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ISIDORIANUM
(2019)9-25
9-25
ISIDORIANUM28/55
55 (2019)
Biología y cultura
Una deconstrucción, desde un punto de
vista cristiano, de la obra de Y. N. Harari
Francisco Rodríguez Valls
Universidad de Sevilla
Resumen: La obra de Harari es una proyección hacia el futuro de la situación
actual de la humanidad. Está fundada en tres supuestos básicos: materialismo,
cientificismo y ateísmo. Debido al fuerte reduccionismo de sus supuestos, su
explicación de lo humano y del futuro de lo humano queda en una especulación
interesante de conocer pero que carece de objetividad.
Palabras claves: Harari, deconstrucción, Sapiens, Homo Deus, siglo XXI.
Abstract: Harari’s work is a projection into the future of the current situation of
humanity. It is founded on three basic assumptions: materialism, scientism and
atheism. Due to the strong reductionism of its assumptions, its explanation of
the human and the future of the human remains in an interesting speculation to
know but that lacks objectivity.
Keywords: Harari, deconstruction, Sapiens, Homo Deus, 21st Century.
Yuval Noah Harari (1976), profesor de Historia en la Universidad Hebrea de
Jerusalén, se ha convertido en uno de los autores más mediáticos y discutidos de
los últimos años. Se piense como se piense, e independientemente de que uno
confíe o no en el juicio intelectual —además del mercantil— de las editoriales,
es un autor con el que hay que entrar en discusión. Sus provocadoras tesis no
dejan indiferente. En el presente artículo se pasa revista en tres puntos a cada
uno de sus últimos tres libros, con el propósito de evaluar sus propuestas y, en
la medida de lo posible, comprender los supuestos de los que parte y que le
llevan a sostener las tesis que lanza a la humanidad en su conjunto. Además, se
Fecha de recepción: 28 de abril de 2019
Fecha de aceptación y versión final: 11 de mayo de 2019
https://doi.org/10.46543/ISID.1928.1002 | ISSN: 1131-7027 | ISSN-e: 2660-7743
-9-
Francisco RODRÍGUEZ VALLS
establece una conclusión que resume lo tratado y se ofrece, en una nota final,
una bibliografía de referencia que puede ser útil para someter a crítica la postura
del historiador israelí.
1.
DE LA BIOLOGÍA A LA LIBERTAD. ¿PUEDE
ENTENDER HARARI LA HISTORIA HUMANA SIN
DAR CUENTA DE LA SINGULARIDAD HUMANA?
Harari escribe en Sapiens. De animales a dioses un ensayo de casi quinientas páginas sobre la historia de la humanidad. Es un magnífico escrito de divulgación que comete el error, grave, a mi juicio, de no manifestar en ningún
momento sus supuestos. Tiene que descubrirlos el lector a medida que avanza
en la obra. Si, como escrito de divulgación que es, va a ser leído por un público
no especializado en los argumentos históricos y filosóficos, hubiera sido conveniente explicitarlos. Como muchos escritos antirreligiosos ampara expresamente su argumentación bajo el paraguas de la ciencia natural para apropiársela.
Pensando bien, no se da cuenta de que la ciencia no tiene nada que decir, por su
propia limitación metodológica, sobre la mayoría de las cuestiones que el autor
supone que le da la razón. Es un libro que hubiera ganado mucho si se hubiera
fundado en el reconocimiento de sus propias limitaciones conceptuales y no
hubiese acabado en ser aquello en lo que se convierte: el manual de la visión
que un ateo combativo tiene sobre la historia de la especie humana. En lo que
sigue procuraré hacer lo que Harari no hace: poner de manifiesto lo que supone
y que, a sabiendas o sin ellas, acompaña a toda la obra, como todo cuerpo tiene
una sombra de la que no se puede separar.
El autor resume bien su libro cuando señala:
“Tres revoluciones importantes conformaron el curso de la historia: la revolución cognitiva marcó el inicio de la historia hace unos 70.000 años. La revolución
agrícola la aceleró hace unos 12.000 años. La revolución científica, que se puso en
marcha hace solo 500 años, bien pudiera poner fin a la historia e iniciar algo completamente diferente. Este libro cuenta el relato de cómo estas tres revoluciones
afectaron a los humanos y a los organismos que los acompañan”.1
Como propósito global es apasionante. Ahora bien, ¿se realiza con
imparcialidad y evaluando con objetividad y conocimiento los argumentos que se
utilizan? Cuando se llega a una edad y se tiene capacidad mediática no se debe
esperar que se carezca de conocimiento. Como a los militares, el valor se le supone,
aunque la utilización constante de argumentos cientificistas (que no científicos)
sea una forma de revestir las creencias personales de un paño de objetividad del
1
Yuval Noah HARARI, Sapiens. De animales a dioses. Breve historia de la humanidad, Barcelona,
Debate, 2015, 15.
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BIOLOGÍA Y CULTURA. UNA DECONSTRUCCIÓN, DESDE UN PUNTO DE VISTA CRISTIANO, DE LA OBRA DE Y. N. HARARI
que se aprecia que carece cuando se descubren las fuentes de donde bebe. Harari
no es ignorante, pero es vehementemente parcial en sus argumentos.
El supuesto fundamental del que parte es de un evolucionismo filosófico,
que no darwinismo científico, que está presente en toda la obra. Afirmaciones
como las que sigue jalonan el texto: “Del mismo modo que las personas no fueron creadas tampoco, según la ciencia de la biología, existe un Creador que las
dote de nada. Solo existe un proceso evolutivo ciego, desprovisto de cualquier
propósito, que conduce al nacimiento de los individuos”.2 Lejos de toda ciencia
afirmar, por su propia naturaleza, nada acerca de la existencia o no de un Creador. La limitación a los procesos naturales hace que la ciencia no pueda dar el
salto, aunque presente indicios, al ámbito sobrenatural. Harari, sin embargo, extiende un paradigma de lo natural groseramente materialista a toda la realidad:
solo existe lo natural siendo lo natural lo material tangible. Ese supuesto le llevará a, por ejemplo, no comprender de manera suficiente la naturaleza del intelecto humano a la hora de construir símbolos que “representan” cosas, pero que no
son materiales. Eso no los convierte en menos reales que aquello que se puede
tocar. Por eso a Harari le cuesta trabajo considerar que un ente ficcional, como
es todo principio hacedor de cultura, que es en lo que consiste el símbolo, tenga
tanta fuerza o más que lo material en la constitución de la historia humana. Su
materialismo le lleva a afirmar: “No hay dioses en el universo, no hay naciones,
no hay dinero, ni derechos humanos, ni leyes, ni justicia fuera de la imaginación
común de los hombres”.3 Y, sin embargo, son esas fuerzas primordiales las que
han movido el principal producto humano y las que distinguen lo humano del
resto de lo evolutivamente formado: la cultura. La revolución cognitiva es la
revolución del símbolo y para eso hace falta un tipo de conciencia que no casa
bien con la evolución exclusivamente biológica. En el segundo punto precisaremos algo más esta afirmación.
Así como en la revolución cognitiva humana Harari no puede comprender
bien la naturaleza del símbolo como fuerza inmaterial motor de la cultura, tampoco puede comprender bajo mecanismos no evolutivos los logros de la revolución neolítica que supuso el fin del nomadismo al hacerse dependiente el ser
humano de la agricultura y la ganadería. ¿Cómo ingresar en un sistema, podría
decirse, que ata al ser humano a la tierra y lo separa de la libertad de ir a donde
quiera? En ese sentido, frente a las engañosas ventajas de una vida nómada que
solo puede echar de menos un romántico inconsciente de su condición socialmente aventajada, el ser humano se ancla a la tierra buscando la seguridad que
no encuentra en otras formas de vida mucho más arriesgadas. Según Harari, lo
que justifica el asentamiento humano es que permite la reproducción humana
más que la forma de vida de los cazadores-recolectores. Dice así:
2
3
HARARI, Sapiens, 128.
HARARI, Sapiens, 41.
- 11 -
Francisco RODRÍGUEZ VALLS
“La moneda de la evolución no es el hambre ni el dolor, sino copias de hélices
de ADN. De la misma manera que el éxito económico de una compañía se mide
solo por el número de dólares en su cuenta bancaria y no por la felicidad de sus
empleados, el éxito evolutivo de una especie se mide por el número de copias de
su ADN”.4
Pero si esa fuera la medida de la evolución humana resultaría que las
sociedades más adelantadas técnica e industrialmente, las más ricas y poderosas,
son las menos evolutivamente exitosas cuando su tasa de nacimientos no sube
del 1,2 por ciento en el mejor de los casos y tienen que acudir a regañadientes a la
emigración para suplir su falta de población. Los materialmente más avanzados
tienen menos hijos. Los más desarrollados no siguen el éxito biológico porque
lo humano se rige por otros patrones de índole, no cuantitativa, sino cualitativa.
La propia estrategia reproductiva de los mamíferos ha seguido esa misma
línea que se ha traducido en una consciente planificación familiar en los países
occidentales. Esa planificación se ha vuelto en contra del mismo Occidente y
solo puede ser comprendida bajo parámetros no evolucionistas.
Si el número de crías fuera la medida del éxito evolutivo sería congruente
atacar las relaciones sexuales no reproductivas por antinaturales. Sin embargo,
a este respecto, parece como si Harari hubiera sido cogido en un renuncio de lo
políticamente correcto y, sobre ese tipo de relaciones, argumenta: “Desde una
perspectiva biológica, nada es antinatural. Todo lo que es posible es, por definición, también natural”.5 Argumentando de forma tan a su conveniencia, sin
criterio de coherencia, podría decirse que cae en el peor de los males: la falacia
naturalista. Si nada hay antinatural porque todo lo posible es natural, se debe
permitir el crimen porque es posible, se deben permitir las violaciones porque
son posibles, se debe permitir toda violencia y sufrimiento porque son posibles…
y, en consecuencia, naturales. Ese tipo de razonamientos ha acallado la conciencia humana durante siglos dejando el campo libre a todo tipo de poderosos, dominadores y aprovechados que justificaban que el bien no existe sencillamente
porque nadie podía impedirles cometer sus tropelías. El hecho es que el mal
existe y es la mejor de las pruebas contra el relativismo: si todo vale, da igual que
se cause sufrimiento; pero, si eso no es verdad, hay y se debe luchar en contra del
sufrimiento apelando a un orden, esta vez sí, natural, que le ponga fin. Esa ética
que está en contra del sufrimiento innecesario es la que explica la objetividad
del valor y la superación de un escepticismo que Harari no solo no termina de
atajar sino en el que cae de manera estrepitosa. La biología humana nos lleva a la
ética, a la formación consciente y voluntaria de hábitos. Los hábitos, producto de
la libertad, pero convertidos en segunda naturaleza, en “instinto artificial” como
llama Harari, concluirán en instituciones (hábitos sociales objetivados) que serán
4
5
HARARI, Sapiens, 101.
HARARI, Sapiens, 168.
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BIOLOGÍA Y CULTURA. UNA DECONSTRUCCIÓN, DESDE UN PUNTO DE VISTA CRISTIANO, DE LA OBRA DE Y. N. HARARI
asumidas inconscientemente por las nuevas generaciones que, a su vez, potenciarán su cambio a través de la ética y… vuelta a empezar en el ciclo sin fin del
desarrollo humano. El ser humano abre su ontología a la ética y ella lo devuelve
todo de nuevo a la ontología en un círculo que constantemente se retroalimenta.
Llevado por un afán antirreligioso, otro de los supuestos que no explicita,
Harari no acaba de distinguir bien entre lo que pertenece al campo de la religión
y lo que pertenece a lo humano en su condición singular. Por ejemplo, el caso
del ataque que, en nombre de la ciencia, hace de la libertad humana al querer
acabar con la idea de alma. Escribe:
“Nuestros sistemas políticos y judiciales liberales se basan en la creencia de
que cada individuo posee una naturaleza interior sagrada, indivisible e inmutable,
que confiere significado al mundo y que es el origen de toda autoridad ética y política. Esto es una reencarnación de la creencia tradicional del alma libre y eterna
que reside en cada individuo, a pesar de que a lo largo de los últimos 200 años las
ciencias de la vida han socavado completamente dicha creencia. Los científicos que
estudian los mecanismos internos del organismo humano no han encontrado el
alma de la que se habla. Argumentan cada vez más que el comportamiento humano
está determinado por hormonas, genes y sinapsis, y no por el libre albedrío; las mismas fuerzas que determinan el comportamiento de los chimpancés, los lobos y las
hormigas. Nuestros sistemas judiciales y políticos intentan barrer en gran medida
estos descubrimientos inconvenientes bajo la alfombra. Pero, con toda franqueza,
¿cuánto tiempo más podremos mantener el muro que separa el departamento de
biología de los departamentos de derecho y ciencia política?”.6
Las consecuencias de esa afirmación hunden todo orden social ético
humano al no reconocer la responsabilidad que está unida intrínsecamente
a la libertad. Si ninguno es libre, ¿por qué existen sistemas judiciales que
pretenden rectificaciones de la conducta que serían a todas luces inviables?
La consecuencia sería regresar a la ley del más fuerte y, con ello, a sistemas
colectivos que devolverían, a todos los supervivientes de la lucha, a la sabana.
Eso no parece que describa bien el futuro que Harari prevé y describe, por lo
que no casa bien con sus tesis principales. Por otra parte, ¿cuál es la ciencia
que niega la libertad? Una cosa es un programa de investigación científica
que intenta establecer determinaciones naturales en la conducta humana y,
otra muy distinta, es que ese programa haya demostrado hasta el momento
alguna cuestión relevante y establecido fehacientemente que la libertad es una
quimera. Confundir un intento con un logro indica que Harari cree que no solo
lo posible es natural, sino que lo posible, cuando está de su lado, es de por sí
verdadero. El problema es que el reino de la posibilidad es capaz de albergar en
sí a los contrarios. Dejemos a la ciencia que adelante y establezca ella misma
6
HARARI, Sapiens, 262-263.
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Francisco RODRÍGUEZ VALLS
sus propias limitaciones sin extrapolaciones improcedentes. El problema es que
elaborar una historia de la humanidad destruyendo las características que hacen
de lo humano lo que es, acaba por hacer una historia que es, de todo, menos de
la humanidad.
Uno de los graves errores de Harari es pensar que la religión pretende ofrecer un conocimiento pleno de la realidad natural. La religión es un saber de
salvación y no pretende hacerle la competencia ni a la física ni a la biología.
Evidentemente, si todo se reduce a física o biología, la religión sobra. Y sobraría
también la autoconciencia y la libertad. Y, sin embargo, nadie ha podido demostrar, a pesar de que intentos no han faltado, que no existen, o son un sin sentido.
Frente a la evidencia patente de ambas es en sus detractores en quienes está la
carga de la prueba y no al revés. Si la existencia humana no está determinada,
sino que es el propio hombre el que debe elegirla de acuerdo con las condiciones en las que vive y las circunstancias de las que parte, la religión no solo será
útil sino imprescindible. Al menos para muchos. No será un mero lavado de
cerebro, como Harari afirma del monoteísmo en alguna ocasión,7 sino un instrumento de conexión entre lo finito y lo infinito, lo temporal y lo eterno, que es
lo que al cabo busca el corazón humano desde antiguo. Hay que establecer que
el orden biológico y el orden existencial son diferentes. El existencial es propio
de las personas y eleva la naturaleza finita a proezas culturales y espirituales
jamás soñadas por ninguna otra forma de vida conocida. No hay otra alternativa
que reconocer los logros del espíritu por muy biologicista que se sea. Lo raro es
que ese reconocimiento, por su evidencia, no ponga a Harari entre la espada y la
pared. Como siempre, apela a la ciencia:
“Hasta donde podemos saber, desde un punto de vista puramente científico, la
vida humana no tiene en absoluto ningún sentido. Los humanos son el resultado de
procesos evolutivos ciegos que operan sin objetivo ni propósito. Nuestras acciones
no forman parte de ningún plan cósmico divino, y si el planeta Tierra hubiera de
explotar mañana por la mañana, probablemente el universo seguiría su camino
como de costumbre. Hasta donde podemos decir en este punto, no se echaría en
falta la subjetividad humana”.8
Puede que sea así, tiene razón en que el Universo seguirá su camino
inexorable tras haber tragado al más radiante y complejo de sus frutos, pero
si el origen del ser humano son procesos ciegos, sin embargo, al menos hay
que admitirlo, cuando esos procesos cuajan en una subjetividad, la subjetividad
pasa a poseerse a sí misma y a ser dueña del destino y del sentido. No es que
el ser humano carezca de sentido, es que tiene que otorgárselo de una manera
7
8
HARARI, Sapiens, 238. Dice literalmente en esa página:“Dos mil años de lavado de cerebro monoteísta han hecho que la mayoría de los occidentales consideren el politeísmo como una idolatría
ignorante e infantil”.
HARARI, Sapiens, 428-429.
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BIOLOGÍA Y CULTURA. UNA DECONSTRUCCIÓN, DESDE UN PUNTO DE VISTA CRISTIANO, DE LA OBRA DE Y. N. HARARI
adecuada a la estructura que lo constituye. En eso consiste su dignidad y para
eso hacen falta las dos fuerzas principales que lo distinguen de todo lo demás:
la autoconciencia y la libertad. Pero Harari sigue afirmando que solo es real
lo tangible y, por eso, advertía al comienzo de este punto, está incapacitado
para comprender lo humano: ¿cuánto pesa un pensamiento?, ¿y una elección?,
¿pueden pesarse los principios que dan lugar a una cultura?, ¿cuánto pesan
los derechos humanos?, ¿y nuestro esfuerzo por salvar el planeta? Si Harari
se diera cuenta de que lo real es distinto de lo que se puede palpar, hubiera
escrito otro libro. Y lo digo también porque está errado en sus apreciaciones
sobre lo que es científico y lo que no y ello le lleva a contradicciones evidentes.
Nietzsche se mostró más moderado que Harari al afirmar de Dios, no que no
existía, sino que había muerto. El filósofo alemán comprendió que la validez de
Dios como fuerza creadora de la cultura va más allá de su existir. El ser humano,
hecho a su imagen y semejanza, necesita de Él, lo busca por todas partes y no
podrá descansar hasta que no lo encuentre vivo en su corazón. Resulta a todas
luces curioso que Harari hable de un futuro humano en las propias manos de lo
humano, y de que la evolución cultural ha trascendido la biología, si niega todo
atisbo de libertad. Pero dejemos esa cuestión del futuro de la humanidad para el
punto siguiente. No quiero adelantar razonamientos para no resultar reiterativo.
2.
LA HUMANIDAD Y LOS CUATRO JINETES DEL
APOCALIPSIS. ¿PUEDE HARARI PRONOSTICAR
EL FUTURO DE LO HUMANO SIN PREOCUPARSE
DE CONOCER LA NATURALEZA HUMANA?
Harari comienza su segundo best-seller, Homo Deus, hablando de la realidad menos tangible y más novedosa que ha aparecido en la historia reciente de
los grupos humanos: la propia humanidad. Existe conciencia solo muy cercana
en el tiempo de que formamos una única especie global. ¿En qué consiste su
naturaleza?, ¿cómo será su futuro?
La humanidad ha logrado domeñar, aunque él no los llama así, a los tres
primeros jinetes del Apocalipsis: “El hambre, la peste y la guerra […] ya no son
tragedias inevitables fuera de la comprensión y el control de una humanidad
indefensa. Por el contrario, se han convertido en retos manejables”.9 Harari insiste, para que no se le acuse de ingenuo o de insensible, en que todavía muchos
sufren y sufrirán por estas causas, pero que esos males forman parte de la agenda humana y que tarde o temprano logrará su eliminación. Pero aún nos falta
uno de los jinetes: ¿qué ocurre con la muerte? El autor sigue en su respuesta a
esta cuestión las líneas argumentales desarrolladas ya en su primer libro: el ser
humano es exclusivo producto de una evolución biológica azarosa y no difiere
9
Yuval Noah HARARI, Homo Deus. Breve historia del mañana, Barcelona, Debate, 2016, 30.
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Francisco RODRÍGUEZ VALLS
objetivamente en nada del resto de los seres biológicos. De hecho, parece concebirlo como si fuera una máquina cuyas partes, una a una, será posible sustituir
en un futuro más o menos inmediato: “Los humanos siempre mueren debido
a un fallo técnico. […]. Y cada problema técnico tiene una solución técnica”.10
Esa afirmación estaría fuera de lugar si al ser humano se le asignara algún tipo
de característica ajena a la materia, pero Harari argumenta que el ser humano
ni tiene alma inmortal ni es la mente o la conciencia individual lo que lo caracteriza de forma plena. Es coherente con los presupuestos que vimos en el
primer punto. El problema de este segundo libro es que, aparte de reiteraciones
innecesarias para los que hayan leído el primero, cae en sonoras contradicciones
cuando, sosteniendo que el ser humano es un ser natural, le atribuye características específicas que no son materiales. Afirma que el alma no existe porque los
científicos todavía no la han encontrado en los pliegues del cerebro, pero igualmente afirma que lo específico de lo humano como conquistador del mundo es
lo que llama una “cooperación flexible”. Además de no explicar suficientemente
esta categoría, cabría preguntarle: ¿en qué pliegue del cerebro se encuentra ese
tipo de cooperación? Y ante eso se guarda un silencio que truena ante los que
pensamos que la ciencia no es que todavía no haya encontrado esas realidades,
sino que, sencillamente, no las puede encontrar por su reducción expresa al
mundo natural. Sería como si pidiéramos a un ciego de nacimiento un análisis
exhaustivo del espectro cromático.
Pero la contradicción se agudiza cuando Harari introduce la ficción y la
realidad intersubjetiva como piedras angulares del triunfo de la humanidad sobre el resto del planeta. Los órdenes imaginados constituyen, entonces, lo más
humano de lo humano. Y he de darle la razón ya que, con ello, el autor descubre
una América ya descubierta desde hace siglos. No ha encontrado más que la
dinámica del hombre como ser simbólico, que es la fuente de donde nace toda
cultura. El ser humano no es tal porque construya herramientas, antes bien,
construye herramientas porque posee una sobreabundante capacidad de creación de símbolos. Pero no se trata solo de crear símbolos. También de comunicarlos estableciendo redes de sentido compartido. La herramienta está primero
en la mente del diseñador y después se convierte en cosa. Las instituciones
están primero en la mente del diseñador y después se convierten en estructuras
sociales. La dinámica de la cultura consiste en una humanización del mundo
que implica su transformación: la idea se posee y después se transforma material y espiritualmente la realidad. Contrariamente a las tesis que va enunciando,
de repente, se da un giro y del ser humano que era puramente natural y que se
reducía a biología y a puro algoritmo biológico11 se pasa a un ser que es capaz
de cambiar todo lo que tiene a su alrededor, incluso la propia biología. Dice así:
10 HARARI, Homo Deus, 34.
11 Cf. HARARI, Homo Deus, 101.
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BIOLOGÍA Y CULTURA. UNA DECONSTRUCCIÓN, DESDE UN PUNTO DE VISTA CRISTIANO, DE LA OBRA DE Y. N. HARARI
“Durante el siglo XXI es probable que la frontera entre la historia y la biología se
desvanezca, no porque descubramos explicaciones biológicas de los acontecimientos
históricos, sino más bien porque las ficciones ideológicas reescriban las cadenas de
ADN, los intereses políticos y económicos reescriban el clima, y la geografía de
montañas y ríos dé paso al ciberespacio. A medida que las ficciones humanas se
traduzcan en códigos genéticos y electrónicos, la realidad intersubjetiva engullirá
por completo la realidad objetiva, y la biología se fusionará con la historia”.12
Harari, al final, ha encontrado sin proponérselo aquello que gran parte de
la antropología realista, e incluso idealista de corte hegeliano, viene diciendo
desde hace mucho tiempo: el hombre es un ser espiritual, en el sentido de que
es creador de realidades y de mundos. El ser humano es trascendente, porque
trasciende la naturaleza de las cosas en otras nuevas y es capaz de configurar
sentidos de realidad nuevos. ¿Quiere decir esto que esas realidades son
débiles ontológicamente hablando? Todo lo contrario, en tanto que el poder
transformador configura el mundo material al antojo del espíritu, de acuerdo
con su voluntad soberana. Harari ha descubierto la singularidad humana.
Otra cosa, que es lo que está por ver, es que su singularidad le lleve y consiga
transformar su naturaleza con propósitos de asimilarse lo más que pueda a la
divinidad. ¿Necesariamente tiene esa divinización que llevar a lo post-humano?
La singularidad humana no garantiza que todo vaya a mejor. Lo humano
es libre en la aplicación de su poder. Ello implica la posibilidad de construir y la
de destruir, la del egoísmo y la del altruismo, la de usar el poder para el dominio
y para el servicio. El futuro es apertura y depende de cómo lo humano trace
su futuro. Y aquí Harari descubre la dinámica —él no la llama así— del espíritu: el espíritu se convierte en estructura y se institucionaliza. De esta forma,
como institución, viene a configurar un orden nuevo del mundo. Un orden que
es más real que las propias cosas materiales. Configurar un orden a menudo
ayuda a la gente porque les descubre muchos sentidos. También, a veces, las
destruye si ese sentido se quiere imponer por la fuerza. Ese es el riesgo de toda
institucionalización.
La función de la institución es ofrecer respuestas que han sido eficaces en
muchos momentos. Entre esas instituciones está la religión revelada y, aunque
su dinámica se configure como las otras, su origen está en un inicio completamente distinto a la invención humana. El origen de la religión es el encuentro
con Dios. Dios se manifiesta para transmitir al hombre un conjunto de verdades
respecto de su salvación y, en la medida en que lo necesita para ella, respecto
de la naturaleza del mundo. Incluso muchas de ellas son inaccesibles del todo
a su inteligencia natural. A las primeras se las conoce con el nombre de preámbulos de la fe, a las segundas con el de misterios. A la religión le es necesario el
misterio que le hace descubrir la autoridad divina y su capacidad para mostrar
12 HARARI, Homo Deus, 173.
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Francisco RODRÍGUEZ VALLS
al ser humano el camino de salvación. Esto no evita que se convierta en institución y que, tras la Revelación, la institución haga por ser fiel intérprete de ella
y guardiana de los misterios. La revelación tiene la salvación como objetivo, no
la comprensión del mundo natural, ni tiene por qué estar a la vanguardia del
conocimiento y la investigación tecnológica. No es, sencillamente, su cometido.
Cosa distinta es que logre inspirar a muchos, como ha hecho a través de los siglos, para que promuevan la investigación y el conocimiento y que demuestren
con su vida y su actividad que son hijos de Dios y ejemplo del mundo.
Harari se empeña en sacar de la corriente cultural a la religión y a la religiosidad ya que cree que la religión es exclusivamente el estudio de la palabra antigua con el fin de controlar los avances de las realidades nuevas. Quizás sea así
en el judaísmo, lo dudo, pero lo desconozco. La religión institucional cristiana,
por ejemplo, ordena la gracia a través de la administración de los sacramentos
y lo hace con afán de servir a los hombres en la esencial tarea de transmitirles
un sentido divino a su existencia. El sentido del hombre viene de Dios y, especialmente, del Dios hecho hombre que es con quien se encuentra el cristiano.
Ese encuentro le lleva a la acción creadora en aras de transformar el mundo
para hacer de él y de sí mismo algo digno de Dios. Esa es la tarea del hombre.
El cristianismo como institución ha pasado por diferentes etapas que guardan
en sí episodios oscuros. Hay sombras en la blanca túnica de la Esposa de Cristo.
Pero no se puede discutir que ha transformado los tiempos y que muchos de
los artífices que han cambiado hacia mejor la institución transformándola eran
hijos de la propia institución. Hay que reconocer las sombras, pero es de justicia
también señalar las luces. La institución cristiana tiene muchos frutos de santidad y promueve otros muchos más. Como toda institución, la Iglesia tiene la
posibilidad de anquilosarse. Para evitarlo está siempre abierta a las realidades
nuevas para comprenderlas y para transmitirles su mensaje de salvación. Un
mensaje que puede implicar su transformación —en las formas y no en el contenido esencial del mensaje— y que cuenta para su transmisión con la miríada
de cristianos científicos, ingenieros, filósofos, escritores, artistas, poetas, etc. que
se convierten de hecho en instrumento de renovación y de transmisión de la
gracia. Los cristianos están en la corriente cultural del mundo, no son ajenos
a ella. La unidad entre el mundo, obra de Dios, y Dios mismo viene asegurada
por su unidad de vida: la forma en la que se une en sus corazones la actividad
profesional y de creación y la fe que profesan. El problema de Harari es que concibe que la religión es asunto de unos pocos controladores que imponen a los
demás sus puntos de vista y que la religión ya no es fuente de creación, sino que
es un producto meramente reactivo que cederá su lugar a los auténticos transformadores de la realidad. ¿Qué ocurre cuando entre los “demás” se encuentran
también los fieles que están llamados a ser la levadura del mundo en todos los
sentidos? ¿Qué ocurre cuando la religión no es solo asunto de sacerdotes o de
una casta elegida, sino que es asunto de los fieles? Si es así, es difícil que se pro-
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BIOLOGÍA Y CULTURA. UNA DECONSTRUCCIÓN, DESDE UN PUNTO DE VISTA CRISTIANO, DE LA OBRA DE Y. N. HARARI
duzca el anquilosamiento porque el mensaje de salvación cala en las dinámicas
de transformación de las instituciones.
Si eso es así, ¿por qué el mundo se ha secularizado? ¿Tiene Harari razón al
decir que la influencia de la religión en la corriente cultural, a pesar de sus millones de seguidores, es anecdótica y será más anecdótica todavía? No puedo dictaminar sobre el futuro, pero creo personalmente, sin que esa creencia tenga valor
alguno para otros, que eso implicará una profunda renovación para la espiritualidad religiosa que la hará florecer en formas mucho más ricas en el porvenir. ¿Para
qué una agenda humana con inmortalidad sin sentido, un bienestar que cansa y
una divinización que no sabe a dónde va? Además del sentido inmanente que el
hombre se dé a sí mismo, debe consultar si existe un sentido objetivo del mundo
o, al menos, un sentido compartido para transformar el mundo que apunte hacia
algo objetivo. Para ello no puede consultar a la ciencia ni a la tecnología porque
ellas describen y explican desde los fenómenos naturales y transforman mediante la utilidad que otros le indican. El ser humano tendrá que volver de nuevo la
mirada a la religión porque ella es capaz de dotar de sentido unas vidas que la
ciencia no sabe cómo describir ni la tecnología debe atreverse, aunque sea una
posibilidad cercana, a eliminar. Según Harari, ese logro de los humanos que es
haberse reconocido como hermanos y haber alcanzado una idea de humanidad,
debe ser superado y será superado. Veamos cómo lo plantea.
La corriente cultural dominante, en estos momentos, dice Harari, es el liberalismo. Incluso ella debe ceder su puesto preminente a los nuevos descubrimientos de la ciencia. Y nuestro autor esgrime argumentos recientes que supuestamente demostrarían que tanto la libertad como el individualismo carecen
de fundamento real. El problema es que Harari toma lo que está en discusión
como algo establecido: nada hay dicho con certeza acerca de las conclusiones
que se pueden sacar de los experimentos tipo Libet13 o acerca de aquellos otros
que afirman la pluralidad del yo. Incluso estos últimos establecen una realidad
que es suficientemente conocida desde antiguo: el yo interpreta la realidad que
percibe (la misma percepción sería ya una interpretación) para presentar modelos coherentes de la realidad experimentada. Nuestros modelos del mundo no
son el mundo, son solo “modelos de comprensión del mundo”. Por eso cabe la
posibilidad constante de saber siempre más. Sobre las conclusiones científicas
que obtiene, que suponen el fondo de la argumentación de Harari, hay que manifestar todas las reservas. Es verdad que, en el mundo de la divulgación, está
presente la idea de que ni la libertad ni el yo existen, sino que son producto de
nuestro cerebro. Lo más que se puede decir, desde el punto de vista del cerebro,
es que no se pueden comprender el nacimiento ni de la libertad ni del yo porque
13 Sobre la naturaleza y alcance de dichos experimentos, que son los que tiene en la cabeza Harari,
véase el artículo de F. J. SOLER, “Relevancia de los experimentos de Benjamin Libet y de John
Dylan-Haynes para el debate en torno a la libertad humana en los procesos de decisión”, en
Thémata. Revista de Filosofía 41 (2009) 540-547.
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no se entiende el fenómeno de la conciencia y las experiencias subjetivas aparecen como algo superfluo. Si la decisión es un conjunto de disparos neuronales
perfectamente medibles, ¿para que se necesita que además de esos disparos
exista una percepción subjetiva consciente? Sería duplicar las realidades. Pero
planteémoslo de esta forma: si la libertad y el yo son realidades biológicamente
inútiles es que no se reducen a ser disparos neuronales perfectamente medibles,
es decir, son distintas del cerebro. La mayoría de los filósofos de la mente está de
acuerdo con esta idea e, incluso Harari, llega a admitir:“Los científicos no saben
cómo un conjunto de señales eléctricas en el cerebro crea experiencias subjetivas.Y, lo que es más importante, tampoco saben cuál podría ser el beneficio evolutivo de semejante fenómeno”.14 Por lo que sabe la ciencia, la libertad y el yo
no tienen una función evolutiva, son productos extraños que quedan fuera del
paradigma darwinista15. El historiador israelí no saca las consecuencias debidas
de este conjunto de afirmaciones que conoce bien y prefiere ceñirse a otras, no
demostradas, que apoyan su argumento como si fueran verdades científicas y no
un conjunto de proposiciones todavía no verificadas.
Otra de las ideas claves de Harari, de la que tampoco sabe sacar consecuencias coherentes y marcha por argumentaciones diferentes, es la distinción entre
inteligencia y conciencia. El ser humano poseería ambas. Los nuevos adelantos
científicos e informáticos avalan esa idea: la conciencia no se limita a calcular
porque eso es lo propio de la inteligencia. Puede ser verdad que los organismos
biológicos sean algoritmos de decisión con los que se evalúan las respuestas a
dar en todas las situaciones conocidas o aprendidas. Pero de ninguna manera
puede decirse que la conciencia sea un algoritmo, luego, ¿puede decirse que la
conciencia tiene una explicación biológica? Y la respuesta, hasta el momento,
es que no porque contraviene la lógica de la propia evolución: la conciencia no
tiene por qué ser útil biológicamente hablando, pero dota a quién la posee del
dominio de sí y del control de todos los elementos que están a su alcance. En
ella estriba el éxito de la cultura humana y la singularidad humana.
Pero si la conciencia es biológicamente inútil, arguye Harari, ¿no será relegada por los instrumentos de cálculo que se manifestarán como más eficaces
que ella para luchar contra la enfermedad, la contaminación, las disputas y conflictos, etc.? Un robot inconsciente es mucho más preciso y rápido que un obrero
manual consciente. Podríamos diseñar robots que operasen nuestros cuerpos,
que produjesen todas las mercancías, que estableciesen de forma segura qué
preferimos en cada momento, etc. En este sentido, Harari hace una prospectiva hacia el futuro según lo que podemos decir de él. Presenta un conjunto
14 HARARI, Homo Deus, 128.
15 Esta idea está suficientemente expuesta en el breve y apasionante libro de Thomas NAGEL La
mente y el cosmos, Madrid, Biblioteca Nueva, 2014. He argumentado también en el mismo sentido en los seis primeros epígrafes del capítulo quinto de mi libro Orígenes del hombre. La singularidad del ser humano, Madrid, Biblioteca Nueva, 2017.
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de posibilidades. El problema es que su tono no es el de la posibilidad, sino el
de la certeza de que eso ocurrirá. Olvida lo que en otros momentos de su obra
afirma de lo humano: basta con que le digas lo que va a ser para que haga todo
lo posible para que sea distinto y reinvente el futuro. Personalmente me parece
que el futuro que dibuja Harari para lo humano se parece bastante, aunque él
no suscriba esa afirmación, a una distopía totalitaria. Si el cálculo lo es todo y las
máquinas hacen ese cálculo mejor que nosotros, ¿de quién será el futuro?, ¿en
qué quedaremos los humanos?, ¿seremos sustituidos por una singularidad que
acabará con todos nosotros por las malas?, ¿nos tendrán dormidos viendo un
mundo imaginario y alimentándose de nuestra energía, como ocurría en Mátrix? Pero el hecho de que nos quede la conciencia, lo que no contempla Harari
a pesar de haberlo señalado fugazmente, nos dará bastantes posibilidades de
respuesta creativa al intento de sustitución. Así como la conciencia no “sirve”
pero nos ha concedido el dominio de los instrumentos en el pasado, puede que
también nos lo conceda en el futuro. Y eso será, hago una prospectiva diferente
de la de Harari, porque la conciencia humana se ampliará a campos cada vez
mayores y estará siempre un paso más allá de la inteligencia inconsciente de las
máquinas. La humanidad, contra la que predica Harari, ha ampliado sus horizontes para pasar de un hábitat concreto a tener conciencia planetaria y conciencia del universo. Esa conciencia planetaria nos ha dado un poder no soñado
por los cazadores-recolectores. Y es de suponer que se siga ampliando. La inútil
conciencia es nuestro amparo contra la muerte de la especie y, quizás, pueda el
ser humano conseguir la inmortalidad individual por procedimientos técnicos,
está por ver, pero hay que sacar primero las consecuencias de la posesión de la
conciencia porque quizás, por su posesión, ya seamos inmortales sin saberlo.16
3.
¿PUEDE UN CIEGO GUIAR A OTRO CIEGO?
LAS EVIDENTES CONTRADICCIONES DE HARARI
En su obra 21 lecciones para el siglo XXI,17 Harari ofrece un elenco de los
temas que, a su juicio, constituyen el panorama actual de la humanidad. Con
ello pretende, no resolver los problemas que está llamada a enfrentar en los
próximos tiempos, sino ayudar a orientar entre ellos ante tanto desconcierto y
falta de perspectiva. Mi objeción a tan loable intento es que, con los supuestos
que he indicado y las limitaciones que tiene, no puede ni por asomo suponer
una orientación sino, más bien, ofrecer un panorama de desesperanza que haga
que los seres humanos dejen de buscar valores nobles y pongan en manos de
los fanáticos el poder del mundo.
16 He desarrollado esta idea en el artículo “La separabilidad de la mente”, en Naturaleza y libertad.
Revista de estudios interdisciplinares 12 (2019) 211-223.
17 Yual Noah HARARI, 21 lecciones para el siglo XXI, Barcelona, Debate, 2018.
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Uno de los aspectos que más llama la atención es cómo en la perspectiva
global del libro se cae en contradicciones evidentes. Por ejemplo, se comienza
negando que hoy por hoy haya en el mundo un sistema único como el liberalismo, debido a que la ciencia ha destruido el libre albedrío humano y la igualdad
supuesta entre los seres humanos, para después situarlas como las referencias
morales básicas de la ética laicista que defiende18. Si la ciencia ha destruido la
libertad, ¿por qué vuelve a entrar por la ventana de los ideales éticos? Esto,
unido a un conjunto de prejuicios antirreligiosos ya señalados con anterioridad,
hace que el libro más que motivar a la transformación nos lleve a encerrarnos en
casa con unas gafas ciegas para no ver los problemas en los que la humanidad
se encuentra inmersa. Es importante que Harari piense en términos globales y
apele a una humanidad que es, políticamente, un logro reciente. Pero creo que
su análisis es conscientemente parcial y, en la práctica, fallido, en tanto que no
deja posibilidad para una intervención que engendre de verdad una solución.
Sitúa en el monoteísmo el origen del fanatismo. No sé si verá en el apóstol
Pablo conversando en el Areópago ateniense un especial fanatismo o lo verá en
los politeístas que martirizaron a los primeros cristianos. ¿Sinceramente piensa Harari que no hubo guerras y actos brutales fanáticos antes del nacimiento
del monoteísmo? Pero, aparte de una crítica de hechos, esa afirmación no resiste tampoco un análisis especulativo: la idea de que el Universo tenga una
estructura racional fruto de la intervención de un ser inteligente, en vez de estar
dominado por fuerzas plurales irracionales, es lo que establece la condición de
posibilidad de toda ciencia natural. El Universo es racional y el ser humano,
imagen y semejanza de Dios, puede aprehender su estructura. De hecho, históricamente, la ciencia no nace de la mano de ateos confesos sino de personas
devotas que quieren contribuir con sus cualidades y tareas a la mayor gloria del
Altísimo. Harari ni siquiera intuye que dentro de una religión institucional aparentemente monolítica quede un resquicio para la libertad. Sin embargo, lo que
ha hecho que el cristianismo triunfe y haya dado lugar a los valores de Occidente ha sido la libertad y pluralidad que ha permitido en su seno: la diversidad de
dones forma parte del mensaje de Cristo. Su instrumento principal es la libertad
de espíritu o, dicho de otra forma, la presencia del Paráclito actuando como
quiere en el corazón de los fieles. El cristianismo no es una religión de la casta
sacerdotal dominadora de las conciencias, es una religión que inspira la actuación de sus creyentes para que transformen el orden en el que viven de acuerdo
con el mensaje evangélico. Por eso ha triunfado entre tanto orden imperial. Y en
gran parte ese triunfo estuvo, y está hoy en día, regado con la sangre de muchos
mártires. Todo aquel que promoviendo la paz es asesinado por sus creencias tiene todos mis respetos. No lo pongo en la picota de la sospecha, aunque pueda
ser que no comparta sus ideales y prefiera luchar por otros.
18 Cf. HARARI, 21 lecciones, 228-233.
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BIOLOGÍA Y CULTURA. UNA DECONSTRUCCIÓN, DESDE UN PUNTO DE VISTA CRISTIANO, DE LA OBRA DE Y. N. HARARI
Es llamativa también la confusión entre laico y laicismo que hay en el libro.
De los valores que le atribuye al laicista me atrevo a decir que todos son perfectamente compatibles con los de cualquier ser humano de buena voluntad,
sea religioso o no. Pero no se da cuenta que enfrenta a la religión real con un
laicismo utópico que no suele darse. Ese laicismo utópico tiene que ver poco
con el real, que tiene derivas fanáticas antirreligiosas muy claras que abogan no
por la convivencia y la pluralidad de las creencias sino por el monopolio de una
creencia atea tan discutible como cualquier otra. La función de la religión no es
solo garantizar el orden social, como Harari sostiene. La función de la religión
es santificar ese orden y a todos los individuos que lo integran. En ese propósito
la religión cristiana no ha sido ajena a la historia y ha profundizado mucho en
conocimiento de la propia humanidad. Ha descubierto las grandezas y miserias
del alma humana y lo ha hecho no para esclavizarla, sino para concederle una
salvación que brota de la verdad y el amor.
Lo anterior es, por lo menos, coherente. En un mundo lleno de contradicciones eso es un valor. Y Harari no hace más que acentuar esas contradicciones.
Después de insistir una y otra vez en que el ser humano no es más que un haz
de emociones que vienen y que van dictadas por un cerebro que no se atiene
a nuestros deseos de sentido, después de negar toda libertad e individualidad,
establece sin tapujos, hacia el final del tercer libro, aquello que se intuía desde los
inicios del primero: “El universo no tiene sentido, y los sentimientos humanos
tampoco tienen sentido alguno. No son parte de un gran relato cósmico: son solo
vibraciones efímeras que aparecen y desaparecen sin propósito concreto. Esta es
la verdad”.19 De esta forma, en su verdad, Harari niega la posibilidad de que el
ser humano reciba el sentido o que lo fabrique de acuerdo con su criterio. ¿Qué
es lo que puede justificar, entonces, la acción humana? Sencillamente se cae en
un nihilismo quietista que clama al cielo y que nos descubre la incoherencia de
Harari con su propio relato: si el ser humano ha creado un sentido compartido universal, como se ha ido fijando en el texto que ha escrito, ¿por qué venir
ahora a negar que ese relato ha traído mucho bien y, al mismo tiempo, mucho
sufrimiento?, ¿tenemos que contentarnos con no hacer nada dejando la responsabilidad del futuro en manos de otros?, ¿son otros los que tienen que eliminar
el sufrimiento y construir el mundo futuro? Y la solución final del historiador
israelí es… aconsejarnos que hagamos meditación. Habiendo sostenido que el
ser humano es, como toda forma de vida, únicamente un algoritmo bioquímico
que no goza ni de libertad ni de individualidad, ahora sugiere que quizás cerebro
y mente no sean lo mismo y que se necesita una metodología doble para alcanzar
un conocimiento completo de la realidad: la científica y la introspectiva.
Tanto nihilismo y separación de la corriente histórica hará que dejemos en
manos de otros, por ejemplo, de la tecnología y la información, el futuro de lo
19 HARARI, 21 lecciones, 329.
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humano. Personalmente prefiero un conjunto de pensamientos y una interpretación de la historia que me permita una función más activa dentro de ella. No
sé si podré cambiar el mundo, pero pido que, al menos, se me deje intentarlo.
Que el ser humano deba conocer su mente tanto como sus mecanismos
corporales me parece un propósito loable y que comparto. Lo que no veo es
que sea un buen final después de haber cantado las alabanzas del materialismo,
denostado a la religión como causa de todos los males y haber caído de rodillas
ante un determinismo supuestamente científico y que no es otra cosa que ropaje
objetivo para ocultar una ideología antihumana. Espero que el cuarto libro de
Harari, cuando lo escriba, consiga una mayor coherencia y haga una propuesta
al mundo que le sirva eficazmente para crecer. Y, con ello, no hacernos con él
culpables de un crimen tremendo: la grave omisión del compromiso con los
demás por haber querido comprender el mundo y, al final, haberlo rechazado
como una pasión inútil ante la que solo cabe contemplarlo desde lejos.
4.
CONCLUSIÓN
Tres son los supuestos básicos en los que se inspira la obra de Harari: materialismo, cientificismo y ateísmo.
Respecto del primero, concibe que solo existe la realidad palpable. Por ello,
no puede dar razón de las realidades culturales que son consecuencia del simbolismo puesto que la realidad del símbolo es representar una cosa sin ser ella
misma necesariamente una cosa. Esa situación le impide a Harari dar razón
suficiente de la realidad construida por el ser humano en la que consiste la cultura. Si tenemos en cuenta el carácter eminentemente simbólico de lo humano,
Harari no puede comprender lo humano.
Respecto del segundo, pretende que la ciencia sea el fundamento de sus
afirmaciones y constantemente remite lo que dice a ella. El problema es que
entiende como probado lo que hasta la fecha son solo programas materialistas
de investigación científica. Cae con ello en un fuerte reduccionismo filosófico
del que posiblemente no sea consciente. Esa reducción hace que se le escapen
aspectos esenciales de lo humano, por ello Harari no puede comprender en su
integridad lo humano.
Respecto del tercero, su ateísmo le lleva a pensar que la religión es causa de
los problemas a los que se enfrenta la humanidad. La religión tendría la misión
de garantizar un orden social ya obsoleto, por tanto, a su juicio, la humanidad
haría bien en librarse de ella. Pero la religión no se reduce a ser tal, sino que más
bien ha sido consustancial a lo humano desde su nacimiento hasta hoy. Por ello,
al no poder explicar suficientemente la religión, la visión que da del ser humano
queda corta.
La obra de Harari es una proyección hacia el futuro de cómo será la humanidad teniendo en cuenta los problemas y soluciones que tiene y se le ofrecen
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BIOLOGÍA Y CULTURA. UNA DECONSTRUCCIÓN, DESDE UN PUNTO DE VISTA CRISTIANO, DE LA OBRA DE Y. N. HARARI
hoy en día. Reconoce que es una mera posibilidad y no una profecía que vaya
necesariamente a cumplirse.
La escritura del libro es ágil y llena de anécdotas e intuiciones sugerentes.
Eso explica su éxito. Ahora bien, su parcialidad y radicalismo vehemente le quitan rigor y objetividad y la conclusión a la que llega es insuficiente puesto que
deja, en una especie de quietismo contemplativo de lo que pasa, el futuro en
manos de otros. Tal y como están las predicciones del futuro creo que cualquier
posición que sostenga eso o algo similar debe dejarse de lado. El ser humano
debe reivindicar la función protagonista que tiene en su propia historia y, ahora
también, en el devenir del mundo.20
20 Cf. algunas obras que tratan temas parecidos con perspectivas diferentes Juan Arana, La conciencia inexplicada, Madrid, Biblioteca Nueva, 2015; Th. NAGEL, La mente y el cosmos, Madrid,
Biblioteca Nueva, 2014; Francisco RODRÍGUEZ VALLS, Orígenes del hombre. La singularidad del ser
humano, Madrid Biblioteca Nueva, 2017; Francisco SOLER GIL, Mitología materialista de la ciencia,
Madrid Encuentro, 2013.
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