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Autor: Jaime Ignacio Del Burgo

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VOZ POPULI
11 de marzo de 2019

Jaime Ignacio Del Burgo
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OPINIÓN

Arzalluz o la reencarnación de
Sabino Arana (I)
De cómo el hijo de requeté que nunca renegó del franquismo se sintió
atraído por la ideología de Sabino Policarpo Arana, fundador del PNV

Xabier Arzalluz EFE
PUBLICADO11.3.2019 - 5:15

La muerte de Javier Arzalluz, a los 86 años de edad, ha conmovido a la familia nacionalista
como no podía ser de otra forma. Tiene motivos el PNV –pero sólo el PNV– junto a los sectores
más extremistas de la sociedad vasca para honrar a quien durante un cuarto de siglo se
convirtió en el personaje más poderoso de la política vasca y contribuyó decisivamente a
consolidar el régimen nacionalista.

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Javier Arzalluz nació en 1932 en el seno de una familia carlista. Su padre fue requeté en la
Guerra Civil y no renegó de sus ideas políticas. Como premio a su participación en la guerra, el
régimen le concede un estanco de tabaco y lotería. Murió en 1949, el mismo año en que su hijo
Javier entra en la Compañía de Jesús, que durante sus largos años de “maestrillo” le permite
graduarse en Derecho. Se ordenó sacerdote en 1963. En 1970 cuelga la sotana. Sus
hagiógrafos dicen que lo hizo para dedicarse a la política. Pero la realidad es que todavía
llevaba sotana cuando en la Universidad de Deusto se hablaba de que estaba en amores
con Begoña Loroño, con quien contrajo matrimonio en 1971.

Desconozco en qué momento de su vida se sintió atraído por la ideología de Sabino Policarpo
Arana, el fundador del PNV a finales del siglo XIX y su principal ideólogo. Sus biógrafos
cuentan que Arzalluz ingresó en el PNV en 1969, aunque no tuvo una militancia destacada
hasta la muerte de Franco en 1975. De su etapa de actividades en la cómoda clandestinidad,
Arzalluz nos dejó un recuerdo sorprendente. Reconoció que muchas veces se habían
preguntado “¿Qué pasará cuando se muera Franco?”. En 2004 hizo esta revelación: “Nosotros
estábamos preparados. Nosotros incluso teníamos armas. Toda una partida de metralletas
fabricadas por nosotros. No te puedes hacer una idea lo fácil que es en este país fabricar una
metralleta o cualquier cosa con todos los talleres que hay, que muchos son de gente nuestra.
Habíamos traído de Venezuela un especialista, digamos, en turbulencias políticas que era
nuestro pero había estado trabajando con los americanos, para reunir a la gente joven y
formarla. Por tanto teníamos gente y teníamos armas… Yo tenía una pistolita clandestina, que
me regaló un puertorriqueño…”.

Arzalluz bebió en las fuentes de Sabino Arana, el fundador de la patria vasca o el “Libertador”,
título que le reconoció José Antonio Aguirre, el presidente de la región autónoma del País
Vasco en 1936, porque “sacó al pueblo vasco de su decadencia, le recordó su historia, sacudió
su voluntad y le colocó en vías de renacimiento y redención”.

Al padre de Arzalluz, requeté en la Guerra Civil, el régimen le premió
tras la contienda con un estanco de tabaco y lotería
Sabino Arana no se merece ningún homenaje ni reconocimiento. En realidad fue un sembrador
de odio con un pensamiento racista, xenófobo y machista. Y por si alguien se enfurece porque
le tilde de machista, el propio Arana nos revela cuál es su concepción de la mujer tal y como se
la expresó a su propia esposa: "Uno de tus deberes es estar sumisa a mis mandatos y
obedecerme en todo lo que no vaya contra Dios". Y es que para el fundador “la mujer es vana,
es superficial, es egoísta, tiene en sumo grado todas las debilidades propias de la naturaleza

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humana (…) Es inferior al hombre en cabeza y en corazón. (,,,) ¿Qué sería de la mujer si el
hombre no la amara. Bestia de carga, e instrumento de su bestial pasión: nada más”.

A finales del siglo XIX, Arana gritó por primera vez “¡Viva la independencia de Bizkaya!”, que
convirtió en “su verdadero grito nacional, clarín de guerra y de combate”. Lo hizo en el caserío
de Larrazábal, en Begoña, el 3 de junio de 1893. Pronto se percata de que los 2.217 kilómetros
cuadrados de Vizcaya son demasiado pocos para proclamar una República teocrática e
independiente. Decide que hay que sumar al proyecto a otros territorios vascos Álava,
Guipúzcoa, los territorios vasco-franceses y, por supuesto, a “Nabarra”. Sabino duda en
bautizar la nación vasca con los nombres de Euskeria o Euskalerria. Por fin, recibe la
iluminación del Altísimo que le sugiera inventar un nuevo vocablo: Euzkadi, así con “z”, que
según él significa “reunión de los vascos”. Frente al “Dios, Patria, Fueros, Rey” de los carlistas
opone un nuevo lema para el Partido Nacionalista Vasco: “Jaun-Goikua eta Lagi-Zara”, es
decir, “Dios y Ley Vieja”.

Sabino Arana, un político teocrático y
fundamentalista
Los nacionalistas han impuesto un homenaje permanente a Sabino Arana. En pleno centro de
Bilbao, y como demostración del poderío del PNV, se alza “Sabin Etxea” -la casa de Sabino-,
donde tiene su sede la Fundación que lleva su nombre. Y en los Jardines de Albia colocaron
una gran estatua. Pero a la hora de la verdad el partido oculta el verdadero pensamiento
político del Libertador. No es de extrañar porque Arana es el arquetipo de un político teocrático,
retrógrado, fundamentalista y ultramontano. Cuando sienta las bases de la independencia
vizcaína establece la "anteposición de Jaun-Goikua a Lagi-Zara" de modo que “Bizkaya se
establecerá sobre una completa e incondicional subordinación de lo político a lo religioso, del
Estado a la Iglesia”.

Es, sin duda, el racismo -exaltación de la raza vasca- y la xenofobia -odio a todo lo extranjero,
singularmente a lo español-, lo que convierte su doctrina en especialmente peligrosa. Para
Sabino Arana raza y nación son términos equivalentes. La lengua, el derecho, la geografía o
las costumbres son elementos accesorios. Por eso, el día en que Euzkadi sea independiente
habrá que practicar la limpieza étnica. Sólo pueden formar parte de la Patria vasca quienes
hayan tenido la inmensa fortuna de nacer vascos con un montón de apellidos eúskaros.

Son el racismo y la xenofobia -odio a todo lo extranjero, singularmente
a lo español-, lo que convierte la doctrina ‘sabiniana’ en especialmente
peligrosa
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Recomendar la lectura de los tres tomos de sus Obras Completas sería demasiado. Pero sí
vale la pena echar una ojeada a un libro que fue muy difundido en los años de la II República.
Me refiero al titulado “De su alma y de su pluma (Colección de Pensamientos, seleccionados
en los escritos del maestro del nacionalismo vasco)”. En él están los mimbres ideológicos con
los que se construyó el nacionalismo vasco y de los que se nutrió Javier Arzalluz. He aquí una
pequeña muestra:

“¡Ya lo sabéis, euzkeldunes, para amar el Euzkera tenéis que odiar a España!” (…) “Si nos
dieran a elegir entre una Bizkaya poblada de maketos que solo hablasen el Euzkera y una
Bizkaya poblada de bizkainos que solo hablasen el castellano, escogeríamos sin dubitar esta
segunda…”. (…) “En pueblos tan degenerados como el maketo y maketizado, resulta el
universal sufragio un verdadero crimen, un suicidio”. (…) “Gran daño hacen a la Patria cien
maketos que no saben euzkera. Mayor es el que le hace un solo maketo que lo sepa”. (…)“Ved
un baile bizkaino presidido por las autoridades eclesiástica y civil, y sentiréis regocijarse el
ánimo al son del txistu, la alboka o la dulzaina…; presenciad un baile español, y si no os causa
náuseas el liviano, asqueroso y cínico abrazo de los dos sexos queda acreditada la robustez de
vuestro estómago, pero decidnos luego si os ha divertido el espectáculo o más bien os ha
producido hastío y tristeza”. Y así hasta el infinito.

Descalifica a los socialistas por ser “el partido de los burgueses de nuevo cuño”. Pasa lista de
los “maketos”, nombre despectivo con los inmigrantes de otras regiones españolas que al calor
de la primera Revolución industrial buscaron trabajo en Vizcaya. Comprueba con espanto
cómo los maketos -los García, Fernández, Martínez y González- superan con creces a los de
pura raza vasca -los Echebarria, Aguirre, Arana y Zabala- dominan en la capital del Señorío.
Se alegra del fracaso del genial violinista navarro Pablo de Sarasate al asistir poco público a un
concierto suyo en Guernica y ello porque tuvo la osadía de profanar el Árbol Santo
interpretando “peteneras y jotas aragonesas”. Conmina a los maestros maketos a que “callen la
boca maketa y … váyanse con la música pedagógico-maketil a cualquiera región de España, a
aquella, por ejemplo, que llaman la tierra de María Santísima...”. Y exige a los maestros
euskaldunes acosar y denunciar a sus compañeros que no hablen euskera y enseñen el
catecismo en castellano.

Sabino Arana esboza el programa nacionalista en relación con la "pureza de la raza":

“1º. Los extranjeros podrían establecerse en Bizkaya bajo la tutela de sus respectivos cónsules;
pero no podrán naturalizarse en la misma. Respecto de los españoles, las Juntas Generales
acordarían si habrían de ser expulsados, no autorizándoles en los primeros años de

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independencia la entrada en territorio bizkaino, a fin de borrar más fácilmente toda huella que
en el carácter, en las costumbres y en el idioma hubiera dejado su dominación.

“2º. La ciudadanía bizkaina pertenecería por derecho natural y tradicional a las familias
originarias de Bizcaya, y en general a las de raza euskeriana, por efecto de la confederación; y
por concesión del poder (Juntas Generales) constituido por aquéllas y éstas, y con las
restricciones jurídicas y territoriales que señalaran, a las familias mestizas o euskerianoextranjeras”.

Recuerdo que hace unos años leí a un estudiante alemán de la Universidad de Navarra,
interesado en hacer una tesis sobre el terrorismo vasco, alguna de las frases que he rescatado
de las Obras Completas de Sabino Arana. Su reacción fue de sorpresa: “¡Es lo mismo que
Hitler!”

En su Mein Kampf (Mi lucha), publicado en 1923, Adolfo Hitler escribe: “Nadie, fuera de los
miembros de la nación, podrá ser ciudadano del Estado. Nadie, fuera de aquellos por cuyas
venas circule la sangre alemana, sea cual fuese su credo religioso, podrá ser miembro de la
nación. Por consiguiente ningún judío será miembro de la nación. Quien no sea ciudadano del
Estado, sólo residirá en Alemania como huésped y será sujeto a leyes extranjeras... Exigimos
que se obligue a todo ario llegado a Alemania a partir del 2 de agosto de 1914 a abandonar
inmediatamente el territorio nacional... De cada súbdito del Estado habrá de examinarse la raza
y la nacionalidad”.

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VOZ POPULI
13 de marzo de 2019

Jaime Ignacio Del Burgo
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OPINIÓN

Arzalluz o la reencarnación de
Sabino Arana (II)
Sobre los acontecimientos que demuestran que Arzallus no rechazaba la
integración de Euskadi en España y aceptaba que de la consideración del
País Vasco como una nacionalidad sólo se desprendía el derecho a la
autonomía

El expresidente del PNV, Xabier Arzalluz
PUBLICADO13.3.2019 - 5:15

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Javier Arzallus irrumpe en la primera línea de la política al resultar elegido diputado por
Guipúzcoa en las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977. El presidente del
PNV era Carlos Garaicoechea, que acababa de ser nombrado en abril de ese mismo año.
Arzallus ha referido en sus memorias que la propuesta a favor de Garaicoechea la hizo él, con
el argumento de que había que rejuvenecer la imagen exterior del partido y sobre todo porque
“si persistimos en que Nafarroa forma parte de Euskadi y queremos poner esa reivindicación en
primer plano, creo que sería acertado que eligiéramos a un navarro”. Su propuesta fue
aceptada por unanimidad. Garaicoechea, por su parte, dice en sus memorias que
fue Ajuriaguerra, hasta entonces presidente del EBB. Sea lo que fuere, Arzallus reconoció en
2005 que, por su parte, “aquello fue una ligereza”.

En marzo de 2018, ETB emitió un documental titulado 'Historia política de Euskadi' teniendo
como principal invitado a Javier Arzallus. Una de sus afirmaciones se refiere al papel
desempeñado por los nacionalistas vascos en la elaboración de la Constitución. “Nosotros,
los nacionalistas vascos, no estuvimos a la hora de hacer este texto, ni nos enteramos, por
ejemplo, del artículo 8º. Nos enteramos después, cuando vimos el texto tan brutal como es el
artículo 8º, en el que otorga a las fuerzas armadas la facultad de ser garantes de la
Constitución y, por tanto, no ya todo el Parlamento, mientras las fuerzas armadas no acepten
una modificación constitucional, tienen todo el derecho a impedirlo”. (...) “O sea que hacen una
Constitución a la turca. Solo por eso, no aceptaríamos nosotros una Constitución,
independientemente de que lo hiciéramos o no como vascos, solo como demócratas. Y a mí,
hoy, me da vergüenza ajena, porque no veo que citen este artículo, no veo que nadie acuda a
este artículo, no piensan el supuesto que, en un momento dado, como ahora en Cataluña,
intervenga el ejército. Nadie quiere hablar de esto”.

No voy a utilizar ningún epíteto para calificar a Arzallus. Simplemente diré que no resistiría la
prueba del polígrafo, porque no dice la verdad. Es cierto que el PNV no tuvo representación en
la ponencia constitucional. Pero en realidad el anteproyecto fue el pistoletazo de salida para el
gran debate que se produjo en el Congreso y en el Senado a renglón seguido y en el que el
PNV y, en concreto, Arzallus fue objeto de un trato especial habida cuenta de que todas las
fuerzas políticas deseaban lograr una solución definitiva a la cuestión vasca, vista la inutilidad
de la Ley de amnistía para acabar con el terrorismo de ETA, y dar satisfacción a las
reivindicaciones forales tanto de las Provincias vascas y de Navarra.

El PNV concluyó que votar una Constitución con la que estaba
básicamente de acuerdo, pero cuyo fundamento era la unidad de España,
habría supuesto el suicidio político del nacionalismo

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Resulta inconcebible que Arzallus hubiera dicho que los nacionalistas vascos no estuvieron a la
hora de hacer la Constitución. “Nos enteramos después cuando vimos el texto tan brutal como
es el artículo 8º…”. Un precepto que encomienda a las Fuerzas Armadas, sujetas al poder
civil, la misión de ser garantes de la soberanía e independencia de España, la integridad
territorial y el ordenamiento constitucional. Pues bien, no sólo el PNV no presentó ninguna
enmienda al referido precepto, ni en el Congreso ni en el Senado, sino que él mismo votó a
favor en la Comisión del Congreso (sesión del 16 de mayo de 1978) donde fue aprobado por
unanimidad.

La verdad es que su actuación en el proceso constituyente pesó siempre como una losa sobre
la conciencia de Arzallus. Porque en sus discursos tanto en Comisión como en Pleno no hay ni
rastro del político combativo hasta la agresividad, peleón e incluso faltón que fue la
característica de su actuación desde que consiguió alzarse con el poder absoluto siguiendo
fielmente las huellas de su admirado Sabino Arana Goiri.

Más aún, si de él hubiera dependido, el Grupo Parlamentario nacionalista hubiera votado a
favor de la Constitución. Este era el deseo de Juan de Ajuriaguerra, que falleció en agosto de
1978, del histórico Manuel de Irujo, el navarro que llegó a calificar a la Constitución como “la
más foral” de toda nuestra historia, y la de Mikel Unzueta, portavoz en el Senado. Tan pronto
como se hizo público a primeros de enero el anteproyecto elaborado por la ponencia,
Ajuriaguerra, Arzallus y Unzueta decidieron entrar en conversaciones con la UCD para llegar a
un acuerdo sobre la cuestión vasca. El 25 de enero se reunieron con el ponente centrista
Miguel Herrero de Miñón. El arreglo pasaba por la devolución formal de los derechos históricos,
que llevaría aparejado el total acatamiento a la Corona. El día 31 de enero, fecha límite de la
presentación de enmiendas, Arzallus y Herrero redactaron de consuno lo que sería la
enmienda 689 donde se reclamaba la reintegración foral de Álava, Guipuzcoa, Vizcaya y
Navarra. La enmienda no fue aceptada en su literalidad pero la disposición adicional primera de
la Constitución obliga a todos los poderes del Estado a amparar y respetar los derechos
históricos de los territorios forales. En el colmo de la desfachatez, Arzallus omite estas
conversaciones en sus memorias y no dice ni una palabra de su voto favorable a la disposición
adicional en la Comisión Constitucional del Congreso (sesión del 20 de junio de 1978).

Lo que Arzalluz oculta
Es verdad que los nacionalistas presentaron algunas enmiendastestimoniales. Una de ellas
pretendía modificar el apartado 2 del artículo 1º donde se establece que la soberanía nacional
reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado para proclamar que éstos
emanan de los pueblos que lo forman, en los que reside la soberanía. Y en consecuencia con

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esta declaración de principio en otra enmienda al artículo 2º sostenían que la Constitución no
se fundamentaba en la unidad de la nación española sino “en la unión, la solidaridad y el
derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que integran España”. Pero ambas
enmiendas demuestran que Arzallus no rechazaba la integración en España y aceptaba que de
la consideración del País Vasco como una nacionalidad sólo se desprendía el derecho a la
autonomía.

Los Diarios de Sesiones de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Libertades Públicas no
mienten .En ellos quedó registrado para la historia que el Grupo del PNV, cuyo portavoz era
Arzallus, votó a favor de la unidad de España; votó a favor de las nacionalidades titulares
únicamente del derecho a la autonomía; de la Corona –porque en palabras de Arzallus (sesión
del 11 de mayo de 1978) “la Monarquía es hoy más adecuada y se halla en condiciones reales
para el aseguramiento y defensa de las instituciones democráticas” y “si la Corona cumple su
palabra política de ser garantía de los derechos históricos de los pueblos de España”, según el
compromiso manifestado ante las Cortes Generales, “si, en este marco, la institución
monárquica cumple su papel histórico de ser eje y símbolo de la confluencia y de la integración
en una estructura política común de los diferentes entes políticos históricos…, si la corona
cumple esa doble función, no sólo aprobamos la monarquía con este voto, sino que la
apoyaremos en la medida de nuestras fuerzas”; votó a favor del castellanocomo lengua
común; votó a favor de la misión de las Fuerzas Armadas como garantes de la unidad, de la
integridad y del orden constitucional; votó a favor de todo el título de derechos y libertades
fundamentales; votó a favor del Estado de las autonomías contenido en título VIII, donde
consiguió incluir el artículo 150,2 que permite al Estado transferir o delegar en las
Comunidades Autónomas, mediante ley orgánica, facultades correspondientes a materia de
titularidad estatal que por su propia naturaleza sean susceptibles de transferencia o delegación,
precepto distorsionador sin duda pero que fue aceptado con el fin de que los territorios forales
titulares de derechos históricos pudieran desbordar el marco general estatutario; votó a favor
de la disposición adicional primera de amparo y respeto a los derechos históricos de los
territorios forales; votó a favor por su vinculación con la referida disposición adicional, de la
derogación de la Ley de 25 de octubre de 1939 por considerarla abolitoria de los Fueros de
Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, así como por la misma razón de la Ley de 21 de julio de 1876.

Todo esto oculta Arzallus. Pero además miente cuando afirma que “me habría cortado antes
la mano que firmar una Constitución que negara nuestros derechos nacionales”. La realidad
fue otra. Quien paró los pies a Arzallus fue Garaicoechea. La posibilidad de que se aprobase
una disposición adicional que pusiera fin al secular conflicto con el Estado alertó a Carlos
Garaicoechea. Si el PNV votaba a favor de la Constitución y se restablecían como primera
providencia las Juntas Generales y Diputaciones Forales de cada provincia con la facultad de

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pactar por separado con el Estado, el sueño de Euskadi como nación tendría que esperar.
Votar una Constitución cuyo fundamento era la unidad de España era el suicidio político para el
nacionalismo. Así que había que bajarse como fuera del tren constitucional. El mismo día del
debate y votación de la disposición adicional, Garaicoechea llamó a Arzallus. Y así relata en
sus memorias lo ocurrido: “Cuando yo le transmití a Arzalluz que no podía emitir ese voto en la
comisión constitucional, él me explicó la dificultad que implicaba ir contra corriente en aquel
clima de presión ambiental. Prosiguiendo la discusión en un momento determinado me dijo que
estaba hablando desde una cabina y se le estaban acabando las monedas. Se cortó la
comunicación, vino el voto favorable y luego vino una rectificación que fue incómoda para
todos. Quizá ahí está el germen de determinadas actitudes posteriores”.

Arzallus y Herrero de Miñón redactaron de consuno lo que sería la
enmienda 689 donde se reclamaba la reintegración foral de Álava,
Guipuzcoa, Vizcaya y Navarra
Pero Garaicoechea impuso su autoridad y en el Pleno Arzallus se vio obligado a rectificar y
votaron en contra de la disposición adicional. En el Senado se trabajaría hasta la extenuación
para alcanzar un acuerdo satisfactorio para todos. Esta vez Garaicoechea se fue a Madrid y
siguió el debate final desde la tribuna de invitados. En el último minuto el senador por
Madrid Joaquín Satrústegui, guipuzcoano monárquico-liberal, presentó una enmienda in
voce cuyo texto parecía satisfacer a Mikel Unzuelta, portavoz del Grupo nacionalista, que había
estado con Arzallus en las conversaciones con Herrero de Miñón que condujeron a la
enmienda 689. El presidente Antonio Fontán le preguntó si su Grupo aceptaba la enmienda. En
medio de una gran expectación, el portavoz nacionalista subió a la tribuna de oradores. Antes
de tomar la palabra elevó la vista al “gallinero” donde se encontraba Garaicoechea. Este
gesticuló enérgicamente ordenándole votar no. Visiblemente molesto, Unzueta se limitó a decir:
“Recibo la indicación de respuesta negativa”. (Sesión de Y dicho esto abandonó la tribuna. La
suerte estaba echada. El PNV tenía la excusa perfecta para recomendar la abstención en el
referéndum constitucional.

Años más tarde, Carlos Garaicoechea dedicó a Arzallus estas duras palabras: “Fue el único
nacionalista que votó sí a la Constitución y tuvo que rectificar porque se lo ordenó la dirección
del partido” (3 de octubre de 1994).

Javier Arzallus, reelegido diputado en abril de 1979, actuó según los dictados de Garaicoechea
que fue a quien el mundo nacionalista debería reconocer la gloria de haber sido el creador del
actual estatus autonómico que le permitió emprender la “reconstrucción” de la nación vasca.

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Yerra Urkullu cuando pide a todos los vascos que reconozcan a Arzallus por haber sido un
impulsor de lo que es Euskadi desde el inicio de su institucionalización.

Arzallus no tardaría en tomarse la revancha. Carlos Garaicoechea, el primer lendakari de la
historia democráticamente elegido, en 1985 tuvo que salir de Ajuria Enea por la puerta de
atrás a causa de las maniobras maquiavélicas de quien sin duda se propuso corregir su
“ligereza” al haberle propuesto como presidente del partido en 1977. Tras la caída de
Garaicoechea, Arzallus se convirtió en el factótum indiscutible de la política vasca. A él se debe
el triste honor de haber apuntalado el régimen nacionalista gracias a la “entente cordiale” con el
terrorismo de ETA. En esto no engañó a nadie: “Ellos mueven el árbol, nosotros cogemos las
nueces”.

Desde luego, Iñigo Urkullu, presidente del Gobierno Vasco, demuestra la concepción
totalitaria del nacionalismo vasco cuando tras la muerte de Arzallus proclamó: “Todos los
vascos deben reconocer el legado de Arzalluz “más allá de las ideologías”.

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VOZ POPULI
19 de marzo de 2019

Jaime Ignacio Del Burgo
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OPINIÓN

Arzallus o la reencarnación de
Sabino Arana (y III)
A Xabier Arzallus no le gustaban los de ‘fuera’. Y menos aún si no hacían el
menor esfuerzo por aprender euskera. Una de sus frases más célebres fue:
“Prefiero un negro que hable el euskera a un blanco que lo ignore”

El ex presidente del PNV Xabier Arzalluz EFE
PUBLICADO19.3.2019 - 5:15

Tras su fracaso en el proceso constituyente Xabier Arzallus volvió al País Vasco con el rabo
entre las piernas. En las elecciones de marzo de 1979 fue reelegido diputado por Guipúzcoa.
Mantuvo una discreta intervención, por él magnificada en sus memorias, a la hora de negociar
el Estatuto vasco, cuya gloria es atribuible a Carlos Garaicoechea gracias a su buena relación
con el presidente Suárez. El 1 de abril de 1980, el navarro se convirtió en el primer lendakari

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vasco elegido democráticamente. Los estatutos del partido establecían la incompatibilidad
entre los cargos institucionales y la presidencia del EBB. La dimisión de Garaicoechea le
permitió a Arzallus convertirse en presidente del PNV, previa dimisión de su cargo de diputado
en Madrid. Desde entonces, durante casi un cuarto de siglo movió todos los hilos de la política
vasca. Se propuso enmendar su ligereza al proponer al nacionalista de Navarra como
presidente del EBB.

A pesar de su origen guipuzcoano, Arzallus tenía su feudo en Vizcaya. Son dignas de recordar
unas declaraciones de Arzallus en las que expresa su desprecio a la Real Sociedad, al que
define como el equipo de San Sebastián, por llamarse Real. Una vez conseguido el poder
omnímodo en el seno de su partido, Arzallus decidió dos cosas. La primera, no volver a
presentarse a ninguna elección para el desempeño de una función representativa en las
instituciones estatales o autonómicas y mucho menos para ser lendakari. A tal efecto le venía
como anillo al dedo la incompatibilidad establecida en los estatutos nacionalistas entre la
dirección política del partido y la función ejecutiva. La segunda, que en lo sucesivo, y tras
ajustar cuentas con Garaicoechea, los lendakaris serían personas de lealtad acrisolada al
partido, es decir, a su persona. Ardanza e Ibarreche fueron un claro ejemplo.

Arzallus fue un ferviente aranista. El pensamiento del “Libertador” está presente incluso cuando
finge apartarse de él. A la pregunta de si comparte el racismo que rezuman los escritos de
Sabino Arana, Arzallus no duda en negar al fundador hasta tres veces, si hace falta. Pero a
renglón seguido le encuentra una disculpa. En tiempos de Arana -Arzallus dixit- la idea de
la raza como fundamento de la nacionalidad era valor comúnmente aceptado en Europa. El
País Vasco se encontraba postrado por la pérdida de los Fueros y había que inyectarle un
nuevo espíritu de resistencia. Para ello nada mejor que exaltar sus características raciales y su
limpieza de sangre frente a la invasión maketa. En esas explicaciones andaba un día, cuando
Arzallus soltó una de sus frases más célebres: “Prefiero un negro que hable el euskera a un
blanco que lo ignore”. Arzallus -al igual que Arana- divide la sociedad vasca en dos bandos.
Para el fundador en Euzkadi viven dos clases de ciudadanos: los vascos de raza y los
maketos. Para el moderno conductor nacionalista la sociedad vasca se divide entre los que
saben euskera y lo que no lo saben. En ambos casos, se acentúa la diversidad étnica para
sacar de ella consecuencias políticas. Dicho con crudeza, a Arzallus le traicionó el
subconsciente. Para él, un blanco es mejor que un negro, salvo que éste sepa euskera, en
cuyo caso la negritud es mejor que la blancura de todos los vascos no euskaldunes.

Los ‘chicos de ETA’ o ‘los chicos de la gasolina’, o los ‘patriotas’ que
practican la lucha armada; estos y otros apelativos ‘cariñosos’ utilizaba
Arzalluz para referirse a los miembros de la banda
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Por eso, cuando de la llegada a la diócesis de Bilbao de un obispo maketo -“un tal Blázquez”-,
reacciona airadamente porque el designado ni es vasco ni sabe euskera. Es tanta su santa
indignación que amenaza incluso con provocar un grave conflicto con la Iglesia.

Atiza constantemente, erga omnes, el fuego del victimismo vasco. Predica la animadversión
que según él se profesa "en España" a todo lo vasco. Tenemos a todos en contra. Nos odian
por ser vascos, repite una vez tras otra con ese tono despreciativo e irritado que le caracteriza.
Arzallus se refiere siempre a “ellos” -el enemigo- frente a “nosotros”. Es la dicotomía favorita del
patriarca nacionalista que parece estar siempre de mal humor. Ellos son la Iglesia, por su falta
de sensibilidad, o el rey, porque defiende una idea trasnochada de la unidad de España, o las
Fuerzas Armadas porque, según su peculiar interpretación, mantienen a España en libertad
vigilada a tenor de lo dispuesto en el artículo 8º de la Constitución, o, simplemente, los partidos
no nacionalistas. Ellos son también los medios de comunicación invasores -si son de "allí"- o
españolistas -si son de "aquí"-, contra los que el nacionalismo lucha en condición de
inferioridad, pese al uso y abuso de dos canales de televisión -“la televisión de aquí”- y de
varias emisoras de radio.

Acoso a la prensa
Un buen día, Arzallus, en perfecta coordinación con sus amigos de EH, denunció públicamente
a un grupo de periodistas por su fobia antinacionalista. Con el lenguaje belicoso que le
caracteriza se refirió a su pertenencia a “la Brunete mediática”, en alusión a la unidad militar
situada en las cercanías de Madrid y en la que los golpistas del 23-F habían depositado
vanamente sus esperanzas. "Estamos ante un auténtico 18 de julio sin cañones, que ya no son
presentables en Europa", aunque "todo 18 de julio contra los vascos desembocará en la
decisión de plantar cara a cualquier invasión, sea mediática o masiva. No van a amilanarnos en
el ejercicio de nuestra libertad de expresión y de nuestro elemental derecho de autodefensa".
En su delirio, Arzallus arremete también contra Angel Arnedo, director del periódico bilbaíno El
Correo del que dice que es militar (hizo las milicias universitarias) y nada menos que "utiliza la
violencia mediática". Ataque que no era nuevo, pues en 1996 la ejecutiva del PNV había
declarado el "boicot" al mismo periódico, cuyo director era por aquel entonces José Antonio
Zarzalejos, víctima de una especial campaña de acoso por parte de las juventudes
nacionalistas. Pues bien, poco después de esta denuncia, publicada en el periódico
nacionalista Deia, algunos de los miembros de esa supuesta división acorazada mediática
fueron amenazados por los elementos proetarras y, en algún caso, recibió cartas bomba. Y es
que los “chicos de ETA” o “los chicos de la gasolina”, o los “patriotas” que practican la lucha
armada, que de todas esas maneras los llama cariñosamente Arzallus, siguen atentos a sus
palabras y llevan sus enseñanzas hasta sus últimas consecuencias.

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El componente xenófobo del pensamiento de Arzallus se pone de manifiesto cuando afirma
que la culpa de que el País Vasco no haya alcanzado la independencia es de los inmigrantes:
“En este país, durante cuarenta años, hubo una inmigración tremenda.... Muy bien, buscaban
su trabajo. Pero ellos diluyeron el mal que había hecho Franco, porque si no hubiera sido por la
inmigración habríamos podido hacer un referéndum de autodeterminación y ganarlo
tranquilamente”. Les reprocha que sus hijos no aprendan vascuence, como si fuera el idioma
universal de todos los nacidos en el País Vasco: “¿Es mucho pedir que no pisen lo nuestro y
que sus hijos aprendan la lengua de aquí?”.

Tras el ‘error Garicoechea’ los lendakaris siempre fueron personas de
lealtad acrisolada al partido, es decir, a la persona de Arzallus, como
Ardanza e Ibarreche
Los vascos recorrieron el mundo bajo las banderas de la monarquía española. En cualquier
parte de España fueron, son y serán bien recibidos. Es más, las estadísticas demuestran que
hay casi cuatro millones de españoles que tienen algún apellido de origen vasco. Nadie pasó
factura a quienes por una razón u otra se afincaron fuera del País Vasco. Pero, si es a la
inversa, Arzallus sí lo hace: “Tenemos un pueblo dividido Ha venido mucha gente de fuera. No
creo que los vascos nos hayamos portado mal con la gente de fuera, y ahora parece que éstos
quieren apropiarse de nuestro país”. Por si quedaran dudas remachó el clavo: “No puede
concebirse que los de fuera se conviertan por los votos en dueños de nuestra casa, que así se
vaya perdiendo nuestra identidad, ya que a algunos no les importa nada, y no estoy hablando
de limpieza étnica”. Consciente de las críticas que estas palabras le iban a reportar aclaró,
consiguiendo sólo estropearlo aún más: “Y una cosa es todo eso de la limpieza étnica e
historias parecidas, y estamos en contra de todo eso (no creo que los vascos hemos sido
nunca así), y otra el que los de fuera, con el voto de fuera sean los dueños de la casa. Y
perdamos todo nuestro ser y nuestra esencia porque a algunos no les interesa en absoluto. Y
menos aún, si las cosas van así por medio de la colaboración de algunos de aquí”. El
pensamiento sabiniano sigue, pues, bien presente. A Arzallus no le gustaban los de fuera, es
decir, quienes por razones de trabajo y para contribuir a la prosperidad del País Vasco se
establecen en él procedentes de otros lugares de España. Y no le gustaban porque los de
fuera, en colaboración con algunos descastados de dentro, destruyen la identidadvasca.

Lo expresó con toda claridad en una entrevista concedida al periódico alemán Die Welt.
Cuando el periodista le hizo la consideración de que en el País Vasco vive mucha gente que no
quiere una ruptura con España, volvió a surgir su obsesión por los inmigrantes a los que
culpabiliza de la actual situación de Euskadi. Su respuesta es de las que hacen época:
"Nosotros tenemos muchos inmigrantes que llegaron bajo el régimen de Franco. Entonces se

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plantea la misma pregunta que en Alemania: ¿Es alemán un turco que haya vivido varias
décadas en Alemania? ¿Quiere serlo? No todos los que viven con nosotros quieren ser
vascos". Para Arzallus un español no vasco que decida ir a vivir al País Vasco es como un
turco en Alemania, es decir, alguien de otro pueblo, de otra lengua, de otra cultura que por
razones de necesidad se ve obligado a abandonar su país de origen, pero que en todo caso
sigue siendo un extranjero. Sabino Arana está siempre presente en la mente de Arzallus. Ya lo
dijo con su sabiduría característica, y lo he recordado al comienzo de este capítulo, otro gran
vasco y vascófilo, escéptico y zumbón, como fue Julio Caro Baroja: "Uno puede presumir de
marxista, de liberal, de conservador, de lo que quiera, porque tienen un camino y una
formulación dialéctica. Pero tener las ideas de Sabino Arana como base, para eso es mejor
suicidarse". Arzallus no acepta, claro es, el consejo. Prefiere conducir a su pueblo al suicidio
colectivo.

Las alusiones al tamaño del cráneo y al RH negativo por parte de Arzallus han sido también
motivo de chirigota. Para el dirigente nacionalista no son para tomarlas a broma, pues se trata
de un elemento objetivo que demuestra la singularidad del pueblo vasco. ¿Y si somos un
pueblo racial y étnicamente distinto de los demás -piensa Arzallus-, por qué se nos niega el
derecho a la independencia, mientras que sí se reconoce a estonianos, eslovenos y eslovacos?
El País Vasco es una tierra donde vive una etnia con características raciales y lingüísticas
distintas invadida por quienes, salvo excepciones, no respetan la identidad vasca. Los no
nacidos en el País Vasco no deberían tener derecho a voto. La consecuencia del mestizaje es
para Arzallus la pérdida de la identidad nacional.

Arzallus nunca condenó el programa de limpieza étnica llevado a cabo por ETA. Más de
doscientos mil vascos –o no eran “de aquí” o no eran “buenos vascos” – se refugiaron en el
resto de España ante el temor a ser víctimas de un atentado mortal. Desgraciadamente Sabino
Arana volvió a hablar por boca de Arzallus.

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