REFLEXIÓN para Domingo cuarto de Pascua 2020 .pdf
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Autor: Manuel
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REFLEXIÓN PARA EL DOMIGO IV DE PASCUA
(Jn 10, 27-30)
A LOS CRISTIANOS DE SAN CRISTOVO DAS VIÑAS Y DE SAN LUIS GONZAGA
Todos los años, el cuarto domingo de Pascua, lo llamamos “Domingo del Buen Pastor”, que
cuida de todos los que somos su rebaño. Pero como el Evangelio no es para que se quede en
el pasado, sino que se haga contemporáneo; y como tampoco es para que lo cumpla Jesús,
sino para que se haga vida en nosotros… apliquémoslo a
los pastores de hoy.
No sé por qué solemos leer este pasaje del Evangelio, más
desde el rebaño, que desde el pastor mismo. Por eso, me
vais a permitir que hoy, como vuestro inmerecido “pastor”,
más que del rebaño, reflexione, un poco, sobre nosotros los
pastores.
Jesús nos ha dicho “Mis ovejas escuchan mi voz”, porque él
era la voz del Padre. Pero mi problema, como sacerdote, es
distinto. Cuando yo hablo, puedo afirmar: “¿¡Escuchan mi
voz! o logro que, escuchándome a mí, escuchen a Jesús o
escuchen al Padre?”… puede que esté hablando más de
mis ideas y criterios, que del modo de ver de Jesús.
Al fin y al cabo, nosotros somos “los pastores encargados
por el Buen Pastor”, que es alguien que nos ama a cada
uno personalmente; alguien a quien nosotros podemos, también, amar personalmente. Él nos
ha dicho hoy: “Yo... conozco a las mías, y las mías me conocen”. Nos ama de persona a
persona... Nos llama siempre por nuestro nombre. Y nosotros, también, más allá de toda
flaqueza, le amamos y le seguimos con gozo.
Las ovejas no son nuestras, de los curas, sino de Jesús. Las ovejas tienen que escuchar a
Jesús que es “el camino, la verdad y la vida”. De ahí la pregunta que me hago como pastor,
párroco de San Cristovo y de San Luis Gonzaga: “le escucho primero para, como los Profetas,
poder decir al pueblo: “Esto dice el Señor”, no “esto digo yo”?
En todo caso, debo pedir comprensión a las comunidades parroquiales, que sois el Pueblo de
Dios, en las que ejerzo mi misión, en la que os acompaño en la vivencia de la fe, por encargo
del Sr. Arzobispo, y en las que me encuentro muy a gusto y apoyado. Soy humano, con
muchas carencias, mermado, en mi dedicación, por problemas que todos conocéis, y es
posible que, más de una vez, mes salga mi yo más, que el “Yo” de Jesús.
Jesús es nuestro Pastor y nosotros, pastores de a
pie, “tenemos que escuchar su voz”, si es que
queremos ser su voz para la comunidad.
En el mundo urbano en el que están situadas
nuestra Unidad Pastoral Parroquial, cada vez
conocemos menos a nuestras ovejas (feligreses).
Porque cada vez somos menos los sacerdotes
(pastores) y las “ovejas” son más. Entre las dos
parroquias hay una población de unos 30.000
habitantes, y, de estos, la mayoría bautizados y “oficialmente” católicos, que viven al margen
de la vida ordinaria de la parroquia. Y cada vez los “pastores” somos más viejos y nos cuesta
más conectar... Y, si no nos conocemos, la pastoral que hagamos, resultará una pastoral
“anónima”, impersonal…
Por eso, o Jesús despierta más vocaciones de pastores, o la Iglesia busca otros caminos, para
que se comprometan más cristianos. Y digo “más cristianos”, porque si digo “que las mujeres
que también pastorean” accedan a pastores, me corro el peligro de que me cuelguen y no
tengo vocación de ahorcado.
¡Es la ERA DE LOS LAICOS! Y desde aquí valoro y agradezco la extraordinaria labor que
están haciendo, en primera línea de acción pastoral, al equipo de laicos que trabajan en las
distintas parcelas de la vida parroquial… Seguid adelante y no os desaniméis, porque, como
dice Jesús, “yo estoy con vosotros”. ¡Abríos al mundo, porque el mundo os necesita!…
Aquí quiero felicitar a Benedicto XVI que
hablando a Obispos recién consagrados,
pastores de pastores, les pide: “Vigilad al
rebaño, prestando una atención especial a los
sacerdotes. Guiadlos con el ejemplo, vivid en
comunión
con
ellos,
estad
siempre
disponibles para escucharlos y acogerlos con
benevolencia paterna, valorando sus diversas
cualidades”.
Por otra parte, nosotros, siendo pastores,
somos, también, rebaño. Y, como el resto de
“ovejas”, necesitamos que alguien se
preocupe de nosotros.
Tenemos que escuchar, pero también necesitamos ser escuchados.
Tenemos que ser modelo, pero también necesitamos modelos.
Tenemos que conocer, pero también necesitamos ser conocidos.
Tenemos que darle nuestro tiempo al rebaño, pero también necesitamos que nuestros Obispos
nos concedan parte de su tiempo para escucharnos.
Tenemos que amar a nuestras ovejas, pero también necesitamos sentirnos amados de
nuestros Pastores-Obispos.
Algunas veces, nos lamentamos del fallo de muchos sacerdotes. Y uno se pregunta si ¿será
siempre culpa nuestra? Porque, también, nosotros tenemos nuestro corazón y nuestros
sentimientos y nuestras luchas y nuestros cansancios. Por eso necesitamos “una atención
especial” de nuestros Obispos.
Por ultimo permitidme, para terminar esta reflexión, seguir diciendo algo en este tiempo
especial de incertidumbre, de sufrimiento, de impotencia, de desconcierto y miedo…Los
creyentes estamos invitados a escuchar a Jesús el buen Pastor. Él puede mostrarnos cómo
acompañar, escuchar, sanar o sostener a quien lo necesita y hacerlo sin alardes, sin
demostraciones de poder, sino con humildad, silencio y hondura.
Hoy las puertas de los lugares de culto están cerradas y eso puede invitarnos a recordar
que hay una puerta abierta, una puerta que nunca se cierra y esa es Jesús. No importa que
las iglesias se cierren porque Jesús de Nazaret, su vida, su actuar… son la única puerta que
nos lleva a la Vida. En él se sostiene nuestra fe y nuestra esperanza.
Él ha venido a darnos Vida y Vida abundante. El entregó la suya, no para iniciar un ritual
excelso y misterioso, sino para que Dios, Padre y Madre, pudiese derramar todo su amor,
ternura y perdón en la vida de todo ser humano (Hb 4, 15; 5, 8-10). Por eso, lo que
verdaderamente importa es que sigamos sosteniendo nuestra vida en Dios, orando y
compartiendo la esperanza, sintiéndonos hermanos con el de cerca y con el de lejos,
aprendiendo de miles de gestos generosos, humildes y entregados de tantas mujeres y
hombres, que en medio de la “pandemia del covid.19”, nos muestran el rostro del Buen
Pastor.
En estos días tiene que hacerse presente la Iglesia. No es la hora de la discreción sino de la
movilización. Necesitamos palabras que, como las del Papa, den luz y abran un horizonte de
compromiso y esperanza. En esta situación de excepción, la Palabra del Buen Pastor, Jesús,
ha de hacerse oír por los pastores (obispos y sacerdotes) de la Iglesia española de forma clara,
fuerte y comprometida.
Es verdad que, a pesar de que los medios de
comunicación apenas lo reflejen, la Iglesia española
y, con la Iglesia, nuestras parroquias, nos hemos
puesto al servicio de la sociedad, en estos momentos
críticos, aportando recursos, locales, personal y
dinero, para ayudar y aliviar allí donde se la
necesitaba o se le ha solicitado. Desde una
solidaridad básica, sin pretensión de protagonismo, la
Iglesia, sobre todo, a través de Cáritas, se está
movilizando al servicio del bien común, desde los
principios del Evangelio.
La tarea es enorme y nos queda por delante un
tiempo difícil en el que se pondrá a prueba nuestra
capacidad para salir de la crisis, como un país
castigado, pero mejor, más justo, más sensible y
atento a las víctimas de la enfermedad y a las
víctimas de sus consecuencias económicas.
Seamos una voz potente y unida en favor de los
más débiles. Que esta crisis no se resuelva, como
otras, con muchos más pobres por un lado y más
millonarios por otro.
En el Día del Buen Pastor, un saludo fraterno a todos los feligreses de las parroquias de
San Cristovo das Viñas y de San Luis Gonzaga, pero también un fraterno saludo a todos los
pastores (sacerdotes) que han entregado y siguen entregando su vida al servicio de los demás.
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