El viejo y el acordeon .pdf
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Autor: Gildardo Feliciano Fuentes Acevedo
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“EL VIEJO Y EL ACORDEON”
Allá en un pueblo escondido entre la sierra, todos los años en la fiesta del día de
muertos entre los bailes y calaveras de azúcar, cuentan la leyenda del viejo y su
acordeón. Nadie nunca lo veía, pero todos los años, el 2 de noviembre, exactamente a
las 12 de la media noche, él le llevaba serenata a la tumba solitaria en la cima de la
loma. Con su viejo acordeón y suave voz, al pie de la loma donde nadie lo alcanzaba a
ver, se le escuchaba cantar:
Mírame, quiéreme, bésame… morenita
Mírame, quiéreme, bésame… morenita
Y después de unos minutos deleitaba los oídos de todos los pueblos la sierra, con
dulces cantos y alegres melodías.
El viejo le cantaba a la tumba de su amada, que en vísperas de su boda sufrió la
desgracia de la muerte al caer desde el punto más alto de la loma donde ahora
descansaba una solitaria cruz. Al principio la gente se unía a él desde lo bajo del
pueblo. Pero a pesar de su triste situación, a aquel hombre nunca se le vio llorar, nunca
canto canciones tristes, así que la gente no se le unía en llantos, si no que se sentaba
bajo las estrellas a escucharlo cantar, los más jóvenes que desconocían la tristeza de
su historia incluso bailaban, las madres al cuidado de sus familias cocinaban pan y
derretían dulce de piloncillo y canela para beber. Poco a poco más pueblos se unían al
evento y aquella noche se volvió la más esperada del año alrededor de la loma, todos
esperaban desde que salía la luna, a que aquel hombre subiera con su acordeón y
empezara a entonar sus canciones para entretener al pueblo.
Un hombre encorvado, delgado hasta sus huesos y ya con unos pocos cabellos
plateados en su cabeza, se ponía un traje de lino blanco ya gastado y percudido, junto
con un sombrero ya algo amarillento, se colocaba sus huaraches y en su cuello se
colgaba un acordeón rojo con blanco al que le faltaban algunos botones. Caminó
derecho hasta la cima de la loma sin detenerse a admirar el hermoso cielo estrellado
sobre él. Se sentó tranquilamente en una pequeña banca de mármol desteñida por los
años y espero a que la luna llegara a su punto más alto, se sonrió y a su alrededor se
sintió un silencio total, como si la noche entera lo esperara. Trono sus huesudos dedos
por unos segundos, mojo sus labios y tomo un bocado de aire, unos segundos después
del acordeón empezaron a brotar unas notas tranquilas pero reconfortantes y el
hombre entonó su canción:
Mírame, quiéreme, bésame… morenita…
Mírame, quiéreme, bésame… morenita…
El hombre rompió en llanto secándose las lágrimas con sus delgadas manos.
-
Tócame otra, guapo – Una dulce voz le dijo.
El viejo alzó la mirada y ahí estaba sentada a lado de él, una bella joven con vestido de
novia y una guirnalda de rosas en su largo cabello castaño, de tez morena y unos
hermosos y grandes ojos negros. Era bellísima al igual que su sonrisa iluminaba al
pobre hombre que quebraba en llanto.
-
Ay morenita – Le decía el hombre entre sollozos – Como te extraño.
La dama de sonrisa angelical posó su dedo en la boca del viejo y amablemente le
mandaba a callar.
-
Sh sh, mi guapo, tenemos todo el año para extrañarnos, hoy solo quiero bailar
contigo – Le decía la joven mientras acariciaba su mentón.
El hombre sonrió y se rio con ella mientras secaba sus lágrimas con la manga de su
traje y empezó a tocar las canciones favoritas de la dama, como un par de nuevas que
el mismo le había compuesto.
La doncella bailó y bailó a la luz de la luna y mil estrellas, mas radiante y feliz que
nunca, alentaba al hombre para que bailara con ella. Él se levantaba de su banca de
mármol y a temblorosos pasos trataba de seguirla.
-
Ay morenita – Le decía – Quiero estar por siempre así, contigo
Aun no mi amor, aun no es tiempo – Le respondía ella – Pero hoy, hoy bailemos
Así siguieron hasta el amanecer antes de despedirse con un beso tierno en los labios.
Quien hubiera visto al hombre aquellas noches, podría jurar que no veían a un viejo, si
no a un joven y esbelto caballero, bien peinado con su buen porte y su traje impecable,
portando un brillante acordeón rojo con blanco, bailando hasta al amanecer con su
dama.
Hoy la gente se junta en el pueblo para celebrar cada dos de noviembre. Hace mucho
tiempo que ya no se escucha el acordeón en la cima de la loma; pero quienes saben,
juran que las almas de aquellos que amaron en un pasado están ahí, bailando y
cantando con ellos, y si prestas la debida atención, allá en la loma, entre la sierra, a la
distancia, escucharas un suave acordeón y una dulce voz que canta:
Mírame, quiéreme, bésame… morenita
Mírame, quiéreme…
Gil Acevedo, 06 de Oct 2016, Cd. Obregón Sonora
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