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Estanislao Bachrach
ÁgilMente
Aprendé cómo funciona tu cerebro
para potenciar tu creatividad y vivir mejor
Sudamericana
ILUSTRACIONES DE MAX AGUIRRE
Inspirado en Goyo
A Victoria,
Uma y Valentín
Prólogo
Los avances tecnológicos realizados en los últimos diez años en el campo de las neurociencias han sido fascinantes. En especial, aquellos
centrados en comprender mejor el cerebro y su íntima relación con la mente. Por primera vez, la tecnología puede ver dentro de nuestra
cabeza el cableado eléctrico de células que nos permite crear nuevas conexiones a partir de las ya establecidas por nuestra experiencia.
Podemos sacar fotos de los pensamientos utilizando escaneos cerebrales y medir el grado de excitación de las neuronas a medida que se van
aproximando a una solución.
Nos encontramos en un momento clave para entender todo lo que hoy sabemos sobre cómo funcionamos, quiénes somos y cómo somos
los seres humanos cerebralmente. Como veremos a lo largo de este libro, esto nos puede ayudar a mejorar nuestra calidad de vida en
múltiples sentidos. Estoy convencido de que sólo podremos cambiar nuestro cerebro si sabemos cómo funciona.
ÁgilMente parte de la intención de desmitificar los conocimientos muchas veces falsos con los que contamos acerca del cerebro y de la
voluntad de promover todo lo que todavía podemos conocer sobre él y utilizarlo a nuestro favor para ser más creativos. La creatividad
puede parecer un truco de magia que viene de ninguna parte; no obstante, hoy empezamos a comprender cómo funciona esa magia creativa.
Cuando entendamos cómo funciona nuestra creatividad, podremos hacer que funcione para nosotros.
Aunque no lo sepamos, las neurociencias tienen un impacto enorme en nuestra vida cotidiana. Muchas veces, el complejo lenguaje
científico no nos permite acceder a la apasionante información que esta ciencia tiene para transmitirnos sobre el mundo y sobre nosotros
mismos. Como científico quiero hacerlos viajar por las más brillantes investigaciones de expertos en creatividad y neurociencia de la
actualidad y también del pasado. Hoy es fácil de demostrar mediante tecnología de avanzada que hasta nuestro último día de vida podemos
seguir aprendiendo y ser más creativos. Mi propósito es que ustedes puedan experimentarlo y, a la vez, darse cuenta de que más creatividad
en nuestras vidas significa no sólo la capacidad de resolver problemas, destrabar conflictos o lucirse en el trabajo, sino de tener una vida
mejor y más disfrutable.
Vivimos en una sociedad globalizada, donde productos y servicios son cada vez más parecidos y a menudo se vuelve difícil diferenciarlos
entre sí. La tecnología y el conocimiento técnico son cada vez más fáciles y baratos de conseguir, estemos en Singapur, China, Chipre,
Jamaica o Argentina. Muchos de los conocimientos tan deseados y buscados en el siglo pasado ya no representan un desafío. Empresas,
gobiernos y organizaciones requieren de la creatividad de su gente para sobresalir del resto. Son las personas más empáticas y creativas las
que hacen la gran diferencia en la sociedad, en la economía, en la educación y en el comercio. La lógica, tal como la entendemos, es
necesaria pero no suficiente. Las organizaciones buscan tener entre su gente a aquellos capaces de sentir empatía con el otro —llámese
cliente, empleado, colega, socio o alumno—, para comprender mejor sus necesidades, inquietudes, gustos, satisfacciones y expectativas.
Personas que puedan pensar de manera creativa e innovadora, para ofrecer servicios y productos diferentes, que ofrezcan mejores
experiencias. Sin embargo, este tipo de personas escasean en la sociedad.
En nuestro sistema educativo, desde sus inicios y hasta el tiempo presente, ha primado la importancia en la enseñanza y el desarrollo del
análisis lógico y el razonamiento deductivo —que dominó el siglo XX— y no de nuestra capacidad empática y creativa —necesaria para
conquistar el siglo XXI—. Desarrollar tu creatividad es asunto tuyo, seas quien seas y trabajes donde trabajes. Las personas que demuestran
curiosidad y coraje se vuelven indispensables en cualquier organización. Son promovidos y recompensados. Aquellos que puedan imaginar
otras alternativas a los problemas grandes o pequeños que enfrentamos en la sociedad serán los que causen un verdadero impacto.
En el libro me serviré de los avances científicos y estudios realizados sobre nuestro
cerebro/mente para que lo conozcas como nunca
antes lo hiciste. Utilizaré la ciencia para ofrecer algunas alternativas en forma de técnicas que aumenten tu capacidad creativa en el día a día.
Avancemos un poco. Si observamos a cualquier niño antes de los seis años, no podemos más que afirmar que somos creativos ya desde
el nacimiento. Pero luego la escuela y la sociedad van pidiendo que dejemos de usar esos circuitos neuronales para enfocarnos
principalmente en los otros: la lógica y el análisis. Estos últimos se convierten en nuestros patrones de pensamiento dominante. Hace no
muchos años, los científicos creíamos que la creatividad en jóvenes y adultos era una causa perdida: las neuronas y sinapsis no utilizadas
durante algún tiempo eran irrecuperables. La buena noticia es que hoy la ciencia muestra de manera muy precisa que esto no es cierto.
Como ya dije, el cerebro tiene la capacidad de regenerar y seguir aprendiendo hasta nuestros últimos días . Todos podemos ser más
creativos si utilizamos las técnicas y los métodos correctos para estimular esas neuronas y sus conexiones que, en la mayoría de nosotros,
fueron poco utilizadas. Para comprenderlo, imaginemos al cerebro como un músculo y a nuestra vida como una preparación para una
carrera. Si entrenamos durante la mayor parte de nuestra vida sólo una zona de ese músculo, la otra se atrofiará. Sin embargo, hoy sabemos
que el músculo atrofiado se puede recuperar con disciplina, vocación y ejercicio. Al final del camino, si lo hacemos, comprobaremos que
somos más creativos y podremos usar esa habilidad para una mejor calidad de vida.
ÁgilMente trata sobre nuestro talento mental más preciado: la habilidad que tenemos para imaginarnos cosas que nunca existieron y para
ser creativos. Muchas veces pensamos en la creatividad como algo que viene de fábrica, sólo les sucede a los otros y no nos compete
demasiado. No obstante, nuestras vidas son definidas gracias a la creatividad humana. Tu celular, tu poema preferido, el sillón supercómodo
donde estás sentado leyendo, la calefacción silenciosa que te protege del frío, aquella canción que te hace recordar a un ser querido, la
pastilla para el dolor de cabeza.
ÁgilMente es una invitación a un spa cerebral para que aprendas a cuidar, mimar y volver a poner tu mente y creatividad en plena forma.
Introducción
Era un domingo de sol en Buenos Aires. Mi hija y yo estábamos en su juego favorito: la hamaca. En ese momento, Uma tenía dos años
recién cumplidos y podía pasarse unos cuarenta y cinco minutos yendo y viniendo por el aire, en ocasiones mirando al cielo y echando el
cuello hacia atrás. A mí me gustaba hamacarla de frente para verle la sonrisa permanente en pleno disfrute del tiempo presente. De manera
ingenua y adulta, cada dos minutos yo le ofrecía ir al tobogán o al sube y baja pensando que ya estaba aburrida. Me costaba entender cómo
podía pasarse tanto tiempo allí. Obviamente, usaba mi escala de tiempo, no la de ella. Cada tanto mis brazos dejaban de empujar, y yo
chequeaba en mi iPhone los e-mails, leía el diario por Internet o enviaba algún mensaje. Lo hacía estratégicamente de modo que al perder el
impulso, y antes de que me lo pidiera, volvía a empujarla para que sus rizos se sacudiesen contra el respaldo de la hamaca. Cuando de
pronto sucedió: “Papá, el lular, no”, me dijo todavía con una sonrisa. Me fui detrás de ella y comencé a hamacarla desde allí tratando de
engañarla e insistiendo con el touchscreen de mi pantallita. A los tres minutos de nuevo, pero esta vez sin sonrisa, sin “papá” y gritándome:
“¡El lular, no!” Lo guardé en el bolsillo a regañadientes pero convencido de que el equivocado era yo. Uma sentía que no estaba por
completo allí con ella, y era verdad. Fue una lección importante y desde entonces opté por no llevar más el teléfono a la plaza. Cada vez que
íbamos le mostraba que lo dejaba sobre la mesa del living, y eso la predisponía mucho mejor durante las siete cuadras hacia la placita del
barrio.
Diría que me sucedió alrededor de nuestra tercera visita a la plaza sin mi teléfono. Uma prefería ahora que la hamacara empujándola desde
atrás. Mis brazos iban y venían en una suerte de trance y con una cadencia relajante. De pronto en mi cabeza empezaron a aterrizar ideas,
las podía ver y tocar en mi frente, iban cayendo una detrás de otra sin orden ni tiempo de reacción. Qué hacer el fin de semana, cómo
presentar un proyecto a un cliente, cómo preparar una clase nueva, hasta cómo inventar aparatos para la ducha o hacer que los juegos de
plaza sean más seguros. Y de allí al infinito. Cuando Uma me comentaba algo de alguna paloma o de otro nene de la plaza, o me pedía un
caramelo, tardaba algunos segundos en contestarle y salir de ese monasterio de ideas. Sin embargo, a ella parecía gustarle un poco mi
desconcierto de segundos. Se reía y decía: “¡Papá! ¡Papá! ¿Estás loco?”
Esa tarde, durante el camino de regreso a casa, noté que muchas de las ideas que me habían llegado desde ese lugar, detrás de la hamaca,
las había olvidado. Algunas por completo y de otras sabía que se trataba de algo relacionado con un cliente, por ejemplo, pero no podía
recordar específicamente qué.
Por la noche, ya en la cama antes de dormir, tenía claro que se me habían ocurrido muchas cosas en aquella plaza, algunas mundanas,
conocidas, pero también otras no tan habituales: “creativas” o nuevas para mí. Sin embargo, no recordaba ya ninguna. También me olvidé
de este incidente hasta que volví a hamacar a Uma y ocurrió lo mismo. Dos veces seguidas no debía ser casualidad. Con mi formación
científica me propuse investigar qué estaba sucediendo, y a partir de allí, cada vez que me paraba detrás de la hamaca y comenzaba la
cadencia, la sonrisa y sus rizos dorados, esperaba de manera consciente y alerta verme de nuevo envuelto en mi lluvia privada de ideas.
Obviamente, eso no sucedía si lo buscaba y me esforzaba en obtenerlo.
Varias veces escuché en conferencias internacionales de negocios que más del noventa por ciento de los últimos productos y servicios
nuevos o innovadores que consumimos y disfrutamos surge de ideas que se les ocurren a empleados “comunes” y fuera del ambiente
laboral. Como en mi hamaca con Uma.
Hace dos años que me dedico a estudiar a esas empresas innovadoras y he logrado hablar con una cantidad de empleados interesantes de
diferentes jerarquías, culturas, empresas, países, idiomas e industrias, para llegar a la misma conclusión:
las ideas pueden aparecer en
cualquier momento pero fundamentalmente se manifiestan más seguido cuanto más relajados estamos
. Por probabilidad
matemática cuantas más ideas aparezcan en nuestro consciente más chances vamos a tener de que alguna de ellas sea buena, mejor, nueva,
creativa y diferente. Algunos lo llaman brainstorming reverso. En lugar de exigirle al cerebro que genere ideas durante dos horas los martes
por la tarde cuando al jefe se le ocurre, hay que aprovechar que la mente funciona las veinticuatro horas de los trescientos sesenta y cinco
días del año y sacarle el máximo rendimiento. Y así sucede; todos tenemos al menos uno o dos lugares, momentos o situaciones durante el
día o la noche, donde una tormenta de ideas nos invade el consciente. En el auto, la ducha, el subte, la cama, el baño, el asado, el deporte,
jugando, meditando, durmiendo, etcétera. Siguiendo los consejos de empleados de organizaciones muy innovadoras, de artistas y hasta de
ingenieros japoneses de Toyota, comencé a llevar siempre conmigo a la plaza una libretita para poder capturar las ideas de inmediato.
Hoy se sabe que la mayoría de las cosas que pensamos y, entre ellas, las ideas que tenemos se nos olvidan. Mágicamente, a Uma no le
molesta que su papá dibuje en su cuadernito, como dice ella, mientras él la hamaca; al contrario, ella también lleva su block para dibujar y
compartir un verdadero momento de padre-hija. Hoy la libretita es una parte funcional de mi cuerpo. En esa libreta catalogo los proyectos
que me interesa capturar, titulándolos en el borde superior de la hoja. Es mucho más eficaz anotar las ideas debajo de un título de proyecto,
a modo de etiquetas, que escribir las que se te aparecen una debajo de la otra. De esta manera, al querer volver sobre lo que uno escribió,
son más fáciles de encontrar.
Es 5 de septiembre de 2011 y estoy sentado en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, esperando para volver a Buenos Aires. Abro la libretita
y observo que cada diez, veinte páginas, un título diferente en mayúsculas domina la primera hoja seguido de garabatos casi ilegibles: las
ideas. Entre mis proyectos actuales se encuentran: Clases en Mendoza , Congreso en Cartagena , Charla en Coca-Cola , Neuromarketing,
Costa Rica 2011 , Sarmiento innovador, Varios , Educación ejecutiva . En este tiempo muerto de espera en el aeropuerto me dispongo a
repensar mis ideas. Es aquí cuando, birome en mano, leo ideas de proyectos que ya sucedieron y estorban el campo visual: las tacho. Las
ideas tienen una vida limitada en la libreta. Mientras voy tachando, llego al título de proyectos “Varios” y una frase me llama la atención; no
recuerdo cuándo pero en algún momento la elevé a la potencia 10. Esto de elevar a una potencia una idea en mi código personal significa que
ya he pensado en ella muchas veces en varias y diferentes oportunidades.
Por ejemplo: “Escribir un libro10”, dice en tinta negra, casi atravesando el papel.
Llegó la hora de hacerlo, allí voy.
El hecho de escribir cuál es tu desafío creativo puede disparar en tu mente ideas creativas. Hay que escribir.
CAPÍTULO 1
NO MÁS PATRONES
Genes y memes
Seas quien seas, tu mente puede cambiar y sólo depende de vos. No importa cuán creativo te consideres o te consideren los demás, eso
puede mejorar. Tu creatividad puede expandirse. Por mucho tiempo los gurúes de la creatividad, algunos acertados y otros no tanto, te
decían según su experiencia personal o intuición cómo ser más creativo. Hoy, la neurociencia combinada con la tecnología de avanzada es
clara y concisa: tu cerebro puede seguir aprendiendo y cambiando hasta el momento en que morís, propiedad conocida como
neuroplasticidad. No importa qué te haya pasado en tu vida o qué genes te hayan tocado; tu mente, es decir, la forma en que usás tus
pensamientos, puede modificar la estructura y anatomía de tu cerebro. Mientras comenzás a leer ÁgilMente, tu cerebro es uno con ciertas
conexiones neuronales particulares. Al terminar de leerlo será otro diferente, con otras conexiones. Será sin duda un mejor cerebro, ya que
habrás aprendido a conocer su potencial y algunas de sus limitaciones. Y si además aplicás las técnicas que te propongo, con regularidad y
disciplina —las encontrarás destacadas mientras viajes por las páginas—, tu potencial creativo aumentará de forma que no sólo vos te darás
cuenta sino la gente que te rodea a diario en el trabajo, la casa, tu lugar de estudio o con los amigos. Yo veo y experimento esos cambios
fantásticos no sólo en mí mismo —fui y sigo siendo mi primer conejillo de Indias— sino en cientos de personas con las cuales tengo la
suerte y alegría de trabajar en diferentes organizaciones. Quiero compartir con todos ustedes estos conocimientos y ayudarlos a ser
más
creativos, lo cual además trae aparejada, como si fuera poco, una vida más plena y feliz.
¿Cómo llegamos los humanos hasta aquí? Podríamos decir que seguimos en la Tierra en particular gracias a dos movimientos continuos:
la evolución biológica y la cultura. Evolucionamos biológicamente según las mutaciones que de manera azarosa ocurren en nuestros genes, y
luego la naturaleza se dedica a elegir para que perduren sólo aquellos cambios favorables a vivir en el ambiente, proceso conocido como
selección natural. Esto sucede fuera de nuestra conciencia o control. En lo que respecta a la cultura, es nuestra creatividad su actor principal
y genera grandes cambios de paradigmas. Este proceso de cambios culturales es absolutamente consciente.
La creatividad sería así el equivalente cultural del proceso de los cambios genéticos que da como resultado nuestra evolución.
Hoy sabemos que ciertas mutaciones permiten que algunos individuos desarrollen un sistema nervioso en el cual descubrir cosas nuevas,
fundamental para el desarrollo de la creatividad, estimula los centros de placer del cerebro. Es decir, como algunos individuos son
entusiastas del sexo, de la comida, otros han evolucionado para ser entusiastas y obtener placer en aprender cosas nuevas. Sin embargo, la
tendencia por lo nuevo, descubrir y explorar, no sólo depende de un componente genético, también parece estar influida por las experiencias
vividas cuando éramos chicos. Si esto realmente es así, nuestros ancestros, que reconocían la importancia de lo nuevo, sin duda protegían a
estos individuos que disfrutaban de ser creativos y aprendían de ellos. Protegerlos era importante, ya que gracias a su inventiva podían estar
mejor preparados para hacer frente a las condiciones impredecibles y a las amenazas por la supervivencia.
No obstante, otra fuerza mucho más primitiva y poderosa que la creatividad también tuvo un rol mayor en nuestra supervivencia: la
entropía. Conservar nuestra energía. Esto ocurre fundamentalmente cuando no tenemos demandas externas. Allí, la entropía juega un rol
preponderante en el control de nuestro cuerpo y mente. Esta gran necesidad de conservación de la energía es tan poderosa que cuando
tenemos tiempo libre lo relacionamos de inmediato con el descanso. Ir al parque a caminar, mirar una película, leer un libro o sólo
contemplar el techo. Poner piloto automático. No gastar energía. Es como si los humanos, entonces, estuviésemos tironeados por dos
instrucciones programadas opuestas del cerebro: por un lado, el menor esfuerzo imperativo (entropía) y, por el otro, la exploración y
búsqueda de lo nuevo (creatividad).
En la gran mayoría de nosotros, la entropía parece tener más fuerza que el placer por descubrir desafíos o ideas nuevas. Sin embargo, y
por suerte, algunas personas parecen responder mucho más fuerte al placer por el descubrimiento. Pero, sin importar con cuál de estas dos
instrucciones te sentís más identificado ni en qué dominio o momento de tu vida suceda, la creatividad es muy disfrutable. Nos sentimos
muy bien cuando nos sucede.
Recapitulando. Al nacer tenemos dos instrucciones bastante contradictorias. Por un lado, un
software del cerebro con una tendencia a
conservarnos; fundamentalmente, desde nuestros instintos de autopreservación. Ahorrar energía. Pero, por el otro, una instrucción con una
tendencia más expansiva, orientada hacia la exploración, a disfrutar lo nuevo, a tomar ciertos riesgos. Es la curiosidad que observamos en
todos los chicos. Esta última instrucción conduce a la creatividad. A pesar de que necesitamos ambos “programas”, el primero no requiere
mucho esfuerzo, apoyo o motivación para lograrlo. El segundo, el de la creatividad, es difícil de ser cultivado por sí solo. De adultos, en el
trabajo o en la vida en general, se nos presentan pocas oportunidades para ser curiosos. Existen demasiados obstáculos para tomar ciertos
riesgos o para explorar. Por ello, la motivación necesaria para comportarse de manera más creativa se extingue con rapidez, y eso deriva en
que la gran mayoría de nosotros no nos consideremos o no nos sintamos creativos.
Mientras que los genes pasan de generación en generación de modo automático, no sucede lo mismo con los inventos y las ideas. Cada
niño tiene que aprender de nuevo, desde el comienzo, cómo usar el fuego, la rueda o la energía atómica. Estas unidades de información que
debemos aprender para que nuestra cultura continúe son conocidas como “memes”, término acuñado por Richard Dawkins en su libro El
gen egoísta. Todo lo que comprende al lenguaje, los números, las teorías, las canciones, las leyes, los valores de todos estos memes tienen
que pasar a nuestros hijos para que sean recordados. Por todo esto los memes podrían ser considerados los equivalentes culturales a los
genes.
Una persona muy creativa puede cambiar un meme. Y si una cantidad apropiada de otras personas considera que este cambio es una
mejora para la sociedad, entonces se convierte en una parte nueva de la cultura. Nuevas canciones, nuevas ideas, nuevas máquinas, de eso
se trata la creatividad. Pero los memes no suceden de manera automática, como ocurre en la evolución biológica con los genes y sus
mutaciones. Es decir, existe un precio a pagar para que esta creatividad suceda. Lleva esfuerzo y energía cambiar las tradiciones, y este
esfuerzo conlleva un aprendizaje. Para aprender tenemos que prestar atención, un recurso limitado, a la información que nos es dada. No
podemos procesar muchísima información al mismo tiempo y nosotros, siempre ocupados y corriendo, contamos con pocas oportunidades
para pensar nuevas ideas. Gran parte de nuestro tiempo está comprometido con tareas de supervivencia y con el día a día de nuestros
hogares y trabajos.
Lo que significa que para llegar a ser muy, o más, creativo en alguna disciplina, o en algún ambiente en particular, uno tiene que tener una
cantidad de atención disponible para poder lograrlo. Si estamos todo el tiempo ocupados, es muy difícil que se nos ocurran ideas diferentes
que puedan cambiar o mejorar un producto, una canción, una forma de vivir, etcétera. Necesitamos nuestra atención al servicio del desafío
creativo que nos atañe.
Definamos: la creatividad es la actividad mental a través de la cual en algún momento una revelación o insight ocurre dentro del cerebro y
trae como resultado una idea o acción nueva que tiene valor. Es romper con nuestros patrones habituales de pensamiento. Esto nos sucede a
todos, más o menos seguido. Si nos referimos a las ideas que van a cambiar paradigmas o memes dentro de una tradición, cultura o
disciplina de trabajo, la decisión de que sea nueva y tenga valor provendrá de la aprobación de la gente que conozca el medio o la disciplina
donde esa idea o acción se esté tratando de implementar. De esta manera, cuando la gente lo apruebe y acepte, habrá pasado por una especie
de evaluación social que dirá: “Esto realmente es creativo”. Por lo tanto, la creatividad no sucede sólo en la cabeza de las personas sino
también en la interacción de los pensamientos con su contexto sociocultural. Resulta un fenómeno sistémico más que un fenómeno
individual.
Otras definiciones sobre la creatividad: alguien que expresa pensamientos poco comunes y que está interesado y estimulado; personas que
experimentan el mundo de manera novedosa, original; personas que tienen una percepción fresca, que no juzgan tanto y que pueden tener
ciertas revelaciones que les permiten generar ideas o productos o acciones que terminen siendo descubrimientos importantes.
La farolera tropezó
Imaginemos por un instante que estamos en el último piso de un edificio alto y podemos contemplar la ciudad de noche, una gran ciudad.
Si prestamos un poco de atención, notaremos algunas zonas, no muchas, con las luces encendidas. Si logramos distinguir los autos que
deambulan por la noche en esa ciudad, también veremos que, en general, sólo unas pocas avenidas, iluminadas tanto por sus faroles como
por esos autos que las transitan, tienen luz a esa hora. El cerebro es un poco así, como una ciudad en penumbras, pero siempre con algunas
avenidas, calles y luces encendidas.
Nuestro cerebro, siguiendo esta metáfora, cuenta con muchas posibilidades de iluminación. Podemos encender un montón de faroles —
conectar neuronas—, pero son pocas las avenidas —surcos neuronales— prendidas, conectadas, utilizadas todo el tiempo. Esto pone de
manifiesto que tendemos a utilizar la misma información para resolver cualquier tipo de problemas. Es decir, buscamos en estas calles
iluminadas por información conocida algo que ya hemos visto, que ya hemos experimentado. Sin embargo, tenemos siempre la posibilidad
de recorrer otras calles y avenidas que están menos iluminadas y de buscar material nuevo, ideas o soluciones creativas.
Es como si viviésemos en un modo semiautomático donde las respuestas a nuestras problemáticas y desafíos provienen en su mayoría de
nuestras experiencias, certezas y cultura. Podríamos decir que éstos son los nombres de las tres grandes avenidas que están encendidas
todo el tiempo.
Recordemos que, por la fuerza de entropía, el cerebro es un gran conservador de energía. Para nuestra supervivencia siempre fue y es
positivo guardar un poco de aquélla por las dudas de que suceda algo imprevisto y debamos escapar o pelear. Esto produce que, ante un
desafío intelectual, primero busquemos información en lo ya conocido.
Vivimos de experiencias, entonces siempre encontraremos información allí. Pero si queremos buscar nuevas formas o ideas, si queremos
inspirarnos, tener una revelación para construir algo creativo, deberemos hacer un esfuerzo para encender y conectar otras neuronas.
Esfuerzo significa gasto de energía. Si lo logramos, podremos encontrar distintas posibilidades y respuestas para una misma pregunta,
problemática, objetivo o desafío. De ahora en más los llamaremos nuestros desafíos creativos.
Cuanto más claro tengas cuál y cómo es tu desafío creativo, más efectivo serás para resolverlo. Pensá que tu desafío
creativo es como la imagen del rompecabezas terminado en la tapa del juego; sin ella, sería muy difícil que pudieras
resolverlo.
Cuando nos levantamos a la mañana y tenemos que ir a trabajar o a la escuela o la universidad, o hacia donde nos dirijamos todos los
días… ¿Por dónde vamos? Siempre o casi siempre tomamos el mismo camino. La misma avenida, las mismas calles, el mismo subte o la
misma línea de colectivo. Me animaría a decir que podemos cambiar dos, tres, cuatro veces como máximo la ruta para llegar a donde
tengamos que ir cada mañana. ¿Para qué tomar otras calles o colectivos, si sabemos ( certeza) que vamos a llegar por ese mismo camino
(cultura y e xperiencia)? El cerebro no quiere esforzarse ni gastar energía en lo que ya conoce. Tiene patrones y estructuras de
pensamiento que se van estableciendo en nuestras redes neuronales según pasan los años y se acumulan experiencias. Las avenidas
iluminadas de la gran ciudad. Como veremos, el proceso creativo
posibilidades de pensamientos.
desinhibirá esos patrones y estructuras para permitirse diferentes
No pienso, luego existo
El cerebro es un órgano maravilloso.
Empieza a trabajar no bien te despertás
y no para hasta que llegás a la oficina.
ROBERT FROST
En la escuela primaria empezamos a jugar cada vez menos. Nuestra educación está basada en procesar información sobre lo que ya
sucedió, sobre lo que pensaban muchas de las personas que ya no existen y sobre qué es lo que existe hoy. Es decir, la gran mayoría de
nuestras respuestas se basa en información conocida. “Respuesta” y “responso” tienen la misma raíz etimológica, responso es el rezo que se
hace a los difuntos. Forzando los términos, hay algo ya muerto en las respuestas que damos. Lo que sucede al hacer esto es que estamos
dejando de pensar. Nos enseñan a no pensar. En otras palabras, cuando pensamos que conocemos las respuestas, basados en nuestra
educación, en ese momento nuestros pensamientos mueren. Y éste es el motivo por el cual a muchos de nosotros nos cuesta tanto usar
nuestra imaginación y creatividad para desarrollar ideas nuevas. Nuestras ideas están estructuradas de manera fuerte y predecible en
propiedades muy particulares, categorías o conceptos muy determinados. Pensar de manera creativa requiere la habilidad de
generar
asociaciones y conexiones entre dos o más temas bien diferentes. De esta manera se pueden crear nuevas categorías y nuevos conceptos,
pero no nos enseñan a procesar la información así.
Entrada en calor mental —para generar asociaciones y conexiones entre dos o más temas totalmente diferentes—. Técnicas de
Edward De Bono:
Elegí cuatro palabras aleatorias.
Basándote en algún criterio, quedate con tres de ellas. Ejemplo: perro, nube, agua y puerta.
Criterio 1: El perro, el agua y la puerta entran en la misma casa pero las nubes no.
Criterio 2: Las palabras perro, nube y puerta llevan letra “e” y agua no.
Otros…
Elegí seis palabras de manera aleatoria y dividilas en dos grupos de tres. Cada grupo tiene que tener su propio criterio de
selección.
Escribí de manera aleatoria dos listas (A y B) de cuatro palabras cada una.
Elegí algún criterio para asociar una palabra de la lista A con otra de la B.
Escribí una lista de cinco palabras aleatorias.
Elegí una de esas cinco palabras y buscá criterios para asociarla con cada una de las otras cuatro.
Elegí dos palabras aleatorias.
Combinalas de manera tal que puedas crear un negocio con ellas.
Agregá una tercera palabra aleatoria.
Pensá cómo esa nueva tercera palabra podría hacer que se obtengan aún más beneficios en el negocio.
Agregá una cuarta palabra aleatoria.
Ahora pensá cómo esa nueva cuarta palabra podría hacer que el negocio sea sustentable y amigable con el medio ambiente.
Elegí cinco palabras aleatorias.
Decidí con algún criterio cuál es la más cara, cuál es la más útil, cuál es la más peligrosa, cuál es la más atractiva, cuál es la más
duradera, cuál es la más barata, etcétera.
Elegí cinco palabras aleatorias.
Seleccioná dos que serán los extremos de un puente.
Empezá a relacionar las palabras de tal forma que cada una esté asociada con algún criterio con la palabra de la derecha.
Elegí dos palabras aleatorias.
Creá con esas dos palabras el escenario de un asesinato.
Agregá tres palabras aleatorias. Cada una de esas palabras tiene que ser una pista de ese asesinato. Con esas pistas construí una
hipótesis de cómo tuvo lugar ese asesinato, incluso quién lo pudo haber cometido.
Elegí cuatro palabras aleatorias.
De esas cuatro, seleccioná con algún criterio dos que sean contrarias en algún aspecto.
Elegí cuatro palabras aleatorias.
Escribí utilizando esas palabras exactas (no derivadas ni asociaciones) un titular de diario.
Escribí el copete de ese titular.
Dicho de otra forma, químicamente pensamos de manera reproductiva, es decir, sobre la base de los problemas que nos hemos
encontrado en el pasado. Enfrentamos nuevos problemas fijados en algo que ya nos ha ocurrido o que ya hemos trabajado con anterioridad.
En el inconsciente nos preguntamos: ¿Qué aprendí en mi vida? ¿Qué aprendí en mi educación, en mi trabajo, sobre este problema? Entonces,
el cerebro selecciona de manera analítica el enfoque más prometedor basado en experiencias pasadas y así excluye otro tipo de tratamiento.
Trabaja de manera clara y definida en dirección a una solución del problema utilizando enfoques pasados. No somos conscientes de que
hacemos esto. Es lo que llamamos “patrones dominantes de pensamiento”. Es importante reconocer que estos patrones simplifican muchas
veces las complejidades de la vida. Poder hacer nuestro trabajo, manejar un auto o subirnos a una bicicleta sin caernos, todo es gracias a
estos patrones mentales que simplifican la asimilación de datos complejos.
Dos grupos de cientos de estudiantes universitarios recibieron la siguiente consigna:
Grupo 1: Tenés siete años y la escuela hoy no abre sus puertas. Tenés todo el día para vos. ¿Qué harías? ¿Adónde irías? ¿Qué
mirarías?
Grupo 2: Tenés todo el día para vos. ¿Qué harías? ¿Adónde irías? ¿Qué mirarías?
Luego de que ambos grupos escribieran las respuestas durante diez minutos, se les dio una serie de acertijos y test de
creatividad; por ejemplo, encontrarle un uso alternativo al neumático de un auto muy viejo. El grupo 1, que por un instante se
sintió de siete años, fue de lejos mucho más creativo en los acertijos y generó el doble de ideas que el grupo 2.
Podemos recuperar nuestra creatividad perdida, pretendiendo ser chicos otra vez.
El pensamiento creativo es pensar productivamente. Al enfrentarnos con un dilema, preguntarnos primero cuántas formas distintas hay de
mirar ese problema, cuántas formas de repensarlo, de resolverlo, en lugar de preguntarnos qué hemos aprendido para solucionarlo. La idea
es tratar de llegar a diferentes respuestas, muchas de las cuales quizá sean muy poco convencionales y algunas, posiblemente, únicas.
Además, el pensamiento reproductivo, que nos caracteriza, fomenta un pensamiento muy rígido. Debido a esto, muchas veces fallamos al
intentar resolver un problema. En general, las respuestas que encontramos son muy similares o al menos superficialmente similares a
experiencias pasadas. El pensamiento reproductivo nos conduce a ideas típicas y poco originales. Si vos siempre pensás de la manera en que
siempre pensaste, vos siempre vas a obtener las mismas viejas ideas que siempre obtuviste.
TÉCNICA DE LA S SEIS PA LA BRA S
¿Cuál es la esencia de tu desafío creativo? ¿Podés escribirlo y describirlo en una frase con sólo seis palabras? “Hacer lo que es
imposible hacer.” “Clientes felices de consumir mi producto.” “No me llevo ninguna materia a marzo.” “Suerte que todavía no me
casé”, etcétera.
Reducir un problema complejo en una frase simple de seis palabras estimula tu imaginación.
Para poder generar, creativamente, distintas asociaciones y conexiones entre temas diferentes se necesita mezclar conceptos. Esto es una
de las formas de pensamiento creativo. Como veremos a continuación, para lograr la mezcla de
conceptos ( conceptual blending) hay que
desinhibir los pensamientos y dar lugar a diferentes posibilidades. Mezclar dos o más conceptos en un mismo espacio mental da forma a las
nuevas ideas. Los niños son expertos en conceptual blending. Cuando somos pequeños, nuestros pensamientos son como un vaso de agua:
inclusivos, fluidos y claros. Todo se mezcla con todo y todo se puede combinar, realizando un montón de conexiones y asociaciones
posibles. Por eso, los chicos son creativamente espontáneos. Pero en la escuela nos enseñan a definir, segmentar, segregar y etiquetar en
categorías separadas. Estas categorías permanecen divididas toda nuestra vida y no se tocan entre ellas. Es como si ese pensamiento líquido
de los chicos se congelase dentro de cubeteras. Cada cubito representa una categoría; dicho de otra forma, nuestros pensamientos se
congelan.
Pablo Picasso decía que todo niño es un artista, y el problema es cómo permanecemos o cómo continuamos siendo artistas
una vez que crecemos.
Conceptual blending histórico
Cuando estudiamos los grandes inventos, de este siglo y del pasado, podemos preguntarnos: ¿Somos más creativos hoy que hace cien mil
años? Pero ¿y el fuego, la lanza, la rueda, la canoa, la agricultura…?
La primera gran idea creativa de la humanidad quizás haya sido el hecho de poder hacer fuego frotando dos rocas. Puedo imaginarme a
esos primeros humanos observando en las tormentas algunos de los rayos que caen en la tierra y encienden fuego un árbol, y cómo el viento
ayuda a que ese fuego se propague en la sabana africana. También me los imagino utilizando el ruido del choque de dos rocas para
ahuyentar a algunos depredadores. Al hacer esto verían, en ocasiones, el chispazo que podían producir estas dos rocas chocando. Estos
humanos —sin haber recibido una educación formal como muchos de nosotros— realizaban en sus mentes una mezcla de conceptos. Las
rocas al chocar, los rayos al caer sobre los árboles prendiéndoles fuego, y el viento al esparcirlo. Mezclaron estos conceptos y crearon el
fuego con sus propias manos, chocando dos rocas y frotando palos. No había escuelas para enseñarles cómo hacer fuego, no había
científicos ni artistas ni filósofos. Nada que estructurara la imaginación de estas personas, ésta era absolutamente pura. Pensaban de la
manera con la que habían nacido para pensar, es decir, de manera natural y espontánea. Podían combinar conceptualmente distintas
esencias, funciones, características, patrones que ellos percibían en el ambiente o el contexto donde vivían. Algunos expertos antropólogos,
por ejemplo, especulan que aquellas primeras personas se inspiraron al observar las telarañas e hicieron las redes para atrapar insectos, cazar
animales más grandes y pescar. Combinaron conceptualmente, y luego integraron, los huesos, las piedras y las maderas e hicieron distintas
herramientas o armas para poder cazar y matar distintas presas. En esa misma época, pintaban y dibujaban las experiencias por ellos vividas,
contando así sus historias. Es allí donde nace el arte.
Uno más uno igual a uno
Volvamos al presente y veamos los patrones de pensamiento lógico en acción. Supongamos que me enfrento con el siguiente desafío
creativo: “Ideas para mejorar piscinas o la experiencia de los nadadores en las piscinas”. Como yo sé con exactitud —porque lo aprendí en
el pasado— qué es una piscina, mis patrones dominantes de pensamiento irán a descongelar el cubito de hielo “categoría piscinas” para
buscar allí una respuesta a mi desafío. No importa cuántas veces descongele ese cubito, lo máximo que podré lograr, o crear, es una mejora
muy marginal. Mis recursos están limitados sólo a lo que aprendí sobre las piscinas y los nadadores. Ahora imaginemos que logro derretir
otro cubito “categoría grúas de construcción” y lo pongo en el mismo vaso, con el de “categoría piscinas”. Si se derriten juntos y se
mezclan, se convierten en algo fluido. Uno más uno es igual a uno, no a dos. Al mezclar esa agua voy a empezar a asociar y conectar un
montón de posibilidades mucho más creativas. Puedo pensar en una piscina que se eleve como si fuese una grúa, en una piscina de acero o
incluso en una con poleas para moverla de un lugar a otro. La mezcla de conceptos puede conducir a efectos extraordinarios y, muchas
veces, sugerir o aportar ideas totalmente creativas o nuevas. Hasta podríamos decir que la creatividad en cualquier tipo de disciplina, ya sea
arte, ciencia o tecnología, o en el día a día, surge cuando la mente puede mezclar conceptos o temas totalmente distintos. Es más, al revisar
las ideas más creativas que han ocurrido en la historia de la humanidad, éstas siempre surgen de la combinación de viejas ideas; en otras
palabras, la combinación novedosa de cosas ya conocidas.
Estamos educados para ser pensadores lógicos y analíticos. Por ello, nuestra habilidad para hacer asociaciones entre temas que están
poco o nada relacionados no es muy buena. Nos resulta muy difícil asociar cosas que al parecer no están conectadas, como la piscina y la
grúa. Esta escasa destreza para asociar conceptos poco relacionados limita muchísimo nuestra habilidad para ser creativos. Construimos
paredes mentales entre distintos conceptos, cubitos de hielo en cubeteras separadas.
TÉCNICA : UNO MÁ S UNO IGUA L A UNO
Cuando a una gota de agua se le agrega otra, forman una sola gota de agua y no dos. Cuando a un concepto se le agrega otro,
se convierte en un concepto nuevo y no en dos conceptos separados. Uno más uno es uno.
Para estimular tu imaginación:
Escribí diez nombres de las personas que más querés en el mundo, luego fijate con qué letra empieza cada nombre. Por ejemplo, si
es María la “M”, si es Alejandro la “A”, etcétera.
Por cada una de esas letras escribí rápido algún objeto que se te ocurra; por ejemplo, “M” mono y “A” avión.
Combiná de a pares esos dos objetos para crear algo nuevo. Por ejemplo, “mono” más “avión”, un avión en forma de banana.
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Además de la mezcla de conceptos, otra forma de liberarse de estos patrones para obtener ideas creativas es pensar en términos de
esencia y principios. Uno se deshace de las palabras, categorías, etiquetas de los objetos y las cosas que nos rodean, tal cual lo vivían
nuestros primos lejanos africanos.
La esencia de un auto es transportar gente; la de un cepillo de dientes, limpiar. El principio de una afeitadora descartable es el de
herramienta muy filosa. Si me enfrento con el desafío de “ideas para mejorar los depósitos de un banco” , la técnica sería pensar
cuál es la esencia de un depósito. Digamos que su esencia podría ser: “guardar el dinero de la gente de manera segura para su
futuro”. Pensemos qué otras cosas, objetos, animales, etcétera, guardan algo de manera segura: las ardillas guardan su alimento
para el invierno; los muchachos del valet parking , los autos para que la gente vaya a cenar; en el puerto los contenedores,
diferentes mercaderías; los hangares, aviones; etcétera. Ahora empiezo a asociar y relacionar todos estos objetos, animales y
cómo hacen para guardar sus cosas para ver si de allí surgen ideas nuevas para mejorar los depósitos. Por ejemplo, en invierno
(asociando con la ardilla) la tasa que pague el banco puede ser más alta para estimular así a la gente a depositar su dinero cuando
hace más frío.
Otra técnica similar es la de convertirse en parte del problema. Si seguimos con el mismo ejemplo de los depósitos, imaginemos
ahora que somos un depósito bancario. Sos el lugar donde se guarda la plata. ¿Qué le dirías al banquero? ¿Qué le dirías al cliente?
¿Cómo te gustaría estar? ¿Cómo te gustaría ser? ¿Te gustaría estar adentro, afuera, ser grande, chiquito, de colores? A medida
que uno va respondiendo, imaginándose en este caso ser un depósito bancario, pueden surgir nuevas y creativas ideas.
TÉCNICA : SOY EL DESA FÍO
Imaginate que sos el problema —o parte de él— de tu desafío creativo.
Mirá la situación desde esa perspectiva: ¿Cómo me sentiría si tal cosa? ¿Qué me diría eso, si fuese yo? ¿Qué sentiría si yo fuese esa idea que
estoy desarrollando? ¿Qué recomendación me haría a mí mismo?
Las tres técnicas, la mezcla de conceptos, la esencia o principio de los desafíos y convertirse en parte del problema buscan la
introducción del azar para romper con los patrones de pensamiento lógico.
TÉCNICA : LA ESENCIA DEL DESA FÍO
Si tu desafío creativo es querer llevar una vida más tranquila, más relajada, preguntate: ¿Qué cosas son tranquilas? ¿Qué cosas
son relajadas? ¿Quiénes van despacio? ¿Las tortugas? Bueno, ¿cómo son las tortugas? Y de ahí empezar a asociar y sacar ideas
para tu desafío.
Pensar en términos de principio y esencia, lo que hace es liberar la imaginación de los impedimentos o las trabas que pueden poner
a veces las palabras, las categorías o etiquetas.
TÉCNICA : EL PRINCIPIO DEL DESA FÍO
Si mi desafío creativo es mejorar el lavado de autos hacé una lista de todas las otras cosas que se lavan (el pelo, la ropa, las calles,
las uñas, los perros, etcétera). El principio del problema es el “lavado”, “lavar”, “limpiar”.
Generá conexiones, relaciones y asociaciones que puedas adaptar para tu lavadero de autos.
Leonardo da Vinci fue el primero en escribir sobre la importancia de introducir variaciones en el azar para poder crear patrones diferentes
de pensamiento de aquellos establecidos por nuestra educación y experiencia. Da Vinci encontraba ideas maravillosas inspirándose en
objetos sin conexión o al azar. Su desafío era mezclarlos conceptualmente con sus problemáticas. Podía llegar a mirar las manchas en una
pared o las cenizas que quedaban luego de un fuego, la forma de las nubes o los patrones en el barro. Uno de los aspectos más interesantes
en relación con estas técnicas es que cuando nos concentramos en dos objetos, conceptos o ideas diferentes por completo o al parecer no
conectadas, no importa cuán lejanos sean, el cerebro va a lograr una conexión. Las metáforas son una explicación de este fenómeno. Si
decimos: “ojos que no ven, corazón que no siente”, de inmediato todo el mundo entiende de qué se trata. Sin embargo, no existe una
relación directa entre los ojos ciegos y el corazón. No hay una forma de conexión lógica en esta frase, pero la entendemos. Lo que hace
nuestra mente es tomar dos conceptos diferentes, no relacionados, y mezclarlos conceptualmente: Si no vemos o conocemos a la persona,
no podemos sentir algo por ella.
TÉCNICA DE LEONA RDO DA V INCI
Leonardo decía que hasta que algo no era percibido por lo menos desde tres o cuatro perspectivas distintas, uno no podía
comprenderlo realmente. Un conocimiento completo y real sólo proviene de sintetizar todas esas perspectivas en una.
Por ejemplo, cuando él diseñó la primera bicicleta, pensó su desafío desde el lado del transporte (cuál sería el mejor diseño como
inventor), desde el de los inversores (quiénes podrían financiar los prototipos y la producción de estas bicicletas), desde el del
consumidor final (quién usaría esas bicicletas) y desde el de las ciudades (donde esas bicicletas serían usadas). Luego sintetizó todas
esas perspectivas en el diseño final de la bicicleta.
Existen ya estudios de psicólogos educacionales que demuestran cómo la multiplicidad de perspectivas genera un desarrollo de la
creatividad y también de la conciencia de cómo son realmente las cosas.
Derivado de la mezcla de conceptos, podemos realizar la técnica de mezcla de problemas. Trabajar en un desafío y, de manera
superpuesta, en otro. A veces un problema contagia e infecta al otro, y esto te permite asociar y relacionar ideas de uno con el otro. En
general, estamos acostumbrados a resolver algo y después pasar a la siguiente cuestión. Un buen consejo es ver qué sucede si nos
dedicamos a dos problemas al mismo tiempo.
Imaginemos que estamos haciendo una torre con cartas, como hacíamos muchas veces cuando éramos más pequeños. La torre empieza
a subir y a crecer de una manera absolutamente predecible hasta que de repente, sin ninguna advertencia, llega a un punto crítico de
equilibrio y colapsa. Lo mismo sucede cuando introducimos algún objeto, concepto o idea al azar, y lo mezclamos con el desafío dentro de
nuestra imaginación. Puede que en algún momento, de manera azarosa y sin advertencia, estimule un pensamiento que produzca que algunas
neuronas se enciendan y conecten. Esto provocará que otras neuronas vecinas también lo hagan, causando una cascada de actividad
cerebral que se propagará en pequeñas redes de neuronas de la misma forma en que las cartas se caen unas sobre otras cuando colapsa la
torre. Antes de caer la torre tiene su organización propia y al colapsar adquiere otra organización. En el cerebro, nuestros pensamientos
empiezan a construirse y llegan a un momento crítico donde se reorganizan en nuevas ideas.
Sin duda, la naturaleza es la fuerza creativa más importante de todas. Siempre aprendimos que la naturaleza es extraordinariamente
productiva, que crea una gran cantidad de especies, y lo hace a través de ensayo y error. Luego llega el proceso de selección natural, que
decide cuál de ellas sobrevivirá. Se especula que el noventa y cinco por ciento de las especies desaparece. Con el tiempo, la biblioteca de
genes que sobreviven a las condiciones ambientales se estabiliza. Estos genes sufren mutaciones que van generando variaciones de las
especies. La especie cuya biblioteca de genes no tenga variaciones no podrá adaptarse a los cambios circunstanciales del ambiente. Como
consecuencia, ese ser vivo tenderá a desaparecer. La variedad es necesaria en la naturaleza. Un proceso comparable sucede en nuestro
cerebro. Tenemos la capacidad de crear ideas, y esto lo hacemos basados, en especial, en nuestros patrones existentes de pensamiento
(biblioteca de genes). Estos patrones fueron formados de acuerdo con nuestra experiencia. Pero si no logramos variar estos patrones
(mutaciones), eventualmente, las ideas van a resultar todas parecidas o iguales y van a perder esta ventaja adaptativa (la especie desaparece).
Ayer estaba bañando a Uma, hoy ya de tres años, y en un momento me dijo: “Papá, alcanzame esas dos cucharas”. Y yo le
contesté: “No hay cucharas, estamos en el baño”, y mentalmente pensaba: “las cucharas están en la cocina”. Ella insistió:
“Papá, papá, alcanzame las cucharas, por favor, estoy jugando, quiero las cucharas”. Me indicó con su mano y lo que estaba
señalando eran los dos cepillos de dientes. Su imaginación hace posible cualquier cosa, no está tan estructurada porque todavía
no tiene incorporados los conceptos y las categorías que se empiezan a construir en la niñez, en especial, en la escuela. Cuando
somos chicos no tendemos a eliminar posibilidades, sino a expandirlas. A esa edad, además de ser todos muy creativos, también
disfrutamos mucho de la exploración, indispensable para la estimular la creatividad. ¿Cómo llamarías de manera diferente al
primer capítulo de este libro? ¿Por qué?
CAPÍTULO 2
CEREBRO/MENTE
Me pareció ver
un lindo leopardito
Cuando nuestro cerebro se terminó de formar hace unos cien mil años, vivíamos en un mundo muy hostil. Salíamos a cazar para poder
subsistir. Debido a las condiciones ambientales y a los depredadores que deambulaban, estábamos en un estado de alerta bastante
permanente: al acecho de una presa, pero también teniendo mucho cuidado de que no apareciera un depredador. En ese momento, los más
temibles eran los leopardos.
Como vimos, el cerebro evolucionó eficazmente para conservar una cantidad importante de energía, por las dudas de que sucediese
alguna amenaza para su vida. En general, las mujeres cuidaban a los hijos, recolectaban frutos, semillas, algunos roedores, pero también
estaban en un estado de alerta. Aquellos hombres o mujeres que no tuviesen esa reserva de energía en el cerebro, y no pudiesen escapar o
defenderse de un imprevisto, probablemente iban a ser comidos. Es decir, no tendrían tantas chances de dejar descendencia.
Les propongo el siguiente ejercicio: cierren los ojos y piensen durante treinta segundos en una puesta de sol; ábranlos y describan cómo y
dónde era. Quizá —me animaría a decir que con seguridad— hayan pensado en un crepúsculo muy conocido o experimentado por ustedes,
en el mar, la montaña, el campo. Ésta es otra muestra de que el cerebro no quiere gastar energía en algo que ya conoce. Si le piden una
tarea al disco rígido del cerebro, buscará, en esas avenidas encendidas, en lo conocido, en lo que no requiere esfuerzo o requiere el mínimo.
Conocemos puestas de sol y cuando le pedimos al cerebro que nos traiga una, éste va a traer alguna muy vista y no va a encender otras
neuronas o a imaginarse otra diferente; al menos en la gran mayoría de las personas. Por lo tanto, ser creativo no es tan fácil y requiere de
esfuerzo, de conectar lo aparentemente no conectado, de transitar por calles de neuronas oscuras o apenas encendidas. En este libro
estamos haciendo ese viaje.
A medida que conocemos nuestro cerebro, su evolución, sus límites y funciones, podemos aprender más de nosotros. Si bien muchas
veces los eventos fortuitos se vinculan con los grandes descubrimientos de la humanidad, la frase del célebre bioquímico y escritor de
ciencia ficción soviético Isaac Asimov, “la suerte favorece sólo a la mente preparada”, se ajusta mucho a las apariciones de las tan deseadas
revelaciones creativas, que todos tenemos pero podemos prepararnos para tener más. Hoy los estudios muestran que hasta un sesenta por
ciento de nuestros problemas los resolvemos mediante dichos fenómenos. Esto significa que las personas no pueden explicar de manera
lógica y secuencial cómo llegaron a una solución. Conocer lo más posible sobre el estado de tu auto antes de salir de vacaciones te asegura
un viaje más seguro; entonces, conozcamos nuestro recurso más preciado, el cerebro, y preparémoslo para el viaje más importante…
nuestra vida.
Nosotros, nuestro cerebro
Sin duda, nuestro cerebro es el sistema más complejo de todo el universo. Gracias a los increíbles avances tecnológicos en el estudio de
la mente, se cree que la neurociencia representará en el siglo XXI lo que representó la microbiología en el XX, la química en el XIX o la
física en el XVIII. Si bien en los últimos diez años hemos aprendido sobre el cerebro más que en toda la historia de la humanidad, todavía
queda mucho por resolver. ¿Cómo se produce nuestra individualidad como seres humanos, nuestros talentos, nuestra personalidad? Cada
intención, cada sueño y cada comportamiento comienzan en el cerebro, que está diseñado para resolver problemas relacionados con la
supervivencia en un mundo inestable y en constante cambio y movimiento. Esto lo realiza simplemente como estrategia de pura
supervivencia para que podamos pasar nuestros genes a la generación siguiente. Para vencer los infortunios del medio ambiente a lo largo de
la historia del planeta y hoy pertenecer al pequeñísimo grupo de especies privilegiadas que sobrevivió, podríamos decir que esto pudo
suceder por dos alternativas: ser más fuertes o inteligentes que los demás. Es decir, agregamos músculos al esqueleto o neuronas al cerebro.
Nosotros hicimos lo último. Y esas neuronas que se fueron agregando en el córtex prefrontal —la última parte que se formó del cerebro
actual— nos permitieron la separación de nuestros primos hermanos los gorilas.
La investigadora Judy DeLoache identificó lo que se conoce como la habilidad, muy humana, para razonar simbólicamente y la llamó
“teoría de la representación dual”, que es nuestra habilidad para atribuir características y significados a cosas que en realidad no los tienen.
Es decir, nos podemos inventar cosas donde no las hay, somos humanos porque podemos fantasear. Cuando con mi hija jugamos a que los
palitos de madera que encontramos bajo los árboles son aviones que aterrizan en la vereda, estamos siendo
muy humanos. El poder de
combinar símbolos nos da la capacidad del lenguaje, de la escritura, del arte, de la matemática. Podemos combinar puntos y garabatos para
convertirlos en música o poesía, podemos combinar círculos y cuadrados para convertirlos en pinturas cubistas o geometría. Nuestra
habilidad para el razonamiento simbólico o la representación dual no la traemos de la panza de mamá. Nos lleva casi los primeros tres años
de vida ser completamente funcionales en este tipo de razonamiento. Por lo tanto, antes de esa edad no somos muy diferentes de los monos.
Por ejemplo, si una nena de treinta meses juega con una casita de muñecas y pone un perro de plástico debajo de la camita de la muñeca, y
se le dice que al lado hay un cuarto igual pero de tamaño real donde se encuentra escondido un perro, ella no tiene idea de dónde buscar
cuando llega a esa habitación. A los treinta y seis meses, correría directo a buscar debajo de la cama grande. Gracias a este lenguaje
simbólico podemos extraer un montón de información y conocimiento sin tener que pasar cada vez por la experiencia directa, a veces dura,
de la realidad. Si me caigo en un pantano y logro sobrevivir y pongo un cartel que diga “cuidado pantano” o el dibujito de un pantano con
una manito que sale de la superficie, nadie más caerá en esa trampa. Suena lógico que una vez que desarrollamos esta herramienta del
cerebro la hayamos conservado. En definitiva, seguimos en el planeta porque
somos más inteligentes que los demás seres vivos
,y
nuestra humanidad se debe en gran parte a la capacidad cerebral de fantasear.
Si bien ya no hay dudas acerca de nuestro potencial creativo, como todo proceso de aprendizaje, lleva su tiempo,
su evolución . La
práctica deliberada y continua de las técnicas que ofrezco en este libro te permitirá hacer más conexiones neuronales que estimularán la
creación de pensamientos nuevos y diferentes en tu cerebro.
Evolución cerebral
Tenés que aprender a tocar tu instrumento. Luego,
practicá, practicá, practicá. Y finalmente, cuando estés
arriba del escenario, olvidate de todo eso y dejalo gemir.
CHARLIE PARKER
Los primeros protomamíferos —ancestros comunes a todos los mamíferos— datan de unos ciento ochenta a doscientos millones de años
atrás. Treinta millones de años más tarde aparecen las primeras aves. Ambos tuvieron los mismos desafíos que reptiles y peces: ambientes
difíciles y predadores hambrientos. Sin embargo, en proporción a su cuerpo, los mamíferos y las aves desarrollaron cerebros más grandes.
Una diferencia importante consiste en que ni los reptiles ni los peces cuidan a sus crías, algunos hasta se las comen, y típicamente llevan
una vida de solteros. Por el contrario, los mamíferos y las aves criamos a los pequeños y, en muchos casos, tenemos pareja, algunos para
siempre. Dicho en términos de neurociencia, seleccionar una buena pareja, compartir la comida y mantener a los nuestros con vida requiere
un proceso neuronal más importante; es decir, una ardilla o un loro son más vivos,
en términos científicos, que una lagartija o un salmón.
Planean, comunican, cooperan y negocian mejor. Estas últimas son las habilidades que las parejas de humanos descubren como esenciales
cuando son padres, sobre todo si quieren seguir juntos. El salto siguiente en la evolución del cerebro fue la aparición de los primates, hace
80 millones de años. Monos y simios se caracterizan por su gran sociabilidad y llegan a pasar una sexta parte del día ocupados en limpiar y
mimar a los suyos. Cuanto más éxito social obtienen, más descendencia dejan, y cuanto más complicadas se mantienen sus relaciones
sociales, más complejos son sus cerebros.
Hoy por hoy, la mejor evidencia para conocer cuándo nos convertimos en humanos es la fabricación de herramientas. Si viajáramos por
nuestra historia, podríamos decir que hace unos 2,6 millones de años nos dedicábamos a garabatear en las rocas y romperlas. Hacíamos
hachas de piedra del tamaño de la palma de la mano. Desde ese momento hasta hoy, el cerebro ha triplicado su tamaño. Un millón de años
más tarde, seguíamos con las mismas hachas de piedra, pero entonces empezábamos a hacerlas puntiagudas golpeándolas contra otras
piedras. Nuestro primer ancestro directo, el famoso Homo sapiens, apareció alrededor de cien mil años atrás, y entonces se desarrollaba el
córtex prefrontal. Luego algo increíble sucedió: cuarenta mil años atrás comenzábamos a pintar rocas, esculpir y fabricar joyas. Nadie sabe
por qué el cambio fue tan rápido y abrupto pero la mayoría de los científicos le echa la culpa a la presión natural que el clima tan cambiante
impulsó en la supervivencia de las especies. Se cree que unos dos mil individuos conformaban nuestra tribu de primeros ancestros en África
oriental. Cien mil años más tarde somos más de siete mil millones. La teoría que explica cómo crecimos tanto, dadas las circunstancias
antes mencionadas, refiere que no tratamos de vencer al clima sino de adaptarnos a la variación. No nos importó la constancia del hábitat
porque ésta no era una opción. En lugar de aprender a sobrevivir en uno o dos nichos, como la mayoría de las especies, conquistamos toda
la Tierra. Aquellos que no pudieran resolver los problemas del ambiente o aprender con rapidez de los errores no vivirían lo suficiente para
pasar sus genes, y aquellos que no cooperaran con otros miembros del clan no vivirían por mucho tiempo y quizá no lograran dejar sus
genes en la descendencia. El efecto final de esta evolución es que no nos volvimos más fuertes sino ¡más inteligentes!
Y eso sucedió
gracias a los cambios en nuestro cerebro.
Durante cien mil generaciones, desde que inventamos las hachas de piedra, aquellos genes que fomentaban las habilidades para
relacionarse y la tendencia a cooperar fueron haciéndose fuertes entre los humanos. Hoy vemos esos resultados en el altruismo, la
generosidad, la preocupación por la reputación, la justicia, el lenguaje, la moral y la religión. Esto ocurrió gracias a la interacción de dos
poderosas características del cerebro. Por un lado, una base de datos donde guardamos conocimiento, como un disco rígido, y, por el otro,
la habilidad de improvisar con esa información.
Recuerdo que cuando era adolescente tomé clases de saxo y, muy rápidamente, quería estar componiendo e improvisando temas de bossa
nova al mejor estilo Stan Getz. Ignoraba que necesitaba incorporar no sólo la teoría de la música, memorizar escalas y notas, sino también
una comprensión profunda de ese estilo musical. Tenía que llenar mi disco rígido con datos e información para poder componer. Asimismo,
para componer y mejorar mis canciones, era necesario improvisar sobre esa base de datos: usar mi creatividad. Los músicos de jazz
estudian durante años para lograr dominar las reglas, sólo para poder romperlas lo más rápido posible. Esta habilidad de poder improvisar
y ser creativo usando nuestro conocimiento fue la que nos permitió sobrevivir frente a condiciones de vida tan cambiantes . Hoy
más que nunca, debemos utilizar estas capacidades muy humanas para hacer una diferencia en la sociedad, el trabajo, la educación y, de
esta manera, tener una vida mejor.
Si no lo usamos, lo perdemos
Es muy probable que cada uno de ustedes pueda, salvo alguna condición de salud particular, correr una maratón de cuarenta y dos
kilómetros. Para esto uno debe prepararse, entrenar, cambiar la alimentación y tener mucha disciplina. Lo mismo pasa con ese “músculo”
cerebral creativo que todos tenemos; si no lo ejercitamos, es muy difícil que se desarrolle.
Como vimos, a medida que entramos en la escuela, el mundo se hace cada vez más lógico, más racional. Dejamos de usar, como lo
hacíamos de chicos, nuestro músculo creativo, y esta habilidad se va perdiendo.
Si no lo usamos, lo perdemos . La neurociencia ha
demostrado mediante muchos estudios y distintas tecnologías que la habilidad está allí. Se puede desarrollar, tengas la edad que tengas. Es
vox populi, y numerosos estudios lo han argumentado, que hay una actividad significativamente mayor en el hemisferio derecho del cerebro
cuando estamos siendo creativos. Las redes neuronales de esta región, más allá de participar en procesos creativos, se pueden ejercitar. Para
ello hay que realizar esfuerzos conscientes a diario.
El hemisferio izquierdo del cerebro trata con una cosa por vez y procesa la información de manera lineal; además, es responsable de que
podamos escribir, analizar, abstraer, categorizar, usar nuestra lógica y nuestro razonamiento, juicio y memoria verbal, utilizar símbolos y
comprender la matemática. El derecho puede integrar muchos
inputs al mismo tiempo, nos brinda una
percepción holística y logra
encontrar similitudes. Allí se basa nuestra intuición y aparecen los
insights o revelaciones. Además, experto en sintetizar, visualizar,
reconocer patrones y relacionar las cosas con el tiempo presente, es también el mayor responsable de nuestras sensaciones. Por ejemplo,
acordarse del nombre de una persona es función del hemisferio izquierdo mientras que recordar la cara pertenece al derecho. Leer un libro
que te explique cómo jugar al tenis es función del hemisferio izquierdo pero sentir cómo la pelota tiene que impactar en la raqueta, del
hemisferio derecho.
TÉCNICA : A MBOS HEMISFERIOS DEL CEREBRO
Escribí en una hoja todas las ideas que se te ocurran sobre tu desafío creativo, que sean las más deseables, extremas, sexis, las
que parecen imposibles de realizar.
Escribí en otra hoja todas las ideas que sean bien prácticas, lógicas, bajadas a tierra.
Mirá las dos listas y tratá de conectar para ver qué surge.
Ejercicios para activar más
mi hemisferio derecho
Leer una historia o un cuento de ciencia ficción o algo imaginativo.
Los estudios demuestran científicamente que cuando leemos un
cuento, que requiere explorar distintos significados y el uso de nuestra imaginación, estamos también ejercitando el hemisferio derecho del
cerebro. Leer historias, cuentos y novelas ejercita las habilidades intelectuales que necesitamos para pensar diferente, de una manera más
creativa. Al hacerlo nos están invitando a poder explorar distintos significados, obteniendo una interpretación no literal de lo que leemos.
Hacer silencio. Al participar de actividades en las que no hablamos se suprime mucha de la actividad del hemisferio izquierdo. Esto hace
reducir la activación de patrones de pensamiento de las redes neuronales dominantes. Es como bajar el volumen de nuestra mente
consciente.
Cualquier actividad o juego que ejercite nuestra imaginación. Rompecabezas, juegos de mesa, palabras cruzadas, improvisar teatro o
música, bailar sin coreografía y un montón de otras actividades relacionadas con todas éstas. No sólo nos ejercitan nuestra habilidad para
generar múltiples perspectivas e ideas, sino que también nos permiten cultivar una actitud divertida sobre el proceso creativo. Somos mucho
más creativos y exploramos mucho más ideas cuando somos pequeños. ¿Qué mejor manera que cultivar este acercamiento practicando o
volviendo a ser niño?
Abrazar la ambigüedad. Aceptarla es crucial para poder acceder a múltiples significados, y eso es algo que le encanta hacer al hemisferio
derecho. La ambigüedad nos permite ver un mar de distintas posibilidades.
El profesor John Kounios dice que, si estás trabado en algún problema difícil, pongas tu despertador unos minutos antes que de
costumbre para que te dediques un tiempo semidormido acostado en la cama. Es allí donde tenemos nuestros mejores
pensamientos. No te olvides de anotar lo que se te ocurra.
Huevo frito pisado
Enamorarte, andar en bici, disfrutar de un paisaje, el dolor de muela que no te deja dormir, la idea que tuviste que te pareció genial… Todo
empieza en una neurona.
Como todo órgano, el cerebro está formado por diferentes tejidos, compuestos a su vez por unidades más pequeñas llamadas células.
Todo organismo que tenga vida está compuesto por células. Si la vida es una gran obra de teatro, ellas son la parte de atrás del escenario,
supervisando casi todo lo que experimentamos y nos sucede. Podemos imaginarnos a una célula típica como un huevo frito, donde la clara
es el citoplasma y la yema, el núcleo. Allí adentro parece una gran ciudad donde todo sucede pero en tamaño micrón (un millón de veces
más chico que un metro): transportes, hospitales, construcciones, comunicaciones, limpieza e higiene, educación, etcétera. En el núcleo se
encuentra el famoso ADN, hoy tan temido por los delincuentes y asesinos. En el ADN están los genes, ladrillitos que llevan las instrucciones
biológicas que determinan muchos de nuestros aspectos, como el color de ojos o cuán sensibles somos a las situaciones de estrés.
Increíblemente eficiente, en el núcleo hay tres metros de ADN, empaquetado de manera muy particular; imaginen meter cien kilómetros de
un cable de Internet dentro de una frutilla.
Todas las células del cuerpo son morfológicamente diferentes, según dónde estén y a qué se dediquen. Las células nerviosas también son
diversas en forma y tamaño y tienen distintas funciones. Las más conocidas e importantes para los que nos compete son las neuronas. Si
pisamos con el pie un huevo frito en el suelo y salpicamos todo, obtendremos la forma más parecida a una neurona; algo así como una
estrella con muchas puntas. Si ponemos el dedo en las puntas y las estiramos, vamos hacia una forma multidentada. Eso es una neurona.
Básicamente, consiste en un cuerpo celular (lo que quedó de la clara y la yema del huevo en el centro del piso), el axón y las dendritas
(nuestras puntas de estrella y dientes). El axón está cargado de electricidad y se extiende desde el cuerpo celular hasta su objetivo; por
ejemplo, otra neurona o algún tejido muscular. Las dendritas son las que reciben los mensajes de otras neuronas. Llamamos materia gris a la
suma de todos los cuerpos celulares de las neuronas y materia blanca a los axones y otras células conocidas como gliales. Estas últimas
tienen funciones de soporte, protegen a los axones y reciclan los mensajeros químicos del cerebro, los
neurotransmisores. Los más
conocidos de estos últimos son: Glutamato (excita a las neuronas que reciben información), GABA (inhibe a las neuronas que reciben
información), Serotonina (regula el apetito mediante la saciedad, equilibra el deseo sexual, controla la temperatura corporal, la actividad
motora y las funciones perceptivas y cognitivas), Dopamina (relacionada con la atención y las recompensas, promueve el comportamiento
de acercamiento), Norepinefrina (alerta y excita), Acetilcolina (promueve el aprendizaje y estar despierto), Opioides (regulan el estrés,
reducen el dolor y producen placer; incluyen el grupo de las endorfinas), Oxitocina (promueve el comportamiento de crianza hacia los
chicos y la vinculación entre parejas, está asociada con el acercamiento y el amor, y las mujeres tienen más que los hombres), Vasopresina
(apoya el vínculo entre parejas, en los hombres puede provocar agresividad hacia rivales sexuales), Cortisol (liberado por la glándula adrenal
durante una respuesta estresante), Estrógeno (tanto el cerebro femenino como el masculino contienen receptores de estrógeno, y afecta la
libido, el humor y la memoria).
Son alrededor de cien mil millones de neuronas las que componen el cableado cerebral. Constituyen los cimientos con los que se
construye el sistema nervioso. Su principal función es comunicarse entre sí a través de pequeñas uniones llamadas sinapsis. Estas complejas
criaturas cargadas eléctricamente están diseñadas para transmitir información a otras neuronas, y a través de los nervios, a los músculos y
distintas glándulas. Estas últimas son pequeños órganos cuya función es sintetizar sustancias químicas, como las hormonas, para liberarlas,
a menudo en el torrente sanguíneo. Cada señal neuronal es un pedazo de información, y el sistema nervioso es el que la mueve (al igual que
el sanguíneo mueve la sangre). Toda esa información es lo que definimos como la mente en un sentido amplio. Pero atención: la mayor parte
de la mente (algunos científicos hablan del ochenta por ciento) permanece fuera de nuestra conciencia; es decir, no tenemos idea de lo que
está sucediendo allí. El término “mente” incluye las señales que regulan el estrés, el conocimiento para andar en bicicleta, la personalidad y
muchísimas cosas más. El cerebro mueve y da forma a la mente. Cerebro y mente interactúan de una forma tan profunda que se
comprende mejor como un único sistema codependiente. Este sistema está tan ocupado que, a pesar de representar alrededor del dos por
ciento del peso del cuerpo, utiliza el veinticinco por ciento de la glucosa y el oxígeno que consumimos, la energía. Funciona las veinticuatro
horas del día, siete días a la semana, los trescientos sesenta y cinco días del año; en consecuencia, utiliza casi la misma energía sin importar
si dormimos o pensamos mucho.
Contacto
Te enamorás de alguien, para andar en bici necesitás una bicicleta, disfrutás una puesta de sol observando el astro dorado que cae detrás
del horizonte, te duele la muela porque tenés una caries, aprendiste matemática al ver ecuaciones en el pizarrón, tuviste una idea genial para
resolver un desafío en tu laburo… Si bien todo empieza en una neurona, son las interacciones entre ellas, como nosotros interactuamos con
el mundo, las que mueven nuestra razón, nuestras emociones, NUEST RA CREATIVIDAD, nuestros instintos… nuestra mente.
La sinapsis es la unión que permite la comunicación entre neuronas. Imagínense las neuronas una detrás de otra como una avenida de
mano única con semáforos. Si la señal que se está transmitiendo, mediante impulsos eléctricos y liberación de neurotransmisores, es la de
frenar alguna actividad, el semáforo se pondrá rojo. Por el contrario, si la señal es comenzar o seguir haciendo algo, habrá onda verde hasta
el último objetivo/destino de la información; por ejemplo, el pie para patear una pelota. Esta transmisión de información puede alcanzar desde
dos milímetros hasta un metro de distancia. Cuando un impulso eléctrico se inicia, ocurre un cambio dramático en la neurona, conocido
como “potencial de acción”, donde la membrana del axón pasa de tener una carga negativa a una positiva. Esto sucede a una velocidad de
ciento sesenta kilómetros por hora y puede disparar hasta mil veces por segundo. Por fin, cuando llega al extremo del axón, este cambio de
voltaje gatilla la liberación de neurotransmisores que llegan y se pegan a la superficie de receptores especializados de las células del objetivo.
Estos receptores actuán como interruptores que se encienden o apagan dependiendo del mensaje químico transmitido. Existen decenas de
miles de este tipo de conexiones en una neurona, que pueden modificar a las células objetivo. Una neurona típica dispara entre cinco y
cincuenta veces por segundo. Las neuronas se conectan con otras neuronas, músculo o glándulas formando un
trillón de patrones
distintivos que se reforman, crecen y migran a lo largo de nuestras vidas. Esta especificación y migración comienza en el embrión, alrededor
de cuatro semanas después de la concepción. Gracias a un programa genético, el tipo de neurona correcto migrará a una región
predeterminada y, una vez alcanzada esa área específica, sus dendritas y axones se extenderán para conectarse con otras neuronas. De esta
manera comenzarán a formar las diferentes estructuras del cerebro, a adquirir modos específicos de transmisión de mensajes y a aprender
cómo procesar y controlar las interacciones con el ambiente. Desde patear una pelota (funciones motoras) hasta manejar un avión (tareas
que requieren de una memoria compleja).
Tu mente va a seguir aprendiendo y cambiando hasta el momento en que morís
. Esto sucede gracias a la capacidad de
aprendizaje del cerebro, que implica capacidad de cambio, también conocida como neuroplasticidad. En general, cuando esto sucede,
los resultados son alteraciones pequeñas e incrementales en la estructura neuronal, que se van sumando a medida que pasan los años.
Tu
mente (los pensamientos) pueden modificar la estructura y anatomía de tu cerebro (en especial las neuronas).
No estamos biológicamente destinados a ser menos creativos con la edad. Tu juventud te hace más inocente e ignorante, lo
cual te permite aceptar ideas más radicales. Si seguís encontrando nuevos desafíos, entonces vas a seguir pensando como un
joven aunque tengas el pelo gris.
La actividad mental o el pensamiento pueden dar forma a las estructuras neuronales de varias maneras: redes neuronales muy concurridas
reciben un flujo sanguíneo mayor, lo que les provee más glucosa y más oxígeno; cuando las neuronas se disparan juntas, se refuerza la
sinapsis existente y se forman nuevas sinapsis; algunas no muy utilizadas o simplemente inactivas se marchitan a través de una especie de
poda neuronal, algo así como la supervivencia del más ocupado; crecen neuronas nuevas en diferentes áreas del cerebro, por ejemplo, en el
hipocampo, donde esta neurogénesis aumenta la apertura de los canales de la memoria hacia nuevos aprendizajes. Por otro lado, existen cada
vez más estudios sobre el modo en que la excitación emocional positiva facilita el aprendizaje, aumentando la conexión neuronal y
consolidando el cambio sináptico. Dado que de todas estas maneras tu cerebro cambia su estructura, tu experiencia personal importa mucho
más allá de su impacto subjetivo y momentáneo. Suceden cambios duraderos en tejidos físicos en tu cerebro, que afectan tu bienestar, tu
funcionamiento y tus relaciones.
Hoy, basada en datos científicos, existe una razón fundamental por la cual se debe ser gentil con uno mismo, cultivando experiencias
plenas y aprendiendo de ellas, ya que todas estas experiencias impactarán de manera real, estructural y anatómica en tu cerebro, pudiendo
influir e impactar en tu presente y futuro como persona.
Tres cerebros
La diferencia esencial entre la emoción
y la razón es que la emoción te lleva a la acción y
la razón a las conclusiones.
DONALD CALNE
La vida comenzó en la Tierra hace unos 3,5 mil millones de años. Las primeras criaturas pluricelulares aparecieron unos 650 millones de
años atrás. A medida que los animales evolucionaron, también lo hicieron, por supuesto, sus células y tejidos neuronales, que desarrollaron
su “casa matriz” en la estructura que conocemos como cerebro. Tenemos tres cerebros conviviendo dentro de nosotros . Si estudiamos
la evolución de los animales, podremos decir de manera en extremo simplificada que antes que primates y humanos fuimos simples
mamíferos y antes que eso, reptiles. Guardamos un cerebro lagartija-ardilla-mono en la cabeza, que da forma a nuestras reacciones. Esto
se conoce como el “cerebro triuno” y es uno de los diferentes modelos que usan los científicos para describir la organización jerárquica de
las estructuras cerebrales. Es como pensar en la construcción de una casa: los cimientos van primero (reptil), luego las paredes (ardilla) y al
final el techo (mono), pero todas estas estructuras son parte de la misma construcción. La parte más antigua del cerebro, la
lagartija o
cerebro reptiliano, tiene unos quinientos millones de años y regula principalmente todo lo que tiene que ver con nuestros controles centrales:
respiración, sueño, despertar, ritmo cardíaco, etcétera. La
ardilla o cerebro límbico tiene unos doscientos millones de años y se
responsabiliza de todo lo que tiene que ver con nuestra supervivencia animal más que con nuestro potencial humano: correr o pelear en
ciertas circunstancias extremas, alimentarse, reproducirse. Aquí se encuentra una parte central de nuestras
emociones: la amígdala —que
nada tiene que ver con las de la garganta—, que nos permite sentir enojo, miedo y placer. Es responsable de la creación de las emociones y
de los recuerdos que ellas generan. Además, en este cerebro están el hipocampo, que convierte la memoria a corto plazo en largo plazo, y el
tálamo, que funciona como una torre de control de los sentidos. Estos dos cerebros son los más antiguos y regulan nuestro comportamiento
como personas. Por encima de estos dos cerebros, como si fuera una catedral, está el cerebro más humano, el córtex, que apareció unos
cien mil años atrás. Observen la diferencia en edades de estas estructuras, es como haber vivido en una casa sin techo durante millones de
años. El córtex está altamente especializado en la visión, el habla, la memoria y todas las funciones ejecutivas. También está dividido en dos
hemisferios, derecho e izquierdo, conectados por el cuerpo calloso. A medida que evolucionamos, el hemisferio izquierdo se enfocó en el
procesamiento lingüístico y secuencial, mientras que el hemisferio derecho, en el procesamiento holístico y visual. De todos modos, las dos
mitades del cerebro trabajan juntas. Muchas de las estructuras y regiones neuronales están duplicadas para que haya una en cada hemisferio.
A pesar de encontrarse en la superficie, el córtex está íntimamente relacionado con su interior. Es la parte que se observa plegada hacia
adentro que da la forma de valles y ranuras del cerebro. Si el córtex no se hubiese plegado, tendría el tamaño de una mantita de bebé.
Durante muchos años creímos ser “seres racionales (córtex) con sentimientos (límbico)”. Hoy, los científicos acuerdan que el interruptor
central del cerebro es nuestra parte emocional.
Somos seres emocionales que aprendimos a pensar , y no máquinas pensantes que
sentimos. Esto tiene lógica si pensamos que el límbico lleva más de doscientos millones de años sobre la Tierra y el córtex apenas cien mil
años. La emoción tiene más dominio sobre nuestra razón. Por esto, muchísimas de las decisiones que tomamos en la vida son no
conscientes; la gran mayoría de ellas está dominada por ráfagas de emociones (algunas liberadas de nuestra memoria, otras por emociones
nuevas). Muchas veces nuestro consciente racional justifica decisiones que ya habíamos tomado antes de ser conscientes de ellas. En
definitiva, el botón cerebral para comportarnos frente a las variadas situaciones cotidianas está más influido por nuestras emociones que por
la razón.
PROBLEMA S LA BORA LES TÍPICOS
Éstas son las preguntas sobre problemas o desafíos más frecuentes en un trabajo, que pueden convertirse en oportunidades para
que generes ideas y los resuelvas creativamente: ¿Qué es lo que te gustaría tener o lograr en tu trabajo? ¿En qué idea o en qué
tema te gustaría trabajar? ¿Qué te gustaría que pase en tu trabajo? ¿Qué relaciones con los otros te gustaría mejorar? ¿Qué te
gustaría a vos hacer mejor en tu trabajo? ¿Para hacer qué te gustaría tener más tiempo en tu trabajo? ¿Qué es lo que más te
gustaría aprovechar de tu trabajo? ¿Cuáles son los objetivos insatisfechos? ¿Qué te excita y te encanta de tu trabajo? ¿Qué te
enoja y te preocupa? ¿De qué te quejás? ¿Cuáles son las actitudes que no te gustan de los demás en tu trabajo o te gustaría que
cambien? ¿Qué te gustaría que los demás hagan? ¿Qué cambios te gustaría introducir? ¿Qué es lo que lleva mucho tiempo
resolver en tu trabajo? ¿Qué es lo que no vale la pena? ¿Qué es muy complicado? ¿Cuáles son los cuellos de botella? ¿En qué
sentido vos sos ineficiente? ¿Qué es lo que te consume la cabeza y te quema? ¿Qué es lo que te desilusiona? ¿Qué es lo que te
gustaría organizar mejor de tu trabajo? ¿Cómo podrías hacer más plata de tu trabajo? Típicos desafíos del trabajo donde podés
involucrar tu creatividad serían los siguientes: ¿Qué sugerencias creativas podría hacer yo para producir nuevos productos?
¿Cómo podría recortar costos para incrementar la producción? ¿Cómo podríamos diferenciar nuestros productos de los de los
demás, de la competencia? ¿Qué productos nuevos se necesitan? ¿Qué modificación de los productos que existen se necesita en
el mercado? ¿Cómo podría vender un veinte por ciento más de lo que vendo? ¿Qué nuevas técnicas de venta podría inventarme?
¿Cómo puedo convertirme en alguien indispensable para mi empresa? ¿Cómo puedo manejar mejor las quejas de los clientes?
¿Cómo podría comunicar mejor los servicios o productos de mi empresa? ¿Cómo puedo motivar a los empleados o a mis colegas
para que activamente busquen formas de diferenciarse de la competencia? ¿Qué procedimientos podríamos establecer para
reducir la burocracia? ¿Qué es lo que a los empleados les gustaría que los premien? ¿Cómo podríamos orientarnos más hacia el
cliente? ¿Es posible cambiar nuestra imagen? ¿Cómo podríamos derrotar a la competencia?
Luz, cámara, acción… ¡córtex!
Pensá a la mañana.
Actuá al mediodía.
Comé a la tarde.
Dormí a la noche.
WILLIAM BLAKE
Durante nuestra evolución —como ya vimos— logramos quedarnos en el planeta porque nos volvimos más inteligentes. Esto fue gracias
al córtex. Más inteligencia significó un córtex cada vez más grande o, al menos, con mayor cantidad de conexiones. Es decir, el córtex
empezó a crecer durante nuestra evolución, convirtiéndonos en personas más inteligentes. Incluso las cabezas crecieron para poder llevarlo;
recordemos que, si no se hubiese plegado hacia adentro, el córtex tendría hoy el tamaño de una mantita de bebé. Imagínense el tamaño de
una cabeza respondiendo a esas dimensiones, hubiese necesitado caderas anchísimas de mujeres para poder atravesar el canal de parto con
éxito. Sin pensar siquiera en que mujeres con esas caderas jamás hubieran podido correr para escapar de los peligros de aquella época
africana. Por lo tanto, la sabia selección natural encontró un compromiso anatómico para resolver este problema. La solución de ese
compromiso evolutivo: cabezas más chicas para que pasen a través del canal con cerebros más grandes pero plegados hacia adentro. Tal
como es el cerebro que tenemos y conocemos hoy.
En ese momento evolutivo también se inventó la niñez. Los bebés humanos debemos terminar el programa de desarrollo fuera del vientre
materno. Recién nacidos somos criaturas vulnerables para los predadores y no podemos reproducirnos por más de una década.
Nacemos con la cabeza pequeña para que pueda pasar por la pelvis de mamá, pero mucho antes de que podamos enfrentar el mundo
solos y de manera independiente. Nuestros tataratataratatarabuelos requerían de sus mamás al menos por un tiempo y las madres
necesitaban de los padres para proveer comida. Todos requieren de cooperación y trabajo en grupo para operar en estructuras sociales
complicadas que los apoyen. Estas estructuras sociales contribuyeron a que el cerebro siguiera creciendo en complejidad y tamaño,
desarrollando la empatía, la decepción, el altruismo y construyendo coaliciones. Nuestro nuevo cerebro nos separa de todo el resto de los
animales de la Tierra y nos da unas capacidades extraordinarias, como el pensamiento lineal, el desarrollo del lenguaje complejo, la habilidad
de comprender símbolos y metáforas, desarrollar y comprender estrategias matemáticas, de comunicar con gracia y propósito. Se
desarrollan las tradiciones, los conceptos, las ideas, los patrones, el folklore y las costumbres empiezan a pasarse por generaciones.
Eventualmente, pequeños grupos empiezan a migrar, explorar y readaptarse.
Durante esta época de extrema vulnerabilidad, además, los bebés están listos para aprender lo que sea pero sin poder hacer mucho. No
sólo se crea el concepto de aprendizaje sino también el de maestro. Es de nuestro interés como especie enseñar lo mejor posible, ya que
nuestra supervivencia depende de qué tan bien vayamos a educar y proteger a nuestros pequeños. Pero de nada sirve criar chicos si
nosotros, los adultos, somos devorados rápidamente por nuestros vecinos los leopardos. En este momento evolutivo se desarrolla la última
parte del córtex, el córtex prefrontal (ubicado debajo de la frente). Esta región nos permitió movimientos finos de las manos para crear
lanzas puntiagudas más eficientes y sociabilizar con los miembros del clan para entender que no hace falta doblar la masa muscular para
vencer a un mamut o un leopardo sino que podemos obtener el mismo resultado al trabajar en grupo. Vamos a iniciar nuestro dominio del
mundo, estableciendo acuerdos de cooperación entre nosotros. Nace el concepto de trabajo en equipo. Las reglas del juego van a cambiar.
Aprendemos a cooperar, lo que significa compartir objetivos comunes que tengan en cuenta nuestros intereses y los de nuestros aliados.
Para esto debemos entender qué motiva a los otros, incluyendo sus sistemas de recompensa y castigo.
Gracias al córtex prefrontal, mejoramos como cazadores y hoy seguimos aquí. Esta zona nueva del cerebro hoy produce sumo interés
porque es la que más usamos en nuestro trabajo diario. Se trata del lugar central del cerebro que nos permite “pensar” las cosas, donde se
conectan todas las interacciones conscientes que tenemos con el mundo. Lo usamos cada vez que generamos pensamientos, algunos lo
llaman la memoria de trabajo ( working memory). Esta región es una de las que más consume energía, ya que se ocupa de comprender,
decidir, memorizar, recordar e inhibir ciertos pensamientos para poder trabajar o realizar algo que requiere de nuestra atención y conciencia
en un ciento por ciento. Imaginen al cerebro conteniendo un tanque de la nafta necesaria para cumplir todas sus funciones (en realidad, es
principalmente glucosa y oxígeno). El córtex prefrontal utiliza gran parte de esta acotada nafta; por más que uno se esfuerce, la calidad de
un pensamiento dura una cantidad de tiempo limitado. No es una cuestión de que intentemos más fuerte; es un límite biológico. Algunos
científicos afirman que, al tratarse de una parte muy nueva de nuestro cerebro, el córtex prefrontal no tuvo aún la evolución y el desarrollo
necesarios para ser energéticamente eficiente. Debemos entender que, si realizamos actividades en las que deba intervenir el córtex
prefrontal luego de algunas horas de trabajo, vamos a sentirnos exhaustos y no vamos a poder pensar con la misma claridad y eficiencia.
Teoría de la mente
La Teoría de la mente es una expresión usada para designar la capacidad que tenemos de atribuir pensamientos e intenciones a otras
personas, algo así como la aptitud que tenemos de “leer” la mente de otro y predecir qué le pasa o qué quiere. Esto requiere de una tremenda
actividad cerebral. Muchos científicos sostienen que hay una relación directa entre la incorporación de esta habilidad y nuestro dominio
intelectual del planeta. Cuando predecimos el estado de otra persona, estamos detectando señales que no son nada obvias. Lo hacemos de
manera automática, muchas veces sin saber cuándo lo estamos realizando. De esta teoría surge que nuestra habilidad para aprender está
íntimamente ligada a la forma que tenemos para relacionarnos.
La eficiencia para aprender algo está relacionada con el ambiente
emocional en el cual se está aprendiendo . Muchos estudios demuestran la importancia de la relación que se establece entre el estudiante
y el maestro para el correcto aprendizaje. Podríamos extender este concepto a las siguientes relaciones: jefe-empleado, padre-hijo, etcétera.
En definitiva, la razón y la lógica (córtex) nos hacen humanos y nos diferencian del resto de los animales. Sin embargo, aún somos más
emocionales que racionales. Entonces, ¿razón o emoción? Ni una ni otra… Somos el resultado de una bella interacción entre ambas.
El pasado… ¿pisado?
En su libro The Buying Brain, el doctor A. K. Pradeep cuenta cuatro minihistorias muy logradas para explicar la diferencia, o más bien la
similitud, de la vida cerebral de nuestros primeros ancestros hace cien mil años en África y nuestra vida hoy. Aquí van.
Viajemos en el tiempo y observemos
tu vida hace cien mil años…
Te despertás en la sabana africana un día muy seco, con el sol en la cara. Tenés hambre y frío. Tu cerebro orientado por objetivos —tu
nuevito córtex prefrontal comanda al cuerpo a buscar y encontrar lo que más se necesita— te empuja a salir, a conseguir comida. Agarrás
tu lanza, también nuevita, y te alejás de tu refugio. Tus niveles de ansiedad aumentan, tus sentidos están alertas, tus oídos monitorean todo
tipo de ruido que escuchás a trescientos sesenta grados. Tus ojos escanean el horizonte, tu nariz olfatea el olor a otros animales, agua,
plantas. Tu boca está muy seca, y todos tus músculos están tensos y preparados. Tu respiración es rápida y tu ritmo cardíaco, elevado.
Dos horas más tarde, tus ojos, oídos y nariz te alertan. Algo se está moviendo detrás de los pastos altos. De pronto una cola aparece y de
inmediato la mirada de un leopardo se cruza con tus ojos. En una velocidad alucinante tu cerebro calcula el próximo paso. El leopardo es
más rápido que vos. ¿Deberías escapar? Pero tu lanza es mortal y tenés mucha hambre. ¿Deberías luchar? En milisegundos la decisión está
tomada. El leopardo también tiene hambre, y ves su determinación mientras se te acerca agazapado y te muestra sus dientes. Sus bigotes se
mueven mientras entra en estado de máxima alerta. Toma la decisión y se te abalanza. Ustedes son dos predadores mortales con mucho
hambre. Sólo uno sobrevivirá. Tu corazón bombea fuerte, tu cuerpo transpira y tus músculos tiemblan mientras avanzás en esta vida con
escenarios de vida o muerte. La pelea fue corta pero sangrienta. Estás herido pero volverás a tu refugio con tu lanza. El leopardo está
colapsando y tu cuerpo segrega endorfinas; la hormona de “me siento bien”, que te produce una sensación de euforia. Cargás el leopardo en
tu espalda y caminás algunos kilómetros hasta tu hogar, ahuyentando cuervos y hienas que te quieren robar la comida. Te recibe la gente de
tu tribu con alegría, preparan un festín y limpian tus heridas. Aquí el circuito cerebral de recompensa se enciende, y la sensación de orgullo
y deber cumplido se establece profundo en tu psiquis. Esto te impulsará a que salgas a cazar algún otro día.
Cuando en el cerebro se enciende el sistema de comportamiento-recompensa, se libera una fuerte dosis de dopamina que nos
motiva a volver a intentarlo y a repetirlo. Durante algún tiempo este sistema de comportamiento repetitivo enciende el circuito
de recompensa y otros sistemas neurológicos que nos motivan a mejorar la performance y hacerlo cada vez más fácil y con
frecuencia.
Física y emocionalmente exhausto, te entregás a un sueño reparador. Un nuevo día amanece.
Mismo cerebro hoy, siglo XXI…
Esta mañana te despertás con el sonido de tu alarma digital. Estás calentito y cómodo. En lugar de focalizar en la búsqueda de comida
para asegurar tu supervivencia, examinás tu heladera para ver qué opción de “pocas calorías” te conviene. Muy rara vez, o nunca, la
búsqueda de un sustento es tu motivador principal para comenzar tus actividades. Pero tu cerebro primitivo todavía siente una compulsión
por cazar, por lograr, entonces eleva la misión del día a un escenario de vida o muerte. Chequeás tu e-mail y te das cuenta de que un
proveedor te acaba de mandar una carta documento. Exactamente como te sucedió en la hambrienta sabana africana, tu ansiedad aumenta,
te pone tenso y superalerta. El cerebro te urge la búsqueda de alivio. Agarrás el celu y la laptop y comenzás tu viaje en auto al trabajo.
Sentado, en el tránsito, tu cerebro se siente amenazado. Las bocinas suenan todas al mismo tiempo y tu amígdala —parte del cerebro que
responde al estrés— se prende fuego. Tu presión sanguínea aumenta y tu corazón va más rápido. Todo tipo de mensajes publicitarios en la
autopista te seducen y te invaden sin cesar. Prendés la radio. Cayó la Bolsa. Tu sentido de seguridad se ve amenazado otra vez. Tu irritación
crece cuando un auto trata de pasarte por donde no debería. Te enojás y no lo dejás pasar, haciendo una maniobra automovilística digna de
un maestro del volante. Llegás al trabajo y estacionás. En el estacionamiento, un grupo de jóvenes transpirados y temblorosos tratan de
robarte la computadora, el celular y la plata. Tu instinto de supervivencia entra en juego. Gritás y tratás de moverte entre los jóvenes.
Confrontados por vos, ellos ahora están tan enojados como desesperados. No sólo quieren tu compu sino también tu vida. Tu corazón se
sale por la fuerza de los latidos, y tus músculos tiemblan. Justo llegan dos guardias de seguridad, y los hombres se escapan. Colapsás en
alivio. Horas, días y semanas más tarde, tu cerebro va a revivir toda la escena. Vas a soñar con ella todas las noches. Tu umbral de miedo
ahora es más bajo, y tu seguridad se ve amenazada constantemente. Pero no corrés ni te escapás —como cien mil años antes— sino que
entrás en tu oficina y te sentás en tu escritorio. Interactuás con tus colegas todo el día, tratando de influenciarlos y obtener más poder.
Tu nivel de cortisol (la hormona del estrés) aumenta, y mejora tu estado de alerta y performance.
Estás “en tu juego”, alineándote con aquellos que apoyan tus objetivos y escaneando a los que podrían destruirte. Tus ojos, ciento por
ciento del tiempo, ocupándose de esto. Cuando volvés a tu casa, la noche ya llegó y un montón de luces parpadeantes te acompañan en el
camino. Tu cerebro lucha para tratar de entender todos esos mensajes que te disparan esas luces. La gran mayoría es irrelevante. Aquellos
mensajes nuevos o relevantes repercuten en tu hipocampo, y quedarán guardados de manera más permanente en tu córtex. Llegás a casa,
encendés alguno de tus tres plasmas (o los tres) y pasás algunas horas recibiendo, enviando o monitoreando más mensajes (de texto, de email, de Internet, de publicidad, etcétera). Caés dormido en un sueño para nada restaurador, el cual es importantísimo para consolidar la
información en tu memoria que podría ayudarte mañana a adaptarte mejor.
Viajemos ahora otra vez cien mil años en
el tiempo, pero comparemos un día
en la mujer de aquella época con un día actual…
Te despertás transpirada con un bebé hambriento en tus brazos. Lo limpiás y le das de comer y luego buscás algo de comida para vos.
Estás peligrosamente flaca y con muchísima sed. El bebé necesita succionar de vos todo tu reservorio de grasa. Con el bebé encima, te
aventurás unos metros alrededor de tu área de refugio. Las otras mujeres, adolescentes y chicos de tu tribu van con vos. Se acercan a un
lugar donde hace unos días habían encontrado unos gustosos frutos y raíces. Cuando los niños se duermen, algunas mujeres los cuidan y
otras siguen recolectando frutos, semillas, raíces y, a veces, pequeños roedores y víboras. Todas las mujeres se mantienen cerca, siempre
alerta a la aparición de depredadores, preparadas para pararse entre las fieras y los niños. Sin embargo, nunca atacarían a depredadores
peligrosos y grandes. Su córtex prefrontal sabe que un ataque a “todo o nada” podría dejar a sus hijos vulnerables, sin protección o incluso
muertos. Sin saberlo, este cuidado les permite cumplir con su objetivo en la evolución de la especie: procrear con éxito.
La banda de mujeres y chicos se pasa el día juntando comida y apoyándose mutuamente. No obstante, si alguna miente o engaña, quizá
sea una ventaja evolutiva para ella y su progenie. Las mujeres se ocupan de los enfermos y aprenden con rapidez a interpretar a los demás y,
sobre todo, a sus hijos, que sólo pueden comunicarse con expresiones faciales y el contacto de ojos. Sin lenguaje hablado, las mujeres
pueden distinguir si lloran por hambre, irritación, aburrimiento, angustia, etcétera. Mientras cuidan a sus hijos todo el día, la oxitocina fluye
por su sistema dejándolas tranquilas, hasta un poco sedadas, pero muy comprometidas con sus tareas.
El cableado del cerebro femenino evoluciona entonces con habilidades empáticas, comprendiendo muchas veces con sólo
mirar al otro sus sentimientos o necesidades.
Cuando cae la noche, vuelven los hombres. Alguno habrá cazado una gran presa que alimentará con proteínas y calorías a toda la tribu.
Las mujeres celebran y recompensan al cazador exitoso (billetera mata galán), mientras que reaccionan tímidas y cautelosas con los
frustrados para no irritarlos más de la cuenta. Las mujeres entonces elegirán al mejor macho según sus cualidades de exitoso cazador y
procrearán con él. Mientras cenan y escuchan las historias de los cazadores (en idioma “gruñón”), las mujeres se acuestan al lado de sus
hombres y con sus bebés en brazos.
Mismo cerebro, cien mil años más tarde…
Apagás tu alarma, te duchás y vestís rápido. Afuera todavía está oscuro, lo que te permitirá completar todas tus actividades del día.
Preparás la mochila y el almuerzo para los chicos. Mirás el calendario y qué actividades tienen hoy. Firmás un permiso para una excursión y
le escribís una nota a quien cuida a los chicos por la tarde para que recuerde que tu hija tiene dentista y tu hijo, partido de fútbol. Chequeás
la heladera y anotás lo que falta y lo que podrían comer tus hijos cuando vuelvan a la tarde del colegio. Pagás las cuentas
online antes de
despertar a los chicos, vestirlos, desayunar y llevarlos, apurada, a la escuela. Tu cerebro evolucionó multitask, como el de tus ancestros que
cuidaban a los chicos, buscaban comidas y atendían a los enfermos. Sos una genia de la eficiencia.
El cableado del cerebro femenino evoluciona entonces como lo que se conoce por multitasking, con una conexión entre los
hemisferios derecho e izquierdo más importante que en los típicos cerebros de los hombres. Esto les permite hacer malabares
entre las emociones, la lógica y las muy diferentes tareas diarias, con más facilidad. En su día, las mujeres tienen muchas
“misiones críticas”.
Cada uno de los chicos necesita que los despierten y redespierten más de una vez. Los dientes, peinarse, lavarse… Tu hija llora porque no
le gusta el vestidito que le elegiste cuando ya están en el auto por salir a la escuela. Pero tu habilidad empática resuelve el problema con
rapidez. Agarrás la laptop y el teléfono celular y encarás para la escuela. De pronto te acordás de que hoy te toca a vos buscar a otros
chicos y das la vuelta. Frustrada, llegás tarde a cada casa y a la escuela y tenés que bancarte el enojo de los otros padres. Tomás la avenida,
y es un caos. Conductores agresivos frenan de golpe, tocan la bocina y se te adelantan por donde no deberían. Tu cerebro siente esto como
una situación de “vida o muerte”. Tu corazón late más fuerte, tu ansiedad aumenta, fluye cortisol por tu sistema. Pero tu cerebro está
preparado para lidiar con peligros inminentes y ataques probables. Llegás a la oficina corriendo. Casi sin aliento entrás tarde a una reunión.
Mientras presentás tu trabajo a tus colegas, parte de tu cerebro continúa pensando en los chicos. ¿Les puse frutas? ¿Esos mocos serán una
gripe o una alergia? Te hundís en tu trabajo, llenando propuestas y pedidos. Tu cerebro multitasking accede ambos hemisferios sin mucho
esfuerzo. No almorzás porque estás un poco atrasada. A las 14:30 llama la señora que cuida a tus hijos. Está enferma. Tu cerebro ahora
lanza señales de alarma ¡por todos lados! Los hijos deben ser protegidos, es la prioridad. Agarrás tus cosas y salís disparada sabiendo que lo
que diga tu jefe o tus colegas puede ser peligroso para tu carrera, te lo advierte tu cerebro. Volvés manejando rápido y chequeando la hora
todo el tiempo. Vas a llegar tarde y tu respiración se agita y se hace más corta. Cada semáforo rojo te desespera. ¡Vamos!, ¡vamos!, ¡dale!,
¡dale! Llegás quince minutos tarde, y tus hijos están enojados y caprichosos. Dejás a la nena en el dentista y al varón en fútbol, después
volvés al dentista. No pudiste ver el entrenamiento de tu hijo ni un solo minuto. No pudiste sentarte al lado de tu hija en el dentista. Sin
embargo, tu cerebro disfruta del confort de tenerlos cerca. Volvés a casa, son las siete de la tarde y la heladera está vacía. Estás levantada
hace más de doce horas y todavía no pudiste pasar quince minutos de calidad con tus hijos. Los ayudás en sus tareas de la escuela, llamás a
un delivery de pizza y abrís la computadora para terminar lo que no pudiste hacer más temprano. Luego de una cena de veinte minutos cada
uno se va a su cuarto. Como mujer con cerebro que necesita conectar, te sentís un poco incómoda porque no pudiste hablar con los chicos
ni con tu marido ni con tus amigos en todo el día. A las diez de la noche los acostás, luego de chequear la tarea, y llega tu marido mientras
estás sacando la ropa del lavarropa. Hablan un ratito muy corto y exhausta te tirás en la cama a eso de la medianoche. Soñás con amenazas
y ataques simbólicos mientras tu cerebro trata de entender lo que pasó en el día.
Comparando con sus ancestros, los cerebros de las mujeres de hoy tienen muchas más responsabilidades. Su habilidad para
mantener a los suyos cerca se ve amenazada constantemente por el estilo de vida de la ciudad moderna.
Estas historias nos muestran con claridad cómo las emociones y el instinto son los verdaderos conductores de nuestro comportamiento,
ya sea miles de años atrás u hoy, siglo XXI.
Empecemos a bucear, a continuación, en el mundo de la creatividad.
CAPÍTULO 3
EL PROCESO CREATIVO
Lo tradicional
no les sucede a todos
Confía en la incertidumbre, te conducirá a la claridad.
J OANNA SWANGER
El proceso creativo se describe en cinco grandes etapas. La primera es un período de preparación. Uno se sumerge, conscientemente o
no, en una serie de problemáticas o en algún desafío, objetivo, que le interesa o le despierta curiosidad. ¿Qué quiero resolver? ¿Qué me
interesa? Lo que llamamos nuestro desafío creativo. De manera ocasional puede suceder que uno logre tener un descubrimiento creativo sin
mucha preparación. La segunda etapa de este proceso es un
período de incubación . Las ideas se agitan por debajo del nivel de la
conciencia. En este momento aparecen conexiones inusuales, y las ideas se empiezan a asociar unas con las otras, sin que nosotros las
llevemos conscientemente por un camino derechito y angosto.
Algo está por suceder . Es la famosa frase: “Voy a consultarlo con la
almohada”. Durante este período hay ciertos intervalos de proceso consciente. Pero, al ser misterioso porque no es consciente, muchas
veces se piensa en la incubación como la etapa más creativa. Ya que el proceso consciente puede ser analizado por las reglas de la lógica, de
la razón, lo que sucede en los espacios vacíos, oscuros, desafía el análisis y evoca algo misterioso que rodea la creatividad. Algunos llegan a
hablar de algo místico, la musa inspiradora. La incubación puede durar años y, a veces, horas o minutos. La tercera etapa es la de la
revelación o insight. El momento eureka de Arquímedes. Como cuando la última pieza del rompecabezas se junta con las demás. Las
revelaciones pueden ocurrir en cualquier momento, pero cuando suceden son recordadas con mucha intensidad y emoción. En general,
devienen en nuestro consciente luego de mucho tiempo de trabajo. Es como estar sosteniendo un corcho debajo del agua y, al soltarlo, ver
que aparece en la superficie. Según la experiencia, uno llega a revelaciones importantes o creativas cuando está preparado, con la mente
dispuesta, como aquellas personas que han pensado y trabajado arduo en algún problema o en algún desafío o en alguna disciplina. Pero hay
también situaciones donde se llega a ideas creativas, donde nadie se ha preguntado nada, donde no se conoce el problema. Esto es cuando
una persona identifica que existe un problema y también una solución. Se ha descubierto un problema. Más adelante veremos qué le sucede
al cerebro justo antes y durante un insight. La cuarta etapa es la de evaluación. Debemos decidir si esa revelación contiene algún valor y si
vale la pena llevarla a cabo. Es un momento muy emocional, uno tiene que procesar esa idea y tratar de decidir si hacerla realidad o no.
Muchas veces uno se siente inseguro o con mucha incertidumbre, ya que se trata de algo no conocido. Aquí también es cuando aparecen
las críticas propias o ajenas. La gente que trabaja con nosotros, sus criterios y sus prejuicios… Es como cuando uno pinta un cuadro y se
aleja para ver lo que está pintando, cuando uno relee algo que escribió, cuando los científicos revisan cálculos o ecuaciones para ver si lo
que piensan está bien. La gran mayoría de las relaciones no va muy lejos, pero cuando éstas son adecuadas, cuando realmente tienen
sentido, empieza el trabajo de la elaboración, que es la última etapa del proceso y la más larga. Lleva más tiempo y más trabajo. Edison
decía: “99% de transpiración y 1% de inspiración”. Hay que ponerse a trabajar, implementar e incluso, muchas veces, salir de la zona de
confort, esforzarse, cambiar, animarse, convencer a los demás. Es decir, si tenemos una revelación que consideramos muy útil para nuestro
desafío, rara vez el proceso termine allí. La realidad nos muestra que esa idea nueva debe ser refinada.
Los bosquejos del hemisferio
derecho deben ser transformados en una obra de arte terminada. Pocas veces esta labor es divertida, pero es esencial.
Estas etapas del proceso creativo no hay que tomarlas de manera literal. Muchas personas contribuyen de manera creativa en sus
disciplinas o sus vidas, sin pasar necesariamente etapa por etapa. El proceso creativo tiene interrupciones constantes, donde se va incubando
en distintas circunstancias, revelando cosas en diferentes etapas. No es un proceso lineal todo el tiempo sino que va teniendo distintos
círculos o nudos que requieren de muchas revelaciones por momentos, y depende también de cuán profundo y necesario sea lo que
queremos comprender o resolver o de cuál es nuestro desafío.
Las cinco etapas del proceso creativo son una manera muy simplificada, y en ocasiones esto puede confundirnos. Pero, a la vez, es una
forma bastante válida y simple de organizar este procedimiento muy complejo. Creo que lo más importante es recordar que estas etapas no
son exclusivas y, en general, se superponen y ocurren muchas veces durante el proceso hasta que éste se termine. Sintetizar, no dar tantas
vueltas.
TÉCNICA : PREGUNTA S DIVERTIDA S
Si tu problema fuese un ser vivo, ¿cómo sería? Dibujá un ser vivo que sea tu problema. Pensá cómo sería el pasado y las
reencarnaciones futuras de tu problema. Pensá en que tu problema se podría comer, ¿cómo sería el gusto?
¿Hay algo muy hermoso en ese problema?
¿Hay algo muy interesante en el problema mismo?
¿Podrías imaginarte la vida personal del problema? ¿Cómo es políticamente?
¿Cómo es su religión?
¿Cómo sería su vida amorosa?
¿Cuándo nació ese problema? ¿Tiene hermanos? ¿Tiene amigos? ¿Tiene miedos?
Si vos fueses el psicólogo o el terapeuta del problema, ¿qué cosas te confesaría a vos?
¿Cómo se nos ocurren
las ideas?
La creatividad se alimenta de ideas, y éstas provienen de alguna parte. Las ideas se crean en el cerebro, nuestra mente. Uno de los trabajos
más interesantes para explicar la aparición de las ideas es “Neurociencia cognitiva y el estudio de la memoria”, de Eric Kandel, ganador del
Premio Nobel en Fisiología y Medicina en el año 2000, por esta contribución. El doctor Kandel y sus colaboradores proponen un nuevo
modelo del cerebro, el de la “memoria inteligente”. Desde la aparición de este último, la mayoría de los neurocientíficos ha dejado de aceptar
la teoría del doctor Roger Sperry sobre los dos hemisferios, derecho e izquierdo, del cerebro. En la teoría de Kandel, el análisis y la intuición
trabajan de manera simultánea en todos los modelos de pensamiento. No hay tal cerebro izquierdo ni cerebro derecho. Sólo existe el
aprendizaje y el recuerdo, los cuales trabajan en diferentes combinaciones en todo lo largo del cerebro.
Para no abrumarlos con complejidades científicas, la teoría dice más o menos lo siguiente: desde el momento en que nacemos, todo,
absolutamente todo lo que nos sucede en la vida queda registrado en algún lugar del cerebro, llamémoslo
memoria inteligente . No sólo
nuestras experiencias, sino todo lo que aprendemos: lo que leemos, lo que vemos, lo que nos cuentan. Una forma visual que me gusta usar
para entender esta teoría es imaginarse que el cerebro está lleno de cajones y que cada cosa o evento que nos sucedió, que aprendimos,
quedó guardado en algún cajón, en nuestra “memoria inteligente”: el cerebro como una cajonera.
¿Sabías que una de las actividades que más energía consume en el cerebro es la de pensar cosas que nunca antes hemos
visto? Es también por esto que resulta tan difícil pensar cosas nuevas.
Los cajones comienzan a abrirse y cerrarse, y los recuerdos en ellos se conectan de manera azarosa. Y cuanto más relajados estemos,
más se abren y se cierran y se interconectan. Cuando esto ocurre en algún momento particular del día o de la noche, tenemos “más” ideas
que en el resto de la jornada. Esto depende mucho de cada persona: en la ducha, yendo a correr, haciendo deporte, en el auto manejando, en
el subte o en el colectivo, jugando o hamacando a tu hija en la plaza. Son momentos de claridad mental.
Cuando el cerebro está más relajado, aparecen más ideas. Éstas pueden ser rutinarias, conocidas o no importantes y, a veces, pueden ser
ideas que podemos llamar creativas. Cuantas más se nos ocurran, más chances tenemos de que alguna sea creativa. En resumen, las ideas
son la combinación azarosa de conceptos, vivencias, ejemplos, pensamientos, historias que ya estaban almacenadas en nuestra memoria
inteligente, en nuestros cajones. No decimos nada “nuevo”, la novedad es la forma en que combinamos lo ya conocido. De repente, estas
combinaciones que chocan entre sí aparecen en nuestro consciente. “Vemos” la idea. Hemos tenido un
insight o una revelación. Cuanta
mayor es nuestra claridad mental, más posibilidades de insights. Cuanto menos ruido haya en nuestro consciente, cuanto más tranquilos
estemos, disfrutando, haciendo algo que realmente nos gusta, más insights tenemos.
Beethoven experimentaba con setenta versiones diferentes de una frase musical antes de quedarse con la definitiva. “Hago
muchos cambios, rechazo y pruebo de nuevo, hasta que estoy satisfecho”, le decía a un amigo. Es completamente normal el
constante refinamiento de tus ideas hasta encontrar la que suene mejor para vos.
Esto lo entienden muy bien algunas empresas muy innovadoras. Les dan a sus empleados tiempo libre en espacios flexibles, amplios,
luminosos, agradables con tiempo para imaginar el futuro. Allí, más relajados, sin la necesidad imperativa de estar apagando el incendio de la
rutina, saben que tendrán más ideas. Por una cuestión de estadística matemática —como ya hemos discutido—, cuantas más ideas tenemos,
más chances o más posibilidades de que alguna sea creativa. Si la organización es generosa con los empleados, éstos son generosos con la
organización.
En la Selección Nacional de Fútbol, Lionel Messi es la misma persona con el mismo cerebro que en el Barcelona. Lo que sucede es que en
el Barça produce mucho más: hace diez, quince jugadas por partido, y dos o tres terminan en gol. Sin embargo, en la Selección hace dos o
tres por partido; entonces, hay menos chances de que sean gol, de que sean creativas. La producción de sus jugadas y el despliegue de su
talento y creatividad dependen mucho del ambiente, del clima laboral, de quiénes son sus compañeros, de quién es su jefe, de cómo se
siente. La creatividad no es algo mágico que se enciende en cualquier parte sino que está íntimamente relacionada con el clima.
haber un ambiente estimulante para ser creativo.
Tiene que
TÉCNICA DEL DIBUJO A BSTRA CTO
Hacé varios dibujos abstractos usando cualquier tipo de forma, las que quieras. Hacelo bien rápido, usando tu intuición.
Seleccioná una sola de las formas que dibujaste. La que más te guste, la que te llame más la atención, dejá que tu intuición elija.
Encontrá en esa forma los atributos y características más esenciales. Por ejemplo, suave, algo liviano, algo grueso, algo raro,
circular, puntiaguda, etcétera.
Usá esos atributos y características para inspirarte a dibujar otra forma distinta.
Estudia qué es lo que puede representar esta última figura (una nube, un gato, un yogur, un soldado, un banderín, etcétera).
Mezclá estos conceptos que descubriste en tu figura con tu desafío creativo.
Lo seguro es que todos tenemos revelaciones en el día o la noche. Estudios muy modernos muestran que muchas de las ideas que
provienen de la combinación de conceptos, en ese abrir y cerrar de cajones mentales, se nos olvidan apenas aparecen o poco tiempo
después. Debemos capturarlas de inmediato en el papel o en dispositivos de touchscreen. Nunca deben subestimar el poder de una idea que
aparece “de la nada” en el momento más inoportuno del día, escríbanla. Relean las notas. Tachen aquellas que ya no sirven para que no
contaminen su campo visual.
Les propongo pensar cuáles fueron para ustedes sus últimas diez buenas ideas. ¿Dónde estaban cuando se les ocurrieron? Anoten.
Anoten. Anoten todo.
Primero producir
Las ideas son como los conejos. Si tenés un par,
muy pronto tendrás una docena.
J OHN ST EINBECK
Si querés tener buenas ideas, debés tener muchas ideas.
En su mayoría serán malas, tenés que aprender
cuáles debés descartar.
LINUS PAULING
Mencionamos el pensamiento productivo, aliado de la creatividad, como poder pensar cosas realmente nuevas, en contraposición del
pensamiento reproductivo, que tiende a repetir lo que ya conocemos. Pero también podemos referirnos a la producción en cantidad. Generar
muchas ideas, muchas jugadas de Messi para que una termine en gol. Cuando Edison mejoró la lamparita y creó la batería, un asistente le
preguntó cómo hacía para persistir tratando de lograr estos inventos cuando ya había fracasado miles de veces. Edison le decía que no
entendía la pregunta, para él nunca había fracasado. Había descubierto formas de que no funcionara. Picasso pintó entre sus cuadros,
trabajos y dibujos unas cincuenta mil obras. Claramente, de esta producción gigante, no son todas conocidas. Sin embargo, él sabía que
para poder crear algo diferente y que gustara tenía que primero producir mucho. Hay que producir y generar muchas ideas antes de
limitarse a pensar en una que esté buena o que sea diferente. Para esto hay que pensar de manera fluida, sin criticarse, sin juzgarse, sin
evaluarse. Al principio hay que soltarse, desinhibirse y dedicarse a generar. Nada es más contraproducente para la creatividad que la crítica
o el juzgamiento. Para nosotros, esto es difícil de evitar. Somos educados y condicionados de forma crítica y juzgamos permanentemente.
Estamos juzgando nuevos pensamientos y nuevas ideas, lo hacemos de manera inmediata e instintiva; es como manejar un auto con un pie
en el acelerador y el otro en el freno. En consecuencia, cuando estamos generando muchas ideas (lluvia de ideas o brainstorming) pasamos
parte de nuestro tiempo, a veces demasiado, imaginando todas las razones de por qué esa idea no va a funcionar o no va a poder ser
implementada. Pero a lo que en realidad debemos dedicarnos es a
generar todas las ideas posibles. Una vez que la idea es juzgada por
alguien o autojuzgada, el pensamiento creativo se paraliza. Si esto sucede, las pocas nuevas ideas que van a ser generadas a partir de ese
momento van a volver, eventualmente, a los pensamientos de los patrones conocidos, seguros, y conservadores que tenemos en el cerebro.
Pensar sin juzgar es algo dinámico y fluido, allí las ideas van a empezar a rebotar unas con otras y vamos a poder asociar nuevas ideas,
nuevas combinaciones de ellas, y a disparar un sinfín de posibilidades.
Hay una manera de hacerlo mejor, encontrala.
THOMAS EDISON
TÉCNICA SCA MPER
Scamper es una lluvia de ideas para principiantes o para gente que no sabe debatir bien en forma ordenada. Se realiza con una
serie de preguntas oportunas y dirigidas. Las preguntas se relacionan con Sustituir, Combinar, Adaptar, Modificar, Ponerle otros
usos, Eliminar y Reordenar o, a veces, revertir.
Por ejemplo, si mi desafío es “mejorar el rendimiento de mi equipo de trabajo”:
Empiezo a usar la letra “S” de sustituir, puedo sustituir cosas, lugares y procedimientos. ¿Qué hago? ¿Cambio la gente? ¿Echo a
algunos? ¿Contrato otros? ¿Cambio de trabajo? ¿Cambio la manera de ejecutar los proyectos? ¿Cambio de líder? ¿Cambio las
oficinas o el lugar donde nos reunimos?
La “C” de Scamper, combinar. Combino temas, conceptos e ideas. ¿Combino las posiciones de los empleados? ¿A aquellos que
venden mejor los mando a un escritorio y a los que venden peor los mando a vender para ver qué pasa? ¿Combino el trabajo de
ellos con alguna cosa recreacional?
La “A” de Scamper, adaptar. Adapto ideas de otros contextos. Y así, sucesivamente.
Al final has generado respuestas para todas estas hipotéticas preguntas y muchas de ellas van a ser ideas o adaptaciones de ideas
que vas a evaluar y que te van a servir en tu desafío creativo.
Otro obstáculo a tu creatividad: cuando tenés una buena idea, esto puede frenarte a descubrir otra mejor. Por eso hay que generar sin
pensar si está bien o no, si será implementable, si resolverá el problema. Hay que permitirse un tiempo en generar sin censurarse. Para esto
siempre recomiendo imponerse un desafío de tiempo y de cantidad de ideas. De esta manera se focaliza la energía. Cien ideas en una hora es
la estrategia de tiempo/cantidad más utilizada en empresas innovadoras.
Piensen, y escriban, cien funciones diferentes que puede tener un ladrillo. Verán que las primeras diez o veinte van a ser las típicas, las
comunes, las conocidas: construir una pared, para pararse arriba, para fabricar una parrilla, para un sostener libros en una biblioteca,
etcétera. Después, las segundas treinta, cuarenta, cincuenta ideas van a empezar a ser un poquito más originales. A medida que uno está por
alcanzar ese límite de cien ideas, la mente hará un esfuerzo extra y así se van a generar alternativas mucho más creativas o imaginativas.
Para poder hacer esto de manera eficiente, uno tiene que frenar al crítico interno y empezar a escribir todas las ideas, incluso las obvias y las
que pensamos que son malas. Entonces, es probable que el primer tercio de ideas incluya las viejas, las mismas; en el segundo, van a ser
más interesantes; y en el último, seguramente van a mostrar otras revelaciones, curiosidades y complejidades. De esta manera, si no nos
hubiésemos impuesto una cantidad enorme de ideas, esas últimas treinta no habrían aparecido nunca.
LOS SIETE MA NDA MIENTOS QUE DEBERÁ S RESPETA R CUA NDO ESTÉS GENERA NDO IDEA S
No te juzgarás: dejá fluir tus ideas, sé flexible.
No harás comentarios: cualquier comentario negativo o crítica cambiará tu humor, y eso afectará tu potencial creativo.
No editarás: no dejes que tu editor interno interfiera en el proceso. Editar es trabajo del hemisferio izquierdo del cerebro, que
no está invitado a la generación de ideas.
No ejecutarás : se te ocurre una idea y, al segundo, otra parte de tu cerebro ya está distraída pensando cómo la
implementarás.
No te preocuparás: el miedo, como veremos, es un gran bloqueador de la creatividad.
No mirarás hacia atrás: evitá decirte que “esa idea ya la probé hace dos años y no funcionó”.
No perderás foco: es fácil empezar a perder energía y foco en lo que estás haciendo. No lo hagas.
El pensamiento creativo depende mucho de este continuo pensar de ideas, de manera que sea lo suficientemente largo como para eliminar
al principio las primeras ideas bien comunes, las habituales, las conocidas y para poder producir las más inusuales o imaginativas, una vez
descartadas las primeras, con el correr del tiempo.
Una de las formas más eficientes de generar una gran cantidad de ideas durante la semana es ir catalogándolas y escribiéndolas en alguna
libreta o teléfono celular a medida que van surgiendo. Como vimos, aparecen y se van de manera repentina. Más allá de poder dedicarse una
hora a generar ideas, el cerebro funciona las veinticuatro horas y aquéllas aparecen en cualquier instante del día, aún más en los momentos
de claridad mental. Uno puede construirse su biblioteca de ideas; además, cuando uno las escribe y cataloga, se acelera el pensamiento y se
focaliza la atención. Resulta un método muy sencillo pero poderoso y también bastante sorprendente, ya que utiliza un lado compulsivo de
nosotros y nos hace cada vez más fluidos y flexibles pensadores. Cuanto más escribimos, más rápido pensamos y de manera más dúctil.
FLUIR MENTA L
Para que tu pensamiento sea más fluido (cantidad) y más flexible (creativo), hacé listas.
Hacer listas de cosas es una manera muy poderosa de incrementar la fluidez de tu pensamiento.
Por ejemplo, hacé una lista en pocos minutos de todos los usos posibles que pueda tener una bicicleta. Es probable que se te
ocurran muchas cosas pero también te vas a censurar algunos pensamientos y vas a listar sólo las más obvias. Para poder
romper con esa censura, necesitás ser flexible. Permitite escribir un montón de otras ideas.
La flexibilidad a nivel pensamiento significa la habilidad para ver más allá de lo ordinario y lo convencional. Significa tener un rol de
pensamiento donde se improvise más.
EJERCICIO PARA EJERCITA R EL PENSA MIENTO FLUIDO Y FLEXIBLE
Escribí una oración de cuatro palabras (“quiero comer muchos duraznos”).
Escribí oraciones de cuatro palabras, donde cada palabra empiece con la primera letra de la oración original. Por ejemplo, la “q”
de quiero, la “c” de comer, la “m” de muchos, y la “d” de duraznos: “quizá cambie muy deprisa” o “queso cantábrico mal
cocido”.
Bloqueos y revelaciones en el cerebro
Un insight es como encontrar una aguja en un pajar.
Hay un trillón de posibles conexiones en el cerebro,
y debemos encontrar una que es exactamente
la que necesitamos.
MARK BEEMAN
Pensá en tu potencial creativo como un bosque que se incendia ferozmente. Energía furiosa y caliente, esparciéndose y creciendo con
poder explosivo. Los bosques no se incendian mágicamente de la nada. Empiezan con una chispa. Igual que la creatividad. Uno de los
grandes bloqueos de la creatividad es que tenés la sensación de que necesitás imaginar y diseñar a la perfección toda tu solución creativa
antes de empezar a trabajar en tu desafío. Todos los proyectos creativos que he trabajado han nacido de una simple pero perfecta chispa de
inspiración. Todos los desafíos creativos rebotan, hacen metamorfosis y cambian de dirección durante su camino a la solución final.
Los bloqueos creativos son conocidos en neurociencia como
impasse. Ocurren cuando uno está haciendo alguna tarea utilizando sus
pensamientos conscientes y se encuentra en un camino sin salida donde no logra resolver algo . Un impasse es como una piedra en el medio
del camino de un deseo mental, alguna conexión que vos querés hacer pero que no podés concretar: querer acordarte del nombre de un viejo
amigo, pensar cómo se va a llamar tu nuevo hijo o directamente estar en blanco por completo y no saber qué escribir sobre un proyecto.
Todos experimentamos con regularidad estos bloqueos o
impasse. Cuando uno necesita ser creativo, es muy importante y relevante
traspasarlos o evitarlos de algún modo.
En el mundo de hoy, ya hay estudios que muestran que más del cincuenta por ciento de los trabajadores hace tareas relacionadas de
alguna forma con la creatividad. Describir, inventar, diseñar, dibujar, colorear, recontextualizar, etcétera. Crear o transmitir información de
una manera novedosa. La novedad nos llama poderosamente la atención y, en el mundo de los negocios, ésta tiende a generar ganancias. En
este sentido, el proceso creativo es un gran motor para la creación de valores. Aunque, en general, la mayor parte de tu día estés ejecutando
rutinas que no implican mucha creatividad, muchas veces te encontrás con un inconveniente nuevo. Algunos de estos problemas no tienen
procedimientos a seguir, explicaciones obvias o recuerdos en el cerebro y requieren soluciones distintas de las que ya han sido trabajadas o
realizadas. Para sobrepasar los bloqueos y permitir la aparición de insights, nada mejor que silenciar la actividad de tu córtex, donde se
generan tus pensamientos conscientes. Es el mismísimo ruido del córtex el que provoca los bloqueos. Gracias a la tecnología podemos
medir qué sucede en el cerebro mientras las personas están tratando de solucionar asuntos de diferentes características. El doctor Mark
Beeman, de la Northwestern University, descubrió que el cuarenta por ciento de las veces las personas resuelven los problemas de manera
lógica, probando una idea atrás de la otra hasta que algo hace click. El otro sesenta por ciento —como ya vimos— lo hace mediante
insights, una experiencia caracterizada por no tener una progresión lógica para llegar a la solución, ya que ésta surge repentina y
sorprendentemente. Como ya aprendimos sobre el proceso creativo, estos insights involucran mucho el inconsciente y aparecen en lugares
y tiempos raros, no usuales, en especial cuando uno está haciendo algo donde no hay un esfuerzo del córtex, la razón, el consciente, para
resolver un problema.
Hemos mencionado que, en general, cuando uno se enfrenta a un problema nuevo lo que hace es aplicar estrategias que han funcionado
en experiencias previas. Esto funciona bien si el problema nuevo es muy parecido al problema viejo y si no se necesitan soluciones
diferentes, creativas. Sin embargo, en muchas situaciones, la respuesta del pasado lo que hace es frenar mejores soluciones que podrían
surgir. Esta estrategia incorrecta se convierte en la fuente del
impasse, que sucede cuando uno intenta encajar soluciones antiguas en
problemas nuevos. Lo que muestra la ciencia es que muchas veces uno se queda atrapado en un
impasse debido a que las respuestas
equivocadas están frenando las correctas. Poder resolver un impasse es como tratar de cambiar la dirección del tránsito en un puente; tenés
que detener los autos de una mano antes de que suban al puente, para que pasen los de la otra. Cuando vos te tomás un recreo del problema,
tus formas activas y conscientes de pensamiento disminuyen y ahí le estás dando lugar al subconsciente para que empiece a hablarte. Esto
explica también por qué las respuestas a tu problema a menudo las tienen otras personas, con otra perspectiva, que no están atrapadas en tu
forma de pensamiento. Lo que hay que hacer cuando uno llega a un
impasse es algo contraintuitivo, no tenés que tratar de focalizarte
cada vez más fuerte y más tiempo en ese problema, deberías hacer algo completamente diferente en esos minutos, algo que te interese,
divertido. Es la mejor forma para estimular la aparición de revelaciones. Además, el hecho de focalizarte con más intensidad en el problema
lo que hace es incrementar tu ansiedad.
Beeman observó que las personas que resuelven los problemas mediante
insights tienen mayor actividad en una región del cerebro
conocida como el lóbulo temporal anterior derecho. Se encuentra justo debajo del oído derecho y forma parte del hemisferio derecho, el más
relacionado con las conexiones holísticas. Esta área reúne información del cerebro que está distante. Lo cual me hace pensar en los cajones
lejanos que se abren y se cierran, desbordando conceptos que se juntan en un nuevo concepto en el lóbulo temporal anterior derecho. Otras
observaciones muestran que, un segundo y medio antes de tener un insight, el cerebro parece estar muy tranquilo. Durante este tiempo hay
un incremento repentino y prolongado de una actividad eléctrica que se llama “alpha” en todo el lóbulo occipital derecho, región que procesa
la información visual. Esta súbita actividad alpha desaparece con exactitud en el momento del insight. Pareciera que el cerebro apagara, con
esa actividad y justo antes de resolver el problema, todo lo relacionado con la entrada visual, con el funcionamiento de la visión, como una
forma de bajar el ruido producido por el estímulo visual para que esto le permita encontrar una solución. Callate la boca, estoy pensando en
algo. Nos pasa a todos que muchas veces estamos hablando con alguien y, de repente, los ojos se van para arriba, están como distraídos.
Lo que está haciendo el cerebro es apagar un montón de inputs visuales para focalizar en señales internas muy sutiles que van a dar lugar al
insight. Aparentemente, si no hacés esto, es difícil que el insight ocurra.
TÉCNICA DEL BRA INSTORMING SOLITA RIO
Escribí en fichas una idea por ficha.
Poné las fichas al costado a medida que vas escribiendo.
Escribí las ideas a medida que se te ocurren, sean buenas, malas, raras, exóticas, mezcla de cosas. No importa si son lógicas o si
tienen valor.
La clave es producir la mayor cantidad de ideas y no evaluar ninguna hasta que no hayas terminado de escribir todas aquellas
posibles que se te puedan ocurrir.
Al terminar, agarrá el paquete de fichas y empezá a separarlas y valuarlas.
¿Cómo?
Combinándolas, asociando de manera libre las ideas que escribiste para crear otras, imaginando cómo una idea podría funcionar y
cambiándola, tratando de revertir la idea y cambiar el opuesto a lo que escribiste para ver si puede funcionar de esa forma,
arreglarla, sustituirla por ideas parecidas, considerar cada una de ellas desde distintos puntos de vista, dibujar o hacer un diagrama
de la idea, inventarte o crear una metáfora de cada una, forzar conexiones entre dos o más ideas, imaginar cuál sería la crítica a
esa idea, tratar de modificarla de acuerdo con esa crítica y, sobre todo, irte a dormir y dejar que tu cerebro trabaje solo.
En el preciso momento en que ocurre el insight aparecen unas ondas cerebrales llamadas gamma. Y esto ocurre treinta milisegundos antes
de que la respuesta aparezca en nuestra conciencia. Estas ondas son las más rápidas del cerebro y representan un grupo de neuronas que se
disparan al unísono, todas juntas. La frecuencia gamma significa que regiones del cerebro empiezan a comunicar una con la otra.
Relacionándolo con la teoría de Kandel, imagínense los cajones que se abren y se cierran en diferentes puntos del cerebro, haciendo
conexiones de conceptos al parecer no relacionados para formar una idea nueva, un
insight. Las personas que meditan profundo tienen
muchísimas ondas gamma, las que presentan mucha dificultad para aprender, pocas, y una persona que está inconsciente o en coma no
tiene ninguna. El insight, además, viene acompañado de un golpe energético muy fuerte, uno lo puede ver en las caras de las personas, en su
voz o en su lenguaje corporal. Uno se siente bien, casi eufórico. Pero esta energía liberada por el insight tiene muy corta vida, y es durante
este breve tiempo de energía que la gente está más motivada y con más coraje para comprometerse a tomar ciertas acciones. Una vez que
este cóctel de neuroquímicos desaparece, la motivación decrece con rapidez. Hay que hacer, activar, moverse lo más rápido posible luego
de un insight.
SOLTÁ
Cuando un mono ve un tarro con nueces, va, mete la mano y agarra algunas. Pero la boca del tarro es tan angosta que con la
mano llena de nueces no la puede sacar. El mono no quiere soltar las nueces. Queda atrapado.
Nosotros, las personas, también quedamos atrapados con cosas que no queremos soltar: opiniones, preocupaciones, creencias,
ansiedades.
EJERCICIO PARA CUA NDO EXPERIMENTÁ S UN BLOQUEO MENTAL
Imaginá que eso que te bloquea está representado físicamente por algo que vos estás vistiendo: un gorro, un anillo, un pañuelo,
un pulóver, un zapato.
Sacátelo y te vas a sentir liberado y más relajado.
Hay una relación muy fuerte entre los estados emocionales y los insights. La felicidad incrementa la posibilidad de tener insights, mientras
que la ansiedad los decrece. Cuando uno está ansioso, hay una actividad cerebral mucho más fuerte que dificulta la habilidad de recibir
señales sutiles. Éstas son las señales —como acabamos de ver— que ocurren justo antes del insight, cuando el cerebro se tranquiliza.
Otros estudios muestran que aquellas personas que suelen tener más revelaciones son las más conscientes de sus experiencias
internas. Pueden observar su propio pensamiento y entonces, al hacerlo, cambiar la manera en que piensan. Estas personas tienen más
control sobre sus pensamientos y, gracias a esto, pueden poner la mente en calma para permitirse los
insights. Toda técnica o disciplina
que te permita conocerte más, desarrollar tu inteligencia emocional, te hace, literalmente según la ciencia, más creativo.
una cuestión de focalizar o concentrarte más fuerte en el problema, y tampoco hay que ser un genio para lograrlo.
En resumen, es fácil quedar atrapado en un problema sin soluciones y esto en neurociencia se conoce como
No es
impasse. Resolver un
impasse requiere dejar al cerebro en pausa, reduciendo su activación, para que no aparezcan respuestas incorrectas. Tener
insights o
revelaciones requiere poder escuchar señales muy sutiles y permitirle al cerebro hacer conexiones internas. Para esto la mente debe estar lo
más calma posible, con la cantidad mínima de energía eléctrica. Por ello, las revelaciones ocurren en general cuando uno está más relajado o
más contento. Entonces, siempre que puedas, intentá sacarte presión, extender un
deadline, hacer algo divertido, reducir la ansiedad,
tomarte un break y hacer algo liviano. Frená un poco tu mente para ver si así aparecen conexiones más sutiles. Y si el
insight ocurre,
focalizá en eso lo más rápido posible para que la energía no decrezca.
TÉCNICA DE LA PA LA BRA A L A ZA R
Elegí una palabra al azar (hay sitios webs que te generan palabras al azar).
Dibujá lo que te sugiere esa palabra. De esta manera empezás a utilizar el hemisferio derecho del cerebro.
Escribí al lado del dibujo todas las características que tiene esa palabra.
Escribí al lado del dibujo todas las asociaciones que te sugiera esa palabra.
Conectá las características y asociaciones que escribiste con tu desafío creativo.
Por ejemplo: Mi desafío: pensar un nuevo cepillo de dientes. Mi palabra al azar: perro.
Características del perro: muchos pelos, nariz negra, cuatro patas, mueve la cola, entierra huesos.
Asociaciones con perro: cariño, lealtad, coraje, rescate.
Conexión característica, asociación y mi desafío creativo: ¿Y si me propongo un cepillo de dientes que además tenga movimiento
como masajeador de la cara (mueve la cola, cariñoso)?
Relajación
Leíste muchísima información, probablemente durante largos minutos. Te propongo parar de leer y tomarte un momento para relajarte.
Tu cerebro ha estado con mucha actividad, y la verdad es que se merece un pequeño recreo. Tomá algunas inspiraciones bien, bien
profundas y sólo quedate ahí sentado o acostado, por cinco minutos. Dejá que tus pensamientos floten sin control. Si te sentís cómodo
haciéndolo, cerrá los ojos.
¿Qué pasó con tu mente cuando hiciste esto? Sin duda tomaste una respiración profunda, y ¿qué hizo tu mente? ¿Aparecieron
pensamientos? Seguro que sí. ¿Eran interesantes, utilizables o buenos para vos? Si no lo eran, igual no te preocupes. En este tipo momentos
las revelaciones aparecen más seguido, cuando menos las esperás.
Algunos investigadores llaman a esto la atención desfocalizada. Como ya vimos, cuanto menos intensa está activada la red neuronal, más
neuronas distintas pueden activarse. En otras palabras, si soltamos un poco o, lo que es lo mismo, ampliamos la red de pesca, vamos a
poder capturar muchos más peces. En lugar de tener la red muy ajustada, la soltamos.
Los momentos de relax no suponen necesariamente estar en silencio con los ojos cerrados y quietos. Mucha gente los tiene cuando está
conduciendo, cuando se está divirtiendo con algo, cuando está hablando de algo que no se relaciona con esa idea que busca, caminando,
yendo a correr, lavando los platos, etcétera. En muchas ocasiones ocurre en la naturaleza, pero también cuando estás pintando, cuando
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