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Autor: Manuel
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REFLEXIÓN PARA EL TERCER DOMINGO DE PASCUA
Lc. 24,13-35
Te conocimos, Señor, al partir el Pan
A LOS FELIGRESES DE SAN CRISTOVO Y SAN LUIS GONZAGA
Queridos amigos:
En el pasaje del evangelio que acabamos de leer, vemos a dos discípulos dispersarse
con una angustiosa sensación de miedo y de fracaso.
Hoy también a nosotros, confinados en nuestras casas, nos puede estar pasando lo
mismo que a aquellos
discípulos de Emaús, porque el camino de Emaús es el
camino del desencanto, de los recuerdos tristes. No podemos caer en la tentación de
“Nacemos llorando, vivimos quejándonos y morimos desilusionados.”
El camino de Emaús es el camino de los que esperaban…
Y hoy Emaús es, cuando las cosas marchan bien: el chalet, la playa, la excursión, el
wuasap, el video, la discoteca o el fútbol…. Pero también hoy Emaús es: la
abstención, el desencanto, el pesimismo.. porque la pandemia no se acaba y tenemos
que seguir confinados sin conexión directa con los nuestros: amigos, familia,
comunidad…
En el camino de la vida nos acontece que muchas veces vamos cabizbajos. Vamos de
vuelta, hacia donde no hay nada, hacia donde no está la verdad: Vamos de vuelta…
Estamos de vuelta…. Y estar de vuelta es, la mayor parte de las veces, ser
incrédulos…
Nos las sabemos todas tan bien, que ya no creemos en nada y en nadie. Nos da la
impresión que nos están engañando, que no nos dicen la verdad, por ejemplo, en
torno al covid-19…
No hay verdad para los que están de vuelta. NO hay verdad de palabras. Pero hay
verdad de cercanía, de gestos. Sí, para los que están de vuelta sólo vale una cosa: ir
con ellos y, ante ellos, ser testigos de la verdad, por los gestos.
Hay en la vida situaciones de crisis, días sin moral para la lucha, sin perspectivas de
futuro ni ganas de nada. Pero esos “puntos-cero”, de apatía y de duda, pueden
convertirse en puntos de partida hacia la esperanza y las ganas de vivir.
Es, más o menos, la situación anímica de los dos discípulos de Emaús cuyo
apasionante relato se lee en la liturgia de este Domingo III de Pascua (26/04/2020). Se
trata de la vida de la fe, de nuestra vida. Esos momentos de incertidumbre, en los que
parece que todo se acaba, pueden convertirse en comienzos de algo nuevo, si alguien
es capaz de poner luz en nuestra inteligencia y calor en nuestro corazón.
“Esperaban que él fuera…. esperaban que él les librara…”
Esperábamos, pero hemos llegado al fin de muchas ilusiones. Y hasta terminamos
desconfiando de los ideales, de los proyectos…
Esperábamos que se lograría un mundo más justo, pero todo sigue igual o quizá peor.
Esperábamos que el cambio político renovaría
la sociedad,
que la mejora económica del país acabaría con
el paro y la pobreza,
que nuestra democracia acabaría con la crisis,
que nuestros políticos solucionarían todos los
problemas sociales, que diera como resultado,
un mundo mejor, a una sociedad más humana
y fraterna…
y… surge la desilusión…las frustraciones.
Por lo tanto, en esta situación de confinamiento obligado, ahora, como los de Emaús,
nos viene a la mente que lo mejor es olvidar y alejarse. Lo que da como resultado una
falsa esperanza…Por no esperar lo que Jesús da, la desilusión está
asegurada.
Esperábamos… ¿pero cuántas de estas esperanzas han muerto?
Al final los discípulos de Emaús encontraron en su camino al Señor. Y el Señor, al que
aún no conocían, les preguntó: ¿Qué conversación es la que traíais por el camino? Y
ellos le cuentan todas sus desilusiones…
Y ahora, también el Señor nos pregunta a nosotros de qué hablamos por el camino de
la vida, confinados y en familia…¿qué le respondemos?
Mira, Señor, hablamos de las cosas que pasan…
Hablamos de la crisis, de la política, de los problemas económicos: el paro, los
precios, el €uro, la vivienda, los gastos.
Hablamos del gobierno, de la TV, de los deportes, de los problemas del mundo, de los
jóvenes, de los artistas, de la Iglesia, de los curas. Hablamos de las drogas, del sida,
de la moda, del covid-19…
“Entonces Jesús les dijo…”
Jesús empezó a abrirles los ojos, explicándoles la Escritura. Y según les hablaba, su
mente se iba llenando de luz. Y así el camino se les hizo corto.
¡Qué bien nos viene a nosotros, en esos momentos de desilusión o desaliento,
encontrar a alguien que nos diga palabras de aliento y comprensión!
También nosotros necesitamos que Jesús nos hable y nos explique las Escrituras.
No es Jesús el que cambia para que le reconozcan aquellos discípulos de
Emaús. Son los ojos de los discípulos los que se abren y se capacitan para
reconocerle.
No se trata de ver algo nuevo, sino de ver con ojos nuevos lo que tenían
delante. No es la realidad la que debe cambiar para que nosotros la
aceptemos.
Somos nosotros los que tenemos que descubrir la realidad de Jesús Vivo, que
tenemos delante de los ojos, pero que no vemos.
Hay momentos y lugares donde se hace presente Jesús de manera especial, si
de verdad sabemos mirar, como es en el caso de los que están sufriendo la
pandemia, los sanitarios, los que están ahí para ayudar a superarla…
Jesús nos conoce muy bien porque en su corta e intensa vida, conoció muchas
pandemias: la miseria de los campesinos asfixiados por las deudas, los enajenados de
sus tierras por ricos latifundistas, la opresión romana, los impuestos abusivos de
Herodes y del templo, el hambre y las enfermedades y la desesperación violenta del
pueblo empobrecido.
Y, entonces, nos dirá que somos torpes y que tenemos poca fe, que no acabamos de
comprender que él nos acompaña siempre y que no nos deja solos.
Que no nos fiemos demasiado de nuestras propias fuerzas y que nos fiemos más de
Él.
Que de esas pandemias hizo Jesús que brotara la vida, como brotan las yemas en las
cepas dormidas.
Y nos enseñará la necesidad de la Cruz, de las dificultades para llegar a la libertad y
crecer en el amor…
.
No todo es camino de rosas. Hay que trabajar, luchar y sufrir, si queremos que nuestra
vida y la de todos termine en Pascua.
Nos probará que la Pascua es cierta, que hay salida a las situaciones difíciles, que
todo tiene sentido, que lo último, no es la desesperanza y el vacío, sino una explosión
de luz, de gozo, de Vida.
“Quédate con nosotros…” Era una petición obligada.
Aquellos discípulos ya no podían estar sin él. Él tenía palabras de vida eterna. Sin él
todo volvería a resultar vacío y triste. Si él se iba, la noche y la oscuridad se les volvía
a echar encima.
“Se quedó…” Por algo Jesús es el Enmanuel “El Dios con nosotros”. Él está
deseando que le invitemos.
Y después de las palabras vendrán los
gestos amistosos: el partir el pan y la
entrega. Y esto aclara definitivamente las
cosas.
Cuando se parte el pan, cuando
desaparecen los egoísmos, cuando
compartimos la amistad… es cuando se
nos abren los ojos y podemos reconocer
a Cristo; es cuando, de verdad, Cristo, se
hace presente y vuelve la alegría, el
entusiasmo y la esperanza.
A Cristo se le conoce al partir el pan, porque Cristo es pan que se parte y se comparte.
Así, el cristiano tiene que ser pan para el mundo…
“Y comienza el camino de vuelta…”
Si la marcha hacia Emaús fue un camino de desesperanza, la vuelta de Emaús fue un
camino ilusionado. El reencuentro con Cristo transformó a los discípulos en apóstoles.
Ni un momento más en Emaús.
Corriendo des-andaron el camino, porque tenían una gran noticia que comunicar. El
gozo que llevaban dentro les resultaba incontenible.
Hay que decir a todos los que dudan, que CRISTO VIVE;
Hay que decir a todos los que sufren, que CRISTO HA RESUCITADO;
Hay que decir a todos los que buscan, que CRISTO SE DEJA ENCONTRAR.
Ésta ha de ser nuestra tarea. Nosotros, como los de Emaús, encontramos a Cristo,
escuchamos su Palabra y partimos el pan.
Después de recibir sus enseñanzas y su alimento, hemos de salir entusiasmados,
tratando de dar testimonio de lo que hemos visto y oído.
Son muchos los que esperan un poquito de nuestra luz, convencidos de que quien da
la vida por los demás, se hace uno con
la Vida…
No temamos... Seáis quienes seáis,
estéis como estéis, creáis o dejasteis
de creer…, que la Paz esté con
vosotros. La Paz que hace que nos
desahoguemos y fluya de nuestro
corazón el amor, la compasión, la
proximidad, la compañía… Y que
cuando esta situación del coronavirus
se acabe podamos volver a la
comunidad para celebrar y vivir la
alegría de Resurrección compartida.
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