necesaria
responsabilidad, como lo hizo Frei Montalva con la Reforma Agraria,
con la Sindicalización Campesina, la Promoción Popular y tantos
otros cambios de los cuales hoy nos enorgullecemos.
Para hacer los cambios necesarios el militante debe trabajar
también los conceptos de eficiencia y eficacia. Las cosas hay que
hacerlas bien. Si el militante es el capital humano que hará las
tareas cuando se llegue al gobierno, el partido tiene la obligación de
formarlo. De ahí que toda persona que en la DC quiere obtener la
calidad de candidato a un cargo de elección popular, ya sea
concejal, consejero, alcalde o parlamentario, debería pasar por
distintas etapas y grados de formación política. La idea es ofrecer a
la ciudadanía a los mejores, los más preparados desde el punto de
vista político y en cualidades morales.
Tener organización partidaria a lo largo y ancho del país
debiera permitirnos tener una radiografía completa de la realidad y
de los problemas de las regiones, comunas, ciudades y localidades.
De ahí que la formación de todos los militantes también debe
contemplar la necesaria especialización acorde con la realidad que
le toca vivir, como también de las funciones gubernamentales que
le toca o aspira a desempeñar.
El sello de la DC debería la calidad de sus militantes.
Hoy no habrá excusas para no hacerlo. La nueva legislación
contempla el financiamiento público de los partidos, por lo cual
33
debiera existir un centro de formación para los militantes que se
hiciera cargo de esta importante tarea.
La otra cuestión clave para todo partido es saber cuáles son
sus ideas.
Por una parte, sus ideas doctrinarias que sirven de guía para
su acción y, tan o más importantes que ésta, sus ideas ideológicas
y políticas, en cuanto éstas se traducen en los proyectos del aquí y
del ahora que se ofrecen al país para obtener su respaldo para
acceder al poder y que constituirá su acción concreta al frente del
gobierno.
Muchos dirán que nuestras ideas doctrinarias, ideológicas y
políticas están en las actas de nuestros Congresos. Es posible que
así sea; no vamos a discutir esto ahora. Lo determinante, desde el
punto de vista político, es responder a la pregunta: ¿Cuál es
nuestra imagen corporativa como partido, por qué o por cuál de
nuestras ideas nos identifica la gente? ¿Qué le suena o imagina la
gente cuando escucha democracia cristiana? ¿Cuál es nuestro
relato o nuestro cuento por el que la gente nos conoce? Y por otro
lado ¿Cómo nos presentamos los demócratas cristianos frente a la
gente? ¿Qué le decimos respecto de lo que somos?
Podemos tener una organización obsoleta, podemos tener
militantes más o menos formados, pero si no tenemos ideas,
entonces no tenemos nada que hacer. Pasaríamos a ser (¿acaso
ya no lo somos?) -como lo diría el maestro Jaime Castillo- un
partido de administración (casi una mutualidad).
34
Tenemos que ofrecerle ideas al país respecto de su presente
y de su futuro para que volvamos a reconcursar y recuperar su
confianza.
En una organización democrática, fuerte, transparente,
participativa, informada y moderna; en militantes activos y bien
formados, capaces de asumir con solvencia responsabilidades en el
servicio público; y en la claridad de nuestras ideas, ahí estará
nuestra fortaleza. Atrás dejaremos a esos dirigentes a los cuales se
les escucha quejarse de que nuestros socios nos tratan mal. La
política es el ejercicio del poder y no puedes esperar que nadie te
regale nada.
Si tenemos fortaleza en nuestra organización, nuestros
militantes y nuestras ideas tendremos el respeto de todos.
4. La DC y el futuro
En gran parte, el futuro de la DC dependerá de nosotros
mismos. Para ello debemos tener la visión y la sabiduría necesarias
para entender el momento que vive el país y el mundo y leer los
signos de los tiempos. Si pensamos que cada uno de nosotros
puede seguir en la pelea corta haciendo operaciones internas, si
pensamos que debemos seguir siendo un partido de administración,
si seguimos teniendo una mentalidad de mutualidad, entonces
seguiremos muriendo lentamente.
35
En cambio, si levantamos la vista y miramos el horizonte creo
que, sigue vigente, en el siglo XXI, la necesidad de la existencia de
un partido político que tenga su inspiración en el cristianismo, para
luchar contra los abusos, la desigualdad, y por un mundo mejor
basado en un desarrollo sustentable, en la solidaridad y la justicia
social, en una comunidad de hombres y mujeres libres.
Pero para ello, hay que jugársela, no tener miedo a los
poderosos, atreverse a tomar decisiones; en definitiva, no ser
“agüita perra” y andar siempre dando explicaciones respecto a que
los democratacristianos no somos ni “chicha ni limonada”.
Tendremos que tener en su momento nuestra propuesta
programática, pero, dentro de ella, tenemos que tener un conjunto
de ideas y objetivos políticos por los cuales la opinión pública nos
reconozca y tengamos nuestro discurso que nos identifique.
Este relato tiene que ser clarificador de lo que somos y
proponemos, de tal manera que no existan dudas de nuestras ideas
y objetivos. Al mismo tiempo, ella debe dar cuenta de la realidad y
de cuáles son aquellos signos de los tiempos que nosotros como
partido queremos construir en la conducción del Estado.
En base a ello, me atrevo a proponer, para un debate
democrático al interior del partido, algunas ideas que deberían
conformar nuestro relato, en el entendido que estas son ideas
específicas nuestras, ya que existen otras que son comunes al
mundo progresista y que compartimos y, por esa obviedad, yo las
36
doy por asumidas y nos las consigno, como la necesidad de una
Nueva Constitución y tantas otras. Aquí se proponen un conjunto de
objetivos políticos que nosotros podemos y debemos impulsar y
que, junto con el resto
de los objetivos compartidos, puedan
configurar, en el futuro, una nueva plataforma que ofrecer al país
con vistas al 2017:
a) Estamos en contra del modelo neoliberal de economía
impuesto por la dictadura. Nuestro modelo es una
economía social y ecológica de mercado.
El modelo neoliberal se basa en el individualismo, que genera
abusos y desigualdades inhumanas, valores que son ajenos a
nuestro acervo doctrinario basado en la persona humana, que
tiene igualdad de origen y destino, y contrario a la ética del
cristianismo.
No estamos en contra de los empresarios y de la empresa;
estamos en contra de los abusos del capitalismo que genera
una cultura del individualismo, del clasismo y de la codicia sin
límites. Por ello, es clave la acción reguladora y fiscalizadora
del Estado.
Sin el factor trabajo no hay empresa posible. Por ello, los
trabajadores tienen derecho a organizarse y a negociar
colectivamente, acerca de cuál será, en el funcionamiento de
la empresa, la retribución y las condiciones que tendrá el
factor trabajo.
En una economía social y ecológica de mercado no todo se
transa en el mercado como en el modelo neoliberal. La
educación, la salud y la previsión para la vejez no son bienes
de consumo. Ellos están sometidos a un régimen de bienes
37
públicos, al igual que la defensa nacional y la seguridad
pública.
Desarmar esa estructura construida durante la dictadura es un
objetivo político que debe hacerse con responsabilidad, de
manera gradual y sostenida.
b) Un nuevo Estado para el siglo XXI. El Estado chileno tiene
la
misma estructura básica del siglo XIX, cuando se
estableció como unitario, centralista y monocolor. Después de
200 años esa estructura está obsoleta, porque responde a
otros tiempos.
Muchos creen que estado unitario es sinónimo de unidad
nacional, rechazando ciegamente cualquier cuestionamiento.
Están equivocados. Estado unitario significa simplemente que
hay un solo centro impulsor del poder; es decir el poder está
centralizado; al revés de lo que sucede en un estado federal
donde existen múltiples centros de poder como sucede en
Estado Unidos. Y en ambos casos no está en cuestión la
unidad del Estado. Lo que sucede es que esa estructura
respondió a la realidad del siglo XIX y no se aviene con la
realidad del Chile del siglo XXI. Cuando se estableció, los
miembros de la aristocracia criolla competían con Concepción
y Coquimbo y hacia ellos se dirigió este centralismo. Hoy día
todo conocemos la realidad de Chile.
Por ello, debemos tener una nueva estructura del Estado:
1.-Un Estado descentralizado, regional y localmente. En
lo sustantivo, tomar en cuenta las propuestas de la Comisión
38
Asesora Presidencial de Descentralización.
2.-Debemos apostar por el poder local que es el Estado
más cerca de la gente, creando muchas otras comunas a lo
largo del país por el positivo balance que existe respecto del
papel jugado por los Municipios en el desarrollo, dotándolos
de mayores recursos y competencias. Estoy cierto que si
tuviéramos poderes locales fuertes más rápido terminaríamos
con la pobreza.
El poder local con los Municipios y el poder regional con el
Consejo Regional, debe ser el ancla de la DC para una
auténtica participación democrática en el
Estado del siglo
XXI.
3.-Debemos tener un Estado Plurinacional. El monocolor
fue establecido en otros tiempos por los españoles y criollos
que invisibilizaron la rica y diversa realidad sociológica que
existía en ese entonces. Hoy en el siglo XXI el país debe
sincerar su realidad, reconociendo la existencia de los
pueblos originarios como actores políticos y sujetos de
derechos colectivos, de la manera como lo han hecho los
países desarrollados del mundo, como Estados Unidos,
Canadá, Australia, Nueva Zelandia, etc.
4.-Debemos tener una Cancillería potente acorde con el
mundo globalizado. Por ello la modernización del Ministerio de
Relaciones Exteriores es clave en todos los aspectos para
vivir en este siglo XXI y relacionarnos en primer lugar con
nuestros vecinos, América Latina y el resto del mundo. Una
39
Cancillería moderna y profesional que esté más allá de los
vaivenes políticos internos y que sostenga una política de
relaciones exteriores que vele por los intereses permanentes
de Chile.
5.-Es menester tener un Sistema de Inteligencia Política
al más alto nivel del Estado, para que nunca más una
Presidenta pueda decir que se enteró por la prensa de ciertos
hechos, o un Presidente sostener que nunca supo que un
artículo, contenido en una indicación que él firmó, había sido
redactado por una empresa que, al mismo tiempo, repartía
dinero para las actividades políticas de algunos de sus
colaboradores o miembros de su coalición. La experiencia
positiva, en algún momento, de un potente “segundo piso” que
asesoraba, debe completarse con un sistema que procese
información, de fuentes abiertas, del nivel local, regional,
nacional e internacional para que el Jefe de Estado esté
oportunamente y eficazmente informado para que pueda
tomar correctas decisiones políticas en interés del país.
c) La Seguridad Pública. Este es un problema que no podemos
eludir. Pero debemos enfrentarlo desde una perspectiva
distinta al modelo de la derecha basado en la represión, el
clasismo, la elevación de las penas y la cárcel. Debemos
preguntarnos por qué existe tanta violencia y delincuencia en
este “paraíso del modelo neoliberal”. Debemos construir un
modelo de seguridad pública que se haga desde abajo, con
participación de los vecinos y de los municipios, dotando a
éstos de nuevas competencias para tales efectos y de los
40
correspondiente recursos. Debemos construir un conjunto de
políticas públicas desde abajo, con los municipios, en el
ámbito de la capacitación, del emprendimiento, de bolsas de
trabajo, de la cultura, del deporte, de la educación, con la
participación del
conjunto de las diversas organizaciones
comunitarias de la sociedad civil, y también del trabajo
coordinado, pero no desde el centralismo, con las policías.
Este implica también un cambio cultural en el conjunto del
país para que los sectores populares marginalizados no vean
a Chile como la sociedad del abuso, de las desigualdades, del
clasismo y del racismo.
La DC debería planificar con todos sus candidatos a Alcaldes
y Concejales, a lo largo de todas las comunas del país, un
programa con las organizaciones comunitarias paras trabajar
en esa dirección. En esas condiciones nuestros candidatos
llegarían no a pedir el voto sin más, carentes de contenido,
sino a motivar y escuchar a la comunidad en este problema
que es tan demandante por todos los sectores.
d) Los niños. Nos declaramos los defensores de la familia (en
sus variadas formas agrego yo) y, por lo tanto, tenemos que
tener puesta nuestra mirada puesta ahí. En los niños está la
simiente del futuro y por ello la acción del estado
descentralizado será determinante para dar el apoyo a las
familias que lo necesitan.
e) Las Mujeres. Con las mujeres hemos avanzado, pero todavía
falta mucho camino que recorrer en su participación en los
diversos ámbitos de la sociedad como la política, la empresa,
41
lo laboral, etc. La DC debería implementar una política de
vanguardia en este sentido, abriendo las puertas a las
mujeres de Chile y ofreciéndoles un espacio real de
participación, de representación y de dirección.
f) Nuestros viejos. Ellos serán (seremos) muy pronto, cerca
de un 25 % de la población del país; probablemente ellos
constituyan uno de los sectores más vulnerables con su
dependencia, sus fragilidades , sus enfermedades, su soledad
y sus pensiones. Debemos hacer un cambio sustancial con el
inhumano sistema de las AFP, con seriedad, responsabilidad,
técnicamente
sustentable
y
con
participación
de
los
cotizantes, de los empresarios y del Estado. Sabemos que, en
el mundo, este es un gran tema: la forma cómo la sociedad se
hace cargo de las generaciones pasadas que construyeron el
país y hoy no están en condiciones de trabajar.
Para ayudar a vivir con dignidad a nuestros adultos mayores,
el poder local y regional es fundamental para llevar a la
práctica políticas públicas en el ámbito de la cultura, del
deporte recreacional, y de la asistencia en la salud. Cada
comuna debiera tener casas de acogida para el día y de larga
estadía para aquellos de nuestras ancianas y ancianos que lo
necesiten.
g) El
Transantiago:
Un
error
que
debe
ser
reparado.
Entendemos que una política pública como el transporte sea
un tema complejo aquí y en cualquier parte del mundo. Existe
un consenso que en el diseño e implementación se
cometieron
errores.
Reconocerlo
no
tiene
porqué
42
disminuirnos.
Pero, lo concreto es que hoy miles, por no decir millones de
nuestros compatriotas santiaguinos, digámoslo derechamente
el pueblo de a pié, esperan y exigen una reparación. Esta
situación atenta contra la dignidad de las personas, pues
afecta al mínimo de calidad de vida al que todos tenemos
derecho: salir de madrugada, hacinados, para ir al trabajo, y
volver tarde noche al hogar, sin tiempo para el descanso y la
familia no puede seguir ocurriendo.
La DC debería tomar esto como propio y nombrar ahora ya
una comisión de expertos que, junto con nuestros candidatos
a alcaldes y concejales de la región metropolitana, trabajaran
junto con las organizaciones comunitarias una propuesta para
el próximo gobierno para hacer una reingeniería del sistema.
Dos comentarios más sobre el tema: una de las posibilidades
es la incorporación de un transporte público con participación
del Estado y/o de las Municipalidades. Hoy la Constitución
vigente lo impide a menos que se dicte una ley de quórum
calificado que lo autorice, con la trampa que en el caso que
esa ley se dicte, dicha empresa, con participación estatal,
debería regirse por las normas del sector privado. Y el otro
comentario es que Santiago no resiste más autos y más
gente: en unos 10 o 15 años más no van a tener donde
colocar los autos y, con respecto a las personas hay que
implementar una política de incentivos para que la gente se
vaya
a
las
regiones.
Hoy
Santiago
está
saturado
concentrando más del 40% de la población del país.
h) Por un Chile Verde. El cambio climático es una oportunidad
43
ineludible para trabajar por nuestros parques nacionales,
nuestros santuarios de la naturaleza, nuestras áreas silvestres
protegidas, por un cambio de la Conaf y el establecimiento de
una nueva y más potente institucionalidad, para trabajar con
las organizaciones de la sociedad civil que se dedican a estas
áreas específicas, para trabajar con los ingenieros forestales
para el bosque nativo, para la derogación del Decreto Ley 701
que subsidió a las grandes empresas forestales, y dictar una
nueva legislación en beneficio de los micro, pequeños y
medianos productores y, en particular, por el bosque nativo,
para establecer un nuevo modelo de negocios para las
empresas forestales, propietarias de las de las plantaciones
que afectan la flora, la fauna y las aguas; para reformar el
régimen de las aguas.
Una nueva oportunidad para trabajar con los municipios y
gobiernos regionales para llenar de árboles nativos nuestros
pueblos, ciudades y sus entornos, haciendo en el mapa de
América una larga y angosta franja verde.
i) El agua. Es vida. El cambio climático y los bosques artificiales
han producido un enorme efecto en el agua para el consumo
humano y para el riego. A miles de hogares de modestos
campesinos de gran parte del país se le entrega agua en sus
casas para que puedan comer, lavar su ropa y para uso
personal, en camiones aljibes con un enorme costo financiero
y un trabajo hecho con dedicación de los gobiernos regionales
y locales. Éste es un atentado a la dignidad que golpea a
estos modestos hogares del campo.
De igual manera, sucede con el agua para el riego. En este
44
caso las aguas de los ríos “van a dar a la mar”, puesto que no
es posible su uso por pertenecer a particulares en virtud de la
privatización de las mismas efectuada por la Constitución del
80. Solamente es posible la compra de los derechos de agua,
que por estar en el mercado su precio implica enormes costos
que solo puede financiar el Estado. De igual manera no es
fácil la acumulación de las aguas lluvias, porque se requieren
embalses acumuladores que enfrentan dificultades financieras
y políticas.
Es necesario, en consecuencia, una reforma de la legislación
y una firme decisión política para avanzar en solucionar este
grave problema, pero que, al mismo tiempo, nos permitiría
una tremenda oportunidad de desarrollo al incorporar miles de
hectáreas al riego, ampliando y diversificando nuestra matriz
en alimentos para Chile y el mundo y superar también la
pobreza con oportunidades para campesinos y productores
agrícolas.
j) La Innovación. Debemos impulsar la creatividad y el
emprendimiento, propios de la naturaleza humana que
siempre busca nuevos horizontes para los cambios que
necesita la sociedad en sus procesos productivos y para su
desarrollo, que hace ciencia e investiga. Por lo tanto, el
Estado tiene que tener claros objetivos políticos que impulsen
la creatividad para ir innovando y no quedar anquilosados en
todos nuestros sistemas.
k) La cultura. No hay una sociedad con mejor calidad de vida
sino impulsamos la cultura en todas sus expresiones. La DC
45
debe tener esto como objetivo estratégico en la construcción
de una nueva sociedad más justa y más solidaria. Con la
música, el teatro, la poesía, el cine, y todas las expresiones
artísticas en general, la gente será más feliz y le dará la
fuerza interior para vivir y construir una sociedad mejor, libre
de tantos abusos y desigualdades. Podemos ser mejores
personas. Por ello, la DC debe trabajar, en esa dirección, con
políticas públicas nacionales, desde los gobiernos regionales
y en el poder local de los municipios.
l) Los pueblos originarios. Siempre me ha llamado la atención
la escasa aproximación de la DC, por no decir ninguna, con
los pueblos originarios de Chile. Estoy hablando de un
acercamiento político en serio, y no de lugares comunes o
afanes utilitaristas electorales, internos o externos.
Digo que me llama la atención, dado el fundamento cristiano
del partido.
Si se va a las fuentes, el cristianismo rompe con el monocolor
del judaísmo, religión que solo pertenecía al pueblo elegido.
El cristianismo es la religión de la diversidad que se abre a los
gentiles, al mundo pagano, a los cientos de pueblos y etnias
que convivían con el pueblo judío. El propio Jesús lo expresa
al pueblo samaritano que era enemigo de los judíos. Y para
que hablar de la acción de San Pablo, el apóstol de los
gentiles.
Esta valoración de la diversidad nunca se ha expresado en un
juicio crítico de la DC al tipo de Estado monocolor que se
instauró en Chile en el siglo XIX.
Simplemente, creo que esta es una tarea pendiente del
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partido. Tarea para la casa de estudiar la Historia de Chile, la
formación del Estado y su relación con los pueblos originarios
y, también, por supuesto el nuevo derecho internacional de
los pueblos indígenas. Y formar a sus militantes en ello, y a
partir de ahí adoptar las decisiones políticas pertinentes, para
salir del atraso en que se encuentra. (Para ser justos es una
tarea pendiente del conjunto de las clases dirigentes del país,
con las excepciones que por supuesto existen. Basta ver los
palos de ciego que siguen dando los distintos gobiernos para
enfrentar la situación de conflicto de la Araucanía, de Arauco
y de otras localidades).
m) Santiago no es Chile. El crecimiento y congestión de la
región metropolitana vislumbra un panorama poco alentador
para el futuro. Hay que buscar fórmulas para que la gente se
vaya de Santiago e impedir que la gente emigre hacia a la
capital. Este es un tema complejo y de difícil solución. Pero no
sirven medidas a medias: se requiere una fuerte voluntad y
decisión política para remar en sentido contrario. Basta ver la
situación de algunas grandes ciudades metropolitanas (estoy
pensando en Ciudad de México, Sao Paulo) para imaginarse
lo que espera a los santiaguinos sino se toman medidas a
tiempo. Hay que caminar a buscar fórmulas e incentivos
desde el gobierno central con los gobiernos regionales y
locales para que la gente ocupe nuestro vasto territorio y no
siga incrementando el mas del 40% de habitantes del país
que representa la región metropolitana, con todas las
externalidades negativas que ello implica, comenzando por la
merma en la calidad de vida.
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n) Las ciudades de Chile. Todo sabemos que nuestro país es
muy clasista, partiendo por la educación que es segregada y
llena de castas según tu situación social y económica. En las
ciudades pasa lo mismo. Hay dos Chile (vean Santiago)
¿podemos seguir así, con estos niveles de desigualdad?
Tenemos que hacer un esfuerzo en dotar a los territorios
donde vive el pueblo chileno (la clase media y los sectores
populares) de una mejor calidad del entorno. Espacios
públicos, plazas, parques recreacionales, árboles nativos,
canchas, gimnasios, paseos, ciclovìas, etc. De nuevo, el
esfuerzo ministerial respectivo en un trabajo conjunto con los
gobiernos regionales y locales.
o) La rehabilitación cultural de Chile. Los problemas que hoy
tiene el país tienen una raíz cultural: el individualismo, el
materialismo, el consumismo, la codicia, el clasismo, el
racismo, las colusiones y la prepotencia, hacen de Chile el
país de la desigualdad y de los abusos, explicando el
desprestigio de los políticos y de las instituciones. No basta un
cierto progreso material relativo si la persona se siente
menoscaba en su dignidad. La credibilidad llega a cero
cuando se ve cómo los poderosos dominan la sociedad
mediante la colusión de la política y el dinero. El ciudadano de
a pie ya no cree en nadie. Por ello, la DC tiene que entender
este fenómeno social como un llamado urgente a revisar
nuestros cánones éticos y nuestra conducta; por ello nuestra
lucha no es sólo por el progreso material mediante políticas
públicas adecuadas, sino fundamentalmente una lucha por un
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cambio cultural en la “calidad humana” de todos nosotros, los
ciudadanos de Chile.
p) La política y el dinero. Si a algún militante le gusta el dinero,
está en su derecho. Pero entonces, dedíquese a los negocios
y abandone la política. Seamos claros y no hagamos
contubernios.
5.- Precisiones Finales.
1. Este no es un trabajo académico: es un documento para la
discusión
de mis camaradas del partido. Tampoco es la
palabra final; es un sólo un elemento más para el debate de
nuestras ideas.
2. Este no es un documento programático: es un conjunto de
objetivos políticos que, después de un debido debate, podrán
constituirse y transformarse en un programa para la acción.
Primero tenemos que debatir nuestras ideas.
3. Este documento contiene un conjunto de ideas que pueden
transformarse en un “relato” para que la gente nos identifique
y sepa lo que somos y nosotros podamos decir, también,
quiénes somos y qué pensamos del Chile de hoy.
4. Este documento no pretende agotar todos los temas. En él se
contienen aquellos temas que nos pueden identificar en un
futuro próximo y contingente.
5. Este documento no toca un conjunto de temas como, por
ejemplo, una nueva Constitución, la salud, la educación, y otra
temática más general como la política de vivienda, minería,
agricultura, etc. (temática de identificación general para la NM
y otros sectores), porque el propósito era buscar un conjunto
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de objetivos políticos que nos dieran una identidad propia a la
hora del debate público.
6. En este documento no se tratan dos importantes temas: el
futuro de la coalición y las elecciones presidenciales del
2017.Primero ordenemos la casa; ya habrá tiempo para la
coyuntura.
Otoño del 2016.
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